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¡Viva Chile, mierda!

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Miércoles 4 de mayo 2016
A nuestra Facultad de Economía y Negocios se le ha abierto una oportunidad magnífica para investigar la vida y obra del general Juan Miguel Fuente Alba,  como un modelo de individuo que, realmente,  ha sabido administrar bien sus ingresos y multiplicarlos a una cifra sideral sin mácula alguna, regido solamente por la disciplina, el orden y las inversiones audaces.
Cuando en el tope de su carrera militar, en los cuatro últimos años de trabajo, el ex comandante el Jefe llegó  recién a ganar un sueldo de unos 3 o 4 millones de pesos mensuales, la verdad es que el General debiera convertirse en un sólido ejemplo para todos los chilenos y los emprendedores del Planeta para aprender a hacer bien las cosas y acumular una fortuna familiar de, al menos, dos mil millones de pesos. Junto con darse, siempre, toda suerte de satisfacciones,  comprando y habitando en propiedades amplias, seguras  y confortables, además de conducir esa variedad de vehículos de lujo, en la pasión que le despiertan los automóviles, según le confesara a sus amigos.
El general Fuente Alba se nos constituye, así,  en un eximio exponente de lo que podría ser el “sueño chileno”. Podría constituirse en el ejemplo a ser imitado, al menos,  por sus camaradas de armas que,  ganando  sueldos más bien discretos (aunque mejores que los de la mayoría de los trabajadores, ) tienen un tiempo fantástico para dedicarse a discurrir e implementar proyectos inmobiliarios y  negocios realmente muy lucrativos o rentables, además de distraerse de las pesadas rutinas castrenses y zafarse de estrés propio de la guerra , cultivando, por ejemplo. el hobby del automovilismo, el velerismo o del turismo aventura.
Estamos ciertos que cuando se cumple, a lo sumo, con una jornada diaria de ocho horas de trabajo el tiempo alcanza realmente para emprender y realizar inversiones rentables, o para concebir oportunidades de negocios en los distintos, bien climatizados y tan dotados casinos militares. Cuando se cuenta con un hospital institucional que les asegura a ellos, como a su familias  ser atendido gratis y sin mayores sobresaltos; cuando se tiene un sistema previsional de lujo; se accede a poblaciones militares seguras y con una buena servidumbre (conforme se escala en grados y charreteras) ; cuando se cuenta, además,  con tribunales  (cuyos jueces son también militares y de menos rango que los coroneles o generales para salvar exculpados de cualquier incorrección o fechoría),  claro que es posible ahorrar dinero e invertirlo adecuadamente en financieras informales como la Cutufa y tantas otras organizadas para que los uniformados puedan recibir dividendos por encima de los que ofrecen los bancos comunes y corrientes del país
Es indiscutible que con destinaciones a provincias y al exterior siempre muy apetecidas también es posible sumar ahorros y descubrir más oportunidades de negocios, todavía. Aunque ninguna ventaja puede ser comparable a la oportunidad de trabajar para los servicios de abastecimiento de los regimientos o cuarteles , o entrar al circuito de los que deciden la compra y la venta regular o clandestina de armamentos y todo tipo de pertrechos en operaciones, por lo demás, muy bien protegidas por el secreto de estado. Sobre todo cuando se cuenta con los recursos del 10 por ciento de todas las ventas de Codelco, cualquiera sea el pecio del cobre a nivel internacional. Mediante una Ley que se ha mantenido como “secreta” durante los 26 años de la posdictadura. Y cuyo texto, ahora sabemos,  define cómo repartirse el botín entre las instituciones castrenses  lo  arrebatado año a año a los recursos provenientes del sacrificado trabajo de los mineros. Todo, por supuesto, con la anuencia de los seis gobiernos que siguieron al del Capitán General. Abyectos, como los conocimos, a la Constitución y a todo el legado dictatorial.
En el trabajo militar está asegurado, asimismo, otros beneficios muy simples, como lo son su vestuario y los zapatos siempre muy bien lustrados por sus ordenanzas. Como en las becas, además, y  los establecimientos especiales para los estudios de sus hijos y nietos, las pensiones para sus viudas y hasta sus herederas solteras, como otros beneficios que para la mayoría de los chilenos no existen, por supuesto.
Ni qué hablar que algunos militares pudieron ver incrementadas su cultura y sus pinacotecas con los cuadros robados, por ejemplo, de las casas allanadas durante la Dictadura, aunque no consta que el general Fuente Alba haya tomado parte de estos oscuros afanes,  como lo ha asegurado el  ex ministro de Defensa Francisco Vidal,  quien debe haber decidido junto a la Presidenta Bachelet el último ascenso de Fuente Alba a Comandante en Jefe de la Institución. Un cargo que le dio acceso a los suculentos  recursos destinados a gastos reservados, fondos que, nos suponemos, el general Fuente Alba manejó con entera probidad, como corresponde a un militar de honor que viste el uniforme del  “Ejército Jamás Vencido”, y que,  por lo mismo, nunca o fuera  supervisado por el Contralor General de la República ni por otro funcionario civil del Estado que pudiera atrevérsele…  Aunque debemos dejar constancia que respecto de su antecesor Augusto Pinochet  Ugarte  sí se sabe que recurrió a estos fondos para su beneficio propio, el de su cónyuge Lucía, sus hijos y, acaso,  su dilecto Julio Ponce Lerou, entre los múltiples yernos que acumuló el Tirano en su dilatada trayectoria militar y política.
Con todo, las cifras no calzan, como me dice un amigo rico que  tengo y que ha sido un gran ingeniero y emprendedor. Aunque nunca llegara a ser tan acaudalado como el general Fuente Alba, cuya fortuna es la que solo se le calcula en Chile, pero que podría verse acrecentada con otros depósitos en el extranjero, en los paraísos fiscales que los militares descubren muy bien cuando se desempeñan de adictos en nuestras embajadas, durante sus estancias en Panamá y en esa suerte de viajes y ejercicios militares conjuntos con los Estados Unidos que –dicho sea de paso-  siempre les otorgan excelentes viáticos y estadías de lujo. Después de jugar a la guerra con los barcos, aviones y tanques que después nos venden y pagan suculentas comisiones para quienes las deciden en Chile.
Vaya qué importante sería que los tribunales de Justicia llegaran a esclarecernos si el general es o se hace el probo, el sagaz o el inocente como ahora se declara después de cinco días de sepulcral silencio. Tiempo que debe haber aprovechado -me imagino- para hacer unas cuantas movidas financieras más y para tener todo en perfecto orden al momento de ser investigado.
Insisto: para las escuelas de economía podría ser el general Fuentealba un verdadero conejillo de indias, pero con la nariz  bien larga,  para darle más crédito todavía a nuestro exitoso modelo económico social, para comprobar que cualquiera en Chile puede llegar a ser millonario como él,  trabajando abnegadamente toda una vida, sirviendo al país y a su institución. Que no hay necesidad de hacer colusiones, atentar contra nuestros frágiles ecosistemas, ni evadir impuestos para hacerse poderoso. Que solo hay que trabajar, conformarse con lo que se gana y ahorrar peso a peso para amasar una fortuna como la del ex comandante en Jefe. Que tampoco hay que afiliarse en sindicatos,  ni militar en partido político alguno para hacerse exitoso y llevar una vida placentera.
¡Viva Chile, mierda!
(alocución radial del 4 de mayo de 2016)
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