– El autor, el Dr. Federico Fasano Mertens, es el Director
del Diario LA REPUBLICA,
1410 AM Libre y TV Libre, de Uruguay. Mediante una separata encartada en su
diario, el domingo 30 de marzo de 2003, da respuesta a un comunicado del
embajador norteamericano en ese país.
El señor embajador de
los Estados Unidos de Norteamérica en Uruguay, Martin Silverstein, hace unos pocos días
me envió un comunicado acusando al diario La República, publicación que
me honro en dirigir, de
carecer "de toda medida de integridad periodística" por comparar a su
presidente, George
Bush con el canciller del Tercer Reich alemán, Adolfo Hitler.
No pude contestarle antes porque el acto de piratería internacional
que su país cometió al atacar con la más formidable maquinaria de matar que
recuerde la historia universal, a un pueblo indefenso y casi desarmado,
me obligó a destinar más tiempo que el rutinario en la preparación de las
ediciones especiales sobre la
matanza.
También me encontraba ocupado en hacer condenar penalmente a torturadores
uniformados que fueron entrenados en EEUU y que me estaban calumniando, tarea
esta que llevé a cabo con éxito en estos días.
Cuando el embajador me visitó hace no mucho tiempo en mi
despacho comenté con mis colaboradores que él era el embajador de EEUU más
inteligente, perspicaz y humorista que había conocido. "Por fin -dije-, un representante
del imperio con el que se puede discutir ideas fuera de los insulsos y
aburridos clichés con que nos intoxican en las reuniones que nos toca
compartir".
Pero,
lamentablemente para el embajador, su sagacidad no le impidió la desdicha de
tener que representar al presidente 43 de su nación, George Bush (hijo), un
fanático paranoico, intoxicado de mesianismo, con menos luces que una babosa,
borracho de poder como antaño fue borracho de alcohol y condenado legalmente
por ello el 4 de setiembre de 1976 cuando conducía ebrio y a toda velocidad su
automóvil, amonestado también por el famoso predicador Graham que le dijo:
"Quien eres tú, para creerte Dios", militante de la Christian Right,
la derecha cristiana tejana y sudista, un racista enamorado de la pena de
muerte, sobre todo contra los negros, en fin, el peor presidente norteamericano
de la última centuria, el que mayores tragedias desencadenará sobre su propio
pueblo, la contracara del homo sapiens, la encarnación del homo demens.
Y además
misógino, como buen racista. Nadie puede olvidarse de las
humillaciones públicas a las que somete a su esposa Laura Bush. No es fácil
de olvidar el malestar de Laura cuando el presidente explicó a la prensa que su
esposa no lo estaba acompañando ese día "porque ha llovido y ella necesitaba barrer la entrada,
porque mañana recibiremos al presidente de China, Jiang Zemin, en nuestro
rancho de Crawford (Texas)".
Su compatriota, el anciano escritor Kurt Vonnegut no dudó en
calificarlo del "más
sórdido y patético golpista de opereta que es dable imaginar".
Pero vayamos al corazón del incidente. Que se quede el
embajador de EEUU con su patética desventura de tener que defender al más
delirante de los habitantes de la Casa Blanca y a mí con el honor de procesarlo con
las armas de la palabra.
El tema
es la comparación entre Adolfo Hitler y George Bush.
Obvio
es que existen diferencias. La primera de ellas es que el criminal de guerra,
genocida del pueblo judío y del pueblo soviético, ganó por abrumadora mayoría los
comicios alemanes, mientras que el criminal de guerra, genocida del pueblo
iraquí llegó al poder en forma fraudulenta, en medio del mayor escándalo
electoral de la historia norteamericana.
Desde el punto de vista teórico la comparación entre Bush y
Hitler es correcta. Los
cientistas han definido al nazismo como la dictadura terrorista del capital
financiero en expansión. Bush al ponerse al margen de la ley e invadir a una Nación
indefensa que no lo agredió, para quedarse con su riqueza petrolera, la segunda
mayor del mundo, y anunciar que después le seguirán otras Naciones petroleras,
se acercó a la definición de dictadura terrorista del capital financiero.
Aunque no le guste aceptarlo.
George
Bush ya llevaba en sus genes la raíz nazi.
Su abuelo, Prescott Bush, era socio de Brown Brothers Harriman
y uno de los propietarios de la Unión Banking Corporation. Ambas empresas jugaron
un papel clave en la financiación de Hitler en su camino hacia el poder alemán.
El gobierno norteamericano ordenó el 20 de octubre de 1942 la confiscación de la Unión Ranking
Corporation propiedad de Prescott Bush e incautó además la Corporación de
Comercio Holando-Estadounidense y la Seamless Steel Corporation, ambas administradas
por el banco Bush-Hamman. El 17 de noviembre de ese mismo año, Franklin Delano
Roosevelt confiscó, por violación a la ley de comercio con el enemigo, todos
los bienes de la
Silesian American Corporation administrada por Prescott Bush.
El bisabuelo de nuestro George, el guerrero de Dios, Samuel Bush, padre del
nazi Prescott Bush, fue la mano derecha del magnate del acero Clarence Dillon y del
banquero Fritz Thyssen,
quien escribió el libro I Paid Hitler (Yo financié a Hitler), afiliándose en 1931 al
partido nazi (Partido Obrero Nacional Socialista Alemán).
Y si el señor embajador tiene alguna duda sobre la espuria
alianza de los Bush con Hitler le ruego leer el lúcido ensayo de Víctor Thorn. Dice
Thorn: "Una parte
importante de los cimientos financieros de la familia Bush fue constituida por
medio de su ayuda a Adolfo Hitler. El actual presidente de Estados Unidos, así
como su padre (ex director de la
CIA, vicepresidente y presidente), llegaron a la cumbre de la
jerarquía política norteamericana porque su abuelo y padre y su familia
política ayudaron y alentaron a los nazis". Todo esto sin
contar las estafas y desfalcos de la familia Bush por cuatro millones y medio
de dólares al Broward Federal Savings en Sunrise, Florida, o la estafa a
millones de ahorristas del Banco de Ahorros Silverado (Denver, Colorado).
Bisabuelo
nazi, abuelo nazi, padre que no tuvo tiempo de ser nazi porque ya Hitler se
había suicidado en los jardines de la Cancillería en ruinas, aunque se benefició de la
fortuna mal habida de sus ancestros.
Pero no condenemos a nuestro homo demens por sus genes
siniestros.
Juzguémoslo sólo por sus obras. Y comparemos. Sólo
comparemos.
¿Cómo cree el señor embajador, que el delirante cabo
austríaco alcanzó la suma del poder público? Porque Hitler llega al poder en
elecciones limpias pero se encuentra con la Constitución de
Weimar que le impone límites que su omnipotencia le impide aceptar. Planifica entonces el incendio del
Reichstag y en una sola noche es ungido el decisor de la guerra o la paz.
¿No le
resultan conocidos esos hechos al señor embajador?
La
criminal demolición de las Torres Gemelas
trajeron los mismos lodos que el incendio del Reichstag.
Obviamente no voy a cometer la osadía de afiliarme a la
tesis de los que acusan al grupo belicista bushiano de haber orquestado esa
masacre o no haberla impedido cuando sabían que se preparaba.
No hay pruebas contundentes para tamaña afirmación aunque
sí, múltiples indicios de negligencia culpable o vastas sospechas que son
alimentadas por una férrea censura, sin precedentes en la democracia
norteamericana moderna.
Algún día, cuando el pueblo norteamericano recupere totalmente la libertad de
informaciónley patriótica aprobada con el único voto en contra
de una mujer, símbolo de la dignidad nacional norteamericana, se podrá saber
por qué desoyeron los numerosos indicios y huellas dejadas por todo el país
anunciando el magnicidio. Se podrá saber por qué demoraron 80 minutos en
despegar los aviones militares para interceptar las aeronaves secuestradas
cuando de inmediato se supo que los aviones comerciales que habían despegado de
Boston habían sido secuestrados y se dirigían a Washington, cuando el manual prevé la
intervención de la Fuerza
Aérea en caso de secuestros, en menos de 5 minutos. e investigación sobre el martes negro del 11 de
setiembre, hoy acotadas por la
Se podrá saber por qué se ocultaron los restos del presunto avión que
impactó en el Pentágono. Se podrá saber por qué el director del servicio secreto
paquistaní inmediatamente después de reunirse en Washington con Tenet, el jefe de la CIA norteamericana, dispuso, y
así lo informa el diario conservador The Wall Street Journal, que Islamabad girara a
EEUU la suma de cien mil dólares para Mohammed Atta, jefe del operativo suicida contra
las Torres Gemelas de Nueva York. Sobre este dato aterrador está prohibido
investigar al suspenderse las libertades civiles en EEUU a partir de la Ley Patriótica.
Se podrá saber, en fin, por qué 15 de los 21 integrantes de
los comandos suicidas eran originarios de Arabia Saudita, el principal aliado
de los EEUU en el golfo Pérsico. No había ni un sólo iraquí. Ni por casualidad.
Pero más allá de las sospechas, no hay duda que el
descontrolado presidente número 43 de EEUU, ungido en elecciones fraudulentas, en
medio de una impresionante recesión sin salida a la vista, con el más bajo
nivel de popularidad inicial en un mandatario, pasó a dominar todo el
escenario, a recibir poderes inconcebibles en una democracia, siendo coronado
Emperador vindicator para lavar la afrenta que los bárbaros infringieron a su
pueblo.
El
incendio del Reichstag americano del 11 de setiembre brindó la gran oportunidad
de su vida a George Bush.
La peor
victoria electoral en EEUU de un presidente desde 1876 hasta nuestros días se
transformó en la mayor posibilidad histórica recibida por belicista alguno para
imponer al mundo el nuevo orden norteamericano.
Así como Hitler lo primero que hizo fue rodearse de una
pandilla de fascinerosos como él, fanatizados por el poder de la fuerza, como
Goering, Goebels, Himmler, Mengele, Eichman, el presidente texano buscó la
coraza protectora de una guardia de hierro, por momentos más belicista que él,
que le impiden la tentación de la duda y que portan como él una marca en el
orillo: todos son petroleros.
El vicepresidente Dick CheneyDonald Rumsfeld en la petrolera Occidental,
la Consejera
de Seguridad Nacional, la solterona despiadada Condoleeza Rice, que por una broma de la
vida su nombre significa "con dulzura", integró el directorio de
Chevron y tiene buques petroleros con su nombre. También la secretaria del
Interior, Gale Norton está vinculada al petróleo como
Bush padre también lo estuvo en el grupo petrolero Carlyle y el actual
presidente Bush hijo en la Harkins Oil. estuvo en el grupo Halliburton
Oil, el jefe del Pentágono,
Este quinteto de la muerte que rodea al guerrero Bush, una
verdadera mafiocracia,
al igual que el quinteto que se fusionó con Hitler, se nutrió de una Biblia muy
especial.
En este caso la filosofía de Hegel, Nietzsche, Schopenhauer, que le
dio vida y pasión al creador del holocausto del siglo XX fue sustituida por
especímenes menos cultos y de menor prosapia intelectual, pero más pragmáticos
para el Hitler del siglo XXI.
¿Cuáles
son los autores de cabecera de esta pandilla belicista?
El bostoniano Henry Cabot Lodge afirmando que "en el siglo XIX ningún pueblo
igualó nuestras conquistas, nuestra colonización y nuestra expansión y ahora
nada nos detendrá". Marse Henry Watterson declarando que EEUU es
"una gran república
imperial destinada a ejercer una influencia determinante en la humanidad y a
modelar el futuro del mundo como no lo ha hecho nunca ninguna otra nación, ni
siquiera el imperio romano".
O Charles Krauthammer
quien hace muy poco, en 1999 escribió en The Washington Post: "EEUU cabalga por el mundo como un
coloso. Desde que Roma destruyó Cartago ninguna otra gran potencia ha alcanzado
las cimas a las que hemos llegado. EEUU ha ganado la guerra fría, se ha puesto
a Polonia y a la
República Checa en el bolsillo y después ha pulverizado a
Serbia y Afganistán. Y de paso ha demostrado la inexistencia de Europa".
O Roberto
Kaplan señalando que "la victoria de los EEUU en la segunda guerra mundial, al
igual que la de Roma en la segunda guerra púnica, la convirtió en una potencia
universal".
O el conocido historiador Paul Kennedy explicando que "ni la Pax Británica, ni la Francia napoleónica, ni la España de Felipe II, ni el
Imperio de Carlomagno, ni siquiera el Imperio romano pueden compararse al
actual dominio norteamericano. Nunca ha existido una tal disparidad de poder en
el sistema mundial".
O el director del Instituto de Estudios Estratégicos Olín de
la Universidad
de Harvard, profesor Stephen
Peter Rosen afirmando que "nuestro objetivo no es luchar contra un rival, porque éste
no existe, sino conservar nuestra posición imperial y mantener el orden
imperial".
O el inefable Zbigniew Brzezinski declarando que "el objetivo de EEUU debe ser el de
mantener a nuestros vasallos en un estado de dependencia, garantizar la
docilidad y la protección de nuestros súbditos y prevenir la unificación de los
bárbaros".
O el Presidente
Wilson declarando en pleno Congreso de la Unión que "le enseñaría a las repúblicas
sudamericanas a elegir buenos diputados".
O el célebre Billy Sunday quien definía a un izquierdista
latinoamericano como "un
tipo con hocico de puerco espín y un aliento que haría huir a un zorrino",
agregando que si él pudiera "los
amontonaría a todos en prisiones hasta que se les salieran los pies por las
ventanas".
Escuchemos ahora al actual vicepresidente de los EEUU Dick Cheney y al
secretario de Defensa, Donald
Rumsfeld, que junto con Dulzura Rice, forman el triángulo belicista, más
temible que el de las Bermudas.
Dijo el vicepresidente Cheney ante esta guerra santa: "EEUU no tiene que enrojecer por
ser una gran potencia y tiene el deber de actuar con fuerza para construir un
mundo a imagen de EEUU". Mientras que el jefe del Pentágono
fue más claro, por si no lo entendimos. Rumsfeld dixit citando la frase
preferida de Al Capone: "Se
consigue más con una palabra amable y un revólver que con sólo una palabra
amable".
Este lenguaje
que nutre la epidermis y las neuronas de Bush es un lenguaje encrático,
autoritario, intimidante que conduce inevitablemente a la perversión moral del
fin justificando los medios. La característica esencial del
lenguaje de la banda Bush, similar al lenguaje nazi, es la simplificación, el
reduccionismo y la intimidación. El lenguaje de este grupo depredador es un
lenguaje esquemático, emocional, cargado de prejuicios que incita a la
exaltación de los sentimientos más nobles del pueblo. No tengo dudas que Bush se nutre del
lenguaje nazi.
Bush no cree, como Hitler, en el Estado de Derecho que no es el Estado que posee
leyes sino el Estado que se somete, él mismo, al imperio de la ley y no puede
transgredirla por ninguna causa, y menos aún por la razón de Estado.
En nombre de la razón de
Estado o de la Patria
o de la seguridad nacional se han cometido crímenes abominables.
¿Qué diferencia entre el edificio intelectual de Bush y el
de Hitler, existe en el escenario de la razón de Estado? No creo que muchas.
Salvo diferencias de estilos, épocas y magnitud de fuerza y poder.
El
discurso de la banda Bush es el discurso del amo y del esclavo.
No hay diferencias con el
discurso de la pandilla hitleriana.
Uno es más amable que el otro. Aunque la historia está probando
que el menos amable fue menos mortífero.
Civilización,
barbarie, pacificación de los bárbaros, pueblo elegido y de ahí a la raza
elegida un solo paso. En fin ¿no nos hace acordar todo esto al sicópata del
bigotito?
Y hablando del bigotito, es aleccionador el relato que un
influyente asesor de seguridad que vive en Washington le contó a la revista
argentina "Noticias": "Para bien o para mal, George Bush Jr. es el hombre
indicado para esta guerra. Nació para esto. La potencia que le viene de adentro
lo hace temblar. Cuando uno está hablando con él en su despacho parece que se
va a comer al que tiene enfrente. Se sienta en el borde del sillón, casi sin
apoyarse y mueve los brazos como si no supiera qué hacer con ellos. Necesita
acción".
Vaya imitación de la gestualidad del dictador nazi. Aunque
nunca es lo mismo la flema de un vaquero texano pistola al cinto que la de un
teutón cuasi epiléptico que se atraganta con su furia y escupe al hablar y
gesticular. El cuerpo de Bush no escupe al hablar. Su alma, sí escupe, odio y violencia y
genera terror. Mas no le importa. Debe haberse aprendido el "oderint dum metuant"
del emperador Calígula ("Dejen
que nos odien, basta con que nos tengan miedo").
La incontinencia emocional de Bush ya es un clásico y como
el Adolfo, no admite un NO.
Su esposa Laura Bush recordó a la prensa que la primera vez que le dijo a su
esposo que no le gustaba uno de sus discursos, éste, muy enojado, chocó su auto
contra el muro de entrada del garage de su casa.
Se siente como el numen nazi, un enviado de Dios, a
quien convoca en cuanta oportunidad se presenta. Decretó que todas las reuniones de su
Gabinete se inicien con una oración religiosa. Y dice haber consultado a Dios
para atacar a Irak despreciando la posición de la mayoría de las naciones del
planeta y del 90% de los seres humanos. Trata de imitar al
presidente William McKinley invadiendo Filipinas para evangelizar a los nativos
y culpando a Dios que le dio la orden de entrar a patadas en ese país.
Otra coincidencia en estas vidas paralelas, que hubiera
hecho la delicia de Plutarco, es que Bush y Hitler se hubieran salvado de
ingresar a la galería de los grandes bufones de la historia, de haber tenido un
sicoanalista a mano. A ambos un buen sicoanalista les habría ayudado a canalizar
su libido hacia menesteres más normales, sublimando el único afrodisíaco que
tanto Hitler como Bush conocen, que es el poder omnímodo y cruel sobre los demás.
Sigamos viendo las similitudes entre el guerrero de la raza
aria y el guerrero de Dios como bien calificara Telma Luzzani, al exaltado texano.
Bush proclama urbi et orbe la guerra preventiva. Dwight Eisenhower en
1953 no dudó al respecto: "La
guerra preventiva es un invento de Adolfo Hitler, francamente yo no me tomaría
en serio a nadie que me viniera a proponer una cosa semejante".
Pero
¿guerra preventiva contra quién? Bien es sabido que la primera
víctima de una guerra es la verdad. Y Bush lo primero que hace para fabricar su
guerra preventiva, tras el incendio del Reichstag, es mentir a lo Goebels a un
grado tan primitivo que nadie terminó creyéndole algo. Primero dijo que Irak apoyaba a Al
Qaeda. Cuando se comprobó el odio irreconciliable entre Saddam Hussein y el ex
empleado de EEUU, Osama Bin Laden, Bush apeló a incluir a Irak en la corriente
fundamentalista musulmana. Difícil de creer en el país más
laico del mundo árabe. Apelaron entonces a la existencia de armas de destrucción masiva.Finalmente
no encontraron ni una sola. Cuando todos los argumentos fueron
sepultados pidieron la renuncia o el exilio de Saddam Hussein y admitieron la
única verdad real: queremos
ocupar el territorio iraquí pese a quien pese y decidir quién lo va a gobernar.
Democracia planetaria que le dicen. La misma operación de
desinformación que Hitler lanzó contra Checoeslovaquia, Austria y Polonia. Las
mismas excusas que iban cambiando a medida que se derrumbaban.
Afirmaron que Irak no iba a permitir las inspecciones y cuando las permitió,
aseveraron que no iba a dejar entrar a la ONU en los Palacios y otros lugares preservados.
Cuando también se reveló que tal negativa era falsa, dijeron que las armas
estaban bien ocultas.
Otra similitud es el desprecio por la comunidad
internacional y por la opinión pública mundial. Hitler destruyó la Sociedad de Naciones
creada en 1919. Bush hizo
trizas las Naciones Unidas, concitando en su contra la mayor oposición a un
país desde la fundación de la ONU:
170 países no apoyan la guerra contra sólo 30, la mayoría de
éstos sin peso alguno y procedentes de la desarticulada Unión Soviética, que se
venden al mejor postor. A Bush, como a Hitler, no lo paró ni la mayor derrota
diplomática de los EEUU desde que se fundó la ONU. A Hitler jamás le importó el odio y el
rechazo de los pueblos del mundo entero. Bush intenta superar al teutón. Las manifestaciones
en su contra sin precedentes en el planeta, son música guerrera para sus oídos
wagnerianos. Lo enfrenta
el espíritu de Seattle que fundó en 1999 el movimiento antiglobalizador y
pacifista más imponente de la historia universal. Nada lo detiene.
Indignaba ver el destrato de que hacía objeto al jefe de
inspectores de la ONU, Hans Blix, con sus 75 años a
cuestas, nacido en la maravillosa y helada Uppsala de la Suecia socialdemócrata, un
digno seguidor de las tradiciones democráticas del mártir, Olof Palme.
El desprecio hacia la gente y sus derechos es el motor de su
humanismo. Escuchemos al mariscal Goering"Naturalmente la gente común no
quiere la guerra, pero después de todo, son los dirigentes de un país los que
determinan la política y siempre es un asunto sencillo el arrastrar al pueblo.
Ya sea que tenga voz o no, al pueblo siempre se le puede llevar a que haga lo que
quieren sus gobernantes. Es fácil. Todo lo que uno debe hacer es decirles que
están siendo atacados y denunciar a los pacifistas por su falta de patriotismo
y porque exponen el país al peligro". Fue el nazi Goering
el que lo dijo en 1945, no fue George Bush. La diferencia entre Goering y Bush
es que el nazi lo dijo en alemán y Bush lo dijo en inglés. La invasión de una
nación soberana que no lo agredió necesitaba una legitimación ética aunque
ilícita: derrocar al
tirano Hussein e imponer a sangre y fuego un gobierno democrático y popular. Suena
lindo, aunque la comunidad internacional y sus normas sea el precio que haya
que pagar. Pero no es cierto. Nadie duda que Saddam Hussein es un dictador
siniestro que ha asesinado a su pueblo y que su partido socialista Baath, de
socialista no tiene nada. Pero quién puede creerle a Bush que va a instaurar la
democracia iraquí cuando sus predecesores menos nazis que él, invadieron y
ocuparon durante años y años naciones soberanas e instalaron dictaduras feroces
que defendieron contra sus propios pueblos como Somoza en Nicaragua, Duvalier
en Haití, Trujillo en República Dominicana. Tanto como los regímenes títeres y
despóticos que impusieron los nazis en los países que ocuparon, incluida la Francia antigaullista del
mariscal Petain. en el juicio de Nuremberg:
Así como Hitler invadió Europa en busca de su Lebensraum, de
su expansión territorial y de las urgentes materias primas que necesitaba para
el desarrollo alemán y la construcción del nuevo imperio germano que vengara la
afrenta del Tratado de Versalles, Bush va en busca también de su propio Lebensraum.
Un Lebensraum que en el mundo globalizado de hoy no se mide más por kilómetros
de territorios físicamente ocupados sino por el dominio económico y político que se
ejerce sobre ellos dirigido a distancia desde los centros financieros
internacionales.
Los
objetivos del nuevo Hitler son múltiples. En primer lugar
apoderarse del tanque de gasolina del capitalismo mundial que no otra cosa es
el Golfo Pérsico.
Bush sabe que en 10 años el petróleo que produce su país, locomotora productiva
del mundo, se agotará irremediablemente. En 40 años no existirá más petróleo en
el planeta. Es una carrera contra reloj. Según Statistical Review disminuye en
forma alarmante el descubrimiento de reservas energéticas. La última década
creció sólo un 5% contra el 45% de la década anterior. El 65% de las reservas
están ubicadas en Medio Oriente. EEUU consume 20 millones de barriles por día
de los 77 millones que se producen a diario en el mundo, de los cuales sólo 10
millones es producido por los propios norteamericanos, que dependen de los demás para seguir
siendo una potencia imperial. El objetivo del ataque a Irak, segunda reserva mundial de
petróleo, es controlar esos depósitos, controlar su precio y controlar su
producción. Qué armas ocultas ni qué otra cosa. Como dice
Galeano, si Irak produjera rabanitos en lugar de petróleo, ¿a quién se le
ocurriría invadir ese país?
Para
Bush el petróleo está servido. Falta sólo tomarlo. No sabe aun que puede
atragantarse.
La segunda jugada de Bush es disciplinar a su aliado, Arabia Saudita, primer
productor mundial de petróleo y máxima reserva energética del mundo, cuyos precios no le sirven a EEUU.
El tercer objetivo como reveló en febrero de este año el subsecretario de
Estado, John Bolton,
es invadir a Irán
y a Siria,
que forman junto con Corea
del Norte el "eje del mal", y si la coyuntura es
favorable, incluir a Libia
en el santa santorum. El
cuarto paso es destruir la OPEP
y apoderarse de los combustibles fósiles del mundo. Si no
expropia los fósiles y no encuentra a tiempo alternativas energéticas, el
capitalismo norteamericano deberá modificar el modelo de consumopunto
de apoyo de su hegemonía mundial. El quinto objetivo son los
suculentos negocios de la reconstrucción de Irak sobre el
que se lanzaran muchas de las 500 transnacionales que dominan el mundo, la
mayoría norteamericanas. No menos importante es el sexto objetivo, que se nutre
en las enseñanzas de lord Keynes,
utilizando la industria bélica para superar la honda recesión en que está
hundida la economía norteamericana, con crecimiento cero. No olvidemos que una guerra se gana no
cuando se impone la supremacía militar sobre el adversario sino cuando se
obtienen los réditos económicos que son la razón última de su
desencadenamiento. de su pueblo y
con ello puede perder el
No podemos dejar de mencionar un último objetivo y quizás el
más importante de esta guerra:
imponer la supremacía
del dólar frente al euro que en los últimos tiempos le está dando una paliza al
dólar en frentes inesperados, poniendo en peligro el privilegio
del peso norteamericano en la comercialización del crudo. El dólar se depreció
en los últimos meses con relación al euro, un 17%, cifras inimaginables desde
la creación de la moneda única europea. Incide en esta depreciación la decisión
iraquí de pasar 10 billones de dólares de sus reservas a la moneda común
europea, provocando un sismo en el dólar. Esta es otra de las razones del ataque a Irak, intentando que un
gobierno títere haga retornar los 10 billones de dólares iraquíes al área del
dólar. También Rusia está operando el petróleo en euros y
además Irán y varios países de la
OPEP están analizando si también abandonan el dólar y se
pasan al euro. Los economistas estiman que si esto ocurre se producirá una depreciación inusitada del dólar,
desplomándose el valor de los activos norteamericanos, acercando al gigante con
pies de barro a un colapso económico como en la década de los 30.
La invasión tiene su antecedente más raigal en la necesidad
de un nuevo reparto del mundo al fracasar los acuerdos de la tríada (EEUU,
Europa y Japón) en 1998 en la reunión de la OCDE en París y en 1999 en la reunión de la OMC en Washington. No hubo acuerdo en el reparto del
mercado mundial asediado por la disminución del porcentaje del Producto Mundial
Bruto que llegó hasta el 50% concentrado en las manos de la tríada y sus
transnacionales al finalizar el siglo. El fracaso del
neoliberalismo en seguir manteniendo la máxima tasa de explotación de las
naciones dependientes, la fatiga y la decadencia de la hegemonía unipolar y la
posibilidad no muy lejana de una crisis mundial que transforme a la arrogante
dominación de hoy en una hegemonía
en harapos, se encuentra en las raíces de este acto de piratería internacional.
Europa no aceptó los términos del reparto y embistió con su
euro. EEUU replicó con la razón de las bestias y si logra el control de los
lagos negros tendrá crudo barato y abundante mientras sus aliados lo recibirán
caro y en cuentagotas haciendo sufrir a sus economías.
Ese es
el plan guerrero. La misma razón de dominio económico que lanzó
a Hitler en los brazos de Marte, al grito de "ocupar, administrar, explotar".
De ahí a que Bush pueda cumplirlo hay un gran trecho. Sobre todo teniendo en
cuenta que esta guerra por primera vez la afrontará económicamente solo. La
anterior invasión a Irak, legitimada por la comunidad internacional, la pagaron
todas las naciones. Esta
invasión ilícita, crimen de lesa humanidad contra el mundo civilizado, la
pagará sólo EEUU y un pequeño porcentaje, la Inglaterra del renegado
Blair. Y es mucho dinero. Suficiente como para desestabilizar
aún más al dueño de la maquinita de fabricar dólares, instalada en el
Departamento del Tesoro de la
nación más endeudada del planeta: los EEUU de Norteamérica.
Trazados los objetivos reales, Bush y su banda de halcones
patentaron la estrategia militar nazi: la famosa "Blitzkrieg"
con que los nazis asolaron Europa, en la modalidad de guerra relámpago con
ataques combinados de divisiones enteras de tanques Panzers apoyados por
oleadas de aviones y piezas de artillería. Los tiempos cambiaron y la
blitzkrieg nazi se transformó en hiperblitzkrieg norteamericana, pero la modalidad inventada por los
mariscales de Hitler es la misma que aplica Bush, aunque con una potencia de
fuego mil veces superior.
Otra
similitud es la desproporción de fuerzas. La invasión nazi a
Checoeslovaquia o a Polonia donde la caballería polaca se enfrentaba a los
tanques alemanes y era diezmada previamente por la aviación, no es nada
comparado con el poder de fuego infernal de la más poderosa trituradora
tecnológica de la historia. Es como si los polacos se defendieran con hondas
frente a la Luftwage
de Goering. En la primera invasión a Irak, los iraquíes tuvieron 120 mil bajas
contra sólo 137 norteamericanos muertos y 7 desaparecidos. Salvo la Guardia Republicana
de Saddam, el resto del ejército iraquí son famélicos campesinos sin
entrenamiento, ni tecnología, ni armamento adecuado, el que se enfrentará a más
de 300 mil soldados entrenados año tras año para matar sin dudar.
¿Qué puede hacer un país que tiene un presupuesto militar de
1.400 millones de dólares contra otro que destina 400.000 millones de dólares
anuales en sus Fuerzas Armadas? Y por si fuera poco Bush acaba de pedir otros
75.000 millones de dólares para la propina de esta masacre. Promete a cambio que el botín de guerra
compensará con creces la inversión.
Antes de comenzar la matanza el ejército iraquí fue
desangrado como se hace con los toros de lidia por los piqueteros apenas entran
en la arena, para que el matador corra menos riesgos. Una década de sanciones económicas, de
embargos, carente de repuestos, sin aviones, con escasos tanques, con pocas
baterías antiaéreas y sólo equipado con los viejos fusiles de asalto AK 47, ha puesto de rodillas al
toro iraquí. El torero sólo tiene que hundir su espada hasta el
fondo y esperar la agonía.
Las
últimas noticias del frente, sin embargo, revelan que desangrado y todo, el
toro está dispuesto a vender cara su vida.
El vagabundo vienés devenido en profeta de la raza aria, Adolfo Hitler, embistió
sin respetar los grandes tesoros de la humanidad, destruyendo ciudades
prodigiosas, culturas irrecuperables y fantásticos monumentos creados por el
hombre a lo largo de los siglos.
Imitando
al protegido de su familia, George Bush entra a sangre y fuego en la cuna de la
humanidad, en el Mesos Potamos que así se llamaba Irak hace 8 mil años,
"tierra entre ríos", donde se fundó el primer estado, la primera
civilización agraria y se inventó la escritura cuneiforme. En la tierra de la
legendaria biblioteca de Nínive, la de la Torre de Babel, la de los jardines colgantes de
Babilonia, entre el Eufrates y el Tigris, Bush se lanza inmisericorde en la
primera guerra preventiva del siglo XXI.
Deberá responder
también por los tesoros culturales que arrase. Su homo demens
tendrá que rendir cuentas al homo sapiens. Como Hitler la tuvo que rendir ante
la historia y sus secuaces ante Nuremberg.
El
señor embajador de los EEUU en Uruguay, dice en su comunicado contra el diario LA REPUBLICA, que está
consternado por la comparación de su presidente con Hitler, explicando que lo
que está haciendo Bush en Irak es lo mismo que hizo EEUU al liberar a Europa
del nazismo. Creo que es un insulto a la inteligencia comparar
al brillante creador del New Deal, Franklin Delano Roosevelt, con este
energúmeno del poder que en
nombre de las ideas mata las ideas, pero con los hombres adentro.
Roosevelt ingresó a la guerra con la legitimidad que le
daban todos los pueblos que se enfrentaron a la barbarie nazi, el primero de
ellos el pueblo soviético que ofrendó en el altar del Moloch germano, 30
millones de sus mejores hombres, mujeres y niños, que dieron su vida para
cambiar el curso de la guerra, hasta ese momento victoriosa para el Tercer
Reich.
Bush
hace lo mismo que Hitler no lo mismo que Roosevelt. Bush viola todas las leyes
internacionales, se enfrenta a las Naciones Unidas e invade al igual que Hitler
a una nación cuasidesarmada que no lo agredió en momento alguno.
Conviene precisar además ante la afirmación de que EEUU
liberó Europa y más allá de la heroica entrega de vidas de los soldados
norteamericanos en guerra con el Führer alemán, que el ingreso a la
conflagración fue muy tardío, casi al final del conflicto cuando ya Alemania
estaba desgastada por la resistencia soviética que enfrentó sola al 95% del
potencial bélico nazi concentrado en el frente oriental. EEUU fue el único beneficiado con la
segunda guerra mundial. Durante y después del conflicto.
Durante, como bien explica Heinz Dieterich en LA REPUBLICA, porque
desarrolló lejos de los campos de batalla su industria y agricultura aumentando
los salarios reales de 1941 a
1945 en un 27% generando 17 millones de nuevos puestos de trabajo y ofreciendo
en 1944 más productos y servicios a su población que antes de la guerra.
Y después de la guerra cobró diez por uno su participación,
y en Yalta se erigió como la potencia más fuerte del planeta, desplazando a
Inglaterra, aunque temiendo a la Unión Soviética, su nuevo contrapeso histórico.
Y así como decimos que es un insulto comparar a Bush con
Roosevelt conviene precisar que tampoco confundimos a los padres fundadores de
la democracia norteamericana, esos héroes de la libertad, a George Washington, a Abraham Lincoln, a
Thomas Jefferson, con este pedagogo del crimen, patán de la
muerte, que al hablar por televisión no puede ocultar el gesto taimado de los
cobardes. Charles De
Gaulle, ese valiente rebelde de la Francia antinazi, le
preguntaba al gran filósofo Jean
Guitton. ¿Qué es la cobardía maestro? Y ese nido de sabiduría
le contestaba: "La
cobardía, general, es buscar la aprobación y no la verdad; las condecoraciones
y no el honor, el ascenso y no el servicio; el poder y no la salud de la
humanidad". Qué bien se le aplica esta respuesta a nuestro
nuevo Hitler que dice defender
los derechos humanos de los iraquíes mientras se especializa en convertirlos en
desechos humanos!
Qué nos puede extrañar esta conducta en un gobernante que se
resiste a salvar al planeta de la devastación negándose a firmar los protocolos
de Kyoto aprobados unánimemente por la comunidad internacional. Un gobernante
que rechazó el control de armas bactereológicas porque estimó que el acuerdo
para evitar la proliferación de estos arsenales era perjudicial para su país.
Un gobernante que exige a las naciones independientes que firmen un documento
en el cual renuncian a su derecho a juzgar a ciudadanos norteamericanos por
delitos cometidos en el extranjero. Un gobernante que se niega a firmar y a
participar en la Corte
Penal Internacional creada recientemente por la comunidad
mundial para juzgar los crímenes de lesa humanidad. En este rechazo a una
institución aprobada por más de 190 países y sólo 7 en contra coincidió su voto
con el del invadido Irak quien tampoco quiere que exista en el mundo una Corte
Penal integrada por 18 juristas independientes para impedir legalmente que se
sigan cometiendo los crímenes de guerra que tanto los gobiernos de EEUU y de
Irak han cometido.
Qué se
puede esperar de un gobernante que en su propio país, cuna de tradiciones
democráticas, ha suspendido los derechos civiles, ha instaurado la censura, las
listas negras, la eliminación del habeas corpus, derecho por el que dieron la
vida tantas generaciones, imponiendo los juicios clandestinos, las cárceles
secretas y el delito de opinión, aproximando a su sociedad a la noche negra del
macartismo más anacrónico.
Pese a todo logra hoy una importante mayoría silenciosa en
su propio país a favor del horror de la guerra, en medio de un gigantesco
apagón intelectual en la sociedad norteamericana, empujada por la
desinformación, la deformación de la realidad como sistema, el legítimo dolor
del ataque criminal contra las Torres Gemelas que segó la vida de 4 mil seres
humanos, y por un nacionalismo atizado por el tartufo de la Casa Blanca. El
nacionalismo y el falso patriotismo es otro de los eslabones que unen a Bush y
a Hitler. Ese tipo de
nacionalismo es el último refugio de los canallas y se apoya en la cultura de
los incultos.
Albert
Einstein lo describía bien: "El nacionalismo es una enfermedad infantil, el
sarampión de la humanidad".
Pero ya comienza a crecer, desde el pie, desde la raíz, un
movimiento popular, en las mejores tradiciones civilistas del pueblo
norteamericano, para expresarse en las grandes ciudades, para parar con la energía moral que da
la razón, a este asesino serial que está construyendo la mayor iniquidad bélica
de las últimas décadas.
Y el pueblo norteamericano, aunque lentamente, comienza a
comprender que "la
libertad no puede ser fecunda para los pueblos que tienen la frente manchada de
sangre".
¿Quién
se anima a parar a este sicópata? Es la pregunta que circula
por todo el planeta.
Las Naciones Unidas no pudieron. La OTAN tampoco. Sus aliados
europeos fueron desairados y humillados.
Pero, desde el fondo mismo de la historia comienza a
incubarse el antídoto. Todos los imperios y sus profetas se han ido deslizando
de victoria en victoria hacia su derrumbe final. Y este imperio y su emperador,
al que poco le importa ganarse la mente y los corazones de los pueblos del
mundo, que es sordo o finge demencia ante la inmensa rebelión del sentido
común, ante ese gran aullido de las sociedades surgido del vientre exasperado
de las multitudes que se han lanzado a las calles en todo el mundo clamando por
la paz y el cese de la matanza, no tendrá finalmente más remedio que entender que en esta
cruzada, al vencedor sólo le pertenecerán los despojos.
Los
hombres como Bush creen que los crímenes se entierran. Está equivocado. Los
sobreviven.
La gente está harta de violencia. Harta de las vendettas
miserables de unos contra otros. Y quiere poner fin al tiempo de los asesinos.
Y si la llevan a callejones sin salida, reaccionará.
El discurso siniestro del amo y del esclavo termina casi siempre
con la ferocidad del esclavo que ya nada tiene que perder. Espartaco dixit.
La protesta no cede en todos los rincones del planeta. No ha habido un imperio tan huérfano de
apoyo como el que encarna hoy este morfinómano del poder.
Y este inmenso movimiento mundial contra Bush sólo
comparable al movimiento mundial contra Hitler, tiene a su favor el clásico estrabismo de los mesiánicos,
que les impide ver la realidad. El estrabismo es una
disposición viciosa de los ojos por el cual los dos ejes visuales no se dirigen
a la vez al mismo sujeto. Ven la realidad deformada.
El
murmullo de millones puede transformarse en el brazo que pare esta locura.
No hay que tenerle miedo a estos gigantes que ignoran las
leyes de la historia. Aplican la astucia más que la inteligencia. Ello los
remite al mundo dinosáurico. Esos gigantescos animales que desarrollaron
cuerpos enormes y una cabeza diminuta. Cuando vino la hecatombe sus pequeñas
cabezas no pudieron inventar la mutación. Sí lo hicieron los mosquitos.
Hay un refrán alemán que refiriéndose a Hitler decía que "cuando veas a un gigante, examina
antes la posición del sol, no vaya a ser la sombra de un enano".
No sabemos aún cuánto de gigante y cuánto de enano tiene nuestro nuevo Hitler.
Recuerden a
Gandhi, ese incendio moral que alertó a las conciencias. Sólo con su voz y su conducta por la no
violencia puso de rodillas al mayor imperio de su época.
Gandhi
decía que lo más atroz de las cosas malas de la gente mala es el silencio de la
gente buena. Ese silencio hoy no existe.
Todos los pueblos, de los países ricos y de los países
pobres, gobernados por la derecha o por la izquierda, todos, todos, con
excepción del que habita en el país agresor, que comienza ya a desperezarse,
han tomado conciencia de que por primera vez en el siglo XXI la guerra como una
cruzada irracional puede cambiar la humanidad. Sabe que una guerra injusta es
una catástrofe que paraliza el encuentro del hombre con la humanidad. Y une sus manos planetarias para decirle
al sicario de la Casa
Blanca, que hay una vida y una raza menos sórdida que la
suya. Y que vale la pena ponernos de pie para defenderla. Esa es mi respuesta,
señor embajador.
– El autor, el Dr. Federico Fasano Mertens, es el Director
del Diario LA REPUBLICA,
1410 AM Libre y TV Libre, de Uruguay. Mediante una separata encartada en su
diario, el domingo 30 de marzo de 2003, da respuesta a un comunicado del
embajador norteamericano en ese país.
*Fuente: Soberanía
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