Apología al terrorismo de estado en Chile
por José M. Carrera (Chile)
9 años atrás 3 min lectura
Chile fue uno de los países que el 10 de diciembre de 1948 suscribió la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en Paris, Francia. De los Considerandos de la Declaración, menciono dos, nos atañen:
“La libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana.”
“Es esencial que los derechos humanos sean protegidos por un régimen de Derecho, a fin de que el hombre no se vea compelido al supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión.”
Y precisamente cuando se cumplían sesenta y seis años de esa declaración, trascendental para la humanidad entera, la Cámara de Diputados de Chile, a través de su presidente, el democristiano Aldo Cornejo, anuncia a los chilenos y al mundo, que de acuerdo al “reglamento de su Cámara” y a petición de un parlamentario de derecha Ignacio Urrutia, ofrecerán un minuto de silencio en homenaje al criminal dictador Augusto Pinochet.
Se ha conocido que los diputados sabían desde el día anterior que este homenaje se realizaría, ningún partido se opuso en la reunión de jefes de bancada, era la oportunidad. Finalmente pisoteando el dolor de miles de víctimas de la dictadura, se hizo el homenaje en el salón plenario del Parlamento.
Digamos las cosas por su nombre, este acto constituye un increíble amedrentamiento a cara descubierta, a todos los chilenos, y en especial a los que ya no soportan vivir la injusticia que genera el modelo económico y político heredado de esa dictadura. Dicho de otra forma, el Parlamento chileno hace apología al Terrorismo de Estado y permite la defensa ideológica de obra criminal de la dictadura.
Queda claro y no constituye novedad, que los parlamentarios de la UDI defienden el modelo de sociedad resultado del golpe de Estado de 1973, intelectualmente hacen suyas las ideas que despojaron a nuestro pueblo de las libertades más elementales, con resultado de miles de muertos y desaparecidos, muchos de ellos aún sin ubicar.
Resulta por tanto inconducente y sin valor ético, que tras cartón de la agresión a la memoria de las víctimas, la Cámara de Diputados anuncie y declare, que de forma unánime adhiere a la defensa de los derechos humanos. No es creíble. Sobre todo en un país como el nuestro, que según un último informe presentado por la directora del Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH), constatemos que en el presente año 2014 “persiste la tortura” en Chile, refrendado por las “doce querellas por torturas y quince amparos por violencia policial”, por parte de organismos del Estado.
El Gobierno de la Nueva Mayoría, por la quema de un bus del Transantiago en Villa Francia al día siguiente, reaccionó de inmediato, anunciando todo el peso de la Ley a sus autores, en cambio para el acto de terrorismo de la UDI en el Parlamento, solo ha tenido una tibia declaración, diciendo que “la derecha se quedó en el pasado” y nada más.
Para los chilenos, la respuesta lamentable del gobierno de la Nueva Mayoría y sus parlamentarios, nos indica que está plenamente vigente la doctrina de “la justicia en la medida de lo posible para los violadores de los Derechos Humanos en Chile”. Esto nos obliga a pensar y temer, que no tenemos garantías fundadas, de que los crímenes que cometieron la derecha y los militares, no se repitan.
Recordemos al padre Esteban Gumucio y retrato del 11 de septiembre de 1973:
“…no me digas que no sabes de esta noche funeraria de septiembre.
Un lamento, dos disparos y la sombra de locura.
Los militares mandan, queda gente muerta. Niños muertos.
Los palacios sin ternura en las altas avenidas.
Llega el hambre y la censura, mala bestia que se llama dictadura.
¡Ningún homenaje al dictador Pinochet!
Construyamos un Chile Digno
José M. Carrera, @JosMCarreraC
Santiago, diciembre 2014
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«Creo que el FP debería plantearse estas cuestiones, ocuparse mejor de encuadrar a su gente, enseñarles a trabajar en la clandestinidad, mejorar la organización para no hacer –como hoy- el ridículo ante el enemigo.»
Si en los sesente y setenta se usaban sicarios pagados de baja y alta ralea, no sólo para matar sino también para gobernar países con ciertas tendencias de izquierda, hoy los partidos de la derecha de entonces deberían olvidarse de ese señor que no volverá a repetirse en Chile -toco madera- y lo reemplacen con una política adecuada a sus pricipios de libre mercado y demás artilugios democráticos de su preferencia.
Valgan mis deseos para todas las Américas.