Hubo un tiempo, ya perdido en el pasado reciente, ese mismo que olvidamos tan pronto lo vivimos y con ello volvemos a caer en el fatalismo de tropezar otra vez con la misma piedra, en que había candidatos de a peso el ciento. Quizá las elecciones presidenciales en Chile tengan más de circo que en otros lados, quizá sea una forma cultural de expresarse, quizá sea todo un homenaje a la mala memoria o sea una forma de vivir el choque eléctrico, que nos anima cuando nos creemos el cuento chino de que nuestra razón es superior a la de los demás.
Todos los candidatos en su momento tuvieron buenas razones para presentarse a presidente del país. Algunos se quedaron en el camino, cuatro siguen en la contienda, que más tiene de vanidad personal, que de bien colectivo. Tengo la duda de si fue uno o fueron dos los candidatos de los que muy poca gente se enteró de su existencia como tales. A poco andar renunciaron, uno dió la razón ponderable de que ya se había logrado el objetivo trazado, el otro decidió apoyar otro candidato. Como eran candidatos, digamos, “menores”, nadie dijo nada cuando se le dió la última paletada a sus candidaturas.
Hubo otros dos que entraron con mucha pompa. Confieso que cometí el horror de confiar en la capacidad de abrir la boca y decir sus verdades que insinuaba la candidata. La realidad demostró ser más pringosa que la fantasía y esa realidad de uñas y espinas se impuso. La candidata renunció mucho antes de haber renunciado, me inclino a pensar que nunca entendió que ser candidata era recorrer el país y en cada lugar escuchar, resumir y proponer. Ella priorizó dejar en la vereda de enfrenta a quienes en ella confiaron y dar su apoyo a otro candidato, que, para mal de males, renunció al poco tiempo, también para apoyar a otro candidato. Dice un tango que “es un soplo la vida, que veinte años no es nada”, parece que estos candidatos se confundieron de letra y dejaron escrito en hechos indelebles que “es un circo la vida, que una candidatura no es nada” Quienes confiaron en ellos fueron defraudados, pero lo peor es que una conducta tan poco sería, tan de poca dignidad, tan de chiste cruel hace menos confiable la tarea política de proponer un camino para los cambios sociales que el país necesita.
Continuan en la recta final cuatro candidatos, tal cual lo expresa un señor político por el cual alguna vez tuve algún respeto, pero ahora sus actos demuestran que es un charco la vida, pues se ha embarrado de hecho con los mismos que de palabra dice combatir. Políticos con doble discurso convierten la política en algo no creíble.
En estos momentos cada uno de los candidatos sabe que lo mejor para si no es lo mejor para el país, también sabe que lo mejor para si no será el resultado más probable de la próxima elección, sin embargo cada uno insiste es que es el mejor candidato y mantiene la secreta esperanza de que las cifras les sean favorables. Lo penoso es que solamente uno logrará su meta. Se sabe que de uno, su discurso actual desdice la práctica de cuando se impuso, con otros, la tarea de la renovación de su partido, de cuando fue ministro y de cuando fue embajador. Todos pueden cambiar, solamente que para algunos el cambio llega demasiado tarde. Como dijo Condorito, creo que cuando era senador, que la mujer del César no solamente debía ser honrada sino también debía parecerlo. Este candidato si es honrado no lo parece o si lo parece en verdad no lo es.
Otro candidato, joven, pintoso y el mundo por delante, fue educado en otro idioma, en otra realidad, en otra cultura, es apoyado por personajes reciclados de todos los frentes de lucha. Su discurso es un poco su destino y su práctica. De todos, es el que más puede tener parte de los atributos de Dios, puede estar en muchos lados sin estar en ninguno, puede hablar mucho sin decir nada, puede intentar dejar a todos contentos: lo único real es que le quita el sueño al peor de los candidatos en este tiempo y el peor presidente cuando lo fue, bueno digo peor en comparación a ciertas capacidades demostradas por los otros presidentes de la coalición que nos gobierna por casi veinte años. Lo de peor no significa que yo haya esperada nada de su gestión, pues no está en la cabeza de este señor ofrecer nada digno al pueblo de Chile. ¿Qué se puede esperar de un diablo conocido? Que sea menos malo que un diablo por conocer. Lo cual no es un mérito tratándose de alguien que tiene experiencia, pero le falta aquello.
El último del Cuarteto de Alejandría es un señor que no necesita para nada ser presidente, pues al ser dueño de una buena parte de Chile reúne en si un tremendo poder. ¿Tanta vanidad, tanta hipocresía o ignorancia de que el cuerpo después de muerto va a parar a la tumba fría? ¿qué ofrece? Todo y nada. Es el más cercano al difunto López, conocido con otros nombres y poseedor de un largo expediente criminal, este candidato hizo mucha de su fortuna a la sombra del difunto, pero, paradoja, es el candidato con mayor opción. Pobre tipo, pues los días venideros hasta el resultado final serán de un constante dolor de muelas: tan cerca del efímero triunfo y al mismo tiempo tan lejos, salvo que logre el milagro de ofrecer lo imposible.
Nada nuevo bajo el sol dice un dicho antiguo, nada nuevo en esta elección. La gente de abajo, los descapitalizados, los siempre perdedores, los que apenas logran sobrevivir con su trabajo, los que hacen milagros para parar la olla, los que a pesar de todo sonríen a veces, pueden apoyar más de lo mismo o decir basta y enviarlos a todos al cuarto oscuro. Sin embargo en este nada nuevo hay una constante y un hecho que rompe. La constante es que nadie ha logrado llegar a la gente que no se inscribe en el juego electoral, tarea para la casa para la auténtica izquierda. El hecho que rompe es el surgimiento de una izquierda auténtica, la que encabeza el MPT. En todo caso nadie escribe el futuro hasta que este no sea ya pasado. Falta poco para confirmar y emprender de nuevo la utopía, ahora con más fuerza y por camino propio.
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