¿Puede en Venezuela repetirse una invasión como la de Panamá?
por Isaac Bigio (Inglaterra)
6 años atrás 9 min lectura
02/04/2019
La invasión estadounidense de Panamá partió el 20 de diciembre de 1989 de sus bases en el centro de este país y contó con unos 26,000 soldados, más del doble de los 12,000 que tenía Panamá. Los EEUU se vanaglorian que lograron sus objetivos solo con 24 uniformados suyos muertos, pero a costa de más de 200 soldados panameños muertos. Según la asociación de familiares desaparecidos de Panamá el número de víctimas civiles bordea las 4,000.
Panamá y Venezuela
Entre ambos países libertados por Bolívar hay grandes diferencias. En la América continental Panamá es uno de los países más chicos (alrededor de 75,000 kms2), mientras que Venezuela está en la liga de los más grandes (unos 915,000 Kms2), al menos 12 veces mayor.
Mientras Panamá es relativamente plana y está partida justo en el medio por un canal interoceánico donde anteriormente los EEUU fueron los propietarios y habían tenido una base militar por donde pudieron haber fácilmente enviado soldados al resto de dicha pequeña república, Venezuela tiene un terreno muy variado que incluye montañas, bosques y llanuras que pueden servir para operaciones guerrilleras, en tanto que nunca han tenido en su seno ni tienen unidades militares estadounidenses.
Venezuela posee una larga tradición militar y su héroe nacional (Simón Bolívar) se proclama como el libertador de 6 repúblicas y como el líder que derrotó al mayor imperio de su época en una guerra en donde los venezolanos sufrieron la mayor cantidad de pérdidas humanas en relación a sus habitantes.
Noriega y Maduro
Hay una gran diferencia entre el dictador militar Noriega y el ex sindicalista Maduro. Noriega había sido uno de los principales agentes de la CIA en la región y había ayudado mucho a ésta a armar a sus paramilitares en las guerras internas centroamericanas. Él nunca llegó al poder por la vía electoral, tenía claros vínculos con el narcotráfico y con el cartel de Medellín, el más importante de su época; no tenía mucha base popular; había invalidado unas elecciones cuando su candidato estaba perdiendo; había sobrevivido varios golpes castrenses; y carecía de importantes aliados externos.
El chavismo, en cambio, lleva dos décadas en el poder, siempre ha sido hostil a la CIA y EEUU, mantiene una indisputable base social, ha evitado la fragmentación de las fuerzas armadas o un golpe reciente, apunta a tener entre uno a dos millones de soldados y milicianos armados, reivindica haber ganado 23 de las 25 elecciones que se han dado durante su mandato y cuenta con un importante grupo de aliados externos.
Maduro llegó a la presidencia venezolana tras haber ganado en 2013 con unos 7,6 millones de votos, y luego fue reelecto en 2018 con 6,2 millones de votos, los que representan un 31% del padrón electoral, una cifra superior con la que fueron electos la mayor parte de los presidentes americanos. Su Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) es el más popular y el que más tiempo seguido haya gobernado en la historia de dicha nación, viene de ganar las elecciones locales y estaduales, y tiene una red de partidos aliados en todo el mundo, incluyendo algunos que están en el poder.
Si bien para Guaidó todas las elecciones en las que ha participado Maduro, a quien tilda de “dictador”, han sido fraudulentas y hay que negarse a participar en cualquier elección donde él esté, hasta los detractores del chavismo no pueden ocultar que ese movimiento sigue siendo el más fuerte y popular de Venezuela.
Noriega nunca fue parte del movimiento obrero o popular, nunca tuvo un partido popular de masas y nunca tuvo una corriente internacional que le admirara o siguiera.
Cuando los EEUU invadieron tenían de su lado a Guillermo Endara, quien había estado ganando las recientes presidenciales panameñas hasta que Noriega las anuló, pero en el caso venezolano su figura central es un joven que cuando se autoproclamó como presidente en una plaza el 23 de enero no era conocido por el 80% de sus compatriotas ni jamás ha competido en unas presidenciales ni ha llegado a su puesto de presidente del parlamento compitiendo con cualquier otro candidato. Guaidó, a su vez, es una persona que no moviliza mucha gente y que viene experimentando desgaste.
Distintos escenarios
La invasión norteamericana a Panamá se dio en un contexto mundial muy favorable pues el muro de Berlín se acababa de demoler y el “bloque socialista” estaba en crisis terminal, por lo cual era imposible que nadie de ellos pudiese salir a defender a esta república centroamericana atacada. Además, entonces todos los 34 países miembros de la Organización de Estados Americanos (OEA) seguían el consenso de Washington y el gobierno supuestamente más “izquierdista” de todos ellos era el de Alan García en Perú, quien entonces había perdido mucha popularidad por la hiperinflación y los abusos a los derechos humanos.
Hoy la coyuntura mundial es muy diferente pues Donald Trump ha conducido a su potencia a un aislamiento. Tiene pugnas con sus dos vecinos (Canadá y México), especialmente con el del sur que es el más poblado y el que tiene un nuevo gobierno izquierdista muy hostil a la construcción de su mega-muro. Además, él se ha distanciado de la Unión Europea al favorecer la salida de ésta del Reino Unido y con una serie de políticas, como las de eliminar el acuerdo nuclear con Irán o reconocer la anexión de Israel sobre toda Jerusalén y el Golán, algo que también golpea especialmente a Turquía, el país más poblado que tiene la OTAN después de EEUU.
Trump no ha logrado doblegar a Corea del Norte y ha fracasado en su última cumbre con Kim. Todo eso mientras ha recrudecido su guerra comercial con China (quien ya ha desplazado a EEUU como la principal economía del mundo) y ha aumentado su rivalidad con la Rusia nuclear de Putin que está en auge y que se siente confiada tras su victoria militar en Siria contra las fuerzas pro-EEUU. India y África vienen mostrando mayor autonomía ante EEUU y al sur de EEUU alrededor de la mitad de las naciones americanas tienen gobiernos críticos a Washington.
En Afganistán, EEUU ahora debe negociar retirarse en favor de los talibanes a quienes quiso destruir hace 18 años con una invasión que ha resultado un fiasco. Hay un desgaste norteamericano frente a las fallidas intervenciones “democratizadoras” en Afganistán, Irak, Libia o Siria, las cuales han conducido a barbaries. Encima, Trump está cuestionado por haber transformado a los sauditas en el tercer ejército con el mayor presupuesto del mundo, mientras que esta tiranía teocrática viene masacrando a decenas de miles de civiles yemeníes y creando el peor epicentro de cólera del planeta.
Trump, por su parte, es el único presidente en la historia norteamericana y mundial en haber llegado a su puesto con casi 3 millones de votos en contra, y viene estando inmerso en una serie de escándalos internos, mientras la oposición demócrata ya domina la cámara de representantes.
Venezuela es la cabeza de la Alternativa Bolivariana de las Américas (ALBA) que une a su país con Cuba, Nicaragua, Bolivia y 6 Antillas anglo-parlantes (10 de los 33 Estados de Latinoamérica y el Caribe), está muy ligado a Cuba que tiene mucha experiencia en resistir a EEUU así como de exitosas operaciones de combate en el África, cuenta con la protección de China (el principal socio comercial de Brasil, Argentina y otras naciones suramericanas), el apoyo de los dos países más poblados del Cercano asiático (Turquía e Irán), una buena relación con la India y Sudáfrica, y también ahora con armas y tropas rusas.
En 1989 la invasión a Panamá no contó con la venia de las Naciones Unidas ni del congreso de EEUU, pero esto es algo que hoy difícilmente pueda darse en Venezuela dadas las dimensiones del país y de las potencias involucradas.
Brasil, si bien es hostil al chavismo, no apoya una intervención militar por sus posibles efectos desestabilizadores en un continente donde ellos tienen la mayoría de su superficie y población. Similar idea tienen la mayor parte de los integrantes del Grupo de Lima y la Unión Europea que apoyan a EEUU, pero rechazan una invasión.
Hoy una posible invasión norteamericana a Venezuela no ha de ser como las que se dieron en los pequeños países de Panamá o Granada y sería la primera hecha en Suramérica, así como también contra una república de muchos habitantes, recursos y territorio (después que las que EEUU hizo contra su vecino mexicano).
Putin ha decidido jugárselas por Venezuela. Tras haber visto como anteriores aliados rusos como Yugoslavia o Libia fueron destrozados y desmembrados por las intervenciones “democratizadoras” de la OTAN, él logró imponer la victoria a su aliado sirio, mientras que anteriormente en su entorno impidió que Moldava, Ucrania y Georgia se unan a la OTAN y ha logrado que en esas 3 ex repúblicas soviéticas hallan hoy territorios independientes ligados a Moscú, aunque no reconocidos por las Naciones Unidas.
Putin se arriesga en Venezuela por su interés en los recursos naturales de esta potencia petrolera y mineralógica y porque quiere asentar sus fuerzas en el continente americano, cercano a su rival histórico.
Tensiones
Por el momento la situación es tensa ya que Washington, ante su incapacidad de producir una invasión, viene alentando un colapso de la economía, de las condiciones de vida y de los servicios de Venezuela mientras organiza un levantamiento que, según su asociado Guaidó, va a ser uno como nunca antes se haya visto en dicha nación.
Maduro trata de evitar pisar el palito, por lo que él no se ha atrevido a tocar a ninguna empresa ni persona de EEUU y tampoco a quien ellos declaran como su “presidente encarado”. Sin embargo, los neoconservadores de Trump andan buscando un pretexto para una causa bélica.
Maduro ha alertado a Washington que ellos han de tener otro Vietnam si entran a Venezuela, pero también sería bueno emplear la analogía de Afganistán, nación en la cual los británicos, los rusos y la OTAN inicialmente pudieron entrar con facilidad, pero luego no han podido salir bien.
Afganistán le costó a Moscú la caída de su régimen, y si ello se da en Venezuela esto generaría una extrema inestabilidad en todas las Américas incluyendo en EEUU.
Todo indica que la crisis de Venezuela va a durar aún más tiempo, y mientras menos eficaz se muestre Guaidó de ser una alternativa de poder más se ha de quemar su figura y la posibilidad de derribar a Maduro, pero debemos esperar un escenario como el que Abrams antes dio para Nicaragua en el cual él armó una “contra” para minar al gobierno.
Por el momento lo que tenemos es una suerte de guerra no abierta en la cual EEUU busca asfixiar a Venezuela y donde Caracas denuncia que se le viene saboteando su servicio eléctrico a fin de provocar saqueos y revueltas.
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