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La irresistible atracción por el Islam radical

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El asalto al parlamento canadiense por una persona que se había  convertido al Islam sólo un mes antes, debería crear algún interés sobre por qué un número creciente de jóvenes están dispuestos a dar su vida por una visión radical del Islam.

Hasta ahora, esto fue descrito como fanatismo. Pero cuando se cuentan más de 2.000 suicidas que se hicieron estallar a sí mismos, es el momento de mirar a esta realidad en crecimiento más allá de los estereotipos.

Vale la pena señalar que existe un número creciente de voces acerca de cómo el mundo de los musulmanes y sus valores son intrínsecamente contra el Occidente. Pues bien, los datos básicos no apoyan esa teoría, que ahora es utilizada por todos los partidos xenófobos que han surgido por todas partes en Europa.

Recordemos que hay 1.600 millones de musulmanes en el mundo. Indonesia es el país musulmán más grande y el segundo es la India. Toda la región de Oriente Medio y Norte de África cuenta con 317 millones, frente a 344 millones sólo en Pakistán e India. Existen 3,4 millones en Estados Unidos y 43,4 millones en Europa. Eso significa que uno de cada 100.000 musulmanes puede ser yihadista.

Y hay cuatro causas históricas para el yihadismo, que se olvidan fácilmente.

En primer lugar, todos los países árabes son artificiales. En mayo de 1916, Monsieur Picot por Francia y lord Sykes por Inglaterra, se reunieron y acordaron un tratado secreto, con el apoyo del Imperio Ruso y el Reino de Italia, sobre la forma de repartirse el Imperio Otomano al final de la Primera Guerra Mundial.

Así es como nacieron los actuales países árabes, con una división entre Francia y Gran Bretaña, sin ninguna consideración por la historia  y las realidades étnicas y religiosas. Excepcionalmente, Egipto tenía una identidad histórica. Pero países como Irak, Arabia Saudita, Jordania o los Emiratos carecían siquiera de eso.

Vale la pena recordar que el problema kurdo, de unos 30 millones de personas divididas entre cuatro países, fue creado por las potencias europeas.

Como consecuencia, la segunda razón. Las potencias coloniales instalaron reyes y jeques en los países que crearon. Para dirigir esos países artificiales, se requería mano de hierro. Así, desde el comienzo, había una falta total de participación de la gente, con un sistema político que estaba totalmente fuera de sincronía con el proceso democrático que estaba ocurriendo en Europa.

Con la bendición europea, esos países quedaron congelados en los tiempos feudales.

En cuanto al tercer motivo, las potencias europeas no hicieron ninguna inversión en el desarrollo industrial o verdadero desarrollo. La explotación del petróleo estaba en manos de empresas extranjeras y sólo después del final de la Segunda Guerra Mundial y el proceso subsiguiente de descolonización,  hizo que manos locales  participasen realmente en los ingresos petroleros.

Cuando las potencias coloniales partieron, los países árabes no tenían un sistema político moderno, ninguna infraestructura moderna ni gestión local. Cuando Italia abandonó Libia, sin saber que allí había petróleo, sólo tres libios tenían diploma universitario.

Por último, la cuarta razón, que se acerca más a nuestros días. En los estados que no ofrecían educación y salud a sus ciudadanos, la piedad musulmana asumió la tarea de proporcionar lo que el Estado no daba. Así se crearon las grandes redes de escuelas religiosas y hospitales. Cuando las elecciones fueron finalmente autorizadas, éstos se convirtieron en la base para la legitimidad y el voto en los partidos musulmanes.

Por esta razón, basta citar el ejemplo de Egipto y Argelia,  dos países importantes, donde los partidos islamistas ganaron las elecciones y cómo, con el consentimiento de Occidente, los golpes militares fueron el único recurso para detenerlos.

Este análisis sobre tantas décadas en unas pocas líneas, por supuesto que es superficial y deja fuera a muchas otras cuestiones. Pero este proceso histórico brutalmente abreviado, resulta útil para la comprensión de cómo la ira y la frustración se ha propagado ahora en todo el mundo musulmán y cómo esto lleva a la atracción que los sectores pobres sienten por el Estado Islámico (EI).

No debemos olvidar que este antecedente histórico, aunque remoto para los jóvenes, se mantiene vivo por el dominio de Israel  sobre los palestinos. El apoyo ciego de Occidente a Israel, especialmente de Estados Unidos, es visto por los árabes como una humillación permanente.

El bombardeo de Gaza en julio y agosto, que provocó sólo tímidos ecos de protesta de Occidente y no acciones reales, es para el mundo árabe la prueba clara que la intención es mantenerlos aplastados, favoreciendo alianzas sólo con gobernantes corruptos y deslegitimados que deben ser barridos.

No hace muchas décadas, un sistema escolar modernizado comenzó a producir cuadros locales, muchos de ellos de nivel universitario. Pero la falta de modernización política, combinada con la falta de desarrollo económico, ha dado lugar a una generación de jóvenes instruidos descontentos, que hicieron escuchar sus voces durante lo que se llamó la Primavera Árabe.

Pero eso fue solo un estallido, que no condujo a la creación de una sociedad civil dinámica con movimientos de base reales. El único movimiento de base significativo sigue siendo la red musulmana de mezquitas, escuelas religiosas y estructuras de asistencia.

Además, no hay partidos políticos modernos en los países árabes – esta es la diferencia con los grandes países musulmanes de Asia, como Indonesia y Malasia, con Pakistán a medio camino entre ellos.

El desempleo es un gran hábitat para la frustración por la falta de perspectivas futuras, sobre todo cuando no se tiene participación y voz en el sistema político. Los países ricos, como Arabia Saudita, pueden comprar la lealtad de las personas, ofreciéndoles un sistema de subsidios generosos, pero otros países no pueden.

El hecho de que la Primavera Árabe no aportó ningún cambio tangible en el plano económico ha exacerbado la frustración, derivando  en rabia o resignación.

Es sumamente instructivo leer a David Kirkpatrick, del New York Times en Túnez (de donde provienen la mayoría de los yihadistas),  a Steven Erlanger, también de The New York Times en Londres (sobre el fenómeno de las mujeres que se unen a las filas de combatientes del EI o como esposas de los combatientes) o Ana Carbajasa, de Melilla, en Marruecos (sobre el Islam en ese enclave español y la radicalización de las mujeres).

Pocos periódicos han dado voz a los jóvenes árabes, a pesar de la necesidad de entenderlos.

Kirkpatrick, Erlanger y Carbajasa descubrieron  que para muchos, el Estado Islámico tiene la imagen de la venganza histórica contra el pasado, un lugar libre de corrupción. Se trata un faro para los muchos jóvenes que no tienen manera de estudiar o encontrar un trabajo y que no tienen nada que perder.

Los entrevistados declararon que unirse al movimiento radical – en el Medio Oriente, en París o en Manchester – es llegar a ser parte de una élite moral internacional, de un movimiento global y magnético. Significa tener un proyecto de vida y pasar del anonimato frustrante al reconocimiento glorioso.

Lo que está creando esta movilización es que EI es un estado, no una organización secreta como Al-Qaeda. El uso sin precedentes de los medios sociales está atrayendo a cientos de nuevos reclutas cada semana, que sienten que pueden escapar de sus frustraciones diarias y entrar en un mundo de dignidad y justicia.

Ahmed, un joven tunecino partidario del Estado islámico que no quiso dar su apellido por temor a la policía, dijo al New York Times: “El Estado Islámico es un verdadero califato, un sistema justo y equitativo, en el que no se deben seguir las órdenes de alguien porque es rico o poderoso. Se trata de la acción, no la teoría, para derribar el juego entero”.

Otro tunecino, de 28 años de edad, Mourad, con grado de maestría en tecnología, pero desempleado, denomina el EI la única esperanza de “justicia social”, ya que absorbería las monarquías ricas en petróleo y redistribuiría su riqueza. “Se trata de la única manera de devolver a la gente sus verdaderos derechos, dando los recursos naturales de nuevo a las personas. Es una obligación de todos los musulmanes “, opinó.

Este sueño de un mundo musulmán diferente, de la identificación con la lucha para llegar allí, encuentra un eco fácil en los guetos de Europa, donde una gran proporción de los jóvenes desempleados es árabe. No debemos olvidar la violencia registrada en 2005, tanto en los suburbios de París como en Birmingham, Inglaterra.

Entretanto, la policía francesa estima que ya hay por lo menos 1.200  de sus ciudadanos en el EI y la policía del Reino Unido calcula un número similar de   británicos. Estos números crecerán, mientras Estado Islámico pueda demostrar en su eficaz campaña de medios sociales que se trata de una realidad éxito.

A esto se une ahora el fenómeno de los occidentales descontentos que se han marginado al sentirse rechazados por la sociedad,  que se están uniendo al Islam y  a la lucha armada, como un cambio radical en sus vidas y una forma de ser parte de un cambio de la marea.

En su tiempo, los anarquistas europeos no eran unos errantes – estaban convencidos de que para tener un nuevo mundo de justicia social y dignidad humana, era necesario destruir el actual  y ellos hacían parte de un gran movimiento político.

Si algunos en Europa eran capaces de un sueño con la violencia como un instrumento necesario, ¿por qué el mundo musulmán no puede tener un sueño similar, con bastante más justificación?

La atracción hacia el islamismo radical está destinada a continuar. Sobre todo si el Estado Islámico de Irak,  Siria y el Levante es destruido por el Occidente.

El autor es co-fundador y ex Director General de Inter Press Service (IPS). En los últimos años también fundó Other News, un servicio que proporciona “información que los mercados eliminan”. Other News .

*Fuente: AlaiNet

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