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Profundas cicatrices: cómo los perdigones de un carabinero marcaron la vida de Brandon y su familia

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Lunes 11 febrero de 2019 | Actualizado a las 18:27

 El 18 de diciembre de 2016 marcó la vida de Brandon Hernández Huentecol.

Ese domingo, un carabinero le disparó por la espalda, cuando intentaba defender a su hermano menor que había sido reducido por efectivos policiales en el sector de Curaco, comuna de Collipulli en La Araucanía.

El joven recibió 100 perdigones que quedaron incrustados a la altura de la cadera, causándole lesiones de gravedad, por lo que pasó más de un mes internado en la Clínica Alemana de Temuco.

Hace unas semanas se realizó el juicio oral en contra del sargento segundo de Fuerzas Especiales (FFEE), Christian Rivera Silva, quien fue declarado culpable por el delito de lesiones graves y vejámenes injustos tras haber disparado un cartucho calibre 12 de una escopeta antimotines en contra de Brandon, cuando tenía 17 años.

Por este motivo, se dictaminó una pena en su contra de 3 años y 541 días de libertad vigilada.

Pese al veredicto que condena a Rivera, la familia del joven sigue pidiendo justicia. ¿Los motivos? Brandon mantiene 87 perdigones alojados en su cuerpo que pueden llegar a ser mortales, vio frustrada la carrera de sus sueños, y aseguran que lo ocurrido provocó un quiebre familiar.

En este proceso, Brandon y su familia relataron a BioBioChile sus experiencias, y cómo llegaron a unirse a la causa mapuche, sin haber tenido una relación antes.

De la ciudad al campo

Los padres de Brandon –Ada y Diego- nacieron y se criaron en dos comunidades mapuches de La Araucanía. Sin embargo, fueron trasladados hasta la comuna de San Bernardo, en la región Metropolitana, cuando apenas eran unos niños.

Ambos pertenecían a una iglesia evangélica del sector donde vivían. Allí se conocieron y al poco tiempo después nació Brandon.

Frente al incremento de la delincuencia en la capital, el pastor de la iglesia les propuso a todos los “hermanos” comprar un terreno en Carahue e irse a vivir allá todos juntos. Los padres de Brandon aceptaron inmediatamente.

Ada asegura que para ellos la proposición fue buena, porque en ese entonces estaba embarazada de Isaías, su hijo Brandon tenía cuatro años y su hija Rebeca, dos: “El lugar se estaba volviendo muy peligroso y no queríamos que crecieran en ese ambiente”, comenta.

En 2003 se trasladaron al sur con otras 14 familias. Durante cinco años no tuvieron agua ni luz, de hecho, se alumbraban con velas y un camión municipal les entregaba agua.

“Pasamos frío y hambre porque no había trabajo, sin embargo, éramos felices, los niños jugaban”, indica Ada. Más tarde nació Israel, el menor de los cuatro hermanos.

En un principio el ambiente era muy tranquilo, pero dicen que el panorama fue cambiando, cuando comenzó a aumentar la presencia de Carabineros.

Estrés postraumático

Cuando Brandon recibió el disparo todo cambió, pero no sólo para él, sino que también para sus padres y tres hermanos.

Uno de los principales cambios, es que la familia ahora se siente mapuche. Si antes nunca tuvieron alguna relación con la causa, hoy es su bandera de lucha.

Esto lo explican en el apoyo que les dieron distintos jóvenes y dirigentes mapuches, cuando Brandon estuvo internado grave en la clínica.

Pero además, la familia completa comenzó a crear un resentimiento hacia Carabineros. Ada cuenta que siempre les tuvo respeto, incluso los veía como aquellas personas que velaban por su seguridad y la de todos los habitantes del país, pero ya no.

“Iba de Collipulli a mi casa, pasaba por Tribunales y veía a gente mapuche afuera. Yo decía: Las lamien de nuevo haciendo problemas (…) siempre tuve esa mentalidad de que los carabineros eran los buenos y los mapuches los malos, siendo yo mapuche”, afirma, sin embargo, una vez que ocurrió el incidente todo cambió.
“Para mí Carabineros es una institución tan necesaria para la humanidad y ha hecho tanto daño, principalmente a la gente mapuche”.

Israel, el menor de los hermanos, también generó anticuerpos contra la institución uniformada, pero no sólo por lo que ocurrió a Brandon, sino que por un episodio de represión -que de acuerdo al relato- ocurrió cuando tenía 13 años.

Los primeros días en que su hermano estuvo en la clínica, la familia dejó a Israel en casa, al cuidado de un cercano. Una tarde, mientras veía televisión en el living, un grupo de uniformados entró violentamente a la vivienda, lo amenazaron con una escopeta, le hicieron preguntas respecto a su familia y luego se fueron. Desde momento, asegura que siente miedo y tristeza.

Asimismo, el menor de los hermanos cuenta que el impacto para su familia fue mayor: “Ahora en mi familia todos nos separamos, fue un cambio muy grande para nosotros”.

Israel relata que ya no juegan como hermanos, como lo hacían antes, y que se siente la lejanía entre uno y el otro.

Por otra parte, Brandon comenta que sus hermanos resultaron muy afectados, ya que tuvieron que madurar antes de lo que debían. “No pasaron por esa etapa de niño, de jugar, tuvieron que vivir otros momentos… conocer otras situaciones que ningún niño debería conocer”, asevera.

Desde el punto de vista económico también se han visto afectados. Para estar más cerca de la familia, Diego no pudo seguir un trabajo de hojalatero que desempeñaba en el norte del país y ahora desarrolla distintos oficios en Carahue. Por otra parte, Ada continúa trabajando como manipuladora de alimentos en una escuela de Collipulli.

Los 80 perdigones en el cuerpo

Cuando Brandon recibió los más de 100 perdigones y estuvo más de un mes internado en la Clínica Alemana de Temuco, cuenta que tuvo fiebre, no podía mover las piernas, sentía frío y mucho dolor en su cuerpo.

“Pensé que me podía morir, no aguantaba el dolor pero intentaba calmarme y ser fuerte”, aseguró.

Mientras Brandon estaba hospitalizado, su familia dormía en sillones y comían en el recinto hasta que lo dieron de alta.


Ada Huentecol explica que en diciembre viajaron a Venezuela, para realizar exámenes médicos, los que demostraron que aún existen 87 perdigones alojados en el cuerpo de su hijo.

Asimismo, detalla de uno de estos proyectiles se desplazó hacia un pulmón, lo que le causa molestias y dolor a Brandon. Ella sostiene que el equipo médico les señaló que resulta prácticamente imposible extraer los perdigones, sin afectar a órganos comprometidos.

Las secuelas de Brandon son dificultades para caminar, y otras diversas complicaciones y dolores, que lo acompañarán de por vida.

Sus sueños frustrados

Debido a las secuelas físicas que le quedaron tras el disparo, Brandon no podrá cumplir su sueño de estudiar Ingeniería Mecánica Automotriz. A los 14 años le empezaron a gustar los vehículos: desarmaba motores, arreglaba neumáticos pinchados y su plan era tener su propio taller mecánico.

Sin embargo, todo se vio frustrado. Su práctica debía comenzar el día después que recibió el disparo. Nunca pudo comenzarla y hoy sus lesiones no le permiten cargar peso.

“Yo podía hacer fuerza antes, podía levantar una caja de cambio, la parte delantera del motor, pero ahora no puedo. Por eso tuve que sacar ese sueño que tenía y buscar otro camino no más”, señala.

Por este motivo, Brandon cambió su rumbo. Ahora quiere estudiar Administración y tener un negocio, ya que no puede hacer mucha actividad física.

“Siento mucha pena porque no es lo que realmente quería, es muy lamentable no ser lo que uno quiere. Ojalá no le pase a nadie lo que me pasó a mí, porque lo deja estancado a uno, no puede cumplir sus metas”, indica.

Brandon antes salía a cazar conejos, a pescar, podía subir árboles, recuerdan sus familiares, pero ahora se ve imposibilitado, ya que debe cuidarse mucho más.

Exigir justicia

La familia de Brandon dice que no descansará hasta que se haga justicia. Es por eso que el abogado representante presentó un recurso de nulidad ante la Corte de Apelaciones de Temuco para que se realice un nuevo juicio y se condene al sargento Rivera por el delito de homicidio frustrado, principalmente por el uso de una arma de fuego letal.

Ada Huentecol se mostró esperanzada en recibir justicia, sin embargo, asegura que la sentencia fue como rematar el daño que les hicieron. “Los jueces racistas y clasistas no hacen nada para condenar a estos asesinos”, indica.

Pese a ello, la madre señala que no se van a quedar de manos cruzadas y van a acudir a otras instancias para exigir justicia, incluso apelar a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, si es que fuera necesario.

“Tarde o temprano este carabinero va a tener que pagar el daño que le hizo a mi hijo”, afirma.

Cambio de apellido

Brandon se siente muy agradecido por el apoyo que ha recibido, pero más aún por la valentía de su madre. Para él es su orgullo, la considera luchadora, una persona que nunca ha bajado los brazos.

Es por este motivo que Brandon quiere comenzar a hacer los trámites para invertir el orden de sus apellidos y pasar a ser Huentecol Hernández.

“En un principio no tenía idea lo que significaba mi apellido, después un lonco me dijo que era un guerrero espiritual; por eso quiero cambiarlo para que no se borre con el tiempo”, asevera.

Y agrega: “Quiero que sepan lo que pasó, que se preserve el apellido como lucha y se vaya pasando a las generaciones”.

Pese a todo lo que han vivido en estos años, Brandon se siente tranquilo y espera que acabe pronto su pesadilla para continuar con su vida. “Si pasara de nuevo lo volvería a hacer, siempre voy a defender a los míos, a mi familia nunca los voy a dejar solos”, asegura.

Esta nota se hizo con información y fotografías recopiladas por el periodista de Radio Bío Bío, Carlos Agurto.

*Fuente: Radio BioBio

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El día en que un disparo de un carabinero cambió el futuro de Brandon Hernández

Publicado por: Carina Almarza-RBB- martes 31 enero de 2017 |Actualizado a las 19:35

Brandon Hernández Huentecol aún tiene perdigones alojados en su cuerpo que amenazan con obstruirle los intestinos, esto luego que un carabinero le disparara por la espalda durante un confuso procedimiento ocurrido el pasado 18 de diciembre en una comunidad mapuche en Curaco, región de La Araucanía. Aún permanece internado en la Clínica Alemana de Temuco, y aunque volvió a caminar, lo hace con mucha dificultad.

Desde pequeño que le gustaban los camiones y autos. Según consigna The Clinic, a los 13 años Brandon recibió como regalo de su padre, Diego Hernández, un Chevette beige. Si bien lo había comprado hace un tiempo, prácticamente no lo utilizaba. Era el joven mapuche quien constantemente abría su capot para revisarlo, aprender de su piezas, cambiarlas, armarlas y desarmarlas. Lo conocía al revés y al derecho, y además lo utilizaba para dar vueltas en el campo.

Su pasión por los vehículos no pasó desapercibida en el colegio. Pese a que muchos alumnos se mostraban interesados en la mecánica, “Brandon fue el único que siguió firme. Era lo que le apasionada”, relató al medio online su profesora de Lenguaje.

Mientras cursaba la enseñanza media, específicamente tercero en el liceo Industrial de Angol, optó por la especialidad de mecánica automotriz, convirtiéndose en uno de los alumnos más destacados de su generación. Fue este mismo entusiasmo que lo llevó a pensar en estudiar ingeniería en mecánica automotríz en la universidad.

Pese a que participaba los domingos en la Iglesia, lugar donde solía tocar la batería, el 18 de diciembre decidió faltar. El Chevette había presentado algunas fallas, por lo que decidió quedarse ese día en casa terminando algunos arreglos del motor.

Al día siguiente comenzaría su práctica profesional en un taller mecánico de Collipulli, tenía sus zapatos de seguridad y su overol listos, pero esa jornada nunca llegó. Sus implementos siguen guardados.

Me lanzaron al piso y sentí el disparo

El 18 de diciembre Isaías, hermano pequeño de Brandon, salió a andar en bicicleta por la comunidad rural en la cual viven como de costumbre. A 20 metros de su casa, cuando circulaba por la ruta 49, se encontró con un procedimiento policial.

De acuerdo a lo indicado por Sergio Licán a The Clinic, quien fue detenido por un procedimiento en el sector, “de pronto apareció en su bicicleta por el camino. Un carabinero cruza la calle y lo bota, la bicicleta salta lejos”.

De inmediato Isaías comenzó a llamar a su hermano, quien se encontraba en la casa reparando su auto. Éste al sentir los gritos corrió a auxiliar al pequeño de 13 años. Según consignó al medio, “lo tenían en el suelo, apuntándolo. Empujé a un carabinero para ayudarlo y me pega con la escopeta en la espalda”.

Brandon relata que un uniformado le dijo que se tirara al suelo, o sino le dispararía. En medio de esta escena se metió el abuelo de los menores, Guillermo Hernández, quien le aseguró a Carabineros que conocía a los muchachos, indicándoles además que ellos no estaban metidos en algo malo.

De inmediato el abuelo fue en busca del padre de los adolescentes. Antes de llegar a su casa fue cuando sintió un disparo.

Según había relatado el joven mapuche de 17 años a Radio Bío Bío, tras ser reducido por uniformados, “me tiraron al suelo, me pusieron los pies sobre la espalda y sentí el balazo”, asegurando que fue intencional.

Brandon Hernández Huentecol recibió 100 perdigones que quedaron incrustados en su espalda, a la altura de la cadera, resultando con lesiones de gravedad a causa del disparo de un cartucho calibre 12 de una escopeta antimotines.

Durante la investigación, Isaías declaró que “no hubo ningún forcejeo. Estaba tranquilo, quieto, con las manos atrás, y el paco le disparó”. Tras lo ocurrido, sólo atinó a sacarse su polerón para contener la hemorragia en el cuerpo de su hermano mayor.

Diego Hernández cuando llegó al lugar encaró a los carabineros para saber quién le había disparado a su hijo. Si bien asegura que intentó recoger el cartucho implicado en el hecho, funcionarios policiales se lo habrían impedido, escondiendo además a quien percutó el arma.

“Se pasaban la pelota unos a otros”, relató.

Producto del ruido del disparo, los habitantes del sector salieron alarmados, entre ellos el pastor de la iglesia evangélica de la Villas Las Águilas donde vive la familia, William Sandoval, quien rápidamente intentó calmar la situación. Se acercó a reprochar al mayor Patricio Vergara, jefe del operativo, y quien mantenía una estrecha relación con la comunidad y con los mismos padres del joven herido, sin embargo éste no respondió nada y sólo movió la cabeza.

El recuerdo del rostro del carabinero

Brandon no ha podido borrar de su mente aquel domingo. Aún recuerda el rostro de quien le disparó por la espalda: “Tenía la cara rara, como quemada, con cicatrices de acné”, dice.

Se trata del sargento segundo Cristian Rivera de la Prefectura de Fuerzas Especiales de Pailahueque a quien el fiscal a cargo del caso, Carlos Bustos, lo formalizó por cuasidelito de lesiones graves.

No contentos con la medida de la Fiscalía, la familia junto a Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH) interpusieron una querella por homicidio frustrado.

El que más de 100 perdigones quedan incrustrados en el cuerpo del joven hacen catalogar el hecho como homicidio frustrado, indicó Branislav Marelic, director nacional del INDH.

Aquella fatídica jornada Brandon Hernández fue trasladado en un furgón de Carabineros, debido a que no llegó una ambulancia, al hospital de Angol, centro asistencial donde se le realizó una cirugía de emergencia para contener la hemorragia.

De acuerdo a lo sostenido por The Clinic, un informe elaborado por el Departamento de Derechos Humanos del Colegio Médico indica que le habrían realizado suturas al menos de 20 perforaciones en el tubo digestivo producto del disparo, intervenciones que permitieron salvarle la vida.

Producto de su condición de gravedad, horas más tarde fue derivado a la Clínica Alemana de Temuco, lugar en el cual ha sido sometido a más de 10 intervenciones quirúrgicas y donde permanece hasta el día de hoy.

Tras lo ocurrido, el jefe de la Novena Zona de Carabineros, Christian Franzani, tildó el hecho como un “accidente”.

Brandon se recupera lentamente, aunque aún no está en condiciones de poder vestir su overol y colocarse sus zapatos de seguridad para iniciar su práctica, o bien, terminar de reparar su vehículo, el atesorado regalo que le dio su papá.

Fuente: Radio BioBio

Christian Rivera Silva, el pako criminal que intentó asesinar a Brandon Huentecol

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Condenan a Cristian Rivera Silva por «lesiones graves» contra Brandon Hernández

El Tribunal Penal de Angol condenó este viernes 18 de enero al Sargento segundo de Carabineros, Cristián Rivera Silva, por el delito de lesiones graves cometidas contra el joven mapuche Brandon Hernández Huentecol.

Sin embargo, fue absuelto por el delito de apremios ilegítimos, en vez de eso, lo declararon culpable de vejámenes injustos.

El uniformado es acusado de disparar por la espalda al Hernández Huentecol, el pasado 8 de diciembre de 2016, ocasionándole una fractura de cadera, por los más de 100 perdigones que descargó contra la víctima.

El tribunal determinó que la lectura de sentencia de Rivera Silva se realizará el próximo jueves 24 de enero, a las 19:00 horas.

El sargento segundo de Fuerzas Especiales disparó un cartucho calibre 12 de una escopeta antimotines al en ese entonces adolescente de 17 años en la comuna de Collipulli.

La madre del joven, Ada Huentecol, aseguró que en diciembre pasado viajaron a Venezuela para realizarle exámenes médicos a su hijo, los que revelaron que aún tiene 87 perdigones en su cuerpo.

https://www.sureña.cl/2019/01/condenan-cristian-rivera-silva-por.html

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Brandon Hernández Huentecol: “Los terroristas no son mapuches, sino los carabineros”


El ex sargento segundo de Carabineros, Cristián Rivera, fue condenado a una pena remitida por el delito de lesiones graves, por lo que no será encarcelado tras haberle disparado al menor Brandon Hernández Huentecol. En conversación con nuestro medio, Brandon y su familia manifestaron su descontento.

«Me trataron de matar, a quemarropa y estando en el suelo», manifestó el joven mapuche.

*Material enviado a piensaChile por Futatrawun

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