Brasil: La contención institucional frente a la arremetida de la ultraderecha
por Fernando de la Cuadra (Brasil)
4 años atrás 5 min lectura
18 de junio de 2020
En su estremecedora novela Si esto es un hombre, el escritor italiano Primo Levi, nos advierte con infinita amargura que, si el nazismo fue capaz de asesinar a millones de personas, nada nos asegura que ello no pueda volver a suceder. Eso es precisamente lo que está sucediendo en estos instantes en Brasil. El surgimiento de muchos grupúsculos que se inspiran en la ideología nazifascista para –según dicen- construir una patria libre de la conjura comunista, está colocando a los brasileños ante el desafío de neutralizar dicha ideología o dejar impasiblemente que ella se expanda como un tumor maligno hacia todos los rincones del país. Por ahora, no es aún el movimiento de masas que caracterizaron a los regímenes de Mussolini y Hitler durante los años 30 y hasta mediados de los 40, aunque la virulencia y odiosidad de sus acciones en contra de las instituciones democráticas constituye un claro alerta para la amenaza neofascista que se cierne sobre el país en su conjunto. No se puede interpretar de otra manera la convocación realizada por Bolsonaro para que sus seguidores invadan los hospitales con la finalidad de certificar si efectivamente existen personas internadas a causa del Coronavirus, cuando existen otros y variados mecanismos legales que poseen, tanto la ciudadanía como el gobierno, para aplicar algún control sobre los gastos públicos.
En otro caso que encendió las alarmas el pasado fin de semana, miembros de un grupo paramilitar bolsonarista (Os 300 do Brasil) lanzaron fuegos artificiales en contra del Edificio del Supremo Tribunal Federal (STF). Algunos de ellos ya han sido detenidos por orden de la Justicia, lo que se supone permitirá dilucidar cuales son las vías de financiamiento que poseen estas organizaciones que están realizando acciones directas para estimular a los militares a dar un golpe de Estado con Bolsonaro en el comando.
La interrogante que surge para muchas personas, es hasta cuando las instituciones y los poderes democráticos permitirán que grupos organizados de milicianos neofascistas continúen con sus atentados y exhortaciones destinadas a generar el clima necesario para la irrupción de un proyecto totalitario. Hasta ahora ni el Congreso ni el STF han asumido una conducta más dura de enfrentamiento a esta arremetida de la extrema derecha, aunque probablemente perciban que ya es tiempo de tomar medidas más vehementes, dado que la propia supervivencia de ambas entidades se encuentra en peligro en este momento. El presidente del STF se ha caracterizado por su actitud pusilánime con relación a todos los ataques y ofensas que vienen sufriendo los representantes del máximo tribunal. Y el presidente de la Cámara de Diputados sigue acumulando acusaciones para iniciar procesos contra el mandatario, sin atreverse a ejecutar –por cálculo político o por temor- lo que se exige de su embestidura. Según la Constitución, la apertura de un proceso parlamentario contra el presidente depende exclusivamente de su decisión.
Por lo mismo, es fundamental que las instituciones coloquen límites a la actuación arbitraria e inconstitucional del presidente y sus ministros, toda vez que no se aprecia ninguna señal de moderación por parte del gobierno y sus seguidores, amenazando permanentemente con el ruido de sables para seguir chantajeando a los otros poderes de la República. Estos poderes continúan respondiendo tímidamente las arremetidas de grupos neofascistas, sin condenar con el vigor necesario la gravedad de los ataques e injurias que vienen recibiendo.
En paralelo, los partidos políticos se encuentran debatiendo las bases de un gran acuerdo democrático que pueda terminar con el actual gobierno, aunque las credenciales democráticas de muchos de los posibles protagonistas están siendo puestas en duda, particularmente, la de aquellos que participaron en el proceso de impeachment o golpe jurídico político para destituir a la ex presidenta Dilma Rousseff. En ese sentido, para el PT y otros sectores de izquierda las posibilidades de formar un Frente Amplio con partidos y personalidades que arrastran la carga de haber participado en dicha empresa golpista es bastante remota. Partidos que hoy rasgan vestiduras por la democracia estuvieron dispuestos a ser parte del gobierno de Michel Temer, que ha pasado a la historia del imaginario brasileño como una etapa en que emergieron las figuras más desleales y oportunistas.
Lamentablemente, este escenario de desconfianza y resentimiento genera una especie de parálisis entre aquellas fuerzas que tienen un mínimo común en la tarea de restaurar la democracia. Las mismas deberían redoblar sus esfuerzos para acabar con este desgobierno que está destruyendo cotidiana y sistemáticamente los pilares de la nación. No existe ámbito de actuación ni sector en que el poder público demuestre alguna capacidad para administrar el país, sobre todo en este periodo de crisis sanitaria, económica y social. Como ya lo anunciaba Bolsonaro en su discurso de pose, la presente gestión se ha dedicado a destruir todo lo que venía siendo montado a lo largo de estos últimos 35 años.
En el Ministerio de Salud se instaló un General como ministro interino, el que no posee ninguna experiencia sectorial y solo se ha dedicado a llenar los diversos cargos profesionales y técnicos de ese ministerio con otros miembros de la familia militar. Mientras tanto, la cifra de personas fallecidas y contagiadas por el Covid19 sigue creciendo en números trágicos, superando ya las 44 mil víctimas, con casi 900 mil infectados.
Actualmente, la cifra es proporcionada por un consorcio de medios de prensa, debido a que el gobierno se ha negado a dar la información de infectados y muertos, en una medida criticada por amplios sectores de la ciudadanía, epidemiólogos, infectologistas y, especialmente, por los expertos de la Organización Mundial de la Salud que alertaron sobre los riesgos que implica una decisión de este tipo por parte de las autoridades. La situación con el Covid-19 está completamente fuera de control y el Ministerio ya ni siquiera proporciona las estadísticas diarias que posibilitarían algún tipo de proyección de la pandemia. La situación llegó a un punto sin retorno. Brasil debe despertar para que esta pesadilla se acabe.
*Fuente: CEPRI
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