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50 Años del Golpe de Estado, Derechos Humanos, Historia - Memoria, Represión

«EL ’75»: Un libro sobre la Historia de los Detenidos Desaparecidos, escrito mientras los hechos ocurrían, en 1975

«EL ’75»: Un libro sobre la Historia de los Detenidos Desaparecidos, escrito mientras los hechos ocurrían, en 1975
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14 de junio de 2023

Presentación del libro «El ’75» de Manuel Acuña Asenjo, el que iremos presentando capítulo por capítulo

“Un día se los llevaron a ambos, cada uno por su lado.
En vano he tratado de averiguar algo de ellos.
Porque en la Gestapo las gentes desaparecen sin dejar rastros,
sembradas en miles de cementerios diferentes.
¡Ah, qué cosecha saldrá de esta siembra terrible!”

Julius Fucik: “Reportaje al pie del Patíbulo”,
Ed. Quimantú, año 1972, pág.78

Si todo texto exige, en principio, de una explicación, éste requiere de una más que necesaria,

porque las páginas que lo contienen fueron escritas en 1975, a medida que transcurrían los hechos narrados; en palabras más simples: fueron producto de un momento histórico muy especial y —como se acostumbra a decir—, garabateadas a la grupa de los acontecimientos. Constituyeron, sin embargo, parte de un ambicioso proyecto que jamás llegó a concretarse, pues nuestra intención era entregar una ‘Historia de los Detenidos Desaparecidos’ construida a partir de los sucesos que enfrentábamos y experimentábamos a diario. No nos fue posible hacerlo.

La lucha permanente por la existencia misma, la falta de una infraestructura que nos permitiese, como investigadores, recurrir constantemente a las fuentes obligadas, que no eran sino los periódicos y documentos —tanto clandestinos como oficiales—, la ausencia de lugares destinados a guardar la producción y reproducción de los trabajos, la carencia, en suma, de recursos de toda índole que facilitaran la tarea testimonial, impidieron concretar tal proyecto. Aquí les entregamos, lo que a pesar de todo, del terror, de la falta de medios, la escasez de tiempo, logramos registrar. Es parte de nuestra Historia y nuestra Memoria, la que tenemos el deber de registrar y no olvidar.

 

INDICE

Indice, 7

Una explicación más que necesaria, 13

Prólogo, 17

Capítulo I: Se inicia el drama, 29

Título I: Un punto de partida convencional. El señor Urrutia da por iniciado el año judicial. Observaciones a la cuenta, 29

Título II: A manera de explicación. Comienza la persecución. Los orígenes del MIR. Tendencias en su interior. La vía insurreccional se impone por sobre la sindical. Miguel Enríquez toma el control del partido. El MIR se divide. La cúpula militar decide terminar con el MIR, 40

Título III: Tortura y delación. Osvaldo Romo Mena. Marcia Alejandra Merino Vega. María Alicia Uribe Gómez. La ‘Fuerza Central’ del MIR. Objetivos de la persecución en contra de las organizaciones populares, 53

Capitulo II: Las detenciones de enero, 65

Título I: El espantoso escenario de las aprehensiones del 1 de enero. La transformación de ‘Villa Grimaldi’. Detención de Agustín Alamiro Martínez Meza. Detención de un dirigente sindical socialista. Otras detenciones. Forma empleada por la DINA para la identificación de sus víctimas. La militancia del MIR es capturada cuando concurren a establecer enlaces. Otros antecedentes acerca de la ‘Fuerza Central’ del MIR, 65

Título II: Estrechando vínculos con la CIA. Las detenciones de miristas se incrementan. Otros antecedentes sobre la ‘Fuerza Central’ del MIR. Detención de Luis Humberto Piñones. Detención de la familia del general Bachelet, 75

Título III: La actividad al interior de ‘Villa Grimaldi’. Continúan las detenciones. La DINA comienza su labor en Valparaíso. Detenciones e individualizaciones en cadena de miembros del MIR. El caso de Alejandro Villalobos. La operación en Valparaíso llega a su fin, 85

Capítulo III: Los sucesos de febrero, 107

Título I: Continúan las aprehensiones. Cae Sergio Humberto Lagos. Las exitosas operaciones de la DINA en febrero. “¡Por fin caíste, René Acuña!” La captura de Manuel Cortéz Joo. Gladys Díaz es detenida junto a Juan Carlos Perelman, 107

Título II: La conferencia de prensa de febrero. Las Naciones Unidas se preocupan de la situación de los derechos humanos en Chile. Detención de un procurador del Comité Pro Paz, 119

Capítulo IV: La verdad se hace presente, 123

Título I: Muere el general Oscar Bonilla. Detenciones de socialistas. Nace el FASIC, nuevo organismo para la ayuda a los perseguidos. Un 1 de mayo que no puede conmemorarse. Vigilancia en torno a Frei. Arrecia la persecución contra el partido Socialista, 123

Título II: El hallazgo de Ciudad de Pilar. Los familiares de las víctimas viajan a Buenos Aires130

Título III: “Carlos” también puede ser mirista, 137

Capítulo V: Los casos de ‘Lea’ y ‘O’Dia’, 140

Título I: La situación política en Argentina. Rol de Arancibia Clavel. Aparece una nueva revista. El contenido de la revista. Investigación realizada por una agencia de noticias, 140

Título II: Los muertos aumentan. “El diario más antiguo del Paraná”. Las versiones de “¿Qué Pasa?”. Siguen las investigaciones de la agencia Reuter, 143

Título III: Argentina no entrega informaciones. Un Cónsul a quien le comentan cosas. Los chilenos realmente muertos en Argentina, 150

Título IV: Lo que verdaderamente había sucedido con Jaime Eugenio Robotham. La captura de Luis Alberto Guendelman, 153

Capítulo VI: Las reacciones en Chile frente al escándalo, 163

Título I: Las reacciones del Poder Judicial. Las gestiones del Nuncio Apostólico. El Comité Pro Paz formula una declaración, 163

Título II: La “muerte” de Pedro Bosch. Interrogantes a la fecha. Pedro Bosch habla desde Argentina. ‘El Mercurio’ y su “Servicio de la verdad”,169

Título III: El informe del Comité Pro Paz, 173

Capítulo VII: El acto religioso de la Basílica de Lourdes, 179

Título I: Los hechos previos. Huelga de hambre en Melinka. Confirmaciones y desmentido, 179.

Título II: Citación al Acto. Desarrollo del mismo. Oraciones y cánticos,183

Título III: La tensa espera. Reparto de panfletos. La “manus in jectio” de los Servicios de Seguridad. Informaciones de los medios de comunicación. Donde se da cuenta de un presunto relevo del Cardenal. Monseñor Alvear responde al ‘decano de la prensa, 188

Capítulo VIII: Las reacciones en el exterior, 195

Título I: Velorio en el exilio. Declaraciones de un ex embajador de Méjico en Chile. Protesta en Francia, 195

Tírulo II: Reacciones en Costa Rica, Venezuela y Colombia. La tesis de diario La Opinión. Disputas en Colombia, 204

Capítulo IX: Los últimos días de agosto, 210

Títilo I: Insertándonos en un momento histórico. Marco histórico para los hechos que sucedían en 1975. El sucesor de Urrutia Manzano. Una gestión de Frei, 210

Título II: Las presentaciones judiciales. La persecución al Partido Socialista: los casos de Ricardo Lagos, Carlos Lorca y Exequiel Ponce, 216

Título III: Un “insólito” recurso de amparo. El Comité Pro Paz evidencia las torturas, 228

Título IV: Manuel Contreras se hace mercenario. Un discurso en el Edificio Consistorial de Rancagua. El alcance de la investigación prometida. Una luz en la historia de “El Cronista”.  Otras reacciones en el exterior, 234

Título V: Un héroe anónimo. Operativos para la captura de un militante comunista. Los centros de detención del ‘Comando Conjunto’. El martirio de Miguel Ángel Rodríguez Gallardo, 238

Capítulo X: Los sucesos del mes de la Patria, 247

Título I: Un recuerdo del mes de la Patria. Donde se comprueba una vez más la colaboración que el Poder Judicial prestaba a la Dictadura. Presentación de la Agrupación de Familiares de los Detenidos Desaparecidos, 247

Título II: Presentación del Comité Pro Paz. Presentación de religiosos, 251

Título III: Un obrero municipal que cuida de sus hijos. El culto de la perversión. Un hijo escribe a su padre después de 32 años, 254

Título IV: Detención de una funcionaria del Comité Pro Paz. La carta adhesión de los abogados. Fallo recaído en las presentaciones de fecha 5 de septiembre, 259

Título V: Donde se da cuenta de tres espantosos casos. Antecedentes acerca de la represión. La cifra total de detenidos desaparecidos es dada a conocer en Ginebra, 263

Capítulo XI: Paréntesis en nuestra crónica, 269

Título I: A manera de explicación, 269.

Título II: El ‘caso’ de Juan Carlos Rodríguez Araya y Cecilia Gabriela Castro Salvadores. Algunas consideraciones especiales, 269

Título III: Los raptos de Jacqueline del Carmen Binfa Contreras y del profesor Arturo Barría Araneda, 279

Título IV: Otros secuestros ocurridos en 1974 que se hicieron públicos en el 75, 286

Título V: Los raptos de Jacqueline Droully, Sergio Cabezas, Jorge y Juan Carlos Andrónico, y de los cónyuges Bárbara Uribe y Edwin Van Jurik. El secuestro de la modelo Marta Neira, 290

Título VI: “¿Cuál es la idea?” —“Que todos los anteriormente citados sean interrogados por personal especializado de ese recinto” —¡Esa es la idea!” —“Se lo dice: Un amigo en su camino”—, 295

Capítulo XII: Los últimos acontecimientos del año 1975, 285

Título I: El coronel de los ojos limpios. Carta de la Agrupación de Familiares de los Detenidos Desaparecidos al general Pinochet. El silencio de la Dictadura, 285

Título II: Primera querella criminal en contra de la Dictadura. Se impide el retorno del Obispo Helmut Frenz. Siguen las aprehensiones. Detención del sacerdote Domingo González. Los largos brazos de la DINA actúan en Roma: el atentado en contra de Bernardo Leighton y su mujer Anita Fresno. Otra carta de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos. La Corte Suprema oficia al Ministerio del Interior sobre el caso de Georgina Ocaranza. Cancelación del permiso de residencia en Chile del Superior Provincial de la Congregación Holandesa del Sagrado Corazón, R.P. Cornelio Wijfjes, 287

Título III: Santa Eugenia de Malloco. Allanamiento del Hogar de los Padres Columbanos y muerte de Enriqueta del Carmen Valerio Reyes. Asilo en la Nunciatura Apostólica. Los otros sucesos, 295

Título IV: Nueva presentación del Comité Pro Paz. El Gobierno Militar responde acerca de los detenidos desaparecidos en las Naciones Unidas. La conjura de La Segunda. Pinochet pide la disolución del Comité Pro Paz; la Iglesia accede. Empiezan las presiones de la Democracia Cristiana, 313

Capítulo XIII: Las ejecuciones de la ‘Rinconada de Maipú’, 325

Titulo I: Periodización en duda.  El MIR en problemas. Una posible respuesta y un final trágico, 325

Título II: ¿Casa de ‘seguridad’? En busca de un refugio poco apropiado, 331

Titulo III: Las detenciones del 18 de noviembre de 1975: detenciones de la familia Gallardo; las detenciones de Luis Andrés Ganga Torres, Pedro Blas Cortés Jeldres y Manuel Lautaro Reyes Garrido, 335

Título IV: Tortura y muerte. Se imparte orden de llevar a los muertos hasta la Rinconada de Maipú. La simulación. Los periodistas colaboradores, 338

Epílogo, 343

ANEXOS 344

Anexo #1: Texto completo del artículo aparecido en la revista “Lea”, 345

Anexo #2: Cable de la agencia Reuter Latin, 349

Anexo #3: Guerra entre miristas, 353

Anexo #4: El Comité de Cooperación Para la Paz en Chile a la opinión pública, 356

Anexo #5: Comentario de ‘El Mercurio’: Derechos de la verdad, 359

Anexo #6: Invitación al acto litúrgico en la Basílica de Lourdes, 361

Anexo #7: Nota del Ministerio de Relaciones Exteriores a la Embajada de Alemania Federal sobre el matrimonio Rodríguez Castro, 363

Anexo #8: Nota de la Cancillería a la Embajada de Colombia en relación al matrimonio Rodríguez Castro, 364

Anexo #9: Carta del jefe de gabinete del general Pinochet al padre de Juan Carlos Rodríguez Araya, 365

Anexo #10: Informe del Servicio de Investigaciones sobre el matrimonio RodríguezCastro, 366

Anexo #11: Informe del mayor Cid a la Corte de Apelaciones sobre el matrimonio RodríguezCastro, 368

Anexo #12: Certificado de la Cruz Roja Internacional que da cuenta de la detención de Jacqueline Droully Jurich, 370

Anexo #13: Certificado de la SENDET sobre detención de Sergio Antonio Cabezas Quijada, 371

Anexo #14: Carta del general César Raúl Benavides a la familia Andrónico Antequera, 372

Anexo # 15: Informe del coronel Hernán RamÍrez a la familia Andrónico Antequera, 373

Anexo # 16: Comunicado de la Cancillería a la Embajada de su Majestad Británica sobre el matrimonio Van Jurik Uribe, 374

 

UNA EXPLICACIÓN MÁS QUE NECESARIA

Si todo texto exige, en principio, de una explicación, éste requiere de una más que necesaria. Porque las páginas que lo contienen fueron escritas en 1975, a medida que transcurrían los hechos narrados; en palabras más simples: fueron producto de un momento histórico muy especial y —como se acostumbra a decir—, garabateadas a la grupa de los acontecimientos. Constituyeron, sin embargo, parte de un ambicioso proyecto que jamás llegó a concretarse, pues nuestra intención era entregar una ‘Historia de los Detenidos Desaparecidos’ construida a partir de los sucesos que enfrentábamos y experimentábamos a diario. No nos fue posible hacerlo. La lucha permanente por la existencia misma, la falta de una infraestructura que nos permitiese, como investigadores, recurrir constantemente a las fuentes obligadas, que no eran sino los periódicos y documentos —tanto clandestinos como oficiales—, la ausencia de lugares destinados a guardar la producción y reproducción de los trabajos, la carencia, en suma, de recursos de toda índole que facilitaran la tarea testimonial, impidieron concretar tal proyecto.

Así, esa historia tan ambiciosa jamás llegó a escribirse, sino se redujo a la materialización de ciertos testimonios que dieron fe de los acontecimientos ocurridos en 1975 en relación al tema de los detenidos desaparecidos. De ahí su actual denominación. Mecanografiados por algunos de nuestros amigos y, posteriormente, mimeografiados para su distribución, fueron repartidos en los lugares donde era posible hacerlo a fin de crear conciencia acerca de lo que estaba sucediendo. Y puesto que aún en 1978 creíamos llegar a feliz término del proyecto primitivo, esa primera y única edición mimeografiada de 141 páginas, tamaño oficio, apareció aquel mismo año bajo el pretencioso título de “Historia de los detenidos desaparecidos, año 1975”.

Carlos Lagos, que estaba al tanto de esa edición clandestina, queriendo proteger la identidad del autor y, por consiguiente, su seguridad, ideó un nombre ficticio. No fue otro el motivo por el que, en la primera página de esa edición, apareció el nombre de “Nibaldo Allen” como autor del trabajo. Anteriormente, y previendo una eventual pérdida del original, habíamos entregado, para su custodia, una copia del mismo a nuestro buen amigo Walter Parraguéz, funcionario de la Vicaría de la Solidaridad, a fin que pudiese depositarla en los archivos de esa institución y preservarla para uso y empleo de quien quisiese o pudiese hacerlo en el futuro.

No fue el único trabajo realizado por nosotros y entregado a nuestro buen amigo para los efectos de ser depositado en tales archivos. Con prescindencia del documento que ahora damos a conocer a través de esta editorial, y que sirviera de base para otras publicaciones hechas por esa Vicaría, entregamos, junto a otros trabajos de investigación, también para su custodia en esos archivos, “El cisma de la Iglesia Luterana en Chile”, que narra las vicisitudes del Obispo Helmut Frenz. No hemos podido recuperar aún el trabajo intitulado “Santa Eugenia de Malloco” dedicado a exponer los acontecimientos que rodearon la ejecución de Dagoberto Pérez, el allanamiento del hogar de los Padres Columbanos y el asilo de dos dirigentes del MIR en la Nunciatura Apostólica, en donde destacó la labor de Rafael Maroto Pérez, otro de nuestros buenos amigos de ese entonces. El texto sigue perdido.

Durante todos estos años, el documento que ahora damos a la publicidad quedó en el olvido. Y así hubiere continuado a no ser por un hecho fortuito ocurrido en 1990.  Una copia del mismo había sido enviada a Suecia, país en el que nos radicamos en 1985. Fue allí donde nos volvimos a encontrar con ese trabajo. No por otro motivo comenzamos a pensar en una futura edición, luego de revisar su contenido y enmendar algunos errores. Quisimos publicarlo en 2013, al cumplirse cuarenta años del golpe militar. No nos fue posible hacerlo; tampoco al cumplirse los 50 años de la fundación del MIR, movimiento sobre el que recayó mayormente la represión en ese entonces.

El presente volumen contiene la casi totalidad del documento aludido con algunas correcciones, aclaraciones y nuevos antecedentes, fruto de su revisión posterior. En verdad, falta una hoja completa con sus citas y comentarios, que esperamos incorporarla en una eventual nueva edición si es que tenemos la doble suerte tanto de encontrarla como de editarla. Hasta el momento, esos esfuerzos han resultado inútiles. Dado que el segundo tomo de la obra ‘Chile: La Memoria Prohibida’ (que publicaran algunos abogados de la Vicaría) contiene gran parte del documento que escribiésemos, intentamos acercarnos a uno de esas personas a fin de consultarle la fuente empleada. No pretendíamos representarle el manifiesto atropello a la moral cometido por esos autores al transcribir nuestro trabajo sin indicar el carácter ‘anónimo’ del mismo, sino simplemente solicitar ayuda para encontrar la página que nos faltaba. Sin embargo, copadas las instituciones del Estado por burócratas incorregibles que sólo buscaban ocupar un sillón dentro de los organismos estatales sin preocuparse mayormente de los problemas de las grandes mayorías nacionales, era ilusorio pensar siquiera que alguien estuviese dispuesto a escucharnos. No debe extrañar que el militante demócrata cristiano Gustavo Villalobos, ex abogado de la Vicaría y director de la Agencia Nacional de Información ANI, organismos de inteligencia del Gobierno concertacionista, al momento de escribir estas páginas, no se dignara recibirnos, pese a que en variadas oportunidades intentamos llegar hasta él.

La presente edición entrega explicaciones acerca del comportamiento de algunos actores políticos y agrega ciertos antecedentes desconocidos para nosotros en ese tiempo. De todas maneras, se ha tratado, de mantener la originalidad de la obra, aunque nuestra costumbre ha sido, es y será, invariablemente, la permanente revisión de nuestros trabajos.

Santiago, septiembre de 2021

 

 

PRÓLOGO

La democracia es la forma normal de funcionamiento que adopta el sistema capitalista, circunstancia que no ocurre por simple capricho, sino porque aquel se apoya y fundamenta, exclusivamente, sobre la base de una relación contractual que presupone la generación de capital. De allí arranca su nombre; de ahí su denominación.

Sucede que el capital es un valor como muchos otros —entre ellos, la libertad, el honor, la moral, la justicia—. Sin embargo, a diferencia de éstos, el capital es un valor que se valoriza, que se acrecienta constantemente, que se multiplica a sí mismo permanentemente. Y es porque se trata de un concepto dinámico: tratándose de bienes físicos, éstos deben estar en movimiento; tratándose de dinero, éste debe constituir una inversión. Pero, en uno u otro caso, se expresa en dinero que es un número, un guarismo, una cifra que no ocupa espacio alguno y permite no sólo comparar distintas mercancías sino adquirirlas o, lo que es igual, apropiarse de ellas. El dinero es fuente de poder y elemento esencial en la formación del capital.

El capital no se origina solamente porque existe dinero. Nace, además, porque hay una sociedad escindida en clases en donde unos pueden comprar los servicios de otros que deben venderse o arrendarse pues no poseen otra mercancía para vender que no sea su energía corporal. Esa figura de comprar y vender —o vender y comprar— constituye la esencia del sistema capitalista pues genera el plusvalor cuya continua percepción multiplica el dinero y crea el capital; se lleva a cabo en virtud de la suscripción de un convenio (verbal o escrito) entre ambos actores sociales. El convenio, la posibilidad de concordar en la compra/venta de esa mercancía —que es la energía corporal (fuerza de trabajo)—, permite generar la ilusión de estimar iguales a ambos actores, aunque, en realidad, no lo sean. Y es que dicha ilusión se fundamenta en el hecho que ambos ‘acuerdan’ determinadas condiciones bajo las cuales se realizará el convenio. La desigualdad de ambos actores, sin embargo, es manifiesta porque quienes suscriben este singular ‘convenio’ presentan capacidades diametralmente opuestas: uno tiene la capacidad de comprar; el otro sólo está en condiciones de vender lo único que posee, su fuerza corporal. Uno debe vender energía; el otro puede comprarla. En estricta teoría no hay, pues, igualdad alguna de actores en dicho ‘contrato’.

Construida la ficción de la ‘igualdad de contratación’, se requiere organizar esa forma de producir dentro de una estructura jurídico/política que, del mismo modo, reproduzca esa ilusión igualitaria. Para ello, nada más apropiado que considerar iguales a los miembros de una población por la sola circunstancia de haberlos habilitado para el ejercicio de un derecho: la capacidad de participar en elecciones periódicas destinadas a elegir las autoridades que han de gobernar al conjunto social. Tal es la democracia, una forma de funcionar del sistema capitalista que se basa en la existencia de partidos políticos, separación de funciones sociales (‘poderes’) y elecciones periódicas libres, secretas e informadas, acciones destinadas a sancionar la generación de quienes han de administrar y dirigir al conjunto social. La estructura del sistema (dominación) se mantiene inalterable a objeto de reproducir con exacta fidelidad una realidad social que permite la fluida percepción de plusvalor; en el plano jurídico/político hace posible que se conserve una dicotomía de clases (dominante y dominada) donde unos ejercen el mando mientras otros obedecen.

Por supuesto que el simple ejercicio del derecho a voto no hace desaparecer la desigualdad en una sociedad capitalista; pero esto no es algo que suceda porque sí.

El sistema capitalista se organiza tan sólo para los efectos de facilitar la acumulación de capital, tarea que realiza incorporando formas de hacerlo que, por lo mismo, se acostumbra a denominar modelos. Los modelos, o formas de acumular, se agotan en el tiempo. Entonces, se hace necesario revertir la cuota de ganancia, las condiciones de vida de los sectores dominados se extreman y las desigualdades se hacen tan profundas que los propios instrumentos entregados por el sistema para morigerarla se hacen insuficientes para detener las justas demandas de los sectores dominados. Las luchas políticas se hacen intensas y hay momentos en que las organizaciones representativas de los sectores populares logran acceder a cuotas más o menos considerables de poder político e intentan emprender reformas que eliminen esos desniveles. El sistema tolera tales reformas, siempre que no se trate de alteraciones estructurales, es decir, cambios que amenacen la estructura misma de la sociedad. Digámoslo más directamente: el sistema acepta todo tipo de reformas, siempre y cuando ellas no terminen con la existencia de personas que están obligadas a vender su energía corporal y personas que tienen capacidad para comprar esa mercancía, porque esa dualidad constituye la esencia del mismo. Cuando la necesidad de reformas se convierte en una amenaza a dicha esencia y comienzan a surgir obstáculos a la percepción de plusvalor, la democracia se hace inservible; no son ya únicamente las clases dominadas quienes no la toleran, sino las dominantes. El ejercicio del derecho al golpe de Estado se hace inevitable y la democracia se interrumpe para dar paso a un ‘gobierno de excepción’ que, bajo la común denominación de ‘dictadura’, se establece para hacer posible, nuevamente, la labor de extraer plusvalor a los dominados. Fue lo que sucedió en Chile un martes 11 de septiembre de 1973.

Pero, cuidado: una dictadura no solamente se establece para restituir el orden establecido o amenazado por la veleidad de los sectores dominados sino, además, para revisar la conveniencia de organizar uno nuevo. Digámoslo con mayor exactitud: una dictadura, al instaurarse, crea condiciones inmejorables para establecer una forma de dominación más eficaz. No debe sorprender, por consiguiente, que suprima las libertades políticas, suspenda la carta fundamental vigente, disuelva el Parlamento, controle la prensa, termine con los sindicatos y declare ilegales a los partidos populares. Porque los otros partidos, si no permanecen, se autodisuelven; y no porque crean estar amenazados, sino por el simple hecho de sentirse políticamente representados por la dictadura que se asienta. Y es que una dictadura es una expresión de clase.

Esta mecánica explica que, tras el golpe de Estado perpetrado para derrocar al presidente Salvador Allende Gossens, se desencadenara en Chile una persecución atroz en contra de todos los partidos populares, de las organizaciones sociales, de los sindicatos y de la prensa popular. Fue una verdadera cacería de brujas en donde los sentimientos de odio y de revancha jugaron importantes roles.

La persecución, en un comienzo, se realizó a través de tres grandes formas:

  1. Detenciones individuales y masivas tanto de chilenos como de extranjeros a quienes se suponía vinculados al Gobierno Popular;
  2. Despidos individuales y masivos de funcionarios públicos y privados; y,
  3. Ejecuciones individuales y masivas sin respaldo de sentencia judicial alguna.

En la realización de esas operaciones, la dictadura fue aprendiendo. Cada uno de sus actos fue una lección de aprendizaje, una forma de adquirir destreza en torno a la perversión: saber cómo dominar mejor, a quién colocar en la cúspide de la represión, cómo clasificar a sus opositores, cómo seleccionar a quienes iba a encargar las labores represivas, cómo perfeccionar las formas de captura de los opositores, dónde guardarlos, cómo interrogarlos, qué limites emplear para la tortura, qué hacer con los cuerpos de quienes no irían a resistir los interrogatorios, cómo explicar ciertos y determinados hechos. La era de quienes serían conocidos como ‘detenidos desaparecidos’ comenzó como parte de esa macabra era de aprendizaje en medio de la perversión.

Denominarlos de esa manera no fue casual. La operación de hacer desaparecer personas, e inventar explicaciones para justificar lo que se hace atribuyendo la culpa a las víctimas, es una constante en la historia de la dominación. En el Chile que emergía tras el golpe de Estado de 1973 pasó a ser un concepto que el ‘Comité de Cooperación para la Paz en Chile’ COPACHI quiso denominar ‘desaparición forzada de personas’. Porque fue ese Comité quien primero advirtió la inmensa tragedia que había empezado a vivir la nación chilena.

¿Por qué hacer aquello? ¿Por qué hacer desaparecer a las personas? ¿Por qué recurrir a la ficción de crear toda una suerte de doctrina para intentar explicar lo inexplicable?

Podemos hoy señalar, al respecto, que la consumación misma del golpe de Estado, hacía necesaria semejante acción. Porque, al momento de realizarla, las Fuerzas Armadas chilenas ya habían hecho suya una de las tesis del ‘War College’, desarrollada en Brasil por generales Golbery Do Couto e Silva, Texeira Soares y otros, llamada ‘Doctrina de la Seguridad Nacional’ en virtud de la cual se atribuye a los institutos militares de cada nación el cuidado y protección del orden interno. Porque, de acuerdo a dicha doctrina, existe al interior de cada sociedad quienes buscan subvertir o alterar ese orden, personas que atentan contra la seguridad interna del Estado. Son, en consecuencia, los ‘enemigos’ de la sociedad; y es obligación de tales institutos declarar la ‘guerra’ a esos ‘enemigos’. No debe sorprender que bajo el imperio de semejante doctrina, los militares chilenos declararan la guerra a un vasto contingente de connacionales; tampoco que lo hicieran contra el sector más desprotegido de esa sociedad, que es el productor de plusvalor. Porque es ese sector el que siempre está luchando por obtener mejores condiciones de vida, el que eleva sus quejas y manifiesta constantemente su descontento.

La declaración de guerra implica el uso y empleo exhaustivo de los principios de la guerra: individualización tanto del enemigo como de sus agentes, elaboración de un plan general para obtener su derrota, selección de los efectivos que van a tomar a cargo las tareas de desmantelar la fuerza contraria, construcción de los equipos de exterminio, en fin. Y puesto que se trata de operativos que se realizan sobre un ‘locus standi’, las medidas implican una verdadera conquista territorial; consecuentemente, el control de todos los habitantes de una nación, su sometimiento por la fuerza, y la exigencia de colaboración de todos los demás nacionales en la labor de exterminio del agente opositor.

El golpe de Estado de 1973 no tuvo, pues, otra mecánica que la indicada; tampoco otra finalidad. Y se desencadenó con inusitada violencia.

En virtud de la aplicación del ‘derecho a la guerra’ se incoaron procesos sin respeto alguno a los principios jurídicos que se habían establecido a lo largo de la historia del país. La institucionalidad quedó abolida por completo y el derecho al saqueo se impuso en toda la nación. Los uniformados no sólo se apropiaron de las pertenencias de un gran número de chilenos, sino de sus cuerpos y de los cuerpos de muchos de sus familiares, cometiendo todo tipo de tropelías y exacciones. Hubo maltrato a la población, captura sistemática de simpatizantes del Gobierno Popular, encarcelamiento y ejecuciones sumarias de prisioneros; la tortura, la violación, el robo no sólo de objetos, sino de personas que estaban aún por nacer, fue una práctica que se hizo cotidiana. Las Fuerzas Armadas se dedicaron al pillaje y a la perversión. Existe constancia de la detención de personas que fueron entregadas, posteriormente, a uniformados ebrios para que se divirtiesen con ellas y las ultimasen en medio de un juego macabro. Los contingentes armados estaban en guerra y había no sólo que eliminar al ‘enemigo’ sino, además, aterrarlo.

La ideología militar supone que el enemigo es un sujeto pensante a quien debe considerarse constantemente preocupado de atentar contra su adversario; debe suponérsele, además, ser parte de una estructura mayor que ha de destruirse. Para realizar esa labor se requiere conocer cómo está constituida dicha estructura, qué hace, cómo opera, quiénes son sus agentes. La captura e interrogatorio de los enemigos se hace crucial para esa finalidad; también se convierte en una necesidad el empleo de la tortura: el fin justifica los medios. Y si una de esas personas —o dos, o diez, o muchas, el número no interesa— no resiste el interrogatorio y fallece, es necesario deshacerse de su cuerpo, tarea que se extiende a todos aquellos que ya no prestan utilidad. Arrojar a los condenados desde la altura, ejecutarlos y hacer desaparecer sus cuerpos también deviene en una necesidad. Más, aún, si se ha comenzado a trabajar con una red de contactos que abarca todo el sector Sur de un continente. Eso fue lo que sucedió en 1975.

¿Podían las Fuerzas Armadas revelar su execrable labor? Sin duda que podían hacerlo pues detentaban la plenitud del poder, pero hubiere constituido un grave error político el hacerlo. La lógica de la guerra hubiere quedado al desnudo, y el héroe se vería obligado a ceder su lugar al villano. Era necesario silenciar esas tropelías que podrían colocar en difícil situación a las Fuerzas Armadas ante la comunidad nacional e internacional.

En 1975 se encontraba ya en funcionamiento un organismo especial creado por la dictadura denominado ‘Dirección de Inteligencia Nacional’ DINA, cuyo máximo jefe era un oscuro coronel que había tenido a su cargo la vigilancia de los presos en el complejo militar denominado ‘Tejas Verdes’ apenas realizado el golpe. Juan Manuel Guillermo Contreras Sepúlveda, trasladado desde San Antonio a Santiago, fue quien ideó el siniestro plan de exterminar a la militancia de las organizaciones populares a través de capturar a sus miembros y hacerlos desaparecer. Existen antecedentes que permiten a algunos autores suponer que la idea, en un principio, fue —al parecer— empezar con la militancia del Movimiento de Izquierda Revolucionaria MIR y, luego, seguir con el partido Socialista; enseguida, con el Comunista, el Radical, la Izquierda Cristiana y el Movimiento de Acción Popular Unitaria MAPU. Los hechos no sucederían, sin embargo, de esa manera.

Juan Manuel Guillermo Contreras Sepúlveda, alias ‘el Mamo’, había ingresado a la Escuela Militar en 1944. No se sabe a ciencia cierta qué suceso especial determinó el rumbo que iba a tomar su vida, pero se supone que pudo ser una circunstancia casual. Cuando pequeño vivía en Osorno, ciudad en la que presenció a los ocho años una marcha de jóvenes nazis, con sus uniformes y gorros, con sus banderas, perfectamente alineados, al compás de marchas militares interpretadas por la banda que encabezaba el desfile. El niño Contreras soñaba con esos símbolos que le hablaban de héroes y superhombres capaces de grandes hazañas y de mandar vastos contingentes humanos. El ingreso al plantel militar exacerbó sus tendencias de mando destacándose, en ese aspecto, como el mejor de su promoción. Se dice que llamaba la atención de sus compañeros y superiores la rigurosidad con que aplicaba el principio de la subordinación de unos a otros y es posible advertir en él, ya en esa época, ciertas tendencias sadomasoquistas que manifestaba públicamente y sin pudor alguno. Por el contrario, hasta es posible suponer que fueron dichas tendencias la causa de conductas altamente reprobables en las que incurrió en esos años. Contreras aprendía con extrema rapidez las perversiones del poder en una institución caracterizada por la verticalidad del mando. Uno de sus ex compañeros, el general (R) Alejandro Barros Amengual, lo sindica como

“[…] prepotente, perverso, explosivo y desalmado, por decir lo menos.

 Contreras hacía mal uso de su autoridad y nos sancionaba, a escondidas de sus superiores, cada vez que incurríamos en alguna falta a la disciplina, con medidas inhumanas y desproporcionadas […]

 Recuerdo muy bien que nos obligaba a introducir la cabeza en las tazas de los baños y después tiraba la cadena, acción que él, graciosamente, llamaba ‘el shampoo’. En otras oportunidades nos sujetaba la cabeza y nos introducía en la boca el pitón de la manguera, que usábamos en los baños matinales y, en forma repentina y violenta, abría el chorro de agua fría, dándole toda la intensidad, con el peligro de provocarnos un daño acústico o de otra naturaleza […]”[1]

Contreras se transformaría, pues, en el más elaborado modelo de perversión que iría a predominar al interior de la estructura militar que tendría bajo su mando a partir de 1975. Y reproduciría eficazmente su perversidad en otros subordinados suyos. Por delegación de otro sujeto igualmente perverso que era Augusto Pinochet Ugarte.

La historia de Contreras al servicio de las ideas que servirían de base a la instalación de la dictadura en 1973, es copiosa. En 1967, hizo un curso de post grado de Estado Mayor en Fort Benning, Estados Unidos, donde aprendió el concepto de ‘guerra interna’ que iría a desarrollar en Chile algunos años después. En 1969, participó en el Movimiento Gremialista Militar que terminó con la insubordinación del general Viaux en contra del gobierno de Eduardo Frei Montalva. En pleno período de la Unidad Popular (1972) se hizo cargo del destacamento de ‘Tejas Verdes’ donde, de inmediato, comenzó un trabajo minucioso destinado a dar vida y continuidad a un servicio de inteligencia que permitiese desarticular a los partidos de la Unidad Popular. Allí tuvo como intérprete suyo a una dama rusa que había llegado a San Antonio casada con un médico chileno.

Corpulento, de labios gruesos y pocas palabras, Contreras ocultaba una personalidad esquizoide altamente peligrosa. Fue él quien sostuvo desde un comienzo la necesidad de negar la detención de las personas que estaban siendo interrogadas o habían sido ejecutadas por los institutos militares. Y esa tesis seguiría utilizando en lo sucesivo. Es más: haría escuela de esa tesis.

El plan sugerido por Contreras no era descabellado pues la desaparición de personas siempre ha sido un hecho bastante conocido. En todos los continentes, países, pueblos, normalmente existe un determinado porcentaje de personas que desaparece por infinidad de circunstancias. El porcentaje puede ser alto, pero estos desaparecimientos se aclaran con el correr del tiempo y resultan tener su origen en innumerables circunstancias; búsqueda de trabajo, accidentes de tránsito, accidentes y muerte en la vía pública, encarcelamiento con desconocimiento de las relaciones sociales y familiares, etc. El resto —y cuyo desaparecimiento no tiene explicación posible—, se reduce ostensiblemente. Es casi nulo. Pero, en honor a la verdad, existe. Se explica así que las diversas legislaciones hayan contemplado para tales efectos la institución jurídica de la muerte presunta. Pero, yendo más al fondo del problema, la generalidad de los casos de desaparecimiento se produce principalmente, en personas cuyas facultades mentales se encuentran perturbadas, en personas de edad muy avanzada y en niños de corta edad. Eso es lo normal. Sin embargo, la regla puede romperse y la situación normal puede alterarse. Fueron estos aspectos lo que tuvieron presentes los militares para acometer la tenebrosa tarea de hacer desaparecer a las personas. De hecho, no ignoraban que en cierto período de la Historia el desaparecimiento de personas alteró la situación normal y adquirió, por ello, notoria trascendencia. Fue durante la ocupación nazi. En grupos pequeños (de tres o cuatro personas), los esbirros de la Gestapo (SS) aprehendían los opositores del Führer; los operativos se realizaban en plena vía pública, en los domicilios de los buscados, en los espectáculos públicos, etc., frente a una masa humana impasible que no advertía el horror y la tragedia tras esas detenciones. Conducidos los aprehendidos a secretos lugares de confinamiento, la rudeza de los interrogatorios, extrema la crueldad mostrada por sus captores, muchos de ellos, incapaces de soportar los tormentos, fallecían; otros, desmembrados, mutilados o golpeados hasta la saciedad, aún vivos, eran ejecutados pues su entrega a los tribunales o su eventual libertad, resultaba tremendamente comprometedora para la autoridad. Sus cuerpos eran sepultados en cementerios clandestinos, arrojados a los basurales, al mar, a la orilla de los caminos; pero se tenía el cuidado de borrar cualquier huella que delatase su identidad. Cometidos en nombre de la Patria y de sus altos intereses, muchos de esos crímenes quedaron en la impunidad. Así se pensaba que debía ocurrir en el Chile de la dictadura pinochetista. Así fue el comienzo.

Notas:

[1]Entrevista de la periodista Alejandra Matus al general (R) Alejandro Barros A-mengual. La cita está tomada del libro de Manuel Salazar ´Las letras del ho-rror’, tomo I, publicado por LOM Ediciones.

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Libro el '75
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