Armados contra los pobres
Si la justicia internacional de veras existe, ¿por qué nunca juzga a los poderosos? No van presos los autores de las más feroces carnicerías. ¿Será porque son ellos quienes tienen las llaves de las cárceles? ¿Es justo un mundo que cada minuto destina 3 millones de dólares a los gastos militares, mientras cada minuto mueren 15 niños por hambre o inanición? ¿Enfermedad curable? ¿Contra quién se arma, hasta los dientes, la llamada comunidad internacional? ¿Contra la pobreza o contra los pobres?
Hambre y Alimentos: La cuestión es el acceso
Uno de cada ocho habitantes del planeta se va a dormir con hambre todas las noches. Se estima que el mundo produce actualmente alimentos para 9000 millones de personas y tiene 7200 millones. Diez millones de niños fallecen por año antes de cumplir cinco años. Un tercio por desnutrición, la que causa, asimismo, que 165 millones de niños tengan retrasos del crecimiento. Si durante los primeros mil días de vida, un niño no tiene la alimentación necesaria sufre graves daños, que no son reversibles después.
Los OGM y el incesto político-corporativo
Más allá de malezas degeneradas y veneno, las semillas de OGM diseñadas con características no renovables para que los agricultores tengan que volver a comprarlas no son enormemente compatibles con el concepto de sustentabilidad.
Tampoco lo es el hecho de que cerca de 300.000 agricultores indios se han quitado la vida desde 1995 después de ser llevados a deudas abrumadoras por la política neoliberal, que alentó la proliferación incontrolada del algodón Bacillus thuringiensis (Bt) de Monsanto.
Monsanto: ¿América Latina en peligros non santos?
El cine ha retratado en diferentes ‘films’ el poder de las empresas multinacionales obteniendo colosales beneficios a través de las más diversas tácticas que incluyen amenazas, sobornos, ‘lobby’, asesinato, desestabilización de naciones, […] Sin embargo, el séptimo arte ha quedado en deuda ante la magnitud del fenómeno actual donde una organización que ocupa tácticas similares interviene en más de setenta países, domina la producción biotecnológica en más del 60%, desarrolla la ingeniería genética regulada y se propone como objetivo el control férreo de la alimentación mundial. Es Monsanto.
Ahora es fácil llorar
Es metiéndonos en el cascarón de nuestra individualidad como nos deshumanizan para que no sintamos rabia ante la injusticia que cae sobre el otro; para que seamos seres ensimismados que no reaccionemos cuando se le quita todo al que está a nuestro lado; para que no nos duela el dolor de los demás; para que no sintamos lo mismo que sienten los que son lo mismo que nosotros, pero a los que no sentimos como tales; para que no nos unamos unos con otros y nos dejemos dócilmente empobrecer, humillar o incluso matar.
Un escándalo: Ejecutivos de Monsanto y Syngenta reciben el World Food Prize el próximo jueves
La experta en cuestiones de alimentación Vandana Shiva (RLA 1993), de la India, dijo: «los transgénicos no sólo son inseguros, también están destruyendo la biodiversidad, aumentando la dependencia de los agricultores a semillas y productos químicos y conduciendo a la aparición de super plagas y super malezas. Son una receta para la inseguridad alimentaria y la insustentabilidad».
Guerras silenciosas: El hambre que mata millones de niños
10.000 niños mueren diariamente de hambre.
El hambre y la malnutrición, pues, matan progresivamente a más personas cada año que el sida, la malaria y la tuberculosis juntas. Los datos mundiales siguen siendo dramáticos: 870 millones de personas pasan hambre; las mujeres, que constituyen un poco más de la mitad de la población mundial, representan más del 60% de las personas con hambre; la desnutrición aguda mata cada día a 10 mil niños. Este último dato, por sí mismo, es escandaloso y sería suficiente argumento para transformar de raíz el actual sistema alimentario, cuya inequidad genera más muertes que cualquiera de las guerras actuales. O quizás estamos ante otro tipo de guerra, esta vez silenciosa.
Carta para leer cuando reciba el Nobel de Literatura
“Quiero empezar mi discurso excusándome si no puedo expresarme con toda la soltura y belleza que se esperaría lo haga un Premio Nobel de Literatura. Sucede que mi lengua materna no es el inglés, sino el suahili, idioma que hablé toda mi vida con mucha mayor propiedad, desde mi aldea natal en la selva hasta el día de hoy. Si he escrito en la lengua de Shakespeare –con todo el perdón de los clásicos puristas británicos– eso se debe a la herencia que la Reina de los Mares nos legara, a partir de la intromisión que tuvo en nuestro continente. ¿Ustedes se imaginan a la Reina de Inglaterra o al Presidente de la Cámara de los Lores hablando suahili? Yo, realmente, no. ¿Y por qué yo tengo que hablar en inglés? ¿Por qué hoy tengo que llevar este –perdónenme por el epíteto– estúpido traje negro y este –para mi gusto al menos– ridículo moño? ¿Usaría el Primer Ministro británico nuestros trajes típicos para alguna de nuestras ceremonias? “