El Bosque de Chile (a propósito de "El Bosque de Karadima")
por Germán Linero (Chile)
9 años atrás 4 min lectura
5 julio 2015
Pocas veces una película chilena ha sido tan oportuna y rápida para dar cuenta de un acontecimiento reciente de impacto mediático y nacional, como el largometraje de Matías Lira “El Bosque de Karadima”. El filme relata los hechos que condujeron a la sanción vaticana al cura Fernando Karadima, que lo priva de algunos de sus derechos sacerdotales por abusos sexuales reiterados en contra de menores de edad que estaban a su cargo en la Parroquia El Bosque y de quienes era su jefe espiritual.
Pero la película, que tiene grandes méritos cinematográficos y actorales, se erige además en una suerte de metáfora del trauma que ha sufrido nuestra sociedad en las últimas décadas y del sufrimiento desgarrador que provoca la desconcertante toma de conciencia (no sin recaídas y negaciones) de lo dañados que estamos y de la ceguera e indefensión en que hemos transitado todos estos años como país. Tiempo en que nos entregamos a las manos y a la voluntad de quienes siempre dijeron que serían nuestros protectores, que velarían día y noche por nosotros y que se sacrificarían por nuestro bienestar, futuro y felicidad.
El Fernando Karadima que nos muestra el largometraje (con certeza representando fielmente al verdadero) es un sacerdote que no duda un segundo en presentarse ante los jóvenes aspirantes a curas como el guía espiritual más indicado para conducir a cada una de estas almas hasta su ansiado fin. En una enredada telaraña, que va tejiendo paso a paso, se muestra como un hombre que comprende a cabalidad cuál es el sentido de la búsqueda de cada muchacho y que puede transformarse, además, en su soporte afectivo cuando la inevitable fragilidad emocional de sus víctimas les hace sentirse ajenos al mundo pecaminoso del que proceden. Los insta a no pecar sexualmente y para ello los “prueba” de manera insistente y repugnante haciendo él mismo con sus discípulos lo que estos deben autocontrolar y negar para sí. Todo esto mientras crece la “culpa” en cada una de los jóvenes, quienes -lejos de romper las ataduras con que los envuelve su pastor- se entregan, cada vez más asqueados de sí mismos, a un nuevo encuentro con ese ser a quien aman y por quien se sienten amados, protegidos y guiados en sus pobres y miserables vidas.
Hemos ido sabiendo con dolor que, a nombre de nosotros y de la construcción de nuestro futuro como nación, se pagaban grandes sumas de dinero, se hacían acuerdos sobre y bajo la mesa, se creaban negocios millonarios, se autorizaban cuotas de pesca, usos de agua, explotación de suelo minero, etc. y siempre con la sonrisa y la palmadita en las nalgas a lo Karadima, siempre con la promesa del ansiado futuro en que todos estaremos donde queríamos estar, pero también con la amenaza de no cometer el pecado de “desear”, de aspirar a la “lujuria”, de no “tocarnos”.
Aquí, “El Bosque de Karadima” adquiere su carácter más claramente metafórico, cuando comienzan a caer los velos, a quedar al descubierto que quien prometió protegerte no construía sino una mascarada para seguir satisfaciendo, esta vez a tu costa, sus deseos e instintos. Hemos observado con dolor que esto ha estado ocurriendo también a nivel de la política, del empresariado, de las iglesias; es decir, a nivel de los grandes lideres y guías de nuestro país. Hemos ido sabiendo con dolor que, a nombre de nosotros y de la construcción de nuestro futuro como nación, se pagaban grandes sumas de dinero, se hacían acuerdos sobre y bajo la mesa, se creaban negocios millonarios, se autorizaban cuotas de pesca, usos de agua, explotación de suelo minero, etc. y siempre con la sonrisa y la palmadita en las nalgas a lo Karadima, siempre con la promesa del ansiado futuro en que todos estaremos donde queríamos estar, pero también con la amenaza de no cometer el pecado de “desear”, de aspirar a la “lujuria”, de no “tocarnos”. Eso está reservado para quienes tienen sus convicciones sólidas, pues en esos casos no se trata de la actitud pecaminosa dictada por el demonio, sino de derechos adquiridos por el guía espiritual, por ese mentor que nos enseña y nos cuida, y que -de tanto en tanto- nos tira boca abajo para enseñarnos con su santiguado falo de leyes y normas económicas y de buena crianza social cómo y por dónde es que realmente se ejerce el poder.
*Fuente: El Mostrador
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Este autor hace una comparación entre lo que vivimos como país extorsionado, vapuleado por las grandes concentraciones de poder económico y político de carácter corrupto y las acciones delictuales del pedófilo Karadima .Quiere decirnos que igual como esos muchachos amaban al siniestro Karadima, del mismo modo los chilenas y chilenos amamos que los Gobiernos formen parte de la miseria más abyecta del ser humano que es la expoliación a los que tienen menos. Pero no comparto el concepto porque yo no creo que esos muchachos hayan amado al pederastra,siendo este mismo un tipo casi ignorante, no tenía título de ninguna cosa,ni siquiera terminó 4to. medio, sólo tenía fanatismo y la formación que el Seminario le había dado. Lo que tenía Karadima y que no se establece en la película es ese gran amor al dinero y la forma exacta para obtenerlo de la mejor forma posible, muy parecido a Marcel Maciel ,el mexicano pedófilo, más horrible que ha lanzado la humanidad y que el sacerdote Juan Pablo II, lo recibió más de una vez y este le mostraba los grandes logros económicos que ,había conseguido con sus Colegios Cumbres, a través de toda América Latina.El cura Karadima , tenia a su cargo una iglesia, cuya asistencia principal es gente con dinero y estaba muy bien considerado porque se decía que formaba muy bien a los seminaristas.¡ nadie se atrevía a decir nada! tomando en cuenta que nadie habría creído lo que contaban esos muchachos en ese tiempo. Salió a la luz pública, tal como los hechos de los Pentagate y SQM, todo a la luz de los ciudadanos, pero eso cuesta mucho y hay que tener mucho valor para hacerlo ya que deja grandes heridas abiertas en el camino, cuesta vidas enteras, familias enteras despedazadas.La mejor forma que nadie nos aplaste es difundiendo los daños que los poderes ejercen sobre nuestras vidas, para formar cadenas de crecimiento y alcanzar la libertad de las cadenas económicas sobre nuestros brazos
Es terrible darse cuenta que hemos vivido y seguimos viviendo en mundos de fantasía, sin captar como realmente se mueven las cosas, cual es el gran juego y quién lo maneja.
Y eso nos sucede con respecto a la mayoría de las instituciones cuyos valores nos fueron inculcados en la infancia, y cuya realidad ha venido a conmocionarnos por su crudeza. Y todo estaba ante nuestros ojos y nosotros no lo veíamos.
Esto me recuerda un poema que estaba en el Libro de Castellano en el colegio, y que fue escrito en la Edad de Oro de la Literatura Española por allá por los 1600 y tantos y decía así:
Quiero confesar Don Juan primero, que el blanco y carmín de Doña Elvira,
No tiene de verdad si bien se mira, que el haberle costado su dinero.
Pero también que me confieses, quiero, que es tanta la verdad de su mentira,
Que en vano competir con ella aspira, belleza alguna de rostro verdadero.
Pues así nos engaña naturaleza. Y ese cielo azul, que todos vemos,
No es cielo…ni es azul. Lástima grande que no sea verdad tanta belleza.
Así ni la piedad católica, ni los santitos beatos, ni la supuesta democracia de nuestra patria, ni el patriotismo de los que se suponía que nos cuidaban, nunca fue verdad. Solo se veía bonito en nuestra imaginación porque se maquillaba bien.
No puedo dejar de encontrar muy bueno el segmento del poema de Olga, atingente y claro que es así nuestra fantasía y nuestra realidad.
El comentario de la Sra Olga me inspira.
Se puede ver un amundo así como de fantasía.
Dese mi actual punto de vista lo veo como un gran escenario y una obra teatral aún sin final…
Al menos nos queda abierta la posibilidad individual de seguir ampliando nuestra conciencia.
Podeos verlo como algo terrible si miramos hacia atrás. O con posibilidades innumerables si, aceptando el presente y la incertidumbre que lo satura – la que es mayor para nuestros nietos que para los que pasamos los 60-, les ayudamos a abrir bien los ojos y a engañarse menos…
Lo que nos ha diferenciado del resto de nuestro reino animal y vegetal es este teatro que hemos ido creando. A ellos no les queda otra que aceptar el escenario y el libreto que natura les impuso.
A nosotros parece que se nos dejó una pequeña rendija…