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Escenario final: el plan de Rusia para el curso ulterior del conflicto de Ucrania en 2024

Escenario final: el plan de Rusia para el curso ulterior del conflicto de Ucrania en 2024
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24 de diciembre de 2023

Publicado originalmente el 22 dic 2023 13:47

El escenario del final del juego va tomando cada vez más forma, pero ¿llegará el final con un acuerdo global o con una aplastante derrota militar para Kiev? Las posibilidades de Ucrania de resistir la embestida rusa disminuyen cada mes que pasa.

El conflicto en Ucrania ha desatado una inusitada ola de emoción en la sociedad rusa y en todo el mundo. Los precipitados ataques que daban a uno y otro bando la esperanza de una rápida victoria han dado paso a una brutal guerra de trincheras. Para muchos, la euforia ha dado paso al agotamiento: parece que es inminente un estancamiento sin esperanzas, que la operación militar ha perdido de vista su propósito y se limita ahora a ataques contra aldeas ucranianas sin importancia y extensiones de bosque sin nombre.

Rusia no está atacando Ucrania en un frente amplio y tomando ciudades[…]  Rusia en realidad no quiere hacerlo. O mejor dicho, el presidente Vladimir Putin no quiere hacerlo. Todavía no.

 

¿Ataques contra objetivos sin importancia? ¡Sólo a primera vista!

En un artículo anterior escribí por qué Rusia no está atacando Ucrania en un frente amplio y tomando ciudades como Kharkov y Odessa. Hay una razón importante para ello: Rusia en realidad no quiere hacerlo. O mejor dicho, el presidente Vladimir Putin no quiere hacerlo. Todavía no.

A menos que Ucrania se derrumbe inesperadamente hasta el punto de que pueda ser derrotada con las fuerzas disponibles, nos esperan meses, si no años, de batallas posicionales, pero éstas no se librarán al azar o sin rumbo. El plan de Rusia es poner fin al asunto bien con un acuerdo global con Occidente, bien con una invasión a gran escala del territorio controlado por Kiev por parte del ejército ruso. Esta vez para lograr los objetivos más cruciales.

Putin nunca ha asestado golpes letales a Ucrania, sino que siempre se ha limitado a dar bofetadas con la esperanza de que su homólogo ucraniano se dé cuenta de lo que realmente está en juego.

Oportunismo soberano

Desde que asumió el cargo hace 24 años, Putin ha desarrollado la imagen de un inflexible defensor de los intereses rusos frente a enemigos externos e internos. Su promesa -hecha durante la guerra de Chechenia- de «acabar con estos enemigos incluso cuando lo necesiten» tiende a aplicarse a todo. Incluido todo lo relacionado con Ucrania. Sin embargo, Putin siempre ha sido un hombre de compromiso en sus relaciones con Occidente y Kiev. El principio de su política hacia Ucrania -así como hacia toda la región postsoviética- ha sido impulsar acuerdos. Desde las disputas sobre el tránsito de gas con el ex presidente ucraniano Viktor Yushchenko hasta el acuerdo sobre la Flota del Mar Negro con su sucesor Viktor Yanukovych. De los acuerdos de Minsk con Piotr Poroshenko a la epopeya de Estambul con Vladimir Zelensky. Putin nunca ha asestado golpes letales a Ucrania, sino que siempre se ha limitado a dar bofetadas con la esperanza de que su homólogo ucraniano se dé cuenta de lo que realmente está en juego.

A menudo se critica este enfoque, pero Putin, como las élites rusas en general, considera fundamentalmente a Ucrania como un Estado independiente y orgánico y siempre ha reconocido su derecho a existir. Según este paradigma, Kiev debe aceptar una oferta que no puede rechazar, y Putin siempre tiene preparado un plan B como salvaguarda: Para no seguir dependiendo de Ucrania para el tránsito de gas, se crearon gasoductos para circunvalar Ucrania. El plan para la operación militar en Crimea se desarrolló en paralelo al acuerdo sobre la Flota del Mar Negro… y se ejecutó en marzo y abril de 2014. Hay innumerables ejemplos.

El plan de respaldo en caso de que Minsk fracasara era la «operación militar especial», como se la conoce en Rusia, en su forma original.

El paciente seguía sudando antes de morir

En los primeros años de su presidencia, Putin habló directamente con las élites ucranianas, pero cuando Kiev perdió su independencia, solo negoció con la participación de las potencias europeas occidentales -a través de los Acuerdos de Minsk, que se firmaron al segundo intento- y, al parecer, también tácitamente con Estados Unidos. Los acuerdos funcionaron cada vez peor de año en año, pero el enfoque elegido dificultó la consecución de más logros. Además, los acuerdos de Minsk fueron una especie de triunfo diplomático en el vacío: al fin y al cabo, Minsk II se convirtió en un tratado internacional de la máxima autoridad, vinculante para Ucrania, una vez aprobado por el Consejo de Seguridad de la ONU.

El plan de respaldo en caso de que Minsk fracasara era la «operación militar especial», como se la conoce en Rusia, en su forma original: primero crear tensiones militares crecientes durante unos meses, y luego una intervención militar a gran escala para obligar a Kiev a aceptar las condiciones de Moscú. En marzo de 2022, se propuso en Estambul implicar a Estados Unidos, Reino Unido y China como garantes últimos de la seguridad de Ucrania. Pekín no parecía tener ningún problema con esto. Occidente, sin embargo, se negó en redondo a entrar en un acuerdo de este tipo, y Putin esperó a que sus homólogos se pusieran serios mientras él mantenía un firme control sobre Ucrania por la fuerza, pero apretando y aflojando a veces.

¿Funcionó esta estrategia? Bueno, Occidente armó a Kiev todo lo que pudo, pero sin pasarse del todo, por ejemplo con el envío masivo de misiles de largo alcance. Pero todavía no ha dado ningún paso irreversible, como la adhesión de Ucrania a la OTAN. Mientras tanto, la severidad de las sanciones antirrusas se ve compensada por el carácter no vinculante de su aplicación.
Ya sea a través de acuerdos secretos o del impulso, en los últimos dos años ha surgido un equilibrio diferente: Occidente no permite que Ucrania se derrumbe, pero tampoco provoca una escalada, mientras que Rusia pone cada vez más de rodillas a Ucrania, pero no quiere destruir el país.

Tácticas militares especiales de retraso

Hemos afirmado en repetidas ocasiones que Rusia se está preparando para una gran escalada militar. Se está expandiendo el complejo militar-industrial, se está ampliando el ejército y se está llevando a cabo una profunda reforma de la movilización. Hasta ahora, sin embargo, Putin no ha demostrado ni con palabras ni con hechos que esté preparado para una escalada. Al contrario: hay indicios de su voluntad de negociar, mientras en el frente se juega a la defensiva e incluso se ha reducido la intensidad de los ataques con bombas a gran distancia.

En Ucrania, todo se desarrolla según el patrón conocido desde finales de agosto: Occidente actúa por inercia, dando a Ucrania lo justo para mantener con vida al país, al tiempo que difunde declaraciones calumniosas sobre el fracaso de las fuerzas armadas ucranianas y envía cautelosas señales de disposición a negociar, todo ello con el telón de fondo de unas hostilidades prolongadas.

Sin embargo, actualmente las posiciones de las partes siguen estando muy alejadas. Moscú sigue exigiendo que Ucrania deje de actuar como ariete militar e ideológico contra Rusia -esto es lo que hay detrás de los términos desmilitarización y desnazificación-, mientras que Occidente ofrece una simple congelación del conflicto sin garantías formales y no está dispuesto a discutir el problema en profundidad.

Plan A, Plan B

El escenario del Kremlin para el próximo año podría ser el siguiente: Mantener la intensidad actual de los combates, avanzar lentamente en el Donbass y agotar a Ucrania para demostrar a Occidente la firmeza de la posición rusa y la inutilidad de las esperanzas de una victoria militar de Kiev. La oferta que Occidente no puede rechazar es esencialmente esta: O renuncian a Ucrania, o desmantelamos Ucrania como Estado y eliminamos la amenaza a nuestra manera.

Si Ucrania no se derrumba en los próximos meses, la relativa calma actual podría durar hasta las elecciones estadounidenses de finales de 2024. Entonces se hará una propuesta a la nueva administración estadounidense, sea cual sea. Putin ya lo ha hecho una vez: pospuso el enfrentamiento sobre los acuerdos de Minsk hasta después de la elección de Zelensky y sólo dio luz verde a la acción militar cuando se convenció de su falta de compromiso.

Para Putin es más importante llegar a un gran acuerdo con Occidente que destruir Ucrania.

La escalada militar se convierte así en una nueva cobertura para varias ocasiones: si no se alcanzan acuerdos sustanciales, se lanzará un gran ataque con objetivos decisivos en el marco de la operación en curso. Y si se llega a un acuerdo sobre la desmilitarización de Ucrania, de acuerdo con los principios establecidos en Estambul y la neutralidad militar de Kiev, la espada de Damocles de una nueva -esta vez desenfrenada- operación rusa se cernirá sobre Ucrania si se intenta cambiar el statu quo alcanzado.

El propio Putin ha insinuado tal escenario: en un memorable encuentro con corresponsales militares a principios de junio de 2023, habló de una «segunda marcha sobre Kiev» que requeriría una movilización renovada. Las palabras del ministro de Defensa, Sergei Shoigu, dejan claro el calendario: Para finales de 2024, las principales tareas en la expansión del ejército y el desarrollo del complejo militar-industrial deben estar completadas. Según los planes presupuestarios, 2024 es también el año pico para el gasto en defensa del país, y este resultado debe aprovecharse de alguna manera. Una señal de los preparativos para el mencionado «gran ataque» será un cambio drástico en la retórica oficial. Será un asunto de gran envergadura y alcance nacional, por lo que la propaganda militar tendrá que acelerarse al máximo.

Pero si mis conclusiones son correctas, se trata de un escenario alternativo, al igual que la movilización. Para Putin es más importante llegar a un gran acuerdo con Occidente que destruir Ucrania. Las primeras son las verdaderas razones de la ofensiva militar, la reducción física de Ucrania no es más que un efecto secundario. Si tiene éxito, Ucrania tiene la oportunidad de convertirse en una versión ampliada de Georgia, y ese sería probablemente su mejor destino.

No hay acuerdo posible aquí y ahora, pero tras el fracaso de la contraofensiva de Kiev, Occidente es reacio a enviar dinero y armas para mantener a su cliente en su actual -aunque no tan buena- forma. Si la marea no cambia, las posibilidades de Ucrania de resistir el ataque ruso disminuirán con cada mes que pase, y con ellas las esperanzas de Occidente de derrocar a Putin por la fuerza.

-Traducción para piensaChile del alemán al castellano: Martin Fischer

*Fuente: DE.RT.COM

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