Articulos recientes

Al navegar en nuestro sitio, aceptas el uso de cookies para fines estadísticos.

Noticias

Opinión

El Peo del ‘PE’ y las guarimbas de Guaidó

Compartir:

05/04/2019

guarimbas_quince.jpg
Para entender lo que pasa en Venezuela a veces hay que entender algunas palabras propias del muy peculiar lenguaje de ese país, las cuales le hacen diferentes a otras nacionales hispanas.

Hasta inicios del 2019 casi nadie fuera de Venezuela había escuchado hablar de Guaidó, el cual no es un venezolanismo, sino un personaje que se atrevió a ser el primer americano en auto juramentarse como presidente de una república en plena plaza pública. Incluso hasta ese momento hasta cuatro de cada cinco compatriotas suyos ni siquiera sabían quién era él.

Para los más duchos en la política su persona había estado asociada a las guarimbas, que son acciones violentas en las calles, y a los guarimberos que llegaron a quemar hospitales e incluso hasta chavistas vivos a quienes les prendieron fuego.

Hoy Guaidó se proclama como el PE de Venezuela. Esta sigla es algo muy singular de dicha nación. Significa «Presidente Encargado», un puesto que no existe en la mayor parte del planeta y que no significa lo mismo que un «presidente interino», un cargo que se da para el vicepresidente o funcionario que asume de manera temporal o permanente la vacancia del jefe de estado mientras este se halle de viaje o se encuentre enfermo, o haya dejado el cargo por una serie de razones y el interino debe completar el resto del mandato constitucional.

Según la constitución venezolana un «Presidente Encargado» es alguien que llega a ser jefe de estado durante pocas semanas ya que el único encargo que tiene es que dentro del plazo de un mes debe convocar a elecciones presidenciales. A pesar que Guaidó odia al chavismo y a Maduro, el rango que él reclama fue creado por la constitución de Chávez y quien fue el anterior «Presidente Encargado» fue nada menos que Maduro quien, a la muerte de Chávez siendo su vicepresidente no completó su mandato constitucional (pese a que el comandante recién había sido electo) sino que a los pocos días llamó a elecciones presidenciales, las cuales ganó por poco más del 50% de los votos, con lo cual pasó a ser «presidente constitucional».

Guaidó se titula por doquier como «Presidente Encargado» pese a que no se cumplen las condiciones de la constitución venezolana para que el reclame tal cargo, pues hay un presidente en ejercicio que goza de buena salud y no ha sido removido de su puesto por el poder judicial, tal cual prescribe la carta magna.

Si bien hay muchos que han de poder discutir ello, todos aceptan que la «presidencia encargada» debe cumplir con un simple y central encargo: organizar elecciones en no más de un mes. Sin embargo, Guaidó reclama ese puesto desde el 10 de enero y ya nos acercamos a los tres meses de esa fecha, plazo en el cual él nunca ha querido convocar a elecciones, ni siquiera a la manera del parlamento catalán desafiando a la policía estatal.

De esa manera el plazo de dicha «presidencia encargada» ya ha fenecido, pero el argumento que ha dado Elliot Abrams, el responsable para Venezuela de EEUU y la verdadera cabeza de Guaidó, es que la presidencia encargada se va a ir automáticamente reeligiendo hasta que recién cuando se vaya Maduro convoque a elecciones.

No obstante, una vez que acabe lo que ellos denominan como la «usurpación» ellos prometen no llamar a elecciones en un mes sino en un año, pues primero deben hacer un «gobierno transicional» (figura que no existe en la carta magna venezolana) el cual aplique todo un nuevo plan económico y una depuración radical del Estado y de sus instituciones, llevando a cabo muchas purgas y privatizaciones.

Toda presidencia de una república, sea una de largo plazo, interina o encargada, debe cumplir una serie de requisitos como la de controlar un territorio y sus fuerzas armadas, pero Guaidó ni siquiera controla su propio despacho, el cual es protegido por la guardia de Maduro.

Todo presidente debe tener su gabinete, con su primer ministro y sus ministros, los cuales deben tomar decisiones colectivas. Empero, nada de eso tiene Guaidó quien nunca ha nombrado un solo ministro, pero si ha designado embajadores y administradores de empresas estatales venezolanas que EEUU le ha requisado a Venezuela en el exterior, y que, como no hay un gabinete o un ente colectivo, nadie puede supervisar a donde están andando a parar esos millonarios fondos.

Eso sí, el presidente que no designa ministros ni tiene equipo o palacio de gobierno ya se ufana de tener a su esposa como una «primera dama», aunque este puesto o el de «primera dama encargada» no debiera aplicarse para el muy circunstancial rol que ocupa alguien quien solo puede estar constitucionalmente un mes en el poder.

Todo presidente en una democracia debe respetar los 3 poderes (ejecutivo, legislativo y judicial), todos los cuales deben mantenerse independientes entre sí mismos. No obstante, Guaidó se reclama ser el presidente del poder ejecutivo como del legislativo (no suelta la presidencia de la Asamblea Nacional a su vice) ni acata las decisiones del poder legislativo.

En los hechos dicho «presidente» concentra en su propia persona todos los 3 poderes, a pesar que nunca ha participado en ninguna elección presidencial y que ha llegado a su cargo de presidente de la Asamblea Nacional y supuestamente de Venezuela sin haber competido con ningún otro candidato, y solamente a través de haber sido designado a dedo por el jefe de su propio partido Voluntad Popular, el quinto en importancia en Venezuela.

A pesar de su reclamo en favor de la democracia y la constitucionalidad, el PE se pasa por encima de ello y en los hechos asume el rol de un caudillo y de alguien que busca ser dictador.

Como en Venezuela ninguna comisaría, tribunal, ministerio o batallón le hace caso a sus órdenes, ahora se pretende atribuir la potestad de poder llamar a los EEUU a que invadan a su propia patria para que, a costa de cientos de miles de muertos, le hagan llevar al poder, cosa que Trump no ha de hacer pues solamente le han de querer utilizar hasta encontrar alguien con mayor capacidad de estadista que les sirva para entregarle los recursos petroleros venezolanos a sus multinacionales.

Por ultimo queda la expresión «Peo», la cual constantemente Guaidó emplea en sus proclamas llamando a que ante cada apagón la población haga un «peo». Esta palabra que proviene del acortamiento de una que significa flatulencia, es utilizada para llamar a incitar un alboroto o un levantamiento.

Y el «peo», al igual que la «guarimba», es una forma de llamar a la violencia callejera. De hecho desde que Guaidó ha retornado a Caracas el 4 de marzo ya se han producido 4 mega-apagones en toda Venezuela, algo que, paradójicamente, no se daban antes y que se han dado en una escala nunca antes vista en el mundo para el caso de un territorio de alrededor de un millón de kilómetros cuadrados.

Estos apagones destrozan el servicio de agua potable, la refrigeración de alimentos y medicinas, la producción industrial, los negocios y el transporte, y abren paso a saqueos y la criminalidad. Guaidó, en vez de pedir un acuerdo con el gobierno para trabajar juntos para la paz y el restablecimiento de la luz, insta a utilizar estos cortes de electricidad para hacer violencia y derrocar al gobierno.

Sintomáticamente en su discurso dado el sábado 30 de marzo Guaidó dijo que cuando vuelva el apagón había que hacer inmediatamente un peo, y este vino a las pocas horas.

Nunca antes en la historia americana se ha dado un PE que llame a tomar el poder con peos y guarimbas.

Nunca antes se ha llegado a ver en el hemisferio a un «presidente encargado» cuyo gobierno no ha sido electo ni llama a elecciones, y que, encima, carece de gobierno o ministros.

Nunca antes se ha visto un presidente que, en vez de buscar trabajar en pro de sus compatriotas, celebra los apagones que cuestan tantas vidas y tantos recursos (y donde la mano oculta que los hace es la misma que anda a su lado) y llama como única forma para llegar al poder una intervención bélica de todos sus vecinos y la mayor potencia del planeta.

-El autor, Isaac Bigio, es politólogo economista e historiador formado en la London School of Economics donde enseñó política venezolana y latinoamericana

*Fuente: AlaiNet
Compartir:

Artículos Relacionados

Deja una respuesta

WordPress Theme built by Shufflehound. piensaChile © Copyright 2021. All rights reserved.