En medio de tanta plata que los grandes empresarios invirtieron para que se eligieran sus candidatos “tipo UDI”, (y del otro bando, para tener un mix más comercial) en montos que ni siquiera podemos dimensionar, Marcel Claude, “el ex candidato presidencial del Partido Humanista de Chile”, es declarado culpable de giro doloso de cheques por 18 millones de pesos, cifra que representa la prestación de servicios de los compañeros del Colectivo Producciones y Talleres La Toma. La verdad, es que no sé si ellos serán “compañeros”, ni quienes se lo recomendaron y porqué los aceptó. Lo concreto que el Cuarto Juzgado de Garantía de Santiago, lo condenó, y no sabemos, si seguirán más juicios de este tipo contra Marcel.
Sus principales y ex leales colaboradores, le han levantado una parrilla de acusaciones, después que se conocieron los resultados electorales, los que fueron muy por debajo de las expectativas imaginadas. La pregunta que quedará: ¿Lo habrían dejado solo si hubiera sacado muchos más votos? Quién sabe.
La parrilla de acusaciones pos eleccionarias, de la gente de su “equipo”, quizás demasiadas para una sola persona: Líder con pies de barro, se arrancó con los tarros, fantasioso, individualista, desordenado en su vida personal, de vida poco seria, sicótico y estafador, por un lado. Aprovechador del Partido Humanista, que le pagaron la pensión alimenticia y las cuentas personales, que no tiene prensa, no tiene gente detrás de él, que quiere ser un referente de nuevo, según otro ex colaborador. Persona sin argumentos, que tomó las ilusiones de un pueblo para formar su propia Pyme política, como oportunidad de negocios y saldar sus deudas, o la afirmación de uno de sus ex brazo derecho defendiendo al PH: “yo no vi ningún financiamiento más allá de lo que permite la ley y, por lo tanto, está todo dentro de las normas legales que el SERVEL y el Estado permiten”, opinión casi homologable a las excusas de políticos comprometidos en el caso PENTA y la UDI.
Soy parte de un colectivo, de los miles que hay, llamado BRISA y nos simpatizaron las ideas del candidato Marcel Claude. Por decisión colectiva intentamos incorporarnos a su comando, para ello nos entrevistamos con sus dirigentes, hablaban maravillas de Marcel, pero… no nos dieron pelota. Volvimos varias veces para ver si nos aceptaban… nunca lo hicieron. Seguramente nuestros currículos eran muy anticuados para la actual política chilena, o ya estaba todo cocinado. Me inclino a creer más en lo último, porque he visto que en las elecciones en Chile, se puede ser candidato con la seguridad de no salir, pero igual vendiendo una buena pomada de que son la solución que el país necesita, etc., etc., finalmente se logra retirar un buen billete por el esfuerzo, y… sigamos participando. Si a eso le sumas candidatos que tampoco ganaron en otros lugares, la suma total de votos, da su platita. Aventuro la sensación que muchos fueron a la contienda electoral, por eso.
Un compañero muy respetable de nuestro colectivo, ex socialista, de larga trayectoria, y después de varios encuentros con estos ex compañeros de Marcel, algunos de los que hoy esgrimen las críticas mencionadas, nos decía: “Estos cabros son jóvenes, pero ya tienen las mañas de los políticos viejos, ojala me equivoque…”.
Nuestro sector de izquierda, después de la creación de la Nueva Mayoría, con el enroque largo que hizo el PC, requiere de unidad y nuestros actuales dirigentes, los jóvenes sobre todo, deben actuar con la altura que la situación política requiere. No han sido fraternos ni humanistas con el candidato que ofrecían con bombos y platillos, eso nunca se verá bien. Le aplicaron la política que impera en nuestro país, muy neoliberal por cierto: “Que cada uno se salve como pueda”. ¿Cómo vamos a creer en lo que nos ofrezcan para las próximas elecciones, si ellos mismos no detallan los entretelones de porqué cambiaron tan bruscamente de opinión?
Marcel Claude seguramente habrá hechos sus balances y sacado experiencia de los errores cometidos, tendrá sus fallas políticas, las personales, si existen, y que muchos le adjetivan, le corresponde a él evaluarlas. A lo mejor delegó cosas importantes, sobre todo para la conformación de los equipos de trabajo y cargos claves, quién sabe. Pero su principal error, visto desde afuera y con el tiempo que ha pasado, fue aceptar ser candidato de un partido ya institucionalizado. Se equivocó en eso, no hubo lealtad en ese pacto. Debería haber seguido el gran ejemplo de la compañera Roxana Miranda, de inscribir su propia candidatura y con su propio esfuerzo. Habría sido potente que la candidatura de Marcel también hubiera recolectado sus propias firmas.
Entre tantos candidatos que recibieron dineros oscuros o “reservados” de la derecha y la Nueva Mayoría, que seguirán saliendo a la luz pública, y de otros que solo fueron a las elecciones para sacar algo de plata, lo valioso de Marcel Claude, que tiene buen currículo profesional, quizás homologable a Andrés Velasco, fue que no almorzó con el Grupo PENTA, ni nada parecido. En cambio tuvo la ocurrencia de meterse en el mundo de los inconformes, de los desconfiados, de los muchas veces engañados, los de abajo, los no binominales, en definitivas, con el pueblo llano.
Que él esté endeudado, hasta las masas como se dice, por las elecciones, donde ganadores o perdedores siempre salen con algo o mucha plata, terminará siendo a la larga un mérito, porque las ideas de su candidatura (lo importante) siguen estando muy vigentes en Chile.
Mis disculpas por estas opiniones, son con todo respeto.
Construyamos un Chile Digno
José M. Carrera @JosMCarreraC
Santiago, Enero 2015
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Las consignas «democráticas» neoliberales si bien contienen muchas falsedades, ilusiones y engaños, aunque sean irracionales en el sentido que aquel régimen finalmente es muy autoritario, también y por lo mismo, por sus contradicciones digo, encierran en su seno la posibilidad de crear conciencia entre los trabajadores sobre la necesidad de la transformación estructural. Pero, esto sólo será posible en la medida en que a través del movimiento social definamos la lucha en términos clasistas: por un lado las demandas del pueblo y por el otro los intereses de la patronal.
Como en nuestro sistema político persisten múltiples factores y cónclaves dictatoriales que no nos dejan avanzar por la vía electoral, la batalla se define a través de la vía insurreccional. Ahí está la clave del fracaso de quienes se presentan como alternativa al neoliberalismo: en Chile y de acuerdo a nuestro propio contexto histórico esta opción insurreccional se materializa en el proceso de la Asamblea Constituyente Autoconvocada. ¿Porqué este último adjetivo, el de «autoconvocada»? Porque nos reafirma la idea del protagonismo de la mayoría, de la lucha por nuestros propios intereses que en definitiva son contrarios a los de la élite. De hecho, en estas últimas cuatro décadas no se aprobó ninguna ley que vaya contra la lógica del libertinaje del mercado. La tarea es nuestra, la historia nos demuestra que nada se consigue si no es a través de la batalla por nuestros derechos.
Asociarse en función de una insurreción -el término suena fuerte, ya que por lo general involucra violencia, aunque en algún enfoque de los muchos que da el diccionario para este término, pueda entenderse como de un tipo de violencia mas intelectualizada y política- presupone que gente que piensa lo mismo, se une para lograr justicia.
Una a la que el poder vigente y tradicional no ofrece posibilidades de concreción, aunque le brinde las mesas de diálogo y libertad de expresión por los medios corrientes.
Que es como si te dieran un muro enorme para que digas lo tuyo con la pintura que quieras….
Lo que no logro imaginar, es cómo podríamos hacer -algo nuevo, me refiero- para no seguir en la misma lucha de opuestos: el capitalista, que pone la plata, y «la pasa de maravillas» versus los obreros y empleados, siempre descontentos con la paga, con la pega, y siempre «sudor y lágrimas».
El que fabrica camas siempre las hace con sus manos y su ingenio, y siempre se lleva bien con sus dos ayudantes. Respiran el mismo diluyente, se suelen herir y curar entre ellos, cuentas chistes, van a los velorios y nacimientos, si bien nunca son ricos, no la pasan mal. Pero si él formara una mini empresa formal, cada vez estará mas en escritorio y por los Bancos y mutuales, necesitará mas empleados y obreros, y el capital crecerá hasta un buen nivel y más allá no se puede saber lo que pasará si sigue creciendo.
Hasta que los capitalistas no ganen lo mismo que sus obreros y empleados, no habrá empresa que dure. Ni gobierno que perdure sin volverse neo neo neo esto o aquello.
Si el capitalista tiene que ganar más por el estrés al que se ha autosometido por lo que se supone que debiera ser su «vocación» y su capacidad natural, y no su sacrificio personal, pues sencillamente se metió donde no debía. Hubiera seguido haciendo camas.
Para que unos ganen más, otros han de tener que prescindir de lo que les corresponde.
Todos tenemos que ganar.
Si hay algo nuevo que hacer, como ya lo están haciendo algunas empresas en el mundo, es poder vivir creando cada día allá donde te toque estar. Ganando todos, ayudandonos todos, aunque no tengamos Rolls Royces en el estacionamiento.
Si bien, me parece que Marcel Claude no ha sabido elegir sus amistades y aliados (cosa complicada para quien aspira a dirigir un país), tiendo a creer que la maquinaria político-electoral de los hermanos Hirsch (cuyas boletas están por verse si eran «ideológicamente correctas») se lo tragó.
Yo fui uno de los que votó por Marcel, aunque para ser franco, no me convencía del todo, puede que tenga sus capacidades personales, pero su ego mata. Ahora bien, dicho lo anterior, algo así como una catarsis aunque un poquitín atrasada, la gran crítica que hay que hacer es: el sectarismo hasta llegar al caudillismo, de los que tienen una inclinación política supuestamente pro pueblo, NO SON CAPACES de buscar los puntos de convergencia para aglutinar fuerzas. En lo sucesivo se seguirá haciendo el loco con este tipo de actitudes, nosotros la gente a pata necesitamos ver nacer personas que quieran liderar un proyecto, pero estas personas deben tener unas cualidades o más bien recuperar cualidades que se están extinguiendo en el mundo político.
No olvidar que el sistema binominal se está modificando, pero para ir ganando representantes en el parlamento que defiendan al pueblo, deberá hacerse alianzas.