El hecho político más importante de estas elecciones, a mi juicio, es la victoria comunista en la comuna de Santiago, el corazón de la República. Una joven de 30 años, Irací Hassler Jacob, economista, es la primera alcaldesa comunista del antiguo bastión del conservadurismo. El primer alcalde de Santiago en el cauteloso retorno a la democracia fue Joaquín Lavín, entonces de la de extrema derecha, y hoy candidato presidencial del liberalismo-socialdemócrata. Después de Lavín, salvo el paréntesis de la socialista Carolina Tohá, los alcaldes de Santiago fueron de la UDI, Renovación Nacional y Democracia Cristiana.
No se trata que el electorado de Santiago -conformado por capas medias- se haya vuelto comunista. En la Convención Constitucional el PC alcanza sólo al 4%. Lo que sucede es que antiguos rivales del PC por la Izquierda y miles de electores medrosos por el centro, se han sumado sin condiciones ni remilgos a la candidata comunista. La Municipalidad de Santiago es una base muy importante de recursos e influencias. Si la administración de la alcaldesa Irací Hassler –que tiene cuatro años de experiencia como concejal- es eficiente, la influencia del PC en un centro político ansioso de experiencias novedosas como las del alcalde Daniel Jadue en Recoleta- se habrá afianzado y proyectado a otros planos.
En dimensión más amplia de análisis, la victoria de los independientes en la Convención Constitucional es un hecho resonante. Tendrán el 57% de los 155 convencionales. Las listas que los representaron, en general, suscriben un programa de avanzada social y de rechazo a los partidos tradicionales. El Chile mestizo, por ejemplo, dejará de ser un estigma social. Tendremos por fin un Estado plurinacional donde las raíces de conquistadores y colonos europeos se hermanarán –al menos en la Constitución- con los pueblos originarios: mapuche, aymara, kawésquar, rapanui, yagán, quechua, atacameño, diaguita, colla y chango. Una mescolanza de pueblos que hacen la nación chilena.
El reconocimiento del feminismo como factor esencial de la sociedad estará también asegurado si la nueva Constitución proclama la participación paritaria de la mujer en todas las instancias civiles y militares de la República.
La composición de la Constituyente aseguraría también que derechos fundamentales como salud, educación, vivienda y seguridad social sean reconocidos como deberes del Estado. No se trata de pelos de la cola. Son demandas del pueblo. Voces que claman desde lejos, desde que la dictadura las silenció.
¿Dónde estará entonces la piedra de tope de la Convención?
¡En el modelo económico neoliberal, señoras y señores!
Sin duda existirá una mayoría para cambiarle nombre pero no es seguro si también el contenido. La defensa del neoliberalismo no contará siquiera con un tercio de constituyentes. Pero aún se ignora si la mayoría independiente de la Convención tomará la batuta para cepillar el modelo de la dictadura, o se conformará con hacerle una cirugía estética.
En la oposición al actual gobierno -que es minoría tuberculosa en la Convención- hay quienes han desempolvado el nombre de fantasía del neoliberalismo: “economía social de mercado”.
Otros han echado mano a viejas teorías, como el capitalismo popular, para disfrazar sus intenciones. Por ejemplo, el candidato presidencial del Frente Amplio, Gabriel Boric, afirma: “Creemos que el camino más responsable es comenzar un proceso de transformación y democratización de los espacios de decisión estratégica de las grandes empresas…Proponemos -que en un plazo razonable para un cambio legal de esta envergadura- los directorios de las grandes empresas tengan una participación de las y los trabajadores equivalente a la representación que tienen las y los accionistas, y que exista paridad de género en su composición”. Boric concluye que esto constituirá “una verdadera igualdad de poder”. (1)
A su vez, aunque algo más moderado, el candidato presidencial de RN, Mario Desbordes y otros especialistas de la derecha, sostienen: “debemos transitar hacia una mayor colaboración entre las empresas y los trabajadores, fortaleciendo a las organizaciones de trabajadores e incorporándolas orgánicamente en sus respectivas empresas, incentivando decisivamente su participación en la gestión, propiedad y utilidades de ellas”· (2)
No sería extraño que estas posiciones contagiaran a sectores de la Convención. El neoliberalismo no solo es una doctrina económica. Es también una doctrina social y cultural que ha permeado a vastas capas de la población. La tarea se ha hecho a través de los medios de comunicación y del resto del aparataje de coerción intelectual. La etiqueta “neoliberal” está en decadencia pero no los “valores” que ha inculcado. Solo una revolución cultural humanista de largo plazo podrá reemplazarlos por la solidaridad y dignidad de una sociedad de iguales.
La Convención Constituyente que se instalará el próximo mes, será el escenario democrático adecuado para sellar la derrota histórica de la derecha y del sistema de partidos tributarios de la oligarquía. Para alcanzar esto, en todo caso, hará falta la cohesión y audacia de la mayoría de la Convención para echar abajo el reglamento que le impone un quórum de dos tercios a sus votaciones y que le impide cuestionar las sentencias judiciales y tratados internacionales. Si se intenta recuperar la propiedad nacional de las riquezas mineras y del agua, que reclaman millones de ciudadanos, se necesitará la visión de patria y soberanía que se truncó en 1973.
Aún falta una tarea enorme para crear las condiciones sociales y políticas que faciliten decisiones históricas que debe tomar la Convención. Hay que derrotar la abstención, que esta vez significó 60% de electores que no expresaron su voluntad. Más de un millón de ciudadanos que votaron por el Apruebo de una nueva Constitución en el plebiscito del 25 de octubre del 2020, faltaron esta vez a la cita. La abstención impide celebrar esta victoria popular como se merece.
MANUEL CABIESES DONOSO
Notas:
(1) “Una propuesta para la gran empresa posestallido social”, Gabriel Boric, El Mercurio, 20/3/21.
(2) “Cogestión y economía social de mercado”, El Mercurio, 9/4/21.
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