Consensos de Washington y Buenos Aires
por Emilio Cafassi (Uruguay)
4 años atrás 5 min lectura
El Presidente Macri puede dejarnos perplejos y hasta con alguna mueca de hilaridad ante sus tenebrosas iniciativas. Pocas semanas atrás anunciaba pequeñas medidas de contención de precios, pero en vez de hacerlo por cadena nacional o en conferencia de prensa, la presidencia subió un video -supuestamente- casero desde la vivienda alquilada de una modesta pareja con una niña que le reiteraba su apoyo, aunque reconocía estar agobiada por el peso del ajuste sobre su endeble economía. Compungido, el mandatario los animaba, renovando el pedido de fe. Más recientemente, con la indisimulable intención de comprometer a otros dirigentes y sectores en el derrumbe económico y social, envió una carta a partidos de la oposición, gremiales de clases varias y hasta autoridades religiosas, solicitándoles se expidan sobre 10 puntos que él y su grupo político consideran “imprescindibles”, como “temas esenciales” del debate nacional. Concluye textualmente confiando en que “desde la madurez democrática podremos dar una muestra de acuerdo que nos permita darle mayor tranquilidad a los argentinos”. Ninguno de esos puntos contiene siquiera palabras como educación, salud, vivienda, derechos, servicios, cultura, entre tantas otras omisiones a aspectos elementales de la vida de las poblaciones, incluso en el más acérrimo capitalismo. Obviamente expuso los temas que le interesan en particular, sintetizando las preocupaciones y derrotero exclusivo de su gobierno, que está cada vez más lejos de poder construir consenso alguno y menos en torno a sí.
Aludo a la contradictoria y sarcástica sorpresa porque hasta en la cantidad de puntos contenidos, iguala al conjunto de medidas que fueron sintéticamente popularizadas por el economista John Williamson como “Consenso de Washington” (CW) en 1989 puntualizando las intervenciones y recomendaciones del FMI, el BM y el Tesoro de EEUU. No se trata de un decálogo preciso y suscripto por estas instituciones, sino de una inferencia de sus prácticas en relación a las políticas hacia América Latina que adquirió gran difusión y que puede encontrarse con mayor o menor detalle y controversia en la web o las wikis. Pero Macri no se ha privado siquiera de la notable similitud cuantitativa, aunque es anecdótica respecto a las convergencias cualitativas entre los primeros puntos del decálogo argentino. No fui ganado por la pereza, pero encuentro fascinante la correlación como para transcribir textualmente en itálica algunos puntos de su carta y seguidamente, en caracteres normales, la formulación del CW.
Uno: “Lograr mantener el equilibrio fiscal, tanto en la Nación como en las provincias.” Uno: “Disciplina en la política fiscal, enfocándose en evitar grandes déficits fiscales en relación al PBI.”
Dos. “Sostener un Banco Central independiente en el manejo de los instrumentos de política monetaria y cambiaria en función de su principal objetivo que es el combate a la inflación hasta llevarla a valores similares a los países vecinos.” Cuatro: “tasas de interés que sean determinadas por el mercado y positivas (pero moderadas en términos reales).” Cinco: “tipos de cambio competitivos.”
Tres: Promover una integración inteligente con el mundo, trabajando para el crecimiento sostenido de nuestras exportaciones. Seis: liberalización del comercio, liberación de las importaciones, con el particular énfasis en la eliminación de las restricciones cuantitativas (licencias, etc.). Cualquier protección comercial deberá tener aranceles bajos y relativamente uniformes. Siete: Liberalización de las barreras a la inversión extranjera directa.
Cuatro: Respeto a la ley, los contratos y los derechos adquiridos con el fin de consolidar la seguridad jurídica, elemento clave para promover la inversión. Diez: seguridad jurídica para los derechos de propiedad.
Seis: Reducir la carga impositiva nacional, provincial y municipal, empezando por los impuestos distorsivos. Uno (ya citado). Nueve: desregulación, abolición de regulaciones que impidan el acceso al mercado o restrinjan la competencia, excepto las que estén justificadas por razones de seguridad, protección del medio ambiente y al consumidor y una supervisión prudencial de entidades financieras.
No obstante, además de replicar el espíritu del CW en al menos 5 de sus puntos, avanza más allá de las medidas hegemónicas de fin de siglo pasado, agiornándolas. Refiere explícitamente tanto a una reforma laboral en el punto 5 (en otros tiempos llamada flexibilización) como también a una reforma previsional en el punto 7 (un documento muy reciente del FMI recomienda reformar el sistema previsional argentino y brasileño, obviamente en detrimento de las jubilaciones y pensiones) y a cambios en la coparticipación federal de la recaudación impositiva en el punto 8.
Por último, además de copia y actualización del viejo CW, tendrá también un límite censurante. No recupera el punto 2 del CW, que recomienda redireccionar el gasto público hacia una mayor inversión en los “servicios favorables para los pobres” en educación primaria, atención primaria de salud e infraestructura. La razón es que Macri, con el fin de acotar el gasto público, redujo el presupuesto de educación, salud y frenó las obras de infraestructura. Más explicable es que no haya retomado el punto 8 que recomienda la privatización de las empresas públicas porque no queda prácticamente ninguna, y menos aún rentable, luego de que se le adelantara Menem en los ´90 y el kirchnerismo lo ratificara dejándolas en idénticas manos, a excepción de YPF.
Ya el último punto (10) es una obviedad, como la ratificación del cumplimiento de deudas, tanto como la elemental continuidad de la independencia de las estadísticas públicas (9) que el kirchnerismo destrozó.
Tal vez se pueda acuñar una palabra para el consenso sin sensibilidad: sinsenso.
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