«Pequeñas Humillaciones»
por Olga Larrrazabal (Chile)
8 años atrás 7 min lectura
Mayo, 2018
Nuestro estimado Ministro de Educación, se mandó otra de las frases que lo están llevando a la celebridad. Calificó de “pequeñas humillaciones” algunas manifestaciones de falta de respeto y desatino de profesores para con las alumnas, a las que humillaban verbalmente en las salas de clase y en los exámenes haciendo alusión a sus escotes y a sus mamas, o como decía un profesor de la Escuela de Medicina, al ver a una jovencita retirarse molesta por sus observaciones groseras, mientras explicaba ciertas formas de Anatomía, diciendo “Paquete vásculo nervioso” mientras la chica daba la espalda al salir de la sala.
Parece ser que la humillación femenina era o es un deporte muy extendido entre los profesores universitarios de la vieja escuela. Y también de la nueva escuela y sus descendientes no han mejorado nada, ni siquiera el Ministro de Educación.
En mis tiempos universitarios, éramos 10 mujeres y 90 hombres en la Facultad de Economía de la Católica, había que tener bastante prestancia para entrar. Teníamos un compañero, hermano del actual Ministro de Hacienda, o con los mismos apellidos, que se especializaba en humillar a una chica, bastante tímida que venía de Ingeniería.
En ese tiempo se usaban unos moños como tortas en la cabeza, y el, cada vez que la veía le revolvía el moño con la mano, diciendo : “ Hola Silvia Díaz”. La pobre no atinaba a defenderse y se dejaba martirizar por este personaje.
Un día el compadre llegó con un abrigo Loden austriaco y un sombrerito con una pluma. Dejó a mi lado el sombrero y partió directo donde la Silvia a realizar su ritual de humillación. Cuando estaba a punto de revolverle el moño, no me pude aguantar y agarré el sombrero y le grité: Mira Larraín lo que hago con tu sombrerito, Y me deje caer sentada sobre él y se lo hice pebre.
El tipo gritaba: Mi sombrero no, por favor.
Santo remedio. Pobre chico, murió de cáncer a los 21 años y cuando me encontré con él flaco y de mal color, me contó que estaba enfermo y creo que pidió perdón por todas las estupideces que hizo, que fueron varias.
El grave problema es que en este momento las mujeres están revelando, no solo las pequeñas humillaciones recibidas sino las grandes. Y están indignadas por todas ellas. Y tenemos razón para estar indignadas porque muchos hombres ejercitan en secreto pequeñas y grandes humillaciones diarias.
El amigo de tu marido que te atraca detrás de una puerta para besarte, sin que tú le hayas dado ninguna señal para hacerlo. El viejo que te corre pierna en una comida de gala. El tipo que te corre mano en el cine. El invitado que se aprovecha de agarrarte las pechugas a espaldas de tu marido.
Y ahí subimos de tono. El jefe que te da trabajo a cambio de sexo, cosa muy común, incluso con las mujeres profesionales.
A mi un jefecito trató de echarme del comedor de la Gerencia, donde yo estaba por mi cargo de sub Gerente de una gran Empresa ( no había Gerente porque supongo que para una mujer el Sub ya era mucho) por no aceptar sus avances en materia “romántica.” Por suerte el resto de los Gerentes y el dueño, que lo conocían, le pararon el carro y me evitaron la humillación.
Y subiendo más el tono, el tipo que te convida a un paseo, que es un sujeto altamente estimado socialmente y de repente te besa, pero no solo eso, sino que te viola.
Y todo esto sucede en el silencio de la vergüenza.
¿Qué demonios pasa? ¿ Cómo es posible que la humanidad masculina trate así a la femenina?
Nos quejamos de los curas abusadores del poder. Pero ojo, son machos célibes descalibrados antes que curas, pero igualmente machos.
¿Y que pasa con el resto de los machos humanos? ¿No son capaces tampoco de establecer relaciones respetuosas?
El colmo es la violación, ya que echa a andar un mecanismo biológico que la mujer no controla y contra su voluntad y deseo, queda embarazada. La mujer en ese sentido es muy frágil porque le pueden echar a andar un mecanismo que heredó y que ella no controla, contra su voluntad.
Entonces aparecen los objetores de conciencia, que no realizan abortos, sin pensar en la vida de la que va a ser madre contra su voluntad. Objetores que seguramente poseen armas para dispararle a cualquier tipo que se les meta en su casa. Objetores de abortos, pero no de la guerra ni de la violación.
Las mujeres estamos cansadas de limpiar el WC de los hombres, de hacerles buenas comidas, de criarles sus hijos y que los tipos crean que una hace esas cosas por instinto, y no por razonamiento. Lavar platos, no es instintivo.
Estamos cansadas de su ego infantil, que juega a la guerra sin importarle un bledo quién muera. Que juega a la tecnología sin importarle un carajo si nuestros hijos van a tener empleo el día de mañana
Que juegan a la economía en un escritorio sin importarles a quién van a aplastar con la próxima decisión.
Porque la lucha no es solo por el aspecto sexual, sino por nuestra descendencia, esa que ellos activaron en nosotras. Y una vez que somos madres, nosotros velamos por nuestros hijos, no por el macho que echó a andar el sistema, a menos que haya sido muy respetuoso de nuestra identidad.
Cuando éramos pocos, sobrevivimos porque formamos equipo con los hombres, y ellos sabían que fabricábamos niños que eran necesarios para la continuidad del pequeño grupo. Y si las mujeres morían, se acababa la vida nueva. Y muchas morían en el parto, de modo que había que cuidarlas.
Pero desde que la revolución de la Agricultura permitió la supervivencia de millones de mujeres, dejamos de ser individualmente una pieza necesaria en el engranaje, porque los hombres podían tener fácilmente nuevas parejas y sexo comprado.
Uno ve como los viudos al poco tiempo de enviudar encuentran nuevas parejas, y siguen de lo más bien porque hay mujeres más jóvenes disponibles.
Hubo en Europa una Cultura Neolítica, que iba desde Iberia hasta los Balcanes, donde todavía la mujer era considerada. Construyeron ciudades y monumentos de piedra, tenían diosas de la Fertilidad y de la Naturaleza y dejaron una estela de pequeñas estatuitas con forma de mujer.
Esta cultura duró como 2000 años, hasta que desde las estepas euroasiáticas que parten de Hungría al Este y llegan a la China, comenzaron a llegar invasiones de hombres montados a caballo que glorificaban la guerra y el saqueo, y la destruyeron, no solo físicamente, sino también culturalmente.
La religión se llenó de Dioses masculinos y las diosas se fueron a la cocina, a barrer la casa y a prestar servicios sexuales generalmente gratis. Las que cobraban eran mal consideradas, y su nombre pasó a ser un insulto de grueso calibre.
Estas invasiones, producidas por estos pueblos que tenían rebaños, construyeron las ideologías religiosas y sociales de la Europa actual, que son las que se han extendido por el mundo y que todos consideramos que son “naturales”.
Porque esta primacía masculina sobre lo femenino, es pura ideología, y es parte de una ideología de poder y dominación que justifica la explotación del hombre por el hombre, justifica la trata de personas, justifica las terribles faltas de respeto que suelen tener los hombres con las mujeres, que va desde la descalificación hasta el asesinato.
Penetrar en la intimidad del cuerpo de una mujer sin su permiso explícito y echar a andar el mecanismo biológico de la fabricación de criaturas, y no asumir la parte que les corresponde para subsanar lo que es un problema para esta mujer y para la posible criatura, cuando todavía es arreglable el entuerto, es una crueldad sin nombre.
Así en vez de ser reverenciada la mujer por ser productora de niños, pasa a ser vista como una máquina reproductora automática, que está obligada a cargar de por vida con seres que ella no pidió traer al mundo.
Y los hombres ven a otros hombres como seres a los que con dinero o sin dinero, les sacan el jugo en el trabajo y en todo lo que puedan.
Así toda esta ideología de falta de respeto por la dignidad de los otros no es una pequeña humillación, es una gran humillación en la que estamos metidos hasta el cuello.
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