Sergio Grez: “El cambio estructural que se necesita supone el harakiri de la casta política”
por Vanessa Vargas Rojas (Chile)
10 años atrás 8 min lectura
24/04/2015
Durante la jornada de este viernes, la presidenta Bachelet recibió las propuestas de la llamada comisión Engel, que tiene por objetivo buscar soluciones y tomar la iniciativa ante un escenario político marcado por la corrupción y la falta de representatividad. En este contexto, ElDesconcierto.cl conversó con el historiador y académico Sergio Grez.
La comisión Engel ofreció hoy sus propuestas a la Presidenta. ¿Tiene alguna esperanza en dicho proceso?
Creo que esta comisión no va a aportar soluciones de fondo, ni al tema de la corrupción ni a la falta de legitimidad de la casta política y del sistema político vigente, puesto que sus indicaciones no van a alterar el sistema institucional que hoy está haciendo crisis. El problema es estructural, tiene que ver con el modelo económico neoliberal, pero también con el sistema político que nos rige desde los ’90. Estas son soluciones parciales que no ven que el tema de fondo es el carácter de este sistema pseudo democrático, con una democracia tutelada, restringida y de baja intensidad. No se arregla con comisiones, ni con elecciones anticipadas, ni con renovación del personal político, sino mediante una solución de fondo: un nuevo cuadro institucional, una nueva constitución y una refundación política mediante la única vía plenamente democrática: la asamblea constituyente.
“No se arregla con comisiones, ni con elecciones anticipadas, ni con renovación del personal político, sino mediante una solución de fondo: un nuevo cuadro institucional, una nueva constitución y una refundación política mediante la única vía plenamente democrática: la asamblea constituyente”.
¿Cree usted que la clase política realmente está enfrentando este proceso de deslegitimación institucional o simplemente tendremos que conformarnos con los procesos judiciales que se llevan a cabo en paralelo, que finalmente podrían terminar en condenas no muy contundentes ni satisfactorias para la sociedad?
No existe una estrategia única en el seno de la casta política, hay distintas propuestas. Hay quienes, como Correa Sutil, han lanzado el video de las elecciones anticipadas. Hay otros personeros que se oponen fervorosamente a esta idea, probablemente porque quieren salvar los puestos que ocupan actualmente y pareciera que hay un cierto desconcierto entre quienes han dirigido la política chilena durante el último cuarto de siglo. Eso nos habla de una profunda crisis, de la desorientación y de la ruptura de ciertos consensos, considerando el carácter profundo de la crisis política que nos aqueja y nos repercute a todos.
Hagan lo que hagan, cualquiera sea la solución, ya sea echarle tierra a los casos judiciales, mediante presiones políticas o subterráneas, o bien sacrificando algunos elementos más comprometidos, aplicando la política caiga quien caiga, eso no soluciona en el tema de fondo. El cambio de algunas cabezas, la sustitución de algunos liderazgos por personajes menos involucrados, no significa un cambio estructural, no significa un cambio en las reglas del juego y eso no es lo que necesita el país. La ciudadanía pide instalar un sistema político efectivamente democrático, pero esto debe ir acompañado también de transformaciones en el modelo económico, más que transformaciones en el modelo, un cambio de modelo. De tal manera que todo estos actos parecen manotazos de ahogado para tratar de cambiar algo para que no cambie nada sustantivo, es una política gatopardista destinada a salvar lo que la casta política considera más esencial: la permanencia del modelo, del cual obtienen jugosos beneficios, y la permanencia de ellos, en tanto personal político administrador del modelo, continuando por la senda del poder.
Bachelet justamente decía hoy que ella no supo condenar con fuerza y a tiempo estos casos. Públicamente ha mostrado una actitud autocrítica y dolida por lo que está pasando y ahora se espera que anuncie en cadena nacional las propuestas de este informe. ¿Cómo evalúa su desempeño político en el último tiempo?
Ha manifestado cierta desorientación, una que no tiene que ver con su relación personal con el caso de Dávalos, sino con el seno de su círculo de hierro, el más estrecho, que ha evidenciado una notoria desorientación respecto de qué hacer, qué postura adoptar para hacer frente a esta situación que amenaza con transformarse en naufragio. Por lo tanto, has oscilado entre una negativa y una defensa firme. Me acuerdo que, en febrero, tras el caso Caval, el ministro Gómez dijo que se trataba sólo de una cuestión entre privados. Les costó aceptar, finalmente, que lo ocurrido no correspondía, aún cuando no fuera un delito.
Oficialmente, se le ha tratado de cargar las piezas de responsabilidad sólo a la pareja Dávalos Compagnon, salvando a la Presidenta de toda responsabilidad, sosteniendo, como lo han hecho Peñailillo y Elizalde, que la honorabilidad de Bachelet está fuera de toda discusión. Este no es un tema de personas, sino de responsabilidades políticas. Claramente el entorno de la jefa de Estado no quiere soltar la presa, sacrificando a Dávalos pretendieron salvar al resto del equipo y los proyectos, sacrificando la credibilidad de la ciudadanía en esta casta política, incluso en la presidenta y su grupo más íntimo.
“Han tenido que cambiar de estrategia sucesivamente y pareciera que en la actualidad eso implica sacrificar a los más impresentables, hacer que caigan dos o tres cabezas, para contentar a la ciudadanía y seguir adelante sin el cambio estructural que se necesita”.
Han tenido que cambiar de estrategia sucesivamente y pareciera que en la actualidad eso implica sacrificar a los más impresentables, hacer que caigan dos o tres cabezas, para contentar a la ciudadanía y seguir adelante sin el cambio estructural que se necesita. Este cambio supone el harakiri de la casta política, ese es el punto en cuestión. Un cambio estructural significa que el Parlamento se tiene que hacer una harakiri y eso abriría las puertas para que la ciudadanía se exprese en una asamblea constituyente. Una asamblea constituyente significa el fin del poder de todas las autoridades políticas, de la presidenta de la República, del actual Parlamento, de los municipios y de todos los órganos electivos del Estado.
Hoy hay mucha fuerza empujando en dirección hacia la asamblea constituyente y aunque el momento político vuelve a poner esta demanda sobre la mesa, Bachelet ha sido muy reacia al tema y no parece ser posible en los próximos años de gobierno.
Exactamente. Tal como tú sabes, ella siempre ha hablado de que tiene que haber un cambio constitucional y que este cambio debe ser mediante la vía institucional y de manera participativa. Eso está en el tono de la ambigüedad que siempre la ha caracterizado, con su manera de pasar de los temas, de manera tal de que unos y otros crean lo que quieren creer. A algunos partidarios de la asamblea constituyente les puede parecer que eso deja la puerta abierta a la posibilidad. Y a quienes se oponen, les suena que la Presidenta quiere hacer el cambio pero no a través de la vía constituyente.
Navegando entre dos aguas, ella y sus asesores, han creído que de esta manera pueden obtener más apoyo político, pero estas ambigüedades tienen un punto de tope, llega un momento en que son necesarias las definiciones y el riesgo de quienes navegan permanentemente entre dos aguas, es perder apoyo de un lado y otro y quedar reducidos a un mínimo de base social, que parece ser la dirección en la cual se está encaminando este gobierno.
En el plano de los movimientos sociales. ¿Qué opina de lo ocurrido durante la última marcha del movimiento estudiantil, multitudinaria y marcada por las consignas de rechazo a la corrupción? Es una de las reacciones más evidentes hasta el momento desde la ciudadanía, pero sigue estando muy acotada a los jóvenes.
Desgraciadamente es cierto eso que tú señalas. El movimiento estudiantil, ante la ausencia de otros movimientos sociales y políticos con capacidad equivalente de convocatoria, ha tenido que asumir temas y lanzar convocatorias de tipo ciudadano general, que es bueno que las hagan. Lo que no es bueno es que sólo lo haga el movimiento estudiantil. Por ahora, el movimiento sindical, ni hablar, está muy por debajo de las necesidad actuales y las tareas que históricamente emprendió, y no se avista ningún otro movimiento con esas características.
Yo estuve en la marcha, como he estado desde la primera manifestación en 2011, y pude apreciar que, si bien la inmensa mayoría de los participantes son estudiantes, hay personas que aprovechan esas convocatorias para poder salir a manifestarse. En la marcha del 16 de abril ocurrió algo similar a lo que pasó con las marchas contra Hidroaysén, el 2011, que precedieron a las protestas estudiantiles. Muchas personas salimos no sólo porque estábamos en contra de ese proyecto hidroeléctrico tan nocivo, sino también como forma de expresar un descontento. Hasta ese entonces no existía otro canal, otra posibilidad, que esa convocatoria. Luego vinieron las convocatorias del movimiento estudiantil, que agruparon a cientos y miles, porque era el único espacio para poder manifestarse, incluso más allá de lo educacional. Me parece que ocurrió lo mismo el 16 de abril y que puede seguir ocurriendo durante los meses que vienen, si es que el movimiento estudiantil tiene la sapiencia política suficiente como para no cometer errores, como los cometió el año pasado, pasando todo el año en muchas conversaciones y diálogos infructuosos con el ministro de Educación.
*Fuente: El Desconcierto
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La ineficacia del gobierno para resolver temas pendientes como la corrupción, como una genuina reforma al código laboral o al sistema político, etc., se debe a la infructuosa búsqueda de “trasformaciones” sociales sin la intervención de los trabajadores como clase y sujeto político activo, sino mediante la ficción de la “democracia” en la medida de lo posible. Es esta ilusión la que consolida el neoliberalismo, además de reivindicar el consenso a favor de la casta política- empresarial. De hecho, esta estrategia es la que nos conduce a la impotencia y al desarme político y organizacional de los asalariados.
Si no ponemos en circulación las fuerzas sociales y materiales de los trabajadores, de esas que enfrentan a los dueños de Chile y que preparan la ruptura con el neoliberalismo, sólo nos queda pactar con los poderes reales del capital para hacer lo que se pueda. Y cuando la patronal cede es porque en realidad no lo hace; es decir, acuerdan porque tienen todas las de ganar. En esas
condiciones plantear un proceso de democratización sin movilizar el poder popular implica defender un discurso vacío, cómo lo hace hoy el duopolio.
Es notable la falta de liderazgo de nuestra presidenta, que se ha comportado más como un madre doliente o una administradora de alguna organización benéfica enjuiciada en su probidad, que como líder de un país.
El problema es que no se visualiza por ningún lado un líder que defienda los intereses a largo plazo de este país, y no los intereses corporativos ya sea de algún bloque internacional o de algún grupete nacional.
En este revoltijo, sugiero echar una mirada al Legislativo para ver que proyectos está aprobando a espaldas de una ciudadanía cuyo foco de atención está puesto en escándalos y desastres naturales, es decir en el bullicio de la farándula mediática