Cada uno de estos procesos de soberanía tienen distintas características: en el caso de Escocia, que forma parte de Gran Bretaña, está unida al resto por la misma lengua; en cuanto a Cataluña, la separa del resto de España por su lengua distinta; lo mismo ocurre con Quebec respecto a las demás Provincias de Canadá.
Al referirnos a los plebiscitos, primero de Quebec y estos días al de Escocia, existe un elemento que iguala: una fuerte campaña del terror, en el primer caso, de parte del gobierno central canadiense y, en el segundo, de Inglaterra y de la Comunidad Europea, situación que hace que el ciudadano sienta que al votar a favor de la independencia es un verdadero salto al vacío.
El gobierno inglés amenazaba con la pérdida de soberanía económica respecto de la libra esterlina, por otra parte, la Comunidad Europea dejaba en suspenso el ingreso de Escocia a la zona euro. En la última etapa del proceso plebiscitario el gobierno conservador, presidido por David Cameron, se abrió a dar más autonomía a Escocia, lo cual coincidía, como lo demostró el referéndum del 18 de septiembre último, con la opinión pública que si bien aspiraba a una cierta autonomía, no estaba dispuesta a saltar al vacío; en este sentido, coincidía con la opinión de la mayoría de los escoceses, que deseaba una autonomía graduada.
Quebec, desde la batalla de los Campos de Abraham, que significó el triunfo británico sobre los franceses, ha desarrollado un movimiento soberanista muy poderoso, hay ciudades y aldeas de esa Provincia que no hablan inglés. El Estado ha intentado instaurar el multiculturalismo y el bilingüismo que, en apariencia, es obligatorio en todos los organismos de la administración pública de ese país, sin embargo, en las provincias anglófonas del este, casi nadie habla francés.
En el plebiscito realizado en Quebec, en 1995, a pesar de una fuerte campaña de terror por parte del gobierno federal, el Partido Quebequense perdió por apenas 39.000 votos, (49,5% contra 50.5%), en que el voto de los inmigrantes inclinó la balanza por NO a la independencia.
Cataluña nunca se ha considerado parte de España, incluso, durante la segunda república española. Hay varios períodos históricos donde esta provincia ha intentado su independencia: en 1873, en 1931 y 1934, sin lograr el éxito. En 1873, Estanislao Figueras declaró el Estado independiente de Cataluña, que sólo duró dos días, desatándose la tercera guerra carlista; en 1931, Francisco Maciá, al proclamar la república española, se hacía cargo de la república catalana, la Generalitat; el gobierno Manuel Azaña, primer ministro de la república española, concedió el estatuto de autonomía de Cataluña – fue la única región autónoma durante la segunda república -, sólo en la guerra civil, (1936-1939), el país vasco también logró el reconocimiento de autonomía por parte del sector republicano.
Durante estos días, el parlamento de Cataluña ha acordado convocar a un plebiscito, a realizarse el 9 de noviembre de 2014, en el cual se dirimirá la secesión de Cataluña respecto al resto del país. El Partido Popular, ahora en el gobierno, se niega a aceptar la constitucionalidad del plebiscito. El PSOE también se opone a la independencia planteando, en su lugar, una especie de federalismo bastante sui generis. En el fondo, la España bipólica – los dos Partidos que, prácticamente, dominan las cortes españolas – está desarrollando una campaña del terror, similar a la de Escocia, Quebec y, en un futuro, el país vasco y la posible solución Belga.
Junto a la tendencia económica neoliberal a la formación de glandes bloques de países, dominados por poderosos bancos – FMI, el Banco Mundial y el Banco Europeo, entre otros – en los Estados-Naciones comienza a producirse un movimiento de ruptura, que tiene profundas raíces culturales e históricas, procesos que parece difícil de detener, pues a pesar de las campañas de terror, las ideas autonómicas, arraigadas en los pueblos son más poderosas que el absolutismo de los bancos que, en el caso de Europa, desde distintas tendencias ideológicas y políticas – incluida ultraderecha francesa – se manifiesta un rechazo a la Europa y la democracia bancaria.
21/09/2014
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