El movimiento estudiantil y la violencia radical
por J.C. Cartagena (Francia)
9 años atrás 5 min lectura
Un hecho inédito fue protagonizado por los encapuchados que desde hace un tiempo aprovecha las manifestaciones estudiantiles al desatar violencia que luego es rápida y interesadamente utilizada por los medios del sistema (El Mercurio -Copesa, CNN), para levantar campañas de desprestigio contra los movimientos sociales.
El asalto de los encapuchados a la iglesia del gratitud nacional durante la última manifestación autorizada de los estudiantes ha desencadenado una fuerte polémica.
Nunca antes los vándalos habían tomado como blanco instituciones religiosas. Las condenaciones transversales no tardaron.
Una ceremonia de desagravio fue organizada por algunas federaciones de estudiantes en las puertas de la iglesia con la participación de algunos de sus dirigentes.
Entre los asistentes se encontraba Marta Matamala (presidente de Usach), quien declaró que los hechos «no corresponden únicamente a las movilizaciones estudiantiles [sino que] son fenómenos sociales que son en definitiva respuestas, también, de una sociedad profundamente violenta e injusta»(sic). La presidente se abstuvo de condenar, entonces, los hechos puesto que los dirigentes, prosiguió, «nos hemos hecho cargo de la responsabilidad política de convocar pero no de responsabilidades individuales» (1).
Entendemos que no es necesario ser responsable de un hecho para condenarlo, entonces porqué M.Matamala trata de justificar estos desmanes? Claro, otras presidentes de otras universidades brillaron por su ausencia en este acto.
En la misma ceremonia el sacedote Alvaro Puga señaló que fue una cruz la que acompañó la lucha de miles de chilenos, creyentes o no, de todas las tendencias políticas, en los tiempos más duros de la dictadura. No resulta vano recordar que durante ese período, un poco más difícil que hoy -por decirlo de alguna manera, tanto a nivel de injusticia como de violencia-, a nadie se le ocurrió asaltar las iglesias y sus símbolos. Aunque sí, a algunos: la soldadesca y la policía de Pinochet.
Justamente, recuerdo que la primera vez que vi a Alvaro Puga fue durante la celebración del primero de mayo de 1979, cuando después del mítin relámpago en la Alameda, el cortejo se dirigió, detrás de los dirigentes de la Coordinadora Nacional Sindical, a la basílica el Salvador. El desfile había sido cortado por la acción de carabineros a la altura de la calle Agustinas. Aquellos que conseguimos llegar a la entrada de la basílica fuimos atacados violentamente por la espalda por carabineros. Los cráneos se abrían como granadas maduras bajo la violencia de las lumas de los policías. La muchedumbre presa del pánico se agolpó en la entrada formando un enorme atasco que solo se desentrabó al saltar de cuajo las dos hojas de las enormes puertas de entrada que se mantuvieron en precario equilibrio solo gracias al ángulo fortuito formado con el marco de madera al cual estaban fijadas.
La última fila de personas que huía desesperada al interior de la basílica cayó de bruces al desentrabarse, de súbito, el taco. Sobre ellas, con el impulso de la inercia se precipitó a tierra una fila de carabineros. Afin de defender la integridad de los manifestantes, algunos de los jóvenes presentes nos dimos a la tarea de neutralizar a los agresores. Dos de ellos quedaron tendidos sin conciencia, los restantes se retiraron apresurados.(Este episodio es relatado en el libro de Rolando Alvarez, «Desde las sombras» (2)). Fue allí que vi a un gran señor vestido de civil acercarse a los carabineros, agitados y apostados al exterior de la basílica, para devolverles las gorras perdidas por los agentes en medio de la trifulca. Por supuesto, fue inmediatamente detenido. Alvaro Puga conoce desde hace tiempo la violencia de los vándalos.
La actitud ambigua frente a la violencia de los encapuchados manifestada por ciertos dirigentes estudiantiles radicalizados como M. Matamala, cuya actitud raya en el oportunismo, solo es posible pues el movimiento beneficia del prestigio alcanzado por los logros obtenidos por otras dirigencias, durante el año 2011.
Esta ambiguedad es la que permite que se produzcan episodios lamentables como los vividos en la toma del Instituto Nacional Barros Arana donde la confusión de los estudiantes (aquí no hay encapuchados externos), los hace cometer tropelías de las que pronto se arrepienten (3). La principal responsabilidad de tales hechos debe ser asumida por las dirigencias, si quieren ser reconocidas como tales, ser tomados en serio e incidir en el futuro.
Estamos en un momento crucial para el devenir del movimiento estudiantil. La actitud lúcida y honesta de la dirigencia de Cones cuyo vocero José Corona señaló sin ambages que «nuestros principales enemigos están siendo los encapuchados» (4), es la única actitud viable si el movimiento quiere continuar a convocar voluntades. Es más, esa actitud responsable es la sola posibilidad de conservar el capital político acumulado por las anteriores dirigencias estudiantiles desde el 2011.
Por otro lado, una actitud responsable y clara de los movimientos estudiantiles (y sociales en su conjunto), con respecto a la violencia impedirá o hará más difícil la infiltración y eventual manipulación por parte de fuerzas interesadas en su desprestigio.
Serán entonces los propios estudiantes, quienes eligen a sus representantes, los llamados a tomar conciencia y a responsabilizar a sus propias dirigencias.
J.C. Cartagena
Notas:
(1) http://piensachile.com/2016/
(2) Rolando Álvarez, Desde las sombras. Una historia de la clandestinidad comunista (1973-1980), Santiago, LOM Ediciones, 2003, 270 p.
(3) http://www.cooperativa.cl/
(4) http://www.emol.com/noticias/
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