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Habría que recuperar la propiedad del agua, pues las grandes empresas no cumplen con la ciudadanía

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Durante la semana los noticieros sembraban el temor anunciando el diluvio, aunque dicha cuestión no asustaba a tantos debido a la sequía que padecemos por años, seguramente por los trastornos climáticos que comenzamos ya a padecer. El diluvio no llegó, pero sin embargo es como si hubiera llegado. Fue tan grande este diluvio que no fue, pero que tiene hoy a millones de santiaguinos afectados por el suministro de agua.

En una situación menos neoliberal el Gobierno tendría que estar dando explicaciones serias a las ciudadanía en vez de aparecer blindando a la empresa de Aguas Andinas la cual ha sido favorecida por los gobiernos democráticos que han jugado al interior de las reglas más crudas del modelo económico que les ha tributado bastantes beneficios.

El tema del agua es un tema bastante serio que viene siendo puesto desde una perspectiva crítica incluso por algunas autoridades de la iglesia católica chilena como es el caso del obispo Infanti que hace años viene llamando la atención en torno a la urgente tarea de dar una defensa organizada en torno al agua. La encíclica Laudato si publicada el año pasado también advierte la importancia de defender nuestro “hogar común” y en ese llamado aparece una clara intención de colaboración en la concientización de proteger el agua.

Por otra parte, el tema del agua en gobiernos con democracias más centradas en los derechos ciudadanos y por lo tanto más comprometidas con los derechos humanos, también se han formulado políticas protectoras del agua frente a los ataques del neoliberalismo: este es el caso -controversial en ocasiones desde el manejo ideológico de la prensa no crítica y vendida,- del Presidente Correa en su defensa de la Amazonía. Como sabemos lo novedoso de la nueva Constitución ecuatoriana es que coloca a la naturaleza como agente al cual se le considera con derechos. Lo importante de esta lección constitucionalista es que de este modo queda protegida la naturaleza o al menos parte de ella.

El tema de la defensa del agua es muy importante –y de cualquier recurso natural- en este tiempo en el cual se ha iniciado todo un desplazamiento mediático en torno al proceso constituyente, que comenzó con el error frecuente de no considerar a los movimientos ciudadanos que venían haciéndonos ver la importancia de contar con una nueva Constitución política que nos recuerda la ilegitimidad de la Constitución actual. Lo que nos debiera importar ya no es lo malo que tiene la constitución ilegítima actual sino que el punto de gravedad habría que colocarlo en la seriedad que tiene este proceso constituyente en el cual parece que no quiere que participemos. Es en esta nueva Constitución en donde se deberían contemplar una protección seria de nuestros recursos naturales. El proceso constituyente es una posibilidad de recuperación de la dignidad política que ha sido derrochada desde la llamada recuperación de la democracia que ha sido el proceso en el cual se ha normalizado sin censura la relación entre el negocio y la política.

Los que han seguido atentamente este hecho del corte generalizado del suministro del agua que hoy padecemos los que estamos en Santiago no dudan en responsabilizar a la empresa de Aguas Andinas. El corte de suministro del agua no es por una catástrofe natural, tuvimos un diluvio que no fue. La responsabilidad está en que de las grandes ganancias del negocio del agua poco se ha invertido en beneficio de los consumidores. Ante este problema no debiéramos conformarnos con un descuento en la próxima boleta de pagos, tampoco con las multas que publicitaran los medios de comunicación. Lo que deberíamos exigir es que empresa que no cumple, debe asumir su responsabilidad y retirarse del negocio por incumplimiento al no asegurar el suministro en una situación que no ha sido causada por la naturaleza, ya que en este caso la catástrofe es responsabilidad de la empresa que no invierte ganancias en las mejoras del sistema. Esto sería un acto franco y honesto. Pero, es mucho más necesario asegurar el no lucro y conseguir la protección de nuestros recursos naturales. Los santiaguinos sin agua deberían sentirse indignados y el indignado tiene como posibilidad la protesta y su acción política.

Lo esencial de la política es el aseguramiento de la vida digna del ciudadano, para esto se requiere de la política, por eso es que los políticos que abandonan a la ciudadanía y se colocan al alero de la empresa se les puede llamar traidores. Cuando en el siglo XIX se defendía la democracia representativa, en la construcción de nuestros Estados-Nación, aquella que aseguraba a una elite en el poder, desde la influencia de los planteos rosseaunianos no se desconocía que la traición al contrato social era el fundamento para la gestación de la revolución. Pero, toda revolución aparecía como transitoria hasta la aparición de una nueva constitución que venía a revitalizar el pacto social con una renovación de los compromisos, de los derechos y de las responsabilidades.

Quiero terminar con el sano ejercicio de recurrir a los poetas y recordar unos versos del poeta chileno José de la Fuente: “Agua envasada el gran negocio del siglo XXI. Agua dulce de nieve, ríos y lagos: síntoma de guerra encubierta. Agua salada de los mares, depósito de la basura nuclear”.

-El autor, Alex Ibarra Peña. pertenece al Colectivo de Pensamiento Crítico palabra encapuchada. Es docente en la Universidad Católica Silva Henríquez.

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