Entrevista a la comandante sandinista Mónica Baltodano
por Marcelo Colussi (Argenpress)
17 años atrás 9 min lectura
La Revolución Sandinista de Nicaragua, entre 1979 y 1990, fue una esperanza que se abrió, no sólo en Latinoamérica, sino en el mundo entero. Un grupo de soñadores guerrilleros, con el apoyo de la amplia mayoría popular, igual que en Cuba años atrás, bajó de la montaña para desalojar a un dictador (Anastasio Somoza en este caso) y comenzar a construir una nueva sociedad de justicia y equidad. Pero el imperio estadounidense no lo permitió. Sobrevino una década de dura lucha, de avances ganados con grandes sacrificios, de enormes ilusiones, pero también de guerra y todo tipo de maniobras desestabilizadoras.
Luego de difíciles años de confrontación, la contrarrevolución se impuso y el sandinismo cayó derrotado en elecciones supuestamente democráticas. Mónica Baltodano, 'comandante guerrillera histórica', fue una de las figuras más destacadas de todos esos años de revolución, ocupando diversos cargos en el gobierno (vice-ministerios y ministerios). Desalojado ya del poder político central, el Frente Sandinista sufrió un complicado y penoso proceso de desgaste, dividiéndose finalmente entre un ala más conservadora (ligada al manejo de un importante poder económico y con Daniel Ortega a la cabeza) y un sector más de izquierda, revolucionario, siempre comprometido con la lucha popular de base. En ese sector continúa militando la comandante Mónica Baltodano, consecuente con los más puros ideales de transformación que, décadas atrás, la llevaron a tomar las armas y emprender una lucha heroica.
Hoy, madre de cuatro hijos, es diputada a la Asamblea Nacional y dirigente nacional del 'Movimiento Por el Rescate del Sandinismo', una agrupación política que intenta rescatar los valores históricos de la revolución sandinista, de inspiración socialista, enfrentada a la actual administración danielorteguista. Mujer revolucionaria de convicciones como pocas, fue entrevistada por Argenpress a través de Marcelo Colussi, corresponsal en Venezuela y seguidor de la situación centroamericana, para hablar de la izquierda, del futuro del socialismo, de las esperanzas siempre renovadas que, aunque golpeadas, no mueren y siguen buscando una sociedad más equilibrada.
Luego de varias décadas de políticas neoliberales furibundas, tímidamente han surgido algunas opciones un poco más hacia la izquierda en nuestros países latinoamericanos. Si bien hay notorias diferencias entre todos esos intentos, ¿se puede decir que Latinoamérica va hacia la izquierda? ¿Es exagerado eso? ¿O es incorrecto incluso desde un análisis político profundo?Mónica Baltodano: No sin cierta malicia el ex presidente argentino Raúl Alfonsín dijo en una ocasión que él no miraba a América Latina girando hacia la izquierda, sino a la izquierda girando hacia el centro. Yo me pregunto si metodológicamente sería correcto querer adicionar situaciones tan disímiles como Brasil y Bolivia, Venezuela y Uruguay, Nicaragua y Chile por ejemplo. Los conceptos 'izquierda' y 'derecha' lucen demasiado simples frente a esta diversidad. Es cierto que las dictaduras militares han desaparecido. Pero no podemos negar que se ha fortalecido la dictadura del mercado. Que contingentes de fuerzas progresistas y cúpulas dirigenciales de la izquierda se suman hoy a los grupos de poder económico.
América Latina, globalmente hablando, ha conocido en los últimos años un crecimiento económico, pero seguimos siendo el continente más injusto en la distribución de la riqueza y ninguno de los objetivos priorizados de los retos del milenio se alcanzará en la región. Nuestros productos primarios tienen casi una década de estar conociendo mejores precios, pero la situación del campo no mejora para nada en el plano social. La 'izquierda' ha tomado el gobierno en varios países, pero parece haber perdido el rumbo de la revolución. En Nicaragua eso es evidente, y en Brasil la cosa no es muy diferente. Sin duda estamos reformando la democracia y el mercado. Pero tengo mis dudas si el sistema no es hoy más fuerte. Sigue siendo un desafío el programa económico alternativo para quienes creemos que sólo cambiando el sistema habrá democracia y progreso en la región. Es una ilusión creer que la democracia política es símil de libertad. La izquierda parece atemperarse a la situación. El imperio luce sereno, ni siquiera somos tema de sus campañas electorales. Sin duda tenemos que ir más lejos, y mejor si es en dirección a la izquierda. Limitarnos a mejorar la economía y la democracia no nos llevará muy lejos.
La actual propuesta de integración del ALBA –de la que Nicaragua hace parte– ¿en qué medida es una opción alternativa, una opción de izquierda?
Mónica Baltodano: Nuestra América Latina, y lo veo claramente en Centroamérica, ha estado determinada por los intereses de las grandes potencias, en particular de las grandes transnacionales. Después de la crisis de la deuda, desde los centros de poder y a través de los organismos financieros internacionales, nos impusieron con gran fuerza las políticas de ajuste, la dictadura del mercado, las privatizaciones, el achicamiento de los Estados, el abandono de las funciones de salud, educación.
Con esa lógica no pareciera haber salida para nuestros pueblos. Los Tratados de Libre Comercio con Estados Unidos, como el CAFTA que impusieron a Centroamérica, es una relación 'de tigre suelto contra burro amarrado', como lo calificamos desde los movimientos sociales. En este panorama, la propuesta del ALBA tal y como la suscribieron Venezuela y Cuba por ejemplo, tiene rasgos de lo que deben ser las relaciones entre nuestros pueblos. Un intercambio en términos solidarios y justos. La cooperación sustituye a la ganancia. Los esfuerzos ALBA han generado en amplios sectores de nuestra América una percepción de que se pueden hacer relaciones económicas sobre bases distintas, y que para fortalecernos frente al imperio es preciso una integración más horizontal en nuestras regiones, que es la propuesta del ALBA y que necesariamente debe ser parte de un propuesta Alternativa de Izquierda.
Las ventajas del Alba son disímiles. Con Cuba se maximizan. Aquí nomás, en Honduras, el presidente es un liberal, y en Nicaragua se dice revolucionario. El manejo de los recursos venezolanos en Honduras es más transparente que en Nicaragua, donde la cooperación venezolana se hace bajo un esquema privatizado. Una sociedad anónima, es decir: privada, creada por el presidente Ortega, maneja y canaliza sin ningún tipo de control todos los recursos de la cooperación venezolana. En nuestro caso, la cooperación del pueblo venezolano co-financia las políticas del FMI, del CAFTA y de los banqueros locales.
En Nicaragua gobierna hoy una administración que tuvo que ver, largos años atrás, con una revolución popular. ¿Es el actual gobierno una propuesta de izquierda?
Mónica Baltodano: Me apena reconocerlo, pero no es el caso. El actual gobierno de Nicaragua usa algunas veces un discurso izquierdista, una estridencia en la palabra que nada tiene que ver con su práctica real, muy distante con un proyecto de izquierda. Por el contrario, en Nicaragua se fortalecen y enriquecen los banqueros y la oligarquía tradicional y grupos económicos de ex revolucionarios convertidos en inversionistas, en comerciantes y especuladores. Se fortalecen los sectores más reaccionarios de la jerarquía católica, se eliminan derechos humanos esenciales como el de las mujeres al aborto terapéutico.
En noviembre del 2007 el presidente mandó al parlamento una ley con trámite de urgencia. Una ley que, evidentemente, era escrita con puntos y comas desde las oficinas de la transnacional Unión FENOSA y que mandaba cárcel y expropiación de bienes para los que 'roben' energía. Esta ley fue mandada casi al mismo tiempo que el presidente tronaba en Chile contra esta transnacional. Una cosa es el discurso y otra la realidad.
Va a Venezuela y para congraciarse con Chávez dice que Sandino propuso que los latinoamericanos juntáramos nuestras capacidades de Defensa, y propone que juntemos nuestras capacidades militares del ALBA. Pero unos días antes había estado aquí el representante del Pentágono, es decir: del ejército imperial, y lo primero que hace es comprometerse a destruir los cohetes SAM 7 y otros a cambio de unas cuantas medicinas. Es decir: frente al imperio se desarma y frente a Chávez dice: 'juntemos nuestras capacidades de defensa'.
Los nicaragüenses, en su mayoría no han visto ninguna mejoría en sus vidas con este nuevo gobierno. Siguen emigrando masivamente a Costa Rica, porque aquí no hay empleos. La salud y la educación se declaran formalmente gratuitas pero en la vida real sigue siendo inaccesible para una parte importante de los nicaragüenses. El presidente Ortega se ha negado sistemáticamente a oficializar la ayuda venezolana. Esta no forma parte del presupuesto y nadie sabe hacia dónde va a parar. En su último viaje habló de casi 400 millones de dólares. En un país donde todo su presupuesto anda por mil trescientos millones de dólares, esa cantidad es muy alta, muy significativa para manejarse sin control.
Con esa ayuda Ortega intenta construirse su reelección, y un modelo de país en el que los grandes capitales, transnacionales y sus socios locales están bien obteniendo ganancias exorbitantes, mientras reparte la solidaridad de Venezuela como migajas y orientadas directamente para fortalecer su esquema de poder. Una estructura de seguidores que garanticen el control social. Un modelo corporativo, clientelar y corrupto.
En Nicaragua sucedió de modo evidente; en la Revolución Bolivariana de Venezuela podría estar comenzando a suceder. En la ex Unión Soviética y en la República Popular China se ha vivido un proceso más o menos similar: las burocracias que manejan el Estado revolucionario, llegado un momento involucionan y pasan a ser una nueva clase burguesa (los 'nuevos ricos' de izquierda). ¿Qué conclusión sacar de ello? ¿Es imposible el socialismo entonces, o hay que revisar aspectos fundamentales de nuestro ideario conceptual y de la práctica política revolucionaria?
Mónica Baltodano: Definitivamente hay que revisar aspectos fundamentales de nuestros conceptos y de nuestra práctica. Hay que hacer la crítica de la mundialización capitalista que sufrimos y también la del socialismo real.
Creo que el socialismo real como lo conocimos en su implementación, da pistas de lo que no debe ser el nuevo proyecto socialista. No puede haber socialismo sin libertad, sin respeto a las diferencias, sin reconocimiento de derechos a las mujeres, la las minorías étnicas, a la diversidad sexual y al pluralismo político. También se nos reafirma la convicción en que no puede haber socialismos sin democracia, entendida no en los estrechos márgenes de la democracia liberal heredada, sino de la participación directa del pueblo, pero una participación real, efectiva que implica conocimiento, información e igualdad de condiciones sociales para participar. El nuevo socialismo requiere de una acción consciente y organizada de las masas, pero de verdad. Que esté por encima de las burocracias, que además deben estar sometidas a controles financieros y a la Ley. Pero también, como dijo el Che, también mayor trabajo sobre la conciencia y la mística. Creo que por algo es que la Revolución Cubana no pudo se derrotada, y es porque, sin negar sus deficiencias, han sabido también hacer cambios en la conciencia de sus cultos ciudadanos. El socialismo sigue teniendo enfrente el desafío de cómo superar la economía del capital, la crematística, por una economía que verdaderamente libere al trabajo y a las fuerzas productivas.
* Fuente: Argenpress
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