Manifiesto: Eugenio Tironi, sociólogo
por La Tercera (Chile)
9 años atrás 5 min lectura
Algo de razón le encuentro a esta frase de Pinochet: “Hay que cuidar a los ricos para que den más”. Aunque es difícil descubrir qué quería decir ese hombre, y que siempre tuvo una cosa socarrona y nunca tuvo el don de la palabra, la manera en que verbalizaba la teoría neoliberal era interesante: si uno crea buenas condiciones para que los ricos estén felices y satisfechos, éstos van a invertir más, van a crear empresas, producir empleos e incluso remunerar bien a sus empleados por un sentido mínimo de magnanimidad. No se puede desconocer que algo hay de cierto en eso. Creo que el país andaría bien en ese orden.
No tengo miedo de morir ni le temo al futuro. Esas dos cosas van de la mano: para perderle el temor al futuro hay que perderle el miedo a la muerte. No hay otro remedio. Aprendí, luego de muchos traumas, que hay que aprender a convivir con la muerte e irla internalizando. Hay que tomarla como un accidente, no como una fatalidad. Sobre todo, no hacer que ésta sea la que condicione la forma en que vivimos ni cómo vemos la vida. Después de entender eso, empecé a vivir sin tantos temores encima.
Nunca me fue indiferente dónde iba a vivir, ni cómo. Vengo de una familia muy clase media. Mi padre fue un simple ejecutivo de la UC, y luego humilde servidor de Canal 13. Mi madre, en tanto, siempre estuvo volcada a la cuestión social. Tras largos años como dueña de casa, estudió para ser bibliotecaria. Además, éramos seis hermanos, yo era el cuarto y la verdad es que no teníamos grandes cosas, por lo mismo, el tema de la sobrevivencia material es una cuestión importante para mí desde muy chico. Eso lo contrasto con las generaciones de hoy, donde nadie tiene el famoso “miedo inconcebible a la pobreza”.
Viví siempre en función del miedo a ser pobre. Por lo mismo, durante mi juventud me moví pensando en que no quería estar en esa vereda. No entiendo el origen concreto. Quizá el ambiente de extrema pobreza del país y tanta muerte me marcaron. Quizá, también, la base de ese temor es la inestabilidad en la que crecí. Eso me motivó a moverme lo más posible para construir una base material propia. Me esforcé mucho para tener lo que tengo hoy.
La gente no me odia, al contrario: sé que muchos me quieren. Eso nunca lo he dudado. Tengo un lugar en el mundo que me brinda el privilegio de poder conversar o dialogar con quien quiero. Eso pasa porque no tengo un doble discurso, y pocos pueden decir eso. Agradezco tener la autonomía para poder decir en público lo mismo que digo en privado y no tengo una disociación de lo que es mi labor profesional con mi labor de intelectual público, como sí les pasa a otras personas.
Advertí hace tiempo que los gobiernos están acumulando una deuda respecto de lo que son aspiraciones y demandas de la ciudadanía. Desde Ricardo Lagos Escobar que los gobiernos no han estado a la altura respecto de las necesidades de la sociedad chilena. Algo está pasando que no logran un sucesor de sus filas. Hay un distanciamiento entre los gobiernos y las aspiraciones de la ciudadanía. Este gobierno, pese a todo lo que he dicho, creo que no es la excepción.
Cuando estuve en la Secom aprendí que hay problemas que ni una Secom puede arreglar. A este gobierno le pasa eso: no encuentra una nueva plataforma sobre la cual pararse. Ha habido intentos, pero todavía se ve como esos boxeadores que están recién parándose cuando el juez ya les contó hasta ocho. Me preocupa ver al rival aleonado y que el público que antes alentaba, hoy esté cada vez más alejado de darle fuerzas al gobierno.
No soy de los que quieren que todos me aplaudan y que todos me miren. No soy de convivir ni de andar de vanidoso. Creo que no hay diálogo más placentero que el que uno tiene con uno mismo. No ando buscando gente con quien estar o conversar, me basta cada vez más con estar y dialogar conmigo mismo. Pero también soy exigente. Trabajo y me esfuerzo mucho. A lo mejor hay cosas que hago por vanidad, pero en general hago las cosas que me salen por el espíritu de artesanos de hacer todo bien, porque así creo que debe ser.
Estoy en la categoría de rico y no tengo por qué esconderlo. Como tal, creo que no estamos pasando por un buen momento. Los ricos nos cuidamos, principalmente, porque sentimos que hoy cualquiera se rebela. Nos asusta el clima de descontrol y desorden en el que ya no se respeta nada. También nos sentimos más hostilizados de lo que se sentía uno hace 15 años, y eso se expresa en el estado anímico. Creo que ser rico es difícil, es una responsabilidad, y comparto la existencia del sentimiento de que el mundo escapó de su control.
No somos de andar en patota con mis cinco hijos. Pasa, simplemente, que no es nuestro estilo. Ellos ya están grandes y tienen el mismo chip que mi mujer y yo: sabemos que somos cada uno una individualidad, hay que tener un propio estilo de vida y formar una familia propia. Somos de respetar los espacios, las pausas y no andamos aclanados para todos lados. Buscamos momentos para estar juntos, pero no nos necesitamos vitalmente unos a otros.
Me mueve el catolicismo. Para mí, creer es una forma de conocer y también una forma de ser humilde. La pérdida de la creencia es la mayor muestra de antropocentrismo. He luchado y sigo luchando contra la incredulidad, porque pienso que romper con toda creencia religiosa llega muy fácilmente a la tentación de la omnipotencia y no creo que esté preparado para eso. Sueno fanático, pero lo manejo con cuidado, porque sé que el fanatismo religioso te puede conducir a lo mismo que reniego.
*Fuente: La Tercera
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Si tu problema era tenerle miedo a la pobreza y estás rico, y te quedan pocos años de vida,¿Cuál es tu problema? Y si eres católico y creyente, y has cumplido con los requisitos de ese club, no mentir, no robar,no matar, amar al prójimo como a ti mismo, deberías estar tranquilo y no andar haciendo declaraciones pelotudas en La Tercera.
¿O es que no tienes tu conciencia tranquila y te has virado la chaqueta más de la cuenta dejando en la estacada a algún prójimo y te estás justificando? ¿O estás haciendo alarde de tu riqueza y de tu humildad? No seas fariseo y ya que te mueve el catolicismo, échale una revisadita a los Evangelios.
La sociedad no necesita a «ricos que den más». A la sociedad le sobran ricos que roban demasiado.
Cuando una familia entera se mantiene en una situación de riqueza apoyada en la religión y en dictadores o gobernantes corruptos, esto quiere decir para la gente sencilla, que esta familia no ha adquirido su riqueza de forma honrada y decente.
Primera pregunta: ¿Quién ha ayudado a su familia para adquirir esa riqueza?.
Otra pregunta: ¿Invierte usted su riqueza en alguna empresa convencional del ramo que sea, pagando decentemente a sus empleados?.
Si la última respuesta es positiva, estoy dispuesto a creer en todo lo que usted ha descrito, incluso a pedir a su Dios que le permita morir tranquilo y le acoja a su diestra en el Cielo.
El problema José, es que este señor Tironi, era un politico, de un partido de la Unidad Popular que atacaba a Allende por ser reformista. Tipos como él, como Garreton, de su mismo partido, o Altamirano, Secretario General del Partido Socialista, llamaban a «Avanzar sin tranzar», a «poner fin al reformismo de Allende». Tironi y Garreton pertenecen a la casta que se apoderó del gobierno despues de marzo del 90 y allí hicieron la mayor o menor riqueza que hoy puedan tener, y que al parecer quieren defender «contra el peligro» de quienes ellos sienten que se la quieren quitar.
¿No sería que todos esos que le metieron candela al gobierno de Allende exigiendo revoluciones, fueron pagados para hacerlo, sabiendo que eso iba a desestabilizar el gobierno e iba a propiciar su caída?