El caso de la enfermera: un rasgo característico de la burocracia
por Luisa Bustamante B. (Chile)
14 años atrás 11 min lectura
Esta semana se dio a conocer el resultado del proceso a que fue sometida
una enfermera de un centro de salud, que se negó a atender a un enfermo
grave por no residir el paciente dentro de su comuna. Aparte de ser una
conducta carente de criterio y de las mínimas normas de solidaridad,
esta actitud revela una mentalidad imbuida en los principios,
ordenamientos y características generales de este monstruo moderno que
es la burocracia. A pesar de la jibarización que ha experimentado el
Estado en el proceso de globalización actual, es posible constatar que
su funcionamiento y consecuencias están completamente vigentes en este
siglo XXI.
Se habla constantemente de “la burocracia,” pero se desconocen sus
objetivos y la expansión que este dispositivo gubernamental ha tenido,
producto de la modernidad y su ligazón a la implementación y avance del
racionalismo. Su desarrollo significó el reemplazo de estructuras
desprovistas del carácter racional, necesario para el pleno asentamiento
de las instituciones del Estado Moderno y en el caso de la economía
privada, de las instituciones capitalistas más avanzadas.
En un apretado resumen trataremos de abarcar las características más
visibles de esta estructura político-organizativa que con el desarrollo
del capitalismo se ha convertido en una nueva clase social.
El Estado, como principal estructura política establece una relación de
dominación entre sus dispositivos y los gobernados, es decir dominación
de hombres sobre otros hombres que se impone por tener el Estado el
monopolio de la violencia ya que la policía, los organismos de seguridad
y el ejército, forman parte de su estructura. Pero a su vez, necesita
legitimarse para contar con la obediencia de sus ciudadanos y esto se
legaliza, según el sociólogo alemán Max Weber, el principal teórico de
la burocracia del pasado siglo, “…en la creencia en la validez de
preceptos legales y en la competencia objetiva fundada sobre normas
racionalmente creadas, es decir, en la orientación a la obediencia a las
obligaciones legalmente establecidas; una dominación como la que
ejercen el moderno servidor del Estado y todos aquellos titulares del
poder que se asemejan a él”.1
En el logro de este objetivo la implementación y expansión de las formas
burocráticas cumplen una importante función.
La burocracia opera mediante ciertos principios destinados a poner en
práctica y ejecutar las atribuciones oficiales organizadas mediante
leyes y ordenamientos administrativos. Las actividades para cumplir los
objetivos se distribuyen rigurosamente por las autoridades encargadas de
hacerlo y son consideradas como deberes oficiales. La administración
del cargo moderno se basa en documentos escritos o archivos que se
conservan en forma original o como proyectos, existiendo para esto, una
planta de funcionarios y subalternos con diversas funciones. Estos
elementos constituyen en el gobierno público la autoridad burocrática o
“magistratura” y en el ámbito privado, forman parte de la
“administración” burocrática es decir “el despacho” o el trabajo
gerencial.
Como poder estatal esta estructura organizativa funciona bajo un
principio de autoridad jerárquica de cargos, propio de las estructuras
dominantes a las cuales es funcional, existiendo un sistema de
subordinación, en el cual los funcionarios superiores controlan a los de
menor rango. Así, un alto incremento del tipo burocrático, como se
observa en las sociedades de los países tercermundistas, lleva a una
organización monocrática de jerarquía de cargos.
Ahora bien, en sus fundamentos, el cargo se considera una “profesión”,
lo que exige plena capacidad de trabajo y pruebas especificas que son un
requisito para el empleo. La ocupación del cargo se caracteriza por el
deber, puesto que su aceptación no es vista sólo como un intercambio
remunerado de funciones como en los contratos de trabajo privado. El
acceso a un cargo se considera como la aceptación de un deber específico
de fidelidad al cargo, a cambio de una existencia segura. El
funcionario no se subordina a una persona, como lo fue el vasallo o el
discípulo en las relaciones feudales o patrimoniales, sino que está al
servicio de un fin objetivo impersonal y funcional.
En la actualidad, los fondos y equipos públicos están separados de la
propiedad privada del funcionario: tanto en las empresas públicas como
en las privadas. Estas separaciones se hicieron mucho más rigurosas a
medida que avanzaba la administración empresarial moderna, aunque este
proceso comenzaba a manifestarse ya en la incipiente burocracia de la
etapa pre moderna.
En los estados de países desarrollados el funcionario estatal, por lo
general está investido de una buena estimación social estamental en
comparación al resto de los gobernados. Además, la exigencia de
estudios cada vez más especializados, está vinculada a la calificación
para el puesto; estos conocimientos le dan “status” dentro del rango
social del funcionario. Todo esto contribuye a considerar los cargos
públicos como “prebendas” para los habilitados por estudios superiores.
El considerar capacidades personales e intelectuales, independientemente
de este carácter en los funcionarios de confianza política ha llevado a
que los cargos políticos más elevados, sobre todo los de Ministro, se
llenen sin tomar en consideración dichas exigencias.
La gran contradicción de las estructuras burocráticas dada
preferentemente en el sistema estatal está en la consecución de los
puestos de trabajo de los funcionarios públicos. Si bien es cierto que
el tipo representativo de funcionario burocrático es designado por una
jerarquía superior con las características señaladas anteriormente,
existe otro tipo de nombramiento de funcionarios, como producto de las
elecciones y los cambios de gobiernos el cual no es exclusivamente
burocrático…
Este no depende de normas legales, sino del mecanismo de funcionamiento
de los partidos políticos.
Con el desarrollo de la burocratización y el crecimiento del número de
cargos los militantes de los partidos los ven como una forma de
aseguramiento laboral.
Para Max Weber, “La transformación de la política en una empresa, que
hizo necesaria una preparación metódica de los individuos para la lucha
por el poder y sus métodos como la que llevaron a cabo los partidos
modernos, determinó la división de los funcionarios públicos en dos
categorías bien distintas aunque no tajantes: funcionarios
profesionales, de una parte, y funcionarios políticos de la otra.”2
La designación de cargos como resultado de elecciones altera la
subordinación jerárquica Un funcionario elegido tiene una posición
autónoma respecto de su superior, puesto que no ha derivado de la
jerarquía orgánica burocrática, sino que responde a los hombres fuertes
del partido (dirigentes políticos) que son los que deciden su carrera
futura. Los partidos no se fijan en la experticia sino en los servicios
prestados por los militantes al partido y sus líderes. Estos
funcionarios pueden ser trasladados o cesados en sus cargos ya que se
encuentran en total disponibilidad al partido al que pertenecen. Esta
situación ha contribuido a crear verdaderas maquinarias políticas que
ven al Estado como una institución destinada a la creación de empleos
para su militancia más leal.
Para el capitalismo del siglo XX, la superioridad técnica de la
organización burocrática fue siempre la razón decisiva de su progreso
respecto de toda otra forma de organización. Cuando más se “deshumaniza”
la burocracia, más contribuye a despejar los asuntos de factores
personales, irracionales y emocionales que escapen a todo cálculo,
cuestión muy aplaudida por la competitividad del mercado. Esta es su
índole particular y es estimada como su virtud específica. Sólo así se
ha puesto el fundamento para la administración de una ley racional,
sistematizada, sobre la base de estatutos. Además sólo la
burocratización del Estado, y de la ley en general, brinda una
posibilidad de separar el derecho “público” del derecho “privado”. El
derecho público regula las relaciones de la autoridad pública con los
gobernados el derecho privado regula las relaciones mutuas de estos.
Para un sistema basado en la individualidad y en la privatización, la
constitución de una burocracia controlada es de gran utilidad, no
obstante la hipertrofia que esta pueda alcanzar y que, en determinados
momentos, dificulten ciertos procesos mercantiles.
Una vez instaurada en su plenitud, la burocracia ha constituido una de
las estructuras sociales más difíciles de destruir. Por doquiera, el
Estado moderno está sometido a la burocratización; resulta impresionante
el poder de una burocracia en plena expansión. El Estado burocrático
significa una gran concentración de medios organizativos, por ejemplo,
el control presupuestario de todos sus gastos administrativos, y el
otorgamiento a las autoridades inferiores de los medios de pago
ordinarios, cuya utilización es reglada y controlada por aquel. La
burocratización de la administración también implica la concentración de
los medios organizativos en otras esferas como la empresa privada y el
Ejército. La disciplina militar y las prácticas técnicas pudieron
evolucionar en plenitud y en su alto grado actual, en gran parte
producto de una administración burocratizada. Respecto de la acción
administrativa propiamente, es decir, toda la actividad del Estado,
existe la práctica de reivindicar la libertad de acción y el predominio
de las decisiones, con el moderno concepto, de “razones de Estado”, como
norma suprema y decisiva de la actuación burocrática. Las condiciones
indispensables para mantener su poder en el propio Estado lleva como
ensamblaje la sacralización de estas “razones”.
La idea del “secreto oficial” es una creación específicamente
burocrática. Toda burocracia intenta acrecentar la superioridad de sus
departamentos profesionalmente informados conservando en secreto sus
conocimientos y propósitos El denominado derecho de fiscalización
parlamentaria es uno de los pocos medios que pueden utilizar los
parlamentos para disponer de dicha información. Por lo general las
estructuras burocráticas gubernamentales muestran al público o a la
llamada opinión pública, sólo lo que consideran no perjudicial para sus
propósitos. Los métodos administrativos presuponen que la administración
debe necesariamente, enfatizar el secreto de sus decisiones más
importantes; y esto se hace más necesario a medida que prevalecen los
aspectos puramente técnicos. A pesar de toda la aparatosa publicidad de
los Congresos y las Convenciones los partidos políticos proceden de la
misma forma. Este “secretismo” se ha ido desarrollando en directa
relación con la burocratización de las organizaciones partidarias.
Analizando políticamente este moderno dispositivo, el gran Estado y el
Partido de masas son el terreno clásico para la burocratización. El
avance de esta en la propia administración estatal es un fenómeno
ligado a los gobiernos democráticos; la burocracia va unida
necesariamente a la moderna democracia de masas. Esto se explica por el
requerimiento de “igualdad ante la ley” y por consiguiente, al repudio
de privilegios Pero la igualdad, para los intereses burgueses, sólo se
relaciona con una distribución y administración racionalmente
controlable, que no sirve a las clases desposeídas. Desde su
perspectiva, estas exigen que la justicia y la administración de bienes
sirvan para mejorar sus oportunidades económicas y sociales de vida,
cuestión ajena a las intenciones de las clases poseedoras.
La democracia pretende terminar los privilegios arbitrarios,
patrimoniales y plutocráticos de la administración gubernamental, por lo
menos, en sus propósitos. A su vez los partidos políticos democráticos
han disminuido, en sus propias organizaciones, el tradicional predominio
de los notables, fundado en relaciones personales y en la estima
individual. Para esto los partidos políticos se han organizados
burocráticamente bajo el control de los funcionarios partidarios,
secretarios rentados de los partidos y sindicatos. Sin embargo el
resultado no ha sido el que se esperaría de sus prácticas políticas. La
organización burocrática, especialmente de una estructura política,
tiene profundas consecuencias económicas, según sea el sentido que den
al aparato los poderes gobernantes. En este sentido, la burocracia, como
tal, es un instrumento que está al servicio de intereses de dominación
ya sean estos políticos, económicos, o de otro tipo.
En el capitalismo integrado del siglo XXI, la burocratización se ejerce
fuertemente relacionada con los intereses capitalistas; por lo cual en
frecuentes ocasiones, la democracia sufre grandes rupturas y trabas en
su organización burocrática lo que hace inviable los propósitos
igualitarios del corpus social.
A modo de conclusión es necesario remarcar y enfatizar que esta clase
concentra enorme poder de dominación y que por sus características y su
extensión, unida a una práctica continua, pierde con frecuencia el
sentido del objetivo final que es el servir a la sociedad. Entonces en
esta impersonal abstracción del trabajo centrado en órdenes y estatutos
basados en el correcto funcionamiento del engranaje burocrático, no es
de extrañar conductas como la de esa funcionaria de la salud para quien
era más importante cumplir con el reglamento, que salvar una vida.
Finalmente, quiero terminar con esta acotación de Weber:
“…Allí donde se ha llevado íntegramente a cabo la burocratización del
régimen de gobierno se ha creado una forma de relaciones de dominio
prácticamente inquebrantable. El simple funcionario no puede
desprenderse de la organización a la que está sujeto. (..) Por su lado,
los dominados no pueden prescindir del aparato de dominio burocrático ya
existente ni sustituirlo por otro, pues se basa en una metódica
síntesis de entrenamiento especializado, división de trabajo y
dedicación fija a un conjunto de funciones habituales diestramente
ejercidas…”.
Aunque esta apreciación está formulada desde cierto punto de vista, es
para tenerla en cuenta y no mirar las actividades burocráticas sólo como
una molestia, sino recordar lo que se esconde detrás de todo este
aparataje de poder, pero sobre todo recordar que con decisión, nada es
inquebrantable.
– La autora es licenciada en ciencias sociales Universidad Arcis y
diplomada en estudios griegos y bizantinos de Universidad de Chile
-Artículo enviado a piensaChile por el periodista Jordi Berenguer
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