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Unidad social y política para triunfar

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Días difíciles e inciertos, pero a la vez inéditos y promisorios se viven en estos instantes en Chile. A partir del 18 de Octubre el país ha comenzado irreversiblemente a cambiar y avanzar en la búsqueda de un futuro más luminoso, igualitario y fraterno para todas y todos. Chile se encuentra en este momento en medio de una profunda crisis social y política.

La chispa que encendió literalmente el país en llamas y acicateó la indignación popular fue la protesta espontanea de los estudiantes secundarios ante el alza de las tarifas del Metro de Santiago. Hoy ya está muy claro, sin embargo, como lo denunciara con mucho acierto uno de los carteles que apareció en las manifestaciones “No son los 30 pesos del Metro, sino los 30 años”.

Son los treinta años de abusos de la oligarquía y sus elites políticas, los treinta años de abismante inequidad social, de sobreexplotación y de salarios precarios, de pensiones miserables, de salud con fines de lucro, de educación convertida en un negocio y de corrupción a todos los niveles de las instituciones del estado.

El estallido social iniciado por los estudiantes consigue sumar con rapidez otros sectores sociales que expresan su descontento e indignación a través de múltiples formas. La protesta ciudadana espontanea en sus inicios, fue adquiriendo tempranamente organización y conducción. Unidad Social, una instancia unitaria de movimientos sociales y organizaciones sindicales que venía recién emergiendo, asume con prontitud y decisión el desafío de dar dirección al movimiento ciudadano.

Al día siguiente del estallido Unidad Social emite una primera declaración pública en la cual denuncia y alerta. “No es como dice el gobierno ‘un grupo de violentistas’, sino cientos de miles de personas, de jóvenes, de ciudadanos que se expresan en toda la ciudad a través de marchas, caceroleos, corte de calles y barricadas para manifestar su rabia y su molestia acumulada ante la falta de repuesta a sus demandas.”

Junto con condenar los actos vandálicos y la delincuencia, Unidad Social reivindica que “la desobediencia civil es un derecho y un recurso legítimo cuando no se escucha la voz de la ciudadanía y sus derechos fundamentales no se respetan y son atropellados”. Ese mismo día 19 de Octubre, igualmente, entrega una carta al Presidente Sebastián Piñera rechazando las medidas represivas propias de un estado dictatorial y exigiendo el inmediato término del Estado de Emergencia y el retiro de los militares de las calles. [1]

Unidad Social ha ido entregando a partir de entonces, de manera ascendente, conducción al descontento y la indignación popular, llamando a manifestaciones, a marchas, protestas, huelga general; incentivando jornadas de organización y convocando a la realización de asambleas y cabildos en las comunas y en los territorios a lo ancho y largo del país.
Las movilizaciones alcanzan un punto culminante con la marcha del viernes 25 de octubre que logra reunir a más de 1 millón 200 mil personas en el centro de Santiago y que ha sido considerada como la más grande de la historia del país. La demanda basta de abusos es la que mejor “expresa la síntesis de las distintas aspiraciones que ha manifestado la ciudadanía, el pueblo y los trabajadores desde distintas perspectivas” señalaría, a modo de evaluación, Luis Mesina de Unidad Social. ]2]

La estrategia del gobierno y los medios de comunicación empresariales ha sido ignorar, en forma deliberada, a Unidad Social como referente válido del movimiento social. Saben de su existencia, tienen en sus escritorios el manifiesto fundacional y los comunicados públicos y también conocen a sus principales dirigentes. El movimiento social en erupción tiene cabeza, rostro y voz y se llama Unidad Social.

Como era previsible, el gobierno llamó a los partidos de la oposición a conversar y dialogar para buscar salidas a la crisis, sabiendo que los partidos políticos y sus representantes tienen escasísima legitimidad, representatividad y credibilidad ante a los ojos de la ciudadanía. Los únicos interlocutores legítimos y válidos, le guste o no al gobierno, para encontrar una solución justa y duradera a la crisis que vive el país son los actores sociales.

Con el correr de los días quedó en evidencia, también, que la ciudadanía no dio ninguna credibilidad a las disculpas públicas del presidente y ha rechazado de manera categórica la “agenda social de unidad nacional” anunciada por Sebastián Piñera. El movimiento social ha calificado, explícitamente, las diez propuestas o medidas anunciadas por el gobierno como simples migajas sociales y económicas.

Las organizaciones sociales y laborales no están pidiendo un “Ingreso Mínimo Garantizado de 350 mil pesos”, sino están demandando un salario mínimo de 500 mil pesos y la eliminación del Plan Laboral; no están pidiendo un “20 por ciento de aumento en la Pensión Básica Solidaria”, sino están exigiendo el termino de las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP); no están pidiendo la creación de un “Seguro de Enfermedades Catastróficas” ni la reducción del precio de ciertos medicamentos, sino están exigiendo el fin de las Instituciones de Salud Previsional (ISAPRES) y la creación de un sistema de salud público único y universal; no están pidiendo transferir aportes de las comunas ricas a las comunas de menos ingresos, sino están demandando la creación de un sistema de educación pública gratuito y de calidad.

Las demandas fundamentales del movimiento social y popular, de manera incuestionable, apuntan al corazón del modelo económico neoliberal impuesto por la dictadura y consolidado por todos los gobiernos posdictatoriales.

Después de más de veinte días de continuas movilizaciones, la ciudadanía ha tomado conciencia que para hacer realidad sus demandas, es imperativo exigir una nueva Constitución política elaborada democráticamente a través de una Asamblea Constituyente.

La cuestión esencial que define la existencia de un sistema político democrático, es el hecho que la Constitución y las leyes sean el resultado de la voluntad mayoritaria del pueblo. En treinta años ha quedado absolutamente claro que la Constitución y las leyes vigentes en Chile no representan esa voluntad mayoritaria. La Constitución existente fue impuesta por la dictadura en 1980, en un plebiscito espurio y a pesar de algunos intentos por cambiarla, en lo esencial, continúa siendo la Constitución de Pinochet.

Las organizaciones sindicales que forman parte de la Mesa Unidad Social entregaron el martes 6 de noviembre, una nueva carta y un Pliego Laboral al Presidente Sebastián Piñera, que contiene 10 medidas sociales, económicas y políticas que resumen las demandas transversales de los trabajadores y trabajadoras del país. Ante la indolencia y apatía de las autoridades, las organizaciones sindicales han dado un ultimátum al gobierno para (…) “estar a la altura del momento histórico y dar una muestra de entendimiento con el movimiento social, respondiendo por escrito, en un plazo de 5 días, si está disponible o no a realizar los cambios profundos constitucionales y democráticos que todo un país exige hoy en las calles”, señalo Bárbara Figueroa a nombre de Unidad Social. [3]

En la realidad del Chile actual, nadie puede esperar milagros de los partidos de la izquierda la cual permanece dispersa, sin una alternativa política seria y atractiva para las grandes mayorías y sin ninguna credibilidad ante la ciudadanía. Es lamentable y penoso, pero la izquierda esta inhabilitada para conducir o para ofrecerse como intermediario legitimo entre el gobierno y movimiento social.

Unidad Social es la única instancia unitaria con capacidad para conducir e interpretar las justas demandas del movimiento social y las organizaciones laborales. Unidad Social se ha ido ganando, con esfuerzo y honestidad, la confianza de la gente; ha ido entregando con acierto orientación y dirección; y ha ido construyendo en, corto tiempo con perseverancia, la indispensable unidad social y política de todo el pueblo. Si la unidad política de la izquierda no ha sido posible durante todos estos años, es acertado ensayar otros caminos para forjar la unidad del movimiento popular.[4]

Complejos e inciertos son los días que se avecinan para el movimiento social y popular en nuestro país. Hay todavía un camino por andar el cual se aparece lleno de obstáculos y desafíos, pero pleno de optimismo, esperanzas, resolución y audacia para continuar la lucha por una sociedad más justa y digna hasta el final.

El autor, Rolando H. Vergara, es investigador del Latin American Research Institute (LARI), Edmonton, Canadá.

Notas:
[1] Unidad Social, Declaración Pública, ANEF Chile, Agosto 2019
[2] Entrevista a Luis Mesina, Dirigente de No+AFP, The Clinic, Chile, Octubre 2019
[3] Unidad Social, Pliego Sindical, CUT Chile, Noviembre 2019
[4] Véase, Rolando H Vergara, Allende Para Todos los Tiempos, El Clarin, Chile, Septiembre 2019

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