"Podemos", Sudamérica, y la república plurinacional de España
por Salvador Schavelzon (Rebelión)
10 años atrás 50 min lectura
PODEMOS viene siendo analizado de varias formas: como dispositivo discursivo que consigue captar la atención mediática; como fuerza política que irrumpe y amenaza el bipartidismo; como partido de los indignados y producto del 15M; como aparato que trasmuta pluralismo y movilización en centralización partidaria de horizonte socialdemócrata; como combinación postmoderna de chavismo con izquierda nostálgica de formas soviéticas; como futuro para el sur de Europa con soluciones para una política asfixiada por la austeridad.
Aquí ensayaremos otra lectura, preguntándonos de qué forma se relaciona la propuesta de PODEMOS con el camino seguido por los gobiernos progresistas de la última década en América Latina. En especial, nos interesa explorar la plurinacionalidad como uno de los “significantes vacíos” que la agrupación de Pablo Iglesias moviliza cuando se trata de la cuestión soberanista catalana, y que nos remite directamente a los procesos constituyentes de Bolivia y Ecuador. De hecho, y salvando las distancias, cualquiera que compare los movimientos y posicionamientos de PODEMOS con esos procesos, estudiados o seguidos de cerca por tres de los cinco fundadores de la agrupación, no podrá evitar una sensación de deja vu. La misma no es suficiente para predecir un curso análogo, pero alcanza para tejer hipótesis que abren un paréntesis en el entusiasmo generalizado por la posibilidad del cambio.
La aparición temprana de la plurinacionalidad, como parte de la convocatoria a una Asamblea Constituyente, dice mucho sobre PODEMOS, para quien la experiencia latinoamericana parece haber mostrado el camino para la creación de un instrumento electoral que apuesta por el fortalecimiento del estado-nación y despeja la movilización de nacionalidades para impulsar crecimiento con foco en lo social. Como componente de proyectos políticos que comparten esta perspectiva en el “tablero político”; la plurinacionalidad constitucionalizada en los citados países y propuesta por PODEMOS, se adapta al objetivo de disuadir proyectos de autodeterminación territorial desde la sombra del Estado de Bienestar y un llamado a la patria de todos.
Podemos resumir esta propuesta política compartida como solución estatal para temas sociales sin rupturas respecto al marco del capitalismo. En la demarcación de su espacio en el imaginario político-discursivo se opone por un lado al liberalismo y a los bancos, contra los desahucios e hipotecas del estado Español, o las privatizaciones y autonomía del Banco Central en Sudamérica. Por el otro lado, este proyecto se ubica lejos de formas de pensar lo común que no son las de lo social y que podemos asociar a la comunidad y la red, presentes cuando encontramos búsquedas de autonomía, autogestión y horizontalidad para la organización de lo común.
No es apropiado asociar PODEMOS con la socialdemocracia, a pesar de que hagan propuestas de este tipo, porque en la definición de su lugar político es fundamental la crítica a la complicidad del socialismo europeo con el anti-pueblo y los partidos de raíz conservadora o liberal. Este proyecto que amigos y enemigos describen como “populismo”, en Bolivia y Ecuador remitían al bolivarianismo de Chávez, en Chávez se aludía al peronismo de Perón, y desde el peronismo, hoy kirchnerista, las referencias mito-políticas nos llevan otra vez a Europa, pero del pasado, aunque con modulaciones importantes en cada transformación. En todos ellos, el pueblo contra la oligarquía (o el poder financiero internacional), conforma una sociedad que busca su realización desde el Estado, interpelando individuos y seguidores antes que pueblos o colectivos en movimiento.
El partido y el Estado, como formas organizadas de lo social, cortan redes y verticalizan conexiones desde una idea de lo social que prioriza cohesión a diferencia, y se dirige desde arriba a una sociedad compuesta por individuos, sello sociológico moderno compartido con el liberalismo. Desde una propuesta post-neoliberal, la llegada de gobiernos progresistas en Sudamérica o en Europa supone varias veces que el individuo rompa el aislamiento consumista y actúe unido desde el voto que en algunos casos puede sumar movilización. Pero el impasse con la sociedad que individualiza es efímero, restableciéndose rápidamente la promesa de asistencia o inclusión de sujetos concebidos como necesitados de Estado, muy lejanos de los nuevos rostros de un comando que intentará gobernar diferente pero desde el mismo lugar, con mucho de cinismo, impotencia y continuidad.
A este lugar de hegemonía y proyecto de cambio bastante específico, a pesar de su ubicuidad discursiva, se puede llegar desde muchos lugares, y es así que puede convocar mayorías. Aunque pocas voces pasen a representar luchas y deseos de muchos, esta propuesta política siempre habla desde la universalidad, como fuerza que sólo funciona como expresión de todos, y no como sector o ideología que podrá participar de coaliciones o frentes desde la parcialidad.
Aunque a este lugar se llegue desde el socialismo, el catolicismo, el progresismo liberal y el nacionalismo, desde la Epistemología del Sur, el post-obrerismo italiano e Izquierda Unida o el trotskismo del Secretariado Unificado por la IV internacional, la posición es la de un instrumento de todos los ciudadanos, de la gente, del pueblo indignado, y es desde este lugar que habla el kirchnerismo y el chavismo, Rafael Correa o Pablo Iglesias: somos el pueblo, podemos y sonreímos. PODEMOS sólo funciona como un “todos” que representa a España. Afuera sólo quedan la oligarquía, la ultraizquierda, los que rompan la unidad y los que pierdan.
Mientras más pueda crecer la agrupación y conectarse con luchas, nada estará dicho, a pesar de las tendencias, para lo que es clave cuánto tiempo de crecimiento tendrá PODEMOS antes de llegar al gobierno, cuánto la ansiedad por ganar dejará espacio para construir desde abajo. Pero por ahora observamos que la formalización de PODEMOS como partido de autoridades que deciden en el día a día y votantes esporádicos sobre cuestiones secundarias o candidatos señalados por el líder, dejó perplejos a protagonistas de las calles del momento anterior.
El modo de crecimiento de la organización planteado fue el de seguidores que delegan y autoridades que prevalecen a cuerpos y diferencias que se involucran y conectan desde la horizontalidad. Veremos también si esta es una crítica injusta y testimonial, que desconoce las tareas pesadas exigidas para el cambio, o si realmente así se pierde una oportunidad única para construir formas nuevas en un momento en que los contornos de las instituciones modernas están más a la intemperie y cada vez con menos legitimidad.
Para colectivos urbanos, inmigrantes, mujeres, desconectados precarios sin papeles, o pueblos soberanos que como indígenas y movimientos horizontales latinoamericanos no conciben la participación política como sociedad de individuos y ciudadanos de la nación que delegan en el Estado y el partido, el vector político de cambio propuesto por PODEMOS renunciaba demasiado rápido a explorar todo el alcance de su vuelo. Mientras, el cierre sin fisuras sobre un comando político blindado y la patria española como referencia identitaria –aunque justificado como estrategia, tal cual en el progresismo latinoamericano– para algunos es demasiado parecido a lo que se debería transformar.
En una Europa que conoció los problemas del nacionalismo y ve recrudecer actualmente los conflictos étnicos y civilizacionales, se entiende el lugar de una izquierda laica, moderna y republicana que busque alejarse de movimientos que considera desvíos de la política social y de extensión o defensa del Estado de Bienestar, concebidos como prioritarios. Desde una Europa de diferencias, sin embargo, los límites de la república y de lo que representa Europa, con su socialdemocracia totalmente cooptada por el capital, el proyecto iluminista fracasado como acompañante inseparable de la violencia colonialista, y una modernidad que en su extremos muestra su lado más oscurantista, están tan a la vista como la continuidad republicana del colonialismo en los Andes sudamericanos.
Es en este sentido que desde una propuesta españolista y social, aunque sea republicana, plurinacional y anti monárquica, parece haber muy poco del sentido común nacido en las plazas ocupadas en 2011. Volviendo a América Latina, se remite menos a las luchas indígenas y populares contra el neoliberalismo que a su termidor desarrollista multicultural. Es este el aprendizaje de los fundadores de PODEMOS en América Latina, como proyecto social que absorbió la plurinacionalidad y la modificó al modo del liberalismo que reduce la diferencia y autonomía al relativismo cultural, y del nacionalismo que concibe al Estado como instrumento central para organizar la vida y la comunidad.
La pérdida de ambigüedad de los gobiernos sudamericanos
Los gobiernos sudamericanos de la última década traen algunas claves de lectura posibles para la propuesta política de PODEMOS, no solamente por motivos biográficos de sus fundadores. La experiencia política de gobiernos que desplazaron bipartidismos y partidocracias, que surgen después de importantes movilizaciones anti-neoliberales, ofrecen un punto de vista que ayuda a imaginar un gobierno europeo de carácter “popular”. Más que ejemplos concretos a seguir, tales gobiernos ofrecen un punto de vista y una “narrativa” que ya probó su eficacia como dispositivo para imponerse electoralmente desde la reivindicación de lo social frente a bancos y recortes antipopulares.
Esta narrativa política sirve como demostración de que, después de dictaduras y años de movilización en las calles y plazas, es posible – y que “sí se puede”– tener gobiernos surgidos de luchas sociales, el voto crítico o la indignación popular. Estos gobiernos lograron consolidarse políticamente conduciendo periodos de crecimiento macroeconómico sostenido posterior a fuertes momentos de crisis. En el terreno electoral, se encontraron fórmulas para conseguir apoyos electorales que superaron el 50% en sucesivas contiendas.
Lejos de una demagogia meramente electoralista que liberales asustados denuncian en PODEMOS, la disputa mediática se extendió más allá de las elecciones con diversas medidas que permitieron a los gobiernos antagonizar con el pasado, la elite y las oligarquías partidarias contrarias a los intereses de la “patria”. Sin necesidad de cambios estructurales que interfieran la dinámica de la distribución de renta y la relación con el mercado, la narrativa popular alcanza para sostener gobiernos y abrir algunos frentes de batalla. En Venezuela, Argentina, Ecuador y Bolivia, la polarización con quienes se oponen a los intereses del pueblo excedió el tiempo electoral, a pesar de que también es claro que las alianzas para gobernar sugieren transversalidad con los poderes de siempre, antes que antagonismo.
Es notorio el aire de familia entre los gobiernos progresistas sudamericanos que se erigieron dejando atrás épocas de “ajuste neoliberal”, y la propuesta de PODEMOS –y Syriza– en una Europa comprometida con la austeridad. Desde ese lugar, los diversos gobiernos encontraron espacio político para enfrentarse al poder financiero y los fondos “buitre”, recuperar algo de protagonismo para el Estado y combatir la pobreza, principalmente extrema. Desde una distinta realidad, sin duda hay una misma posición de sujeto en el punto de vista que de Chávez a Mujica resuenan cuando PODEMOS propone caminos políticos y marcos constitucionales para un cambio que sin embargo no rompería con España, la Unión Europea y el Euro, el capitalismo y, seguramente, la OTAN.
Debemos notar que el celebrable diálogo que PODEMOS en su fase ascendente entabla con la política latinoamericana, no siempre toma nota de los callejones sin salida encontrados por procesos que derivaron en excesivos pactos con el pasado, aceptación de sectores de la vieja política que nunca se fueron y tolerancia con lastres inesperados que impusieron distancia con movimientos y antiguos aliados. Una debilidad congénita para atacar privilegios e injusticias antes denunciadas, se mostraría estructural para gobiernos sostenidos con acuerdos de gobernabilidad presentados como necesarias, y consensos conservadores en el manejo de la explotación de recursos y expansión capitalista en el campo, con graves consecuencias ecológicas y de preservación sobre territorios.
A contramano del sentido común de la izquierda libertaria contemporánea e imaginarios post ´68, y quizás por eso como un contrapunto que funciona en las tertulias televisivas contra la derecha conservadora y el régimen del ´78, PODEMOS buscaría reconstruir y disputar una identidad homogénea del pueblo unitario. Ciudadanos que apoyan desde casa y encuentran nuevos representantes para substituir a los desgastados, aparecen así como la contracara de asambleas y redes sin centro, al que sólo cierta lectura despistada califica de ineficaces y sin efectos, como si el escenario actual no se debiera a la magnitud de aquello.
Como dice Juan Carlos Monedero, los procesos latinoamericanos ayudaron a PODEMOS para aprender y no repetir errores, y menciona que el Que Se Vayan Todos del 2001, como otras revueltas, los alertó de que es necesario una alternativa con capacidad de hacer gobierno y no solamente impugnar [2]. Movimientos de protesta, asambleas y ocupaciones del espacio público se reconocen meramente como antecedente primitivo y mitologizado que necesariamente deberá dar lugar a una institucionalización en que todos participen, pero desde los teléfonos móviles, mientras “los más preparados”, como propone Iglesias, sean convocados por el partido para gobernar.
Es el Estado donde necesariamente deben dirigirse todos los esfuerzos, en esta mirada, como catalizador de impulsos inmaduros de un momento de protestar que se decreta terminado. Disparando un deja vu aún antes de acceder a ningún gobierno, vemos esta discusión cuando PODEMOS opone “ganar” a “protestar”, en la propuesta que en enero de 2015 hizo Carolina Bescansa como parte de un debate en la interna de Madrid, pero que en Sudamérica ya llevó a la cárcel a activistas y líderes indígenas en Brasil y Ecuador, sólo por protestar contra los gobiernos que antes eran aliados. El mismo juicio se adivina en la frase de que “si no les gusta armen un partido y ganen las elecciones”, con la que ahora también gobiernos progresistas desafían movilizaciones contra medidas que afectan el bolsillo o formas de vida en territorios.
La conducción de PODEMOS, que buscan hacer exactamente lo que líderes como Lula da Silva o Rafael Correa le proponen a sus críticos –formar un partido y ganar– piensa parecido cuando enfrenta “eficacia” de cara a las elecciones, frente a democracia interna y el pluralismo que la propia fuerza política convocó. El debate que acompañó la Asamblea Ciudadana de Vista Alegre cuando se conformaba la organización tuvo a Pablo Iglesias anunciando en este sentido que se echaría a un lado si no obtenía la mayoría, pero que si ganaba quería listas completas en todos los puestos de autoridad partidaria, como medida necesaria para ganar. Aunque también buscaría integrar con su gente los Consejos Ciudadanos de las comunidades donde otras listas tenían chance de rivalizar.
Es mérito de PODEMOS mencionar los procesos latinoamericanos como inspiración distante, aunque no modelo, rompiendo con la geopolítica colonial del conocimiento donde suele ser más común que los países del sur sean contra-ejemplo y los de Europa modelo a imitar como justificación de cualquier medida o reforma. La presencia de muchos hoy cuadros de PODEMOS en América Latina y otros lugares, sin embargo, es muchas veces explicada por ellos mismos menos como intercambio productivo y vital, y más como necesidad de salir del país obligada por la crisis ante la falta de oportunidades. En varias presentaciones que asistimos entre los que corrieron para postularse en alguno de los cargos del nuevo partido, se trata de héroes que salieron por la crisis y volvieron por la patria, entidad esta siempre útil y recordada cuando se busca acceder al gobierno, mandar a la guerra o a trabajar.
Sudamérica ofrece a Europa, sin dudas, un rico repertorio de negociaciones soberanas de deudas ilegítimas y políticas puntuales, pero también un problema político no resuelto en la tolerancia con la deforestación ilegal en la Amazonia, el extractivismo contaminante en los Andes y el avance depredador de la frontera agrícola para monocultivos transgénicos rentables, con sus consecuencias irreversibles, ya causantes de sequías e inundaciones producto del uso descontrolado de recursos, tenido como fundamental para sostener políticas sociales y mantener en alto el crecimiento y consumo. Estos temas no pueden ser abordados como abusos corregibles en una versión mejorada y se trata más bien de componentes inseparables de modelos económicos y proyectos políticos en cuestión, donde PODEMOS parece integrarse, a juzgar por posicionamientos pasados de sus fundadores y propuestas actuales en los nuevos debates.
Como todo deja vu que devuelve un pasado siempre ubicuo e incompleto, el lugar desde donde leer PODEMOS en América del Sur es disputado e inestable. Un primer impulso que lleva a los años 90, con el auge y caída de presidentes neoliberales, y líderes campesinos como Evo Morales, populares como Chávez o ciudadanos cercanos a la gente, como Chacho Álvarez, que impulsaban sus partidos con diferentes suertes pero enemigos similares. Aunque los gobiernos progresistas que se consolidarían en los 2000 mantendrían aire electoral hasta el presente; en Sudamérica también se evoca a PODEMOS en la búsqueda de nueva fuerza política cuando vuelve la protesta y el neoliberalismo muestra continuidad.
Se asiste en América Latina un nuevo ciclo de movilizaciones por la vida, el común y el territorio, en metrópolis y comunidades, con movimientos sociales o participación electoral, pero por caminos políticos donde el objetivo no es la construcción de una hegemonía que conduce un nuevo Estado, o la acumulación de fuerza electoral para el desplazamiento de partidos antipopulares, aunque estas luchas no se opongan a ello. Desde este lugar, que no es el de la nostalgia de movilizaciones pasadas ni de un anarquismo que impugnaría cualquier institucionalización, la irrupción de PODEMOS parece tan ajena como podrá ser para todo aquel que no considere terminadas las formas colectivas que reverberaron en el 15M, o la búsqueda de cambio social junto al de la autodeterminación.
La significancia vacía confunde al soberanismo catalán que califica a PODEMOS de nuevo caballo de troya madrileño del españolismo, pero también como posible mejor interlocución imaginable en la cabeza del estado español. La ambigüedad también muestra al nuevo partido tanto producto del 15M, como su traición y antagonista. Si en efecto la posición de sujeto afín a los gobiernos sudamericanos se constituye en un gobierno español muchas dudas serían rápidamente disipadas. Como allí ha ocurrido, sin embargo, la capacidad de representar una esperanza, polarizar con el neoliberalismo pero gobernar junto al mismo, podrá mantenerse. De cualquier modo, las inquietudes de calles y movimientos ya pueden ser enunciadas, como hace Uli Brand acerca de Syriza y Europa en general.
En los comentarios, se repite una y otra vez la cantaleta pálida del necesario “crecimiento”. Pero, ¿qué significa eso concretamente? Concretamente ¿qué tipo de empleos se generan o se conservan? ¿Estamos hablando de empleos en la industria de armamento, o en una industria productiva lo más sostenible posible? ¿Del trabajo de peones mal pagados/as en la agroindustria, o de trabajadores/as con empleo digno en la producción ecológica de alimentos? ¿Y quiénes deciden sobre las inversiones que deben llevarnos al crecimiento? Fondos de alto riesgo privados en busca del mayor rédito posible, o empresarios/as responsables, o incluso la población mediante mecanismos y procedimientos de democracia económica? [3].
PODEMOS y la Plurinacionalidad
En su discurso en Barcelona, cerrando el espléndido año de 2014 para su recién creada agrupación, Pablo Iglesias habló de respetar el derecho de los catalanes a decidir sobre su futuro. Algo básico desde el punto de vista de la izquierda universitaria que simpatizó con movimientos globales y latinoamericanos, pero inédito para un partido nacido en Madrid que tiene posibilidades de obtener la presidencia del gobierno. Eso si, Pablo Iglesias aclaró en Barcelona que para que haya derecho a decidir habría que decidir también sobre la economía y otros asuntos. Cualquier decisión vinculada a soberanía, para PODEMOS, debe supeditarse a la apertura de un proceso constituyente general.
Luego de asumir el cargo de secretario general, en el teatro Apolo de Madrid el 15 de noviembre de 2014, Pablo Iglesias fue claro al detallar que lo que PODEMOS está de acuerdo en consultar a los catalanes es la «relación jurídica que quieren tener con el resto del Estado». Pablo Iglesias no ha ocultado, en diversas declaraciones, que le gustaría que los catalanes “no se fueran” y “se queden con nosotros”, pero su posición no es la de Rajoy. En Barcelona habló de la necesidad de “tender puentes en vez de elevar muros”. La traducción de estos deseos en términos de estructura del Estado tiene que ver con el reconocimiento de que “España es un país de naciones” y la propuesta de que “podamos construir un futuro plurinacional juntos”, agregó en el mismo acto del 21 de diciembre en Barcelona.
El objetivo de Iglesias no es incorporar los sectores soberanistas de las comunidades que cuentan con fuertes movimientos independentistas. Las encuestas muestran que PODEMOS no cuaja entre ellas y sí, más bien, entre los votantes desencantados de los partidos españoles, y entre nuevos votantes no entusiasmados con la lucha por la autodeterminación nacional. De lo que se trata es de encontrar una salida al desafío catalán que permita dispersar un nacionalismo que desde la perspectiva de izquierda o social no es juzgado como auténtico o esencial. En lugar de confrontar con el soberanismo, se propone un modelo de Estado que lo contemple sin perder el comando estatal que se requiere para efectuar cambios sociales.
Después de que Cataluña fuera la comunidad con los peores resultados para PODEMOS en las elecciones para el parlamento europeo, el partido parece haber encontrado la forma de utilizar la movilización soberanista a su favor, tanto en la impulsión de un proceso constituyente más amplio, como en el desvío del descontento catalán para otro tipo de salida. Íñigo Errejón definió que “ Para nosotros, España es un país plurinacional, en el cual el pegamento debe ser el libre acuerdo y la seducción” [4] . Seducir significa lograr que los catalanes se queden, atrayendo un número suficiente de seguidores para concretar cambios en el estado español.
Las encuestas dicen dos cosas interesantes para PODEMOS. Una es que su avance en Cataluña coincide con el retroceso del independentismo. En la medición de diciembre de 2014, mientras PODEMOS se convertía en un actor de peso también para la política catalana, se registraba por primera vez desde el inicio de las movilizaciones soberanistas que el no se imponía sobre el sí [5]. El otro dato que seguramente fue valorado por PODEMOS para proponer la solución plurinacional, fue que en las mediciones de julio del 2014 ni el sí ni el no a la soberanía plena se imponían cuando se incluía una “tercera vía” por la cual se aumentaban las competencias sin necesidad de una ruptura secesionista [6]. Estos votantes, cerca de un tercio del electorado, es el que interesa a PODEMOS para sumar nacionalmente y para impulsar una plurinacionalidad en la que un buen número de catalanes se vean reflejados, rompiendo la alianza soberana popular y neoliberal.
Para que a esta propuesta le vaya bien en lo político electoral, terreno preferido en el análisis estratégico de PODEMOS, es clave que la narrativa de lo social llegue al “cinturón rojo” de Barcelona, uno de los focos de Pablo Iglesias en su discurso de diciembre, mientras asociaba casta española con la catalana, y criticaba el abrazo de Artur Mas (de CiU) con David Fernández (de la CUP), símbolo del encuentro coyuntural del soberanismo popular con el de la casta neoliberal. El cinturón industrial del área metropolitana de Barcelona podría así ser clave, y eso descubre PODEMOS mientras parece remplazar en su bastión al Partido Socialista Catalán, desde donde no es casual que también se hable del Estado Plurinacional, como estrategia en el debate soberanista.
Gemma Ubasart, secretaria de Plurinacionalidad del consejo estatal de PODEMOS, ex colaboradora de la Tuerka y que como investigadora postdoctoral también pasó por Ecuador, da la clave de cuál será el camino de la seducción. Como candidata a secretaria general de la agrupación en Catalunya, resume su visión bien lejos del soberanismo: «Tenemos un importante desafío por delante, construir un país de cohesión y bienestar para todos, y libre de corrupción» [7]. Desde un modelo más multicultural que confederado y autodeterminativo, la tendencia parece ser la de apostar por una consulta al pueblo catalán en la que una mayoría soberanista no se imponga, canalizando deseos de soberanía en una forma que permita mantener el carácter unitario del Estado, desde donde efectuar cambios o candados de tipo social, tal cual asistimos en Bolivia y Ecuador.
Boaventura de Sousa Santos, de cuyo equipo forma parte Juan Carlos Monedero y a quien este se refiere como su maestro, escribió mucho sobre la plurinacionalidad latinoamericana, destacándola como parte de un nuevo constitucionalismo experimental y postcolonial que permite superar las formas modernas en países con más de una nación, y que incluso fue mencionado por el sociólogo portugués como posible solución para palestinos y judíos en un nuevo Estado secular compartido [8]. Esta propuesta de estructura del Estado es adoptada por el movimiento indígena en Bolivia y Ecuador como camino para acceder a una autonomía territorial pero se concretó constitucionalmente de forma abierta e indefinida.
La Plurinacionalidad aparece entonces como el significante vacío que puede permitirle a PODEMOS repartir las cartas en un eventual proceso constituyente que lo tenga como protagonista, sin recurrir al federalismo, propuesto por el PSOE y desacreditado por el probado centralismo de viejo tipo de este mismo, y sin definir todavía cuánto se cedería en concreto de soberanía y autodeterminación. El punto de partida abierto, queda claro en esta entrevista a Pablo Iglesias donde lo indefinido de su propuesta, ciertamente, no deja de ceder ante el privilegio de lo social:
-P. ¿Qué modelo territorial defenderá en Cataluña?
-R. Hemos dicho siempre que España es una realidad plurinacional y hay que atender a esa plurinacionalidad para cualquier encaje jurídico.
-P. ¿Pero en qué se concreta ese modelo? ¿En un Estado federal o en uno más centralizado que elimine competencias?
-R. Pongamos encima de la mesa en un proceso constituyente todas las opciones y veamos cuál es más eficaz para asegurar los instrumentos soberanos. A mí lo que me importa es que haya una sanidad pública para todos, que se esté atendiendo en catalán, en euskera, en galego o en castellano para mí es una cuestión secundaria [9].
El deseo de autonomía y descolonización no es considerada por los pueblos indígenas ni por ninguna nación que se entienda como tal como una cuestión secundaria que sería abordada después de solucionar, desde el Estado, la cuestión social. En el proceso boliviano, la lengua y el territorio, inseparables de formas comunitarias de justicia y democracia, formarían parte de reivindicaciones que se busca que avancen a la par de las demandas sociales y de soberanía nacional o popular, sin jerarquización y con pleno reconocimiento. Esta mirada política que nace en el indianismo del altiplano e inspiró la nueva Constitución de Bolivia fue descrita como de “los dos ojos”, como el avance siempre inseparable contra la discriminación étnica y la opresión de clase.
La articulación de demandas de autodeterminación con derechos sociales puede resultar familiar desde una posición como la de la izquierda abertzale en Euskadi, y algunas voces embarcadas en el soberanismo catalán. Así vemos que desde el periódico Gara de Euskal Herria, el investigador alemán Raúl Zelik manifiesta entusiasmo por PODEMOS pero también cautela, cuando escribe: “La ruptura con la continuidad franquista tiene diferentes dimensiones: el tema de las naciones periféricas no urge menos que las exigencias sociales y democratizadoras de la izquierda estatal” [10].
Podría pensarse que junto a la posición de sujeto que vemos en los gobiernos progresistas y en PODEMOS, la de los pueblos indígenas sudamericanos se encontraría con los que no se ven parte de un proyecto de patria española con cohesión y bienestar. No se trata de igualar deseos de autodeterminación de pueblos indígenas y europeos sin Estado, pero encontramos algo en común cuando frente a ellos, en la narrativa de PODEMOS o en los gobiernos latinoamericanos, encontramos el mismo modelo de desarrollo desde el Estado nación. Por otra parte, debe precisarse que en los procesos de Ecuador y Bolivia los procesos constituyentes se abrieron y llevaron adelante a partir de una alianza entre organizaciones sociales e indígenas con los nuevos gobiernos. Fue a partir de 2008 y 2009, en reiterados conflictos en que el modelo político y económico era puesto en cuestión, que unos y otros siguieron distinto camino.
Como podrá pasar en España si hay sectores soberanistas que se embarcan en la propuesta de PODEMOS, hoy en los países que incorporaron este modelo, lo plurinacional es disputado desde el Estado y también desde la oposición que continúa en su búsqueda de autonomía, no más en complicidad con gobiernos que hoy ve distantes en la defensa de una plurinacionalidad vacía. El escenario es probable si pensamos que PODEMOS necesita de las comunidades para abrir un procesos constituyente formal, y que a estas puede venirle bien un gobierno que se mostraría más abierto a negociar una consulta como Escocia o Quebec en Canadá.
El PODEMOS que surge como deja vu de los procesos sudamericanos de la última década, es el del alejamiento de demandas descolonizadoras y de autodeterminación, en la renuncia de la búsquedas de alternativas al desarrollo, que construyen una nueva institucionalidad post-republicana y anti-liberal desde la comunidad, las calles o el debate constitucional. La multiplicidad de lo minoritario que el pluralismo iría a expresar, se reduce a un problema de asistencia social para los que no son diferentes sino iguales, carentes antes que singulares, en una concepción que sólo puede derivar en más Estado y menos plurinacionalidad.
La Plurinacionalidad en Bolivia
El proceso constituyente boliviano vivió una situación política marcada por la reconducción del reclamo de autonomía de regiones, pueblos y naciones desde una narrativa política que ponía énfasis en la intervención económica con foco en lo social. Lo esencial podrá ser la economía y los derechos, dirán algunos, pero en Bolivia se vio la fuerza con que reclamos regionalistas por autonomía (o vuelta de los poderes de gobierno, en el caso de Sucre, la capital constitucional) pueden tanto abrir como hacer naufragar una Asamblea Constituyente y un proceso de cambios.
En un relato adoptado por PODEMOS, el intelectual y académico vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera, analiza la llegada al gobierno de Evo Morales y el MAS [11], como la transformación de una mayoría social en una mayoría política. La gente común, de rostro indígena, llegaba en 2006 al palacio de gobierno, con nuevos gestos y modos, como incluso Europa fue testigo cuando en su primer gira internacional, fue sensación la “chompa” de Evo Morales, de forma similar a símbolos políticos poderosos como la “coleta” de Pablo Iglesias, las sandalias de Mujica, y la “sencillez” del papa Francisco cuando telefonea a una monja o se detiene a conversar con los guardias.
Los gestos pueden transformarse en medidas políticas, y Evo Morales hizo eso no tanto con la incorporación de la plurinacionalidad, que en la práctica no modificó la institucionalidad ni el pacto territorial del país, sino con un decreto que modificó la relación con las empresas extranjeras de hidrocarburos de forma favorable para Bolivia, atendiendo una demanda que surge de la movilización popular que destituyó un presidente en 2003, y en la que ya habían avanzado los movimientos con presión al parlamento. Lo mismo sería la esperada reversión de la reforma al artículo 135 de la constitución española, pactada por el PP y el PSOE en 2011, por el cual se blinda la austeridad, y cuya reforma deberá ser acompañada de medidas destinadas a la situación de la vivienda y la salud pública.
El dato crucial, en el curso del proceso constituyente boliviano, es que para garantizar la continuidad de Evo Morales y sus políticas sociales, fue necesario articular la propuesta que se tradujo constitucionalmente como “Estado Plurinacional, Unitario, Social, de Derecho y con autonomías”. El modelo autonómico era inspirado en el modelo español, destinado a contemplar el reclamo de movilizaciones regionales que amenazaban el gobierno central, una vez que las movilizaciones indígenas habían posibilitado el ascenso del presidente campesino indígena.
Para aprobar la constitución y viabilizar el gobierno, fue necesario desarticular las demandas autonomistas del oriente del país, curiosamente defendidas a nivel nacional por una “agrupación ciudadana” también llamada PODEMOS (“Poder Democrático y Social”, liderada por Tuto Quiroga), aunque en este caso era inocultable la asociación de sus líderes con la vieja “casta” colonial anti-indígena, derivada de partidos reciclados de la dictadura y que hasta entonces siempre habían gobernado. Es muy probable que, desde Madrid, los fundadores de PODEMOS asocien estos sectores autonomistas con la variante neoliberal del soberanismo, encabezando movilizaciones especialmente en Cataluña.
En el movimiento que buscaba neutralizar las demandas de autonomía desde la región más rica del país, el MAS también se iría alejando de proyectos de autonomía indígena y campesina, justicia y democracia comunitaria, territorialidad colectiva para pueblos, que en el auge de la disputa con las regiones acompañó con su apoyo, incluso como forma de debilitar los regionalismos desde demandas indígena de autonomía contra elites de los departamentos y provincias.
Si podemos asociar el desafío separatista y autonomista de la Media Luna en Bolivia con el soberanismo vasco y catalán; una diferencia entre el MAS de Evo Morales y PODEMOS de España, es que el primero tenía de su lado las luchas descolonizadoras y autodeterminativas de las naciones indígenas, fundamento esencial de la plurinacionalidad. Las mismas se mantendrían fieles hasta la aprobación de la constitución, cuando diferencias en el bloque popular se volverían irreconciliables. Frente a PODEMOS las demandas de autodeterminación ven su surgimiento con desconfianza, por tanto en un acercamiento de las dos situaciones debe mirarse primeramente la hostilidad de la Media Luna y, en segundo lugar, el momento de quiebre de la alianza entre el gobierno y los indígenas, posterior a la aprobación de la nueva Constitución.
Corrían los años de 2006, 2007 y 2008, y Pablo Iglesias publicaba (organizado junto a Espasaldín López) el libro “Bolivia en Movimiento. Acción colectiva y Poder Político”, mientras otros futuros miembros de PODEMOS asesoraban los gobiernos de Bolivia, Ecuador y Venezuela. La oposición a Evo Morales fundamentaba su propuesta de autonomías con asesoramiento de políticos catalanes asociados al partido socialista, imitando también el proyecto de Estatuto que desafiando al gobierno central, fue aprobado por la población de estas regiones en referéndum que se proponía como vinculante.
En su formulación teórico-política ligada a los procesos constituyentes de Bolivia y Ecuador, el constitucionalismo plurinacional no sólo superaría el multiculturalismo sino que se diferenciaría del constitucionalismo social, de inspiración nacionalista o boliviariana; así como del constitucionalismo liberal, aunque combinara algunos de sus trazos e incorporara varios de sus elementos. Lo rico de estas propuestas eran su capacidad de articulación de horizontes, sin que lo social y lo nacional eclipsaran todavía lo autodeterminativo indígena.
Lo que diferenciaba lo plurinacional de otros constitucionalismos era la introducción de un vector comunitario, descolonizador y de autonomía indígena campesina. Estos elementos permitían un guiño del proceso boliviano con el neozapatismo de Chiapas y no sólo con el bolivarianismo de Chávez, con su énfasis en el Estado y el presidencialismo de líder centralizador. La propuesta del Pacto de Unidad, reflejaba las visiones de organizaciones campesinas e indígenas de las tierras altas y bajas del país. De ahí surgía un modelo de Estado que tenía mucho de no estatal, reconociendo las formas tradicionales de gobierno y justicia, así como todas las lenguas indígenas como oficiales en todo el territorio nacional y no sólo en las regiones donde se hablan [12].
En las luchas que precedieron la Asamblea Constituyente, y en la defensa por parte de las organizaciones indígenas e intelectuales cercanos a ellas, lo plurinacional avanzaba también de la mano del “Vivir Bien” (en español de Bolivia), “Suma Qamaña” (en aymara) o “Buen Vivir” (en Perú y Ecuador) y “Suma Kawsay” (en quechua) como alternativa al desarrollo en construcción que buscaba formas de vida inspiradas en lo comunitario y a tono con críticas hacia el capitalismo industrial y el desarrollo modernizante “desde arriba”. En Bolivia significaría la introducción de la Pachamama como parte del mundo común, mientras en Ecuador se introducía en la constitución derechos de la naturaleza que buscaban romper con la concepción antropocéntrica y pasiva sobre el medio ambiente.
Más que en el desarrollo de estas discusiones, el recurso de lo plurinacional por parte de PODEMOS parte de un desplazamiento de sentido ocurrido en el periodo post-constituyente, notorio en el gobierno de Bolivia y del Ecuador, aunque en este último país el mismo tuvo una relevancia constitucional menor. Una vez los gobiernos afianzados en el poder, y al mismo tiempo en que la agenda del desarrollo y la explotación extractivista daba lugar a importantes conflictos territoriales entre el gobierno y pueblos indígenas, el término plurinacional comenzó a separarse de la cuestión indígena, refiriéndose más bien a ideas como inclusión e igualdad de oportunidades. En simultaneo, la forma movimiento del MAS, cedía ante un gobierno que se autonomizaba en la toma de decisiones y se imponía como cabeza conductora que centralizaba todo en el jefe de Estado, del partido y de los sindicatos de productores de hoja de coca.
En un proceso constituyente disputado, la inclusión de la plurinacionalidad en la caracterización del Estado boliviano, no había sido acompañada del desarrollo de instituciones o formas estatales correspondientes. Esta relectura que le quita a la plurinacional su fuerza de lucha étnica y de autonomía, fue la que permitió encontrar la llave del proceso, para enhebrar un consenso con sectores internos a los “procesos de cambio” pero ajenos al proyecto histórico de descolonización y gobierno indígena del país; así como para destrabar en la Asamblea Constituyente y el Congreso, en Bolivia, la difícil mayoría calificada cuya llave estaba en manos de la oposición.
El resultado de un acuerdo que tardó tiempo y disputa en las calles hasta llegar, permitió aislar las demandas autonomistas y encauzar el proceso para las transformaciones económicas y la defensa de un desarrollo que buscara un “salto industrial”, en palabras del vicepresidente García Linera, que invitó a Pablo Iglesias como conferenciante en Bolivia poco después de su triunfo en las europeas, además de haber incluido una charla en la Universidad Complutense como parte de una gira oficial por Europa, aún antes de que las elecciones europeas de mayo proyectaran a PODEMOS como voz de la política europea.
Por detrás de la imagen de un gobierno indígena y comunitario, emergería en Bolivia una identidad política que se acerca más al nacionalismo y lo popular. Observadores como Pablo Stefanoni y Fernando Molina describieron este perfil, mientras que García Linera preferiría hacer énfasis en el indianismo y el evismo. Estas identidades entran en la disputa de significados donde está en juego la definición de lo indígena, fluctuante en los censos y que desde el gobierno tendía a definirse de forma genérica y remitiendo a lo popular, recordando la vieja imagen nacionalista del mestizaje (como identidad nacional propuesta desde el Estado), y dejando de lado la singularidad étnica y búsqueda de autonomía, importante en proyectos de reconstrucción de las formas originarias que fueron marginalizados en el proyecto oficial.
La identidad de izquierda, con sus símbolos y palabras de orden también saldrían del lenguaje político cotidiano en Bolivia, de forma parecida a cómo PODEMOS entra en el juego electoral en enero de 2014. En términos constitucionales, una plurinacionalidad construida al margen de los proyectos de los pueblos que buscaban nuevas institucionalidades desde sus territorios, formas de representación parlamentaria colectiva, y que también participaron de la Asamblea Constituyente y se movilizaron por ella, permitiría concretar la refundación del Estado manteniendo un modelo centralizado que era visto como necesario para evitar el desmembramiento trágico en la historia del país, y también para garantizar las políticas sociales e ingresos estatales por explotación de recursos naturales.
Con el significante vacío de la plurinacionalidad y el vivir bien, se neutralizaba incluso el recurso a un modelo federal. La viabilidad política de este modelo era difícil de garantizar en un contexto en que se presionaba para que el Estado central cediera el control de los hidrocarburos y otros recursos, en un momento de expansión económica y precios de commodities en alta, base para las políticas sociales, aumento de reservas y estabilización de la moneda, además de concretar la participación estatal en la economía. La capacidad del concepto Plurinacional para la realidad española parece ser justamente su flexibilidad, con el poder de connotar autodeterminación y respeto a naciones igualitarias, pero también unitarismo y menos descentralización. Falta saber aún si la reforma tributaria podrá hacer en el estado español las veces de los yacimientos de hidrocarburos, la soja y la minería en América del Sur. Pero esta claro que la plurinacionalidad se presta sin dudas a ser el pegamento de un país indiviso que reconozca distintas soberanías.
Lo que el MAS de Evo Morales consiguió en Bolivia fue lo que Pablo Iglesias parece necesitar, ya que no quiere que los catalanes dejen España, y su agenda definitivamente apunta a las fisuras de lo social. En Bolivia fue esa la transformación del concepto Plurinacional, después de un accidentado proceso constituyente donde era frecuente escuchar hablar de guerra civil, donde las regiones opositoras declararon la autonomía de facto y donde, después de una matanza de indígenas en Pando, de tomas de instituciones nacionales en Santa Cruz, y la ratificación de Evo Morales en un referéndum revocatorio en que logró el apoyo del 67%, el gobierno logró abrir una mesa de negociación que derivó en la aprobación de la constitución y la extinción de la demanda autonomista.
Para entender las modulaciones de lo plurinacional sería clave que mientras el autonomismo regional era neutralizado, los indígenas también perdían complicidad con un gobierno que apostaba al desarrollo. Las bases campesinas del MAS eran más proclives a ser incorporadas en dinámicas de mercado y retóricas nacionalistas; que a encontrarse en una articulación campesino-indígena con organizaciones de pueblos minoritarios que, junto a sectores intelectuales y de izquierda activos en el proceso, buscaban fortalecimiento de la comunidad, la autonomía y alternativas al desarrollo. Este modelo que estimulaba ante todo la producción y explotación de recursos para exportación se volvió dominante en toda América Latina, con una similitud cada vez mayor entre los gobiernos bolivarianos, plurinacionales y progresistas, con los de otro signo político en los países vecinos Perú, Colombia, México o Paraguay.
En Bolivia, el indianismo inspirado por el rebelde indígena Tupac Katari, había sido el espacio intelectual y político desde donde la plurinacionalidad fue introducida, aunque se registren referencias relacionadas con el modelo soviético de nacionalidades, impulsados por partidos comunistas y talleres de investigadores rusos en toda la región andina. Desde esa mirada que enfatiza la comunidad y la diferencia indígena hoy se evalúa, sin embargo, que el proceso de cambio se acerca a las formas del nacionalismo estatal que siempre habían enfrentado en sus luchas de descolonización, por un gobierno indio, o por la indianización de Bolivia.
Por otra parte, si por un lado la vigencia de las formas ancestrales o reinventadas indígenas son parte de un debate en Bolivia, también es cierto que aymaras y quechuas prósperos y bien integrados en el mercado capitalista, deben ser considerados en su confluencia con el proyecto estatal de derechos, lejos del indianismo que no renuncia a pensarse como alternativa civilizacional, pero también desde la identificación indígena. Estos sectores son parte de las clases trabajadores que en toda Sudamérica aumentan su participación económica y capacidad de consumo, tal vez como en Europa y Estados Unidos de la postguerra, pero hoy como supuestas nuevas “clases medias” que los gobiernos progresistas festejan.
Las dos plurinacionalidades y la república.
No hay un significado más verdadero de lo plurinacional, y su empleo en nuevos contextos implicará transformaciones, pero quizás mantenga actualidad en Europa el hecho de que en sus versiones sudamericanas el concepto tiene dos almas: surge de luchas indígenas por autonomía y descolonización, buscando desde la comunidad alternativas al desarrollo capitalista, pero se consolida como símbolo de un proyecto estatal que promete crecimiento económico y expansión del consumo en base a un modelo de desarrollo con énfasis en la explotación de recursos naturales, apuestas por la industrialización y políticas sociales de transferencia de renta para inclusión.
La plurinacionalidad entusiasmó a pueblos indígenas que lucharon en las calles contra el liberalismo y la apertura de un escenario constituyente, pero hoy aparece atravesada en Bolivia y Ecuador por las dificultades de romper con el desarrollo convencional y el modelo de crecimiento de capitalismo pretendidamente “social”, también presente en Venezuela, Brasil, Uruguay y Argentina. Este lugar político, que a veces parece imaginar una sociedad del trabajo y la producción de más de medio siglo atrás, puede permitir estabilidad política y económica como en Bolivia, y propuestas keynesianas como las defendidas por Áxel Kicillof en Argentina y Vicenç Navarro y Juan Torres para PODEMOS e Izquierda Unida en España; pero resulta intolerable para quienes ven sus derechos y formas de vida amenazados por la intrusión explotadora en su territorio y para quienes desde sus diferencias no son incluidos en la evocación de un pueblo abstracto desde la mirada de lo universal.
La idea de plurinacionalidad aparece entonces como tensión, en la medida en que busca expresar y reconocer la autodeterminación y autonomía de pueblos y naciones como la catalana o del pueblo gallego, pero en el marco de una propuesta donde el eje es la movilización afectiva de la consciencia (mono)nacional activada contra banqueros alemanes y la oligarquía de la casta nacional. Desde este lugar, se abre un diálogo con la izquierda en la crítica a la desigualdad social y los abusos del capitalismo, pero con soluciones concretas pensadas de arriba para abajo, en relación a procesos que pueden incluir grandes movilizaciones, pero que no hacen de sus participantes sujetos activos en la construcción de un mundo nuevo, más allá de esa conducción desde arriba a participar, sin involucrarse en las decisiones. Se trata más bien de hablarle desde los grandes medios de comunicación al pueblo feliz o ciudadano-masa que consume y vota, protegido por el Estado y “los más capacitados para gobernar”, que PODEMOS prometió llamar.
Esta mirada sensible desde arriba con la situación “social” de los de abajo remite a una identidad política compartida en Latinoamérica que ha aceptado como proyecto la administración más humanitaria del capitalismo aunque sea ciertamente crítica al neoliberalismo desde una sensibilidad nacionalista y social. El consenso sobre esta mirada política quedó a la vista en la recepción entusiasta del papa Francisco como último gran fenómeno mediático en la política sudamericana que también exploró ese espacio político encumbrado por la iglesia unos días después de la muerte de Chávez.
A pesar de desavenencias del pasado con la iglesia y con Bergoglio, los gobiernos progresistas celebraron su llegada por motivos parecidos a los de Pablo Iglesias cuando lo aplaudió en el parlamento europeo. El apoyo cómplice con la crítica papal a los abusos del capitalismo, contrastó con la salida del recinto de otros eurodiputados que no hicieron oídos sordos a la denigración de los derechos de las mujeres y de los homosexuales; recibidos con paternalismo por la iglesia de Francisco pero sin reconocer libre de pecado su autodeterminación. Quitar del programa el derecho al aborto, viene siendo justificado por la necesidad de vencer, en la suposición de mentalidad conservadora que se tiene de los votantes. A la luz de los procesos sudamericanos, sin embargo, lo que salió del programa para las elecciones nunca volvió a entrar, y más bien se actuó en contrario –en estos y otros temas- desde una moderación que se prolonga por cálculo de gobernabilidad, o convicción de quienes se van sumando cuanto más firme la consolidación en el poder.
Las organizaciones indígenas de mayor representatividad en Bolivia y Ecuador, campesinos sin tierra y poblaciones levantadas contra la contaminación minera, abrieron los procesos constituyentes pero hoy están en ese lugar de excomunión. Es así que PODEMOS se plantea como respuesta posible –y necesaria– si pensamos en lo mejor que se puede hacer desde una narrativa “España” para millones de parados, pobres y desahuciados. Si otros horizontes se eclipsan e Iglesias puede seguir hablando de crecimiento, empleo y reforma tributaria, así, estará en su territorio y será imparable. En una política que se encuentra más allá del pueblo encuadrado y más allá de un centralismo españolista, para muchos este no será el mejor cambio posible a ser construido.
Para quien antes que pobre o sin empleo de una España integradora se reconoce como mujer, minoría sin Estado, colectivo urbano o inmigrante sin nación, PODEMOS le dejará de hablar muy rápido. Si la idea de país que busca construir se asimila a su idea de partido, como parece; podrá suceder que la plurinacionalidad se definirá contra la autonomía, como ocurrió en Bolivia y Ecuador cuando el término dejó de referirse a naciones específicas en el marco de un mismo Estado.
Aunque la plurinacionalidad surge en el debate en oposición al reconocimiento multicultural, incorporado en varias constituciones latinoamericanas en la década de ´90 junto a reformas neoliberales, el momento en que para los indígenas el concepto pierde el interés, es el que lo transforma en sinónimo de inclusión de todos en las formas políticas anteriores, como integración del colonizado antes de que descolonización que para los pueblos indígenas se refiere a aceptar una pluralidad de formas de organización, desarrollo y economía. En lugar de autonomía y producción comunitaria, la plurinacionalidad que prevalecería en Ecuador y Bolivia sería la de la posibilidad de que un indígena no sea discriminado e incluso pueda ser presidente, pero sin superar el modelo de reconocimiento de tipo liberal, reduciendo la diferencia al multiculturalismo, y la forma republicana de la democracia capitalista para la política siempre trascendente y alejada.
La presencia indígena en los procesos políticos andinos, en luchas por la autonomía zapatistas o frente a la minería o avance del agro-negocio en Paraguay, Chile y Brasil, viene permitiendo la construcción de nuevos horizontes políticos que ponen en diálogo lo ancestral con lo comunitario, en debates bien actuales para quienes también en las ciudades sienten los límites de las formas modernas de representación política, en su complicidad con un capitalismo que destruye el planeta y privatiza lo común, incluso en sus variantes de tipo nacionalista o social.
Cuando los pueblos indígenas son tenidos en cuenta como identidades rígidas reconocidas por el Estado desde la cultura, la plurinacionalidad se desconecta de la cosmopolítica indígena y la comunidad, los derechos de la naturaleza y la inclusión de no humanos, referencia que se origina en la socialidad y vivir bien indígena, pero que es referencia también para el ambientalismo, la política y la filosofía de la ciencia contemporánea. Desde este lugar es posible pensar un diálogo entre luchas del estado español y latinoamericanas, donde viajes políticos como los de los vascos a Cuba y Chiapas, exilios mutuos e inmigrantes construyen hace tiempo las bases para conversar.
Es claro que no toda lucha por la autodeterminación, se conecta con las redes indígenas y la política de comunidades, asambleas y plazas. Tiene sentido la sospecha de Pablo Iglesias sobre el soberanismo neoliberal, eje de las contradicciones antes y después de la independencia para cualquier militante sincero contra el colonialismo de Madrid. Lo que no se entiende en PODEMOS y el rumbo actual de varios procesos sudamericanos es que la respuesta al neoliberalismo sea desde la nación y el Estado, en sus formas moldadas desde siempre por el capitalismo, exactamente como toda dictadura o gobierno autoritario.
En el idioma de PODEMOS, que es el del Estado, lo social lleva a lo económico, como variables macro que resultarán en derechos efectivos para individuos-votantes, reduciendo la diferencia a la esfera de lo cultural, como si la organización en red o comunitaria no fuera al mismo tiempo cultura, política y economía, entremezclada antes que separada en esferas que se administran desde arriba. En esa mirada el soberanismo y la autodeterminación se reducen a lengua y la bandera, como símbolos subordinados a lo social y lo político y no como mundos sin límites para volver a pensar lo común. Arrasando con la austeridad y el régimen del 78, pero no con muchas de sus determinaciones, una nueva hegemonía garantizará el nuevo ciclo del capitalismo europeo en España, tal vez plurinacional, quizás republicano, ciertamente con menos protagonismo para los pueblos que para el Estado.
Aún después de llegar al gobierno, la presencia inédita de indígenas y campesinos en el Estado, mantuvieron vivo el proyecto de descolonización, entendido como cambio de las formas políticas con que habían sido siempre gobernados. En este sentido, en la nueva Constitución de Bolivia, promulgada en 2009, el preámbulo da cuenta del alcance con que se introduce la idea de plurinacionalidad: “Dejamos en el pasado el Estado colonial, republicano y neoliberal. Asumimos el reto histórico de construir colectivamente el Estado Unitario Social de Derecho Plurinacional Comunitario”. Poco después Evo Morales firmaba un decreto en que se substituía la denominación del país de “República de Bolivia” por “Estado Plurinacional de Bolivia”.
El antirepublicanismo tendría en el estado español un sentido obviamente diferente, con la monarquía de los borbones aún en pie y el recuerdo de la gesta republicana también presente. En los Andes sudamericanos esa forma política se asocia con la continuidad del colonialismo que nunca permitió acceso de las mayorías a derechos ciudadanos, y este punto es esencial para entender el impulso inicial de la plurinacionalidad. Se refería a la búsqueda de formas políticas más democráticas, inspiradas en la comunidad indígena, pero para muchos adecuada también para las grandes ciudades. Esta idea de plurinacionalidad venía junto a una propuesta de rehacer el mapa del país, hoy producto de poderes cacicales y oligarquías que diseñaban a su gusto la territorialidad del país. En este sentido cobraba fuerza de cambio revolucionario la política de las autonomías y el más allá de la república, en una política de abertura a otras civilizaciones y la pluralidad.
En PODEMOS se habla de elección del jefe de Estado y no de república, por estrategia. El límite que encontramos en la nueva formación, no es el de retomar o no esta bandera, sino el de pensar la política desde la necesidad de pensar las instituciones y los instrumentos de organización como formas que no son neutrales. En el mismo sentido, los procesos plurinacionales de Bolivia y Ecuador plantean un punto esencial contra la tradición moderna europea, cuyo lado colonial no es visible solamente en América.
En el discurso citado más arriba de Pablo Iglesias en Madrid, cuando la estructura del partido se formalizaba, el líder de PODEMOS llamó a «recuperar Europa para los ciudadanos, para los trabajadores y trabajadoras. Y recuperar aquello de lo que somos hijos: libertad, igualdad y fraternidad”. Disputar para el pueblo conceptos como república y democracia apropiados por el capitalismo es importante. Pero vale la pena reflexionar también porqué esa frase suele evocarse por liberales y conservadores contra el “populismo”, donde debería radicar la diferencia y multiplicidad de todo pueblo antes que un cierre vertical ante la propia pluralidad.
Como significante vacío, en el estado español, la república podrá combinarse con lo plurinacional como ocurre en Ecuador de la “Revolución Ciudadana”, o era postulado en Bolivia por Juan del Granado, del progresismo urbano de La Paz antes aliado y ahora opositor al MAS. Lo importante es el modo en que permite expresar la diferencia y el pluralismo, que en Bolivia abría un terreno de experimentación institucional que no se limita a los principios políticos modernos, por sus alternativas para pensar la propiedad común, la representación directa y formas de economía y decisión que no son las del capitalismo y el Estado.
Otra cosa es el cierre pragmático sobre lo inmediato, sea por correlación de fuerza, concepción política o apuesta por lo ya dado. Fue en este contexto que la forma república fue reincorporada al imaginario del proceso de cambio, disputando un término inicialmente introducido en la Constitución a instancias de la oposición al MAS, cuyo lugar enunciativo era el del Estado de Derecho, además de la República y la Nación. Como todo proceso de cambio, la participación inicial de campesinos indígenas en el proceso boliviano, luego terminada, dejó como legado la idea de que sería bueno enterrar algunas palabras y formas acuñadas por los que queremos desplazar.
El cambio de énfasis y transformación de lo plurinacional fue expresado por el vicepresidente García Linera, que reconoció el carácter republicano del proyecto de cambio, en un momento en que el debate boliviano cuestionaba la saturación retórica del discurso oficial con elementos de origen indígena, empleados de forma contradictoria con el desarrollismo y que se mantenía ya sin conexión con los proyectos plurinacionales de cambio con que habían sido inicialmente asociados. La reducción de lo indígena a un romanticismo folclórico fundamentaba una vuelta a la política liberal y republicana, como si términos como igualdad, libertad e inclusión no fueran ellos mismos abstracciones retóricas contradictorias con lo que ocurre en la vida social.
Había algo que se perdía mientras el desarrollo substituía la descolonización. Este cambio quedó claro cuando García Linera, cerca de 2013, asociaría al concepto de plurinacionalidad a la propuesta de Estado Plurinacional Continental Latinoamericano. El proyecto latinoamericanista y bolivariano tendría el costo del alejamiento de las reivindicaciones indígenas de autonomía territorial y comunidad para las cuales, en el pasado, García Linera tuvo mucha apertura en su militancia indianista-marxista. En la fundamentación de esta propuesta, acompañada de una mirada que pone el foco en lo social y, como PODEMOS, reduce la diferencia a una cuestión de reconocimiento cultural, el vicepresidente diferenciaba las “naciones políticas” (de los distintos países sudamericanos) de las “naciones culturales”, campesino indígenas, que habían abierto con su movilización en proceso constituyente pero que en la nueva plurinacionalidad estatal y continental quedarían marginalizadas.
Cuando vemos el lugar del poder como impotente y mucho más condicionado que condicionante, sería injusto atribuir a PODEMOS o a Evo Morales y García Linera el curso semántico que toman los distintos significantes en el contexto de un proceso político. Confiemos más bien en que, como cuando la máscara de Fernando sirvió de excusa para iniciar un reguero de luchas libertarias en toda América Latina frente al avance de Napoleón en 1809, ni el regreso del rey ni el restablecimiento del Estado puede impedir que nuestras redes, pueblos y comunidades sigan buscando caminos de autonomía y autodeterminación.
*Fuente: Rebelión
Notas
Salvador Schavelzon es Profesor e investigador de la Universidad Federal de S ã o Paulo, Brasil. Publicó El Nacimiento del Estado Plurinacional de Bolivia (Plural/Clacso/Cejis/Iwgia, La Paz, 2012) y Buen Vivir y Plurinacionalidad leídos desde Ecuador y Bolivia post-constituyentes (Abya Yala/Clacso, Quito, 2015). E-mail: schavelzon@gmail.com
[2] Juan Carlos Monedero en «A Cara Lavada» de la Radio Pública Argentina 29/7/14. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=8tRHWxmZq74
[3] Uli Brand “ ¿Un nuevo comienzo para Europa?” Rebelión, 24/1/2015. Disponible en: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=194691
[4] Errejón: “Los catalanes tienen derecho a decidir como los escoceses” 13/11/2014 El País. Disponible en: http://politica.elpais.com/politica/2014/11/13/actualidad/1415892800_413245.html
[5] “ El no a la independencia de Cataluña gana al sí por primera vez desde 2012”, El País, 19/12/2014, Disponible en:
http://ccaa.elpais.com/ccaa/2014/12/19/catalunya/1418984873_128596.html
“La irrupción de Podemos trastoca el plan independentista”, El País, 22/12/2014, Disponible en:
http://ccaa.elpais.com/ccaa/2014/12/22/catalunya/1419283809_571655.html
[6] “ Más Cataluña pero dentro de España” ( Àngels Piñol) El País, 25 de julio 2014. Disponible en: http://ccaa.elpais.com/ccaa/2014/07/24/catalunya/1406230479_555975.html
[7] Gemma Ubasart: Nunca antes un partido con opciones de gobierno había defendido el derecho a la autodeterminación. El Diario, 15/1/2015. Disponible en: http://www.eldiario.es/catalunya/politica/Gemma-Ubasart-Jamas-Espanya-autodeterminacion_0_345766548.html
[8] Ver por ejemplo el libro Reinvención del Estado y Estado Plurinacional, Santa Cruz de la Sierra, CEJIS, CENDA, CEDIB, 2007. Disponible en: http://www.boaventuradesousasantos.pt/media/reinvencion%20del%20estado%20y%20estado%20plurinacional_Bolivia.pdf y sobre la propuesta para la cuestión Palestina: http://outraspalavras.net/posts/a-possivel-extincao-do-estado-de-israel/
[9] Entrevista Pablo Iglesias: “En las próximas elecciones habrá dos opciones: PP y Podemos” (Eva Saiz / Francesco Manetto) El País, 18/1/2015. Disponible en: http://politica.elpais.com/politica/2015/01/17/actualidad/1421526937_154439.html
[10] Raul Zelik “Podemos y la «revolución democrática» en el Estado”, Gara, 07/01/2015. Disponible en: http://www.naiz.eus/es/actualidad/noticia/20150107/podemos-y-la-revolucion-democratica-en-el-estado
[11] Movimiento al Socialismo, partido fundado como instrumento político de los sindicatos cocaleros y camp esinos del país, que adoptó ese nombre cuando una facción de la falange boliviana cedió la sigla al movimiento que diferentes trabas impedían presentarse a las elecciones. El proceso de llegada al gobierno, habitualmente considerado rápido, fue de 10 años.
[12] El catedrático de la Universidad de Sevilla Bartolomé Clavero opone el constitucionalismo plurinacional, con eje en los derechos indígenas, del bolivariano, con más énfasis en el presidencialismo y el Estado. Rubén Dalmau, Albert Noguera y Viciano Pastor, de la fundación CEPS, y Gerardo Pisarello, de la Universidad de Barcelona, prefieren englobar las constituciones de Bolivia, Ecuador y Venezuela en el mismo marco de un nuevo Constitucionalismo Latinoamericano. Roberto Gargarella presenta una visión crítica de este constitucionalismo postcolonial, que ve con mucha continuidad con el constitucionalismo latinoamericano del siglo XIX.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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