La desconocida historia de las primeras plantas desaladoras solares del mundo en el desierto de Atacama
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8 años atrás 15 min lectura
La primera planta solar para desalación de agua del mundo fue construida en 1872 en el desierto de Atacama. Fue en la oficina salitrera de Las Salinas y entre esa fecha y 1907 fueron construidas otras dos plantas solares en la Oficina Domeyko y Sierra Gorda. Fabricadas por ingenieros británicos, era capaz de producir cinco mil galones de agua desalada por día. La historia está siendo trabajada por Nelson Arellano, quien tras formarse en Trabajo Social, se interesó por la historia de las ciencias y la tecnología al realizar su Máster en Social Research for Environment en la Universidad Pablo de Olavide y después un Doctorado en Sustentabilidad en la Universidad Politécnica de Catalunya (Barcelona TECH). Hoy es investigador de la Universidad Arturo Prat.
Nelson confiesa que la reacción usual es sorpresa, anécdota y olvido. Se asombra que pese a la importancia de estas historias, sigan siendo tan desconocidas.
¿Cómo te enteraste de esta historia?
– Hacia 2003 en un taller de carpintería de Valparaíso el ingeniero Luis Valenzuela Godoy, que estudió en la Universidad Santa María en los años sesenta, me mostró un ejemplar de la revista Scientia de 1961 con una fotografía de la industria desaladora solar. Pero no fue sino hasta el año 2009 que tuve antecedentes suficientes para afirmar que la historia de la desaladora solar de Las Salinas no había sido escrita aún y la investigación que comencé a hacer me permitió conocer que hubo al menos dos industrias desaladoras más, una en Sierra Gorda y otra en la oficina salitrera Domeyko, todas en el desierto de Atacama.
Es una investigación en proceso…
– Sí. Creo que el rescate sigue en proceso pues todavía hay muchos datos que no se conocen. Por ejemplo, el cuándo o el por qué causas se cerró cada una de esas industrias; también está abierta la pregunta de si hubo al menos otra industria más, que podría haberse situado en la costa según un par de testimonios que no son precisos. Aunque no hay prueba de ello por ahora no se debe descatar.
¿Cómo se conservó la memoria de estas tecnologías?
– La memoria acerca estas industrias desaladoras solares se conservó en medios de comunicación de ingeniería en Reino Unido y Estados Unidos, aunque también hubo una publicación en España, todo esto en el siglo XIX. Luego, en la década de 1950, la investigadora Maria Telkes, del MIT, le comunicó de esta antigua noticia al profesor de la Universidad Santa María Julio Hirschmann Recht. Por otra parte, mas recientemente, el investigador y coleccionista Patricio Espejo Leupin encontró antecedentes que permitieron demostrar la existencia de las industrias en Sierra Gorda y Oficina Domeyko. A través de varios años y por la persistencia de continuar indagando documentos y testimonios, en la investigación que realicé se enlazaron esos antecedentes dispersos.
¿Y cómo te explicas hasta ahora el olvido?
– No es de extrañar que esta sofisticada tecnología implementada en el siglo XIX en el desierto de Atacama quedase en el olvido. La capacidad de la inventiva humana es enorme y ha ocurrido en muchas ocasiones el descarte de artefactos: la rueda fue inventada tres veces por la humanidad, el engranaje se creyó que era un invento del siglo XII hasta que en 1900 se descubrió que ya 200 años antes de la era cristiana ya existía. Respecto de Las Salinas es interesante que durante 80 años se mantuvo una confusión que hizo creer que había sido fotografiada, pero hemos aclarado que la imagen fue capturada en Oficina Domeyko, 35 años después de la construcción de Las Salinas.
De hecho, de Las Salinas no se sabía mucho…
– El olvido de Las Salinas habla, probablemente, de la hegemonía de las tecnologías de los hidrocarburos, entre otros muchos factores sociales y culturales que relegan a las tecnologías de la energía solar a la zona de lo anecdótico en el imaginario colectivo.
¿Cómo funcionaban estas plantas?
– En Las Salinas había un pozo del que se bombeaba el agua gracias a un molino de viento que suministraba el agua salina (que no era del mar). Esta se almacenaba en un estanque de gran volumen. Por efecto de gravedad desde el estanque de distribuía el agua a través de tuberías de hierro o plomo. Estas cañerías repartían el agua en distintos cajones pintados de negro, poco profundos. Estos hacían que el agua se evaporara y se condensara en vidrios que estaban colocados como techos de estos cajones.
El vapor del agua se condensaba en la superficie interior del vidrio, que se mantenía frío. Este detalles es importante porque en el desierto de Atacama se puede lograr un muy buen rendimiento sin gran intervención gracias al viento constante que existe allí, lo que es diferente en otros paisajes desérticos del mundo, donde los vientos que corren tienen temperaturas elevadas. Esto provoca condensaciones más lentas. En Chile la condensación era buena. Escurría el agua y se recogía en una nueva canaleta que lo acumulaba en otro estanque que estaba en el lado opuesto del primero. Todo funcionaba con gravedad. El estanque de almacenamiento del agua destilada estaba enterrado. Esto hacía que no se evaporara. Ese es el proceso que conocemos hasta ahora. Hay que considerar que el agua necesitaba ser mineralizada en dosis pequeña posteriormente, porque el agua destilada al no tener minerales daña el organismo.
Durante décadas esta historia ha sido desconocida ¿en qué fuentes quedó archivada y quienes la mantuvieron en su memoria?
Es posible afirmar que Las Salinas fue vista por miles de testigos: se situaba justo junto al camino y la línea del ferrocarril que unía Antofagasta con Calama y, más allá, el mineral de Huanchaca. Resulta curioso que hasta ahora se haya encontrado apenas un puñado de testimonios: un ingeniero británico en 1883 hizo la descripción más detallada. En 1884 su inventor, Charles Wilson, añadió unos pocos pero muy relevantes datos. Por ahora el único testimonio conocido que haya sido emitido en Chile fue el del ingeniero Alejandro Bertrand a través de un informe encargado por el ministro del interior de la época, José Manuel Balmaceda. Las otras industrias tuvieron todavía menos testimonios, aunque podría haber archivos sin explorar donde otros testigos hayan dejado registro. La mayor parte de las fuentes proviene de la ingeniería y, la que más dejó información fue la ingeniería británica.
¿Por qué se construyeron esas plantas desalinizadoras?
– Estas desaladoras se justificaban porque en el desierto existe agua disponible en acuíferos subterráneos y mediante pozos se extraía a la superficie. Pero para la década de 1880 ya se sabía que la mineralización del agua era muy alta. Varias décadas más tarde se relacionó esta salinidad con la presencia de arsénico en el agua y la enfermedad del mal de calichero o mal de Pisagua, que parece haber sido arcenosis crónica. Sin embargo, el mayor problema para la industria minera y del salitre era la rápida corrosión de las máquinas que utilizaban agua en sus procesos. La alternativa para evitar ese problema era desalar el agua a través de maquinas condensadoras o destiladoras conocidas entonces como resacadoras. Entonces Charles Wilson diseñó y construyó un sistema de desalación con energía solar que funcionaba extrayendo agua de un pozo de unos 40 metros de profundidad gracias a un molino de viento, conduciendo esta agua salina hasta un estanque desde el cual se distribuía a cajones con un fondo pintado de negro y una superficie de vidrio en donde se condensaba el vapor de agua gracias a que el viento del desierto de Atacama es constante y frío. El cálculo del ingeniero Josiah Harding en 1883 menciona un equivalente de 18 mil litros de agua destilada por día en el verano.
Las Salinas pudo abastecer a quienes transitaban por la ruta que conectaba el mineral de plata de Caracoles y las oficinas salitreras con Antofagasta.
Las Salinas duró por lo menos 11 años.
– Gracias a la carta de Charles Wilson que se publicó en New York en 1884, cuando él vivía en Iquique, sabemos que la industria de Las Salinas aún funcionaba, pero no cuándo dejó de funcionar.
¿Cómo llegó esa tecnología a Chile?
– Fue a través de Charles Wilson que nació en Estocolmo y vivió en New York antes de llegar al norte. No se debe olvidar que para 1872 el territorio era parte de la República de Bolivia. Se puede entender como una innovación producto de la circulación de ingenieros anglosajones, siempre en masculino porque no hay ningún antecedente de mujeres en la ingeniería de esa época. New York fue un lugar donde la investigación en aplicaciones de la energía solar fue muy importante.
¿Podrías contarnos un poco de la trayectoria del ingeniero Josiah Harding?
– Josiah Harding fue un ingeniero británico que siguió una trayectoria bastante usual para el siglo XIX. Nacido en Nueva Zelandia llegó a ser Miembro de la Institution of Civil Engineers (ICE) gracias a su formación en Inglaterra, pero en virtud de haber demostrado trabajos por su propia cuenta en Chile. Es notorio que tenía interés en los negocios y las inversiones y, es posible suponer, que quiso divulgar la existencia del ingenio de Charles Wilson porque el podría haberse ofrecido como asesor o consultor para potenciales clientes. Pero, para la existencia de la desaladora de Las Salinas su única participación fue haber presentado un articulo a la ICE y haber conseguido la publicación de un resumen de este artículo en Londres y New York.
Tuvo múltiples inversiones: inmobiliarias, como el Portal Harding en Antofagasta, un Fundo en el sur, importación de alimentos desde Nueva Zelanda a Chile, además de su trabajo como ingeniero donde tuvo éxitos relevantes como la construcción del puente Conchi, el segundo más alto del mundo en su época y fracasos de embergadura, como la electrificación de Valparaíso o su diseño de trazado para el ferrocarril Arica-La Paz, que fueron propuestas descartadas.
Harding, según se sabe hasta ahora, nunca invirtió ni trabajó con aplicaciones de energía solar. Sin embargo, su testimonio es fundamental.
¿Qué relación hubo entre el desarrollo de la ingeniería y la expansión del Imperio Británico?
– Esto es un aspecto que necesita ser estudiado con mayor profundidad. Lo que por ahora se conoce es lo que el historiador Daniel Headrick ha propuesto como las herramientas del Imperio. En el siglo XIX los ingenieros de los países de lo que hoy podemos llamar norte global se desplegaron por el mundo impulsando un cambio de varios órdenes de magnitud, acelerando la velocidad de tránsito de las mercancías a transar en los mercados del mundo y, especialmente, en las metrópolis occidentales. Visto así, las experiencias de la desalación solar del agua se puede entender como la experimentación en un lugar especial como era el desierto de Atacama, lo que le convierte en una especie de gigantesco laboratorio al aire libre.
¿Entre qué otras tecnologías de desalación emerge el uso de energia solar?
– El uso de la energía solar para propósitos de depuración de agua varía según la escala de producción que se quiera obtener. Uno de los inventos de mayor impacto tal vez sea el destilador solar portátil para balsas salvavidas que ideó Maria Telkes para la Armada de EEUU en la segunda guerra mundial y que ha seguido siendo perfeccionado, pero cuyo concepto se mantiene. Actualmente existe abundante investigación aplicada que intenta combinar la producción fotovoltaica con otras fuentes de energía. Pero de todas maneras no se debe olvidar que la energía solar permite el uso de una amplia variedad de artefactos y no sólo para la desalación de agua.
¿En Chile hubo ingenieros que aprendieran sobre esta tecnología?
– Si. Pero en épocas diferentes. Hacia mediados del siglo XX hubo académicos con interés en la energía solar en la Universidad Santa María, la sede de Antofagasta de la Universidad de Chile y en la sede de Santiago de la Universidad de Chile. Sin dudas, en Valparaíso fue donde se desarrolló el programa de investigación más importante y de más largo plazo, acogiéndose allí el Archivo Nacional Solarimétrico.
¿Pero en la época quienes estudiaban ingeniería se enteraron?
– Hasta ahora no hay antecedentes que demuestren que en el siglo XIX se haya divulgado en Chile el estudio de la radiación solar o calor solar para la destilación de aguas salinas. No obstante, el tiempo transcurrido entre la construcción de Las Salinas (1872) y Oficina Domeyko (1907) hace plausible pensar que hubo algún nivel de transferencia de información o conocimiento, pero ello no permite reconocer si el conocimiento tuvo algún arraigo a nivel local.
Es posible especular con varias dimensiones sociales y culturales que podrían colaborar a proponer hipótesis, pero esto resulta prematuro por la escasez de antecedentes en la que nos encontramos. No obstante, si es posible constatar algo: dada la existencia de patentes de invención del siglo XIX de máquinas o artefactos que proponían utilizar energía solar es posible observar que en Chile, así como en otros lugares del mundo, existía interés por la investigación y desarrollo para la innovación, fundamentalmente, en la industria.
¿Por qué las máquinas de vapor y el carbón acabaron hegemonizando la producción de energía ya a fines del siglo XIX?
– Esta es una muy interesante pregunta de investigación que han explorado investigadores en la economía, antropología, historia y muchas otras disciplinas. Una respuesta es la que entrega Gregory Unruh, quien revisa interdisciplinariamente y logra establecer que en torno a los artefactos se constituye un Complejo Tecno-institucional: el objeto ya no es solo en si mismo, sino que hay otros artefactos con los que se enlaza y, además, la cultura en la que se utiliza genera reglas para su uso. Al final de este camino se produce la inercia social del uso tecnológico: aparentemente es más costoso y difícil reemplazar el objeto que vivir sus consecuencias.
En otro nivel de análisis podemos considerar el problema de la ideología del modo de vida, donde la naturalización de la vida cotidiana hace que parezca imposible dejar las herramientas que utilizamos todos los días. Andreas Mulm, por ejemplo, ha desvelado cómo en la Inglaterra del siglo XIX se fue sustituyendo la producción de energía hídrica por la generación a carbón. Este tipo de estudios podrían llegar a entregarnos claves importantes para comprender la trayectoria de la selección de tecnologías que nos han traído hasta la situación actual.
Justamente utilizas la idea de selección tecnológica y descarte artefactual ¿cómo se expresan dichos conceptos en el caso que analizas?
– Un historiador de tecnología, George Basalla, propuso en la década de 1980 una manera de entender la evolución de la tecnología en la que puede haber mucho caos y donde no se requiere linealidad, o sea, que los objetos o artefactos pueden existir sin que haya, digamos, abuelos, padres y nietos. Los objetos pueden ser inventados y luego descartados y luego reaparecer, en la misma cultura o en culturas diferentes, al mismo tiempo o en tiempos diferentes. Esto es muy interesante y resulta pertinente a la desalación industrial con energía solar: desde la década de 1950 hasta 2015 se creyó que la única industria desaladora solar era Las Salinas. Pero la investigación reveló que hubo dos más. Sin embargo, todas fueron prácticamente olvidadas a no ser en algunos círculos de ingeniería y algunos historiadores. Hasta aquí solo había descarte de los artefactos y cabe la pregunta ¿Por qué si Charles Wilson calculó que en 11 años la desalación solar había evitado el consumo de 16 mil toneladas de carbón este invento útil quedó en desuso y luego en el olvido?
También mencionas la idea de ‘durabilidad intermitente de los objetos’ ¿cómo se expresa eso desde una perspectiva histórica?
– Esta es la continuidad del descarte. Es la parte más caótica de la evolución de la te- cnología pues algunos de los inventos reaparecen, ya decíamos, a veces en una cultura diferente y, a veces además, en un tiempo distinto. Como en la década de 1950 Maria Telkes difundió la existencia de Las Salinas en el siglo XIX, en la década de 1960 se construyeron desaladoras solares en muchos lugares del mundo: Estados Unidos, la Unión Soviética, Australia, México, España, y la más grande del mundo hasta ahora, en Grecia. Un informe de Estados Unidos sepultó esta segunda existencia aduciendo razones de relación costo/beneficio. Hoy en día se ha vuelto a la investigación del uso de la energía solar para la desalación de agua mientras que las Naciones Unidas recomienda el uso de la Osmosis Inversa sólo como medida excepcional y para emergencias por la alta demanda energética que exigen sus procesos.
¿Podrías ampliarnos la idea de Basalla respecto de las alternativas viables a las innovaciones tecnológicas ganadoras?
– Este es un desafío de Basalla para los historiadores e historiadoras de la tecnología. Se trata de buscar en las memorias perdidas, en las situaciones anómalas, detenerse en lo que nos dice otro historiador de la tecnología, David Edgerton, cuando enuncia que no siempre la tecnología escogida es la más económica.
¿Cómo así?
– Esto nos permite repensar muchas cosas, entre otras -con lo que nos interpela la economía ecológica- cuál es la huella ecológica que dejamos en nuestro proceso de apropiación de la producción de los servicios ecosistemicos. En otras palabras, como la cultura del consumo ha sustituido «rapidez» con «eficiencia» muchas veces creemos que lo mas rápido es mejor, en circunstancias que esa velocidad se obtiene por un enorme sobreconsumo de energía y materia.
¿Qué crees importante rescatar hoy?
– Creo que el llamado es a prestar atención a los objetos que utilizamos, a conocer su historia y, en todo momento, buscar o imaginar una alternativa que permita resolver el problema o satisfacer una necesidad disminuyendo los impactos sociales y ambientales que se pudieran generar. Esto es la historia de la desalación solar en el desierto de Atacama: mientras en el siglo XIX se utilizó energía solar para obtener agua de mejor calidad hoy en día, en el siglo XXI, la solución rápida y abundante es convertir carbón en electricidad para purificar el agua. Por cierto, no hay soluciones fáciles y en todos los casos hay factores a favor y en contra. La decisión, al final, es de orden social y cutural.
Mauricio Becerra Rebolledo
@kalidoscop
*Fuente: El Ciudadano
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