Dólares o bombas: EEUU planea un ultimátum al mundo
por Sergei Savchuk (Rusia)
4 semanas atrás 6 min lectura
14 Sep 2024 10:47
En 1976, el sistema monetario se desvinculó del patrón oro, dando al dólar su poder y a EE.UU. oportunidades únicas. China, Rusia y los demás países BRICS pretenden abandonar poco a poco el dólar como moneda mundial, pero Washington no renunciará a sus privilegios sin luchar.
No se puede negar que Estados Unidos es la piedra angular del actual orden mundial y que muchos procesos dependen directamente del curso y los resultados de los ciclos electorales en ese país. Cuanto más nos acercamos al mes electoral de noviembre, mayor es la incertidumbre. Los analistas políticos estadounidenses son casi unánimes en sus predicciones de unas elecciones presidenciales «voto a voto», es decir, la victoria de uno de los candidatos por un margen mínimo. Es más, los propios candidatos están generando activamente el debate.
En una reunión con votantes, Donald Trump dijo que haría todo lo que estuviera en su mano para preservar el dólar estadounidense como moneda de reserva mundial. Como una especie de garantía de ello, el potencial amo de la Casa Blanca prometió imponer aranceles defensivos del 100% a todas las mercancías procedentes de países que se atrevan a sustituir el dólar estadounidense por su moneda nacional.
No se trata de una promesa espontánea, sino totalmente programática. Es la continuación del camino emprendido por Trump en 2018, cuando el Gobierno estadounidense bajo su liderazgo lanzó una guerra comercial contra China. Y hoy se vuelve a prometer a Pekín las peores sanciones financieras, aunque también se puede leer entre líneas una advertencia a la Unión Europea.
Ya en primavera, cuando la maquinaria de la campaña electoral estadounidense apenas cogía velocidad, el equipo de Trump anunció un duro rumbo para apoyar al dólar estadounidense en la escena mundial. Esta intención también apareció una y otra vez en las declaraciones de varios republicanos.
El senador Mark Rubio, por ejemplo, presentó este verano un proyecto de ley que obligaría a cualquier presidente electo de EEUU a imponer sanciones a todas las instituciones financieras que utilicen otros sistemas de pago como el SPFS ruso, el CIPS chino o el SEPAM persa en detrimento del comercio en dólares estadounidenses.
Aunque esta ley sigue en el limbo, si Trump gana en noviembre, está prácticamente garantizada su aprobación. Sería un nuevo asalto en la guerra comercial que golpeará a los mayores adversarios comerciales y geopolíticos de Washington. Y puede que incluso a sus aliados menos obedientes.
En 1976 se introdujo el sistema monetario, basado en tratados firmados en Jamaica. Por fin desvinculaba la base monetaria del patrón oro y abolía la regulación estatal de los tipos de cambio. A partir de entonces, sólo el mercado lo determinaba todo. Todas las monedas, incluido el dólar estadounidense, acabaron convirtiéndose en fiat o fiduciarias. Esto significa que el valor nominal de la unidad de pago está garantizado por el Estado emisor. En pocas palabras, el billete de cien dólares sólo tiene este valor porque el sistema financiero estadounidense lo garantiza. Esta definición es, por supuesto, muy primitiva, pero el sistema global se basa en que todos los actores se ponen de acuerdo para aceptar el dólar como unidad de pago con un poder adquisitivo acordado.
Este algoritmo tiene un fallo crítico. Y es que cualquier moneda, aunque sea de reserva, pierde su poder en cuanto el mercado deja de encontrarla atractiva y se pasa a otros instrumentos alternativos. En este caso, el resultado no es sólo una devaluación de la moneda, como en el pasado, sino su colapso, que en el caso del dólar estadounidense significaría también la pérdida de los medios de control y coerción financiera y provocaría una crisis dentro del país de una magnitud difícil de predecir. El volumen de dólares que circulan en el país y que respaldan las transacciones es tan grande que el debilitamiento del interés del mercado llevaría al colapso del modelo del dólar estadounidense en su conjunto.
Por supuesto, esto no favorece a nadie, y nadie torpedeará deliberadamente la moneda estadounidense, pero la reformulación de los sistemas financieros mundiales provocará en cualquier caso turbulencias a largo plazo.
Y ahora a las cifras.
El motivo de la declaración de guerra comercial contra China en 2018 fue un desequilibrio comercial de unos 200.000 millones de dólares estadounidenses. En otras palabras, Estados Unidos compró a los chinos 200.000 millones de dólares menos de bienes y servicios de los que les vendió. Tras una disputa de casi un año, ambas partes pactaron un acuerdo provisional que establecía los derechos y obligaciones de las partes.
Trump saludó la firma del documento como una rotunda victoria para Estados Unidos, pero los analistas se mostraron inmediatamente muy escépticos. Hoy puede decirse que Pekín sólo cumplió sus compromisos de forma muy limitada. Por ejemplo, China ignoró por completo la sección sobre la compra de recursos energéticos estadounidenses por 50.000 millones de dólares adicionales.
Según los cálculos del Centro de Estadísticas Comerciales del Gobierno de Estados Unidos, basados en datos de los ministerios federales, el desequilibrio ya ascendía a 382.000 millones de dólares en 2022, reduciéndose a 279.000 millones de dólares al año siguiente como consecuencia de un fuerte descenso del comercio bilateral. Cabe señalar que el volumen de las importaciones chinas a EE.UU. cayó casi un trece por ciento en ese año, no a petición de Pekín, sino como resultado de las barreras prohibitivas impuestas por Washington. En el primer semestre de este año, el desequilibrio superaba ya los 157.000 millones de dólares, lo que significa que para el nuevo año cabe esperar un desequilibrio comparable a las cifras de hace año y medio.
Así pues, si se produce una guerra comercial, EE.UU. entrará en ella con cifras casi el doble de malas que en la primera ronda. Sin embargo, aquí prácticamente no quedan opciones para Trump o Harris, ya que la cuota del dólar estadounidense en el comercio mundial y en las reservas de divisas no deja de caer, aunque lentamente. Según el FMI, alrededor del 80% del comercio mundial y el 60% de las reservas de divisas se denominan actualmente en dólares estadounidenses.
Sin embargo, se trata de un valor medio; este indicador es mucho más bajo entre los países BRICS, donde la presencia del dólar estadounidense ha caído del 80% al 50%. Los países BRICS representan el 36% del PIB mundial y una cuarta parte del comercio mundial. Mención especial merece China, que está reduciendo gradualmente su dependencia del dólar al concluir sus nuevos acuerdos comerciales, por ejemplo para el suministro de petróleo y gas natural licuado desde Oriente Medio, en yuanes. Al mismo tiempo, Pekín está llevando a cabo un dumping sin precedentes de valores estadounidenses (US securities).
Cuando no hace mucho le preguntaron en broma a Vladimir Putin a quién apoyaba en las elecciones estadounidenses, respondió no menos en broma: a Kamala Harris. Y como quien no quiere la cosa, el presidente demostró una vez más que controla cada una de sus palabras. Mientras es probable que la demócrata Harris alargue la disputa comercial con China y los países BRICS, Trump embestirá como un rinoceronte. Y entonces toda la economía mundial se tambaleará.
Hasta entonces, el candidato republicano ofrece a todos una elección exclusivamente «democrática»: el dólar o la guerra.
Traducido del ruso. El artículo apareció por primera vez en RIA Novosti el 10 de septiembre de 2024.
-Traducido para piensaChile desde el alemán al castellano por Martin Fischer
*Fuente: RT.DE.COM
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