EL TRIUNFO POLÍTICO DEL PACTO ‘NUEVA MAYORÍA’
El gobierno de ‘Nueva Mayoría’ pudo constituirse como tal luego que dicho pacto político alcanzara la victoria electoral en diciembre del pasado año merced a dos circunstancias: fue la primera, contar con la presencia de un líder carismático como lo es Michelle Bachelet que, para la generalidad de la población votante, a pesar de haber sido su pasada administración la que puso fin a la era de Gobiernos de la Concertación de Partidos Por la Democracia, parece representar la ‘reginae mater’; la segunda, haber podido alcanzar a redactar, poco antes de dichas elecciones, un programa de Gobierno que recogía gran parte de las demandas ciudadanas pendientes de realizar hasta el momento de dicha elección. Señala, al respecto, una analista:
“La retórica de la Reforma de Bachelet ha sido completamente copiada de las demandas estudiantiles, y diría, hasta mejorada, si analizamos los artilugios argumentativos del ministro de Educación. Esa retórica sin embargo, queda vacía si se analizan los contenidos totalmente minimalistas que promueven desde La Moneda en Educación”[1].
Simultáneamente, empeñó dicha coalición ante la ciudadanía la promesa de una nueva forma de gobernar en el sentido que no repetiría los vicios del pasado, especialmente en materia de acuerdos alcanzados a espaldas de los habitantes de la nación. Para el cumplimiento del programa se urgió al electorado a dar ‘un parlamento para Michelle’; en cuanto a lo segundo, se ofreció una administración ejercida por una nueva generación de políticos que comprometían su palabra en torno a actuar con plena independencia de los partidos. Dentro de la escena política nacional sembró, por consiguiente, grandes expectativas de cambios y transformaciones.
Con esas armas electorales, Michelle Bachelet no sólo casi dobló la votación de su rival, Evelyn Matthei, sino que obtuvo, además, una aplastante mayoría parlamentaria cuyo número debería haberle permitido llevar adelante todos los cambios propuestos en ese programa. Sin embargo, no ha sucedido de esa manera. Por el contrario: todo lo que se suponía realizable comenzó a malograrse en los meses posteriores a poco de asumir el pacto ‘Nueva Mayoría’ el mando de la nación. Incluso, a medida que pasa el tiempo, se desdibuja el perfil de las transformaciones sociales que dicha coalición parecía estar decidida a emprender, al extremo de desconocerse su propio impulso transformador que parecía identificarla en sus inicios. Y no es que la naturaleza de dichas reformas sea intrínsecamente ‘perversa’ o lleve ineluctablemente al ‘comunismo’ como más de alguien podría suponer. Por el contrario: su contenido primitivo era bastante poco atrevido siendo, en algunos casos, incluso, hasta conservador. La propia Reforma Tributaria que recientemente ha promulgado la presidenta no es ni la sombra de aquella que primitivamente había propuesto el ministro Arenas; tampoco la actual Reforma Educacional que en breve irá al Parlamento. Para qué hablar de la Reforma Constitucional o de una Asamblea Constituyente. Y es tan evidente una manifiesta ‘marcha atrás’ dentro de esta época de transformaciones que, cuando dos de las personas que integraban la llamada Comisión Presidencial de Expertos para la Reforma de la Salud Privada —a saber, Gonzalo de la Carrera, presidente del grupo de empresas Colmena Salud, y Ana María Albornoz, gerenta de la empresa Clínicas Chile (quienes, en defensa de sus respectivas conductas, alegaron estar dicha Comisión preparando las condiciones para estatizar las ISAPRES)— anunciaron el retiro de la misma por las razones antedichas, su secretario ejecutivo, Camilo Cid, pudo decir, con toda calma, que tales afirmaciones no eran efectivas pues el proyecto aprobado solamente
“[…] debía considerar terminar con la discriminación, terminar con las alzas unilaterales y lo que se acordaba, entonces era poner a las ISAPRES en un estatus de seguridad social, pero no terminar con ellas de ninguna manera”[3].
Las reformas propuestas, pues, no serán realizadas en su integridad a pesar de haber ganado la entonces candidata Bachelet dentro de las reglas del juego impuestas por la dictadura y con un Parlamento proclive a los cambios.
¿QUÉ HA SUCEDIDO? ¿CUÁL ES LA RAZÓN DE ESTE CAMBIO DE COMPORTAMIENTO?
No puede afirmarse ingenuamente que todo ello se debe la virulencia de una ‘derecha’ que desea hacer oídos sordos tanto a razones como a la ‘voz del pueblo’; tampoco puede decirse que se deba a la acción solapada de un estamento empresarial poco proclive a los cambios pues, como ya lo denunciáramos en uno de nuestros anteriores documentos, dicho estamento apoyaba no sólo a la candidata del pacto ‘Nueva Mayoría’ sino a todo su Programa de Gobierno, y rechazaba a la que debería estimarse como ‘representante político natural’ de la clase de los compradores de fuerza o capacidad de trabajo que era Evelyn Matthei.
Para algunos autores, la razón de tal retroceso radicaría en los límites impuestos por la constitución pinochetista a una era de cambios, pues su estructura no toleraría grandes reformas ni permitiría introducir transformaciones ‘estructurales’ al sistema vigente. Dadas así las cosas, no quedaría sino una solución como la que propone un analista:
“Para el gobierno sería mejor poder hacer todas las reformas sin gastar demasiado esfuerzo en la Constitución y por eso yo creo que es importante notar que estas reformas sólo pueden ser compatibles con la Constitución en la medida que no se hagan las transformaciones profundas que la Nueva Mayoría prometió”[4].
Con prescindencia de la polémica que suscita una eventual reforma o derogación y reemplazo de la constitución pinochetista por una que refleje la voluntad de las grandes mayorías nacionales, no parecen atinadas las conclusiones del analista, toda vez que presuponen incapacidad o ignorancia de parte del actual pacto gobernante de entender a cabalidad el real significado de la carta fundamental. Como lo hemos expresado repetidamente en nuestros análisis, ‘Nueva Mayoría’ ganó las elecciones dentro de las reglas del juego impuestas por la dictadura, y con una extraordinaria presencia de representantes en el Parlamento.
De lo cual se desprende que no dice verdad el senador Felipe Harboe cuando asegura, refiriéndose a las reformas que deberían introducirse a la Constitución:
“Tenemos que abrir este debate, y será en el proceso legislativo donde se defenderán las visiones que correspondan. Ahora claro, hay que ser realistas, tenemos una Constitución que exige para reformarse supramayorías, y hoy no tenemos los votos”[5].
Los votos están; son otros los elementos que faltan. Por lo mismo, tampoco acierta Camila Vallejo cuando, luego de haber sido burlado su partido por un acuerdo tras bambalinas durante la discusión de la Reforma Tributaria, se lamenta de la siguiente manera:
“[…] nos hemos encontrado con la oposición política y económica de la derecha, así como también del sector más conservador de la Nueva Mayoría, perteneciente al núcleo de la antigua Concertación, quienes en vez de desarrollar un argumento crítico han preferido emplear la desinformación, la mentira y la desconfianza, con el sólo fin de infundir miedo al cambio”[6].
A nuestro entender, las causas de los impedimentos que han malogrado toda posibilidad de llevar adelante las reformas del modo primitivamente formulado, parecieran encontrarse en otros hechos y circunstancias y no en una constitución inadecuada o en la simple oposición de políticos malévolos y de empresarios inescrupulosos cuya única finalidad es poner cortapisas a toda iniciativa proveniente del pacto gobernante. La teoría nos puede ayudar en el empeño por conocer qué es lo que efectivamente está sucediendo.
CAMPO EN EL QUE SE REALIZAN LAS CONTIENDAS POR LAS REFORMAS
Las reformas no se han discutido en cualquier campo. No. Lo han hecho allí donde opera la escena política nacional que es el campo político abierto al interior de la sociedad. No se han realizado, en consecuencia, dentro del campo social. Y no podría ser de otro modo pues quien prometió realizarlas (‘Nueva Mayoría’) es un sujeto político cuyo campo de acción es la escena política de la nación. Esto no es novedad: cuando un actor político ofrece a la comunidad un programa de gobierno con reformas destinadas a beneficiarla, dicho programa es un programa político que tiene sus propios ejecutores. Por consiguiente, no tiene por qué ser realizado por dicha comunidad.
En efecto, lo normal es que el programa de gobierno lo ejecute el propio actor político que se siente representante natural de determinadas clases o fracciones de clase. Y si así sucede en estricta teoría, no tendría por qué ser diferente en la vida real. Lo cual explica por qué la ejecución del programa del pacto ‘Nueva Mayoría’ estaría a cargo de la dirección de ese pacto; los actores sociales jamás serían consultados aunque tal programa se confeccionase sobre la base de determinadas demandas sociales. Su ejecución sería efectuada por actores políticos, en su carácter de representantes obligados de la comunidad. Y como esa representación se realiza, en gran medida, dentro del Parlamento, deben ser los parlamentarios quienes examinen y resuelvan sobre el contenido de dichas reformas. De ahí la urgencia de contar con una amplia mayoría congresal contenida en la frase ‘Un parlamento para Michelle’. Sin embargo, todo ello no explica por qué, aún así, contando con esa mayoría, las reformas no se realizan hoy sino se desdibujan constantemente.
IMPORTANCIA DE LA PARTICIPACIÓN ELECTORAL
El SK posee una forma de gobierno democrática representativa. Se construye sobre una periódica realización de elecciones para determinar las autoridades que han de regir ese sistema de dominación. La participación ciudadana en cada uno de esos eventos se convierte en un acontecimiento de especial relevancia; y es que tiene por finalidad legitimar la vigencia del propio sistema. Cuando así no ocurre, aquel se torna tremendamente vulnerable.
En las elecciones de diciembre pasado, no hubo una participación ciudadana que legitimara ipso facto, ipso jure, a la mayoría triunfante. Solamente un 40% de la población hábil para votar se hizo presente en tales elecciones, lo que puso de manifiesto la profunda desconfianza que siente gran parte de aquella en lo que se ha dado en llamar ‘clase política’ que, en estricta teoría, corresponde a lo que constituye la ‘escena política’ de la nación. Es cierto que el sector denominado ‘Nueva Mayoría’ sobrepasó ampliamente a su rival, la ‘Alianza Por Chile’, que sólo obtuvo un 38% de aquel 40% en tanto la candidata Michelle Bachelet recibió un 62%. Sin embargo, es necesario tener presente el fenómeno de la abstención, es decir, que el 60% de la población nacional había rechazado concurrir a votar, situación que permitió poner de manifiesto un hecho trascendental: el Gobierno recién electo gobernaría solamente con un apoyo ciudadano que no se elevaría más allá de un 24% de esa población nacional[7]. En estricta verdad, un Gobierno de minoría como jamás se había visto desde el advenimiento de la democracia post dictatorial. Se puede decir, entonces, que Bachelet ganó, pero lo hizo en condiciones precarias. En condiciones de extrema debilidad. Lo que ponía, forzosamente, en difíciles condiciones su programa de gobierno. Y si ya antes de la justas electorales ese programa contaba con el beneplácito del empresariado nacional, que no veía en su contenido una amenaza real en contra de sus intereses, las condiciones de extrema debilidad en que la coalición triunfante se hacía cargo del gobierno de la nación brindaban a las clases dominantes condiciones extremadamente favorables para introducirle mayores talas y reajustes a las susodichas reformas; en buen chileno, el resultado electoral permitía al empresariado y sectores políticos que representan naturalmente esos intereses de clase, extraer, con extraordinaria facilidad, ‘las castañas con la mano del gato’.
Agreguemos otra circunstancia: a poco andar, la nueva coalición gobernante comenzó a exhibir su verdadero rostro. No hay independencia del pacto respecto de los partidos políticos; por el contrario, se instala un comité político integrado por los máximos dirigentes de los partidos como organismo de consulta que se reúne una vez a la semana en La Moneda y gran parte de las reformas comienzan a ser examinadas por ‘Comités de Expertos’. El programa, por otra parte, se ha revelado como un resumen bastante distorsionado de las demandas populares, tremendamente ambiguo, la nueva forma de gobernar prometida durante la campaña electoral se muestra en toda su precariedad, y las promesas hechas al electorado se diluyen al compás de los acontecimientos.
POSIBILIDAD DE AVANZAR EN EL CUMPLIMIENTO DE LAS PROMESAS
La posibilidad de avanzar en el cumplimiento de las promesas empeñadas se hace así cada vez más difícil. No basta, por ende, que un enfebrecido diputado, como lo es Jaime Quintana, presidente del Partido Por la Democracia PPD, pida pasar la ‘excavadora’ (o la ‘retroexcavadora’) por sobre la normatividad del sistema pues no se llega a la luna sobre las ancas de un caballo. Ni que otras personas se enfrasquen en discusiones acerca del cumplimiento de las mismas, como ocurriese con el senador Guido Girardi luego de oír las palabras de uno de sus colegas de tienda, el senador Felipe Harboe:
“El gobierno de Michelle Bachelet es… [un gobierno] de transición social, donde vamos a tener dos, o, eventualmente, tres reformas importantes: la tributaria, la educacional y una reforma constitucional, que va a quedar probablemente lanzada y en discusión”.
“[…] será el futuro gobierno, a mi juicio, el que profundice esta transición social en la reforma a las AFP, a la salud y una reforma laboral. Para eso, esta coalición tiene que proyectarse en el tiempo”[8].
No, alegó rotundamente Girardi, hay un compromiso y los compromisos deben ser respetados.
“La palabra empeñada es sagrada y por lo tanto tendremos nueva Constitución al final del Gobierno de la Presidenta Bachelet”[9].
Sin embargo, aquello no ocurrirá. Aún cuando lo asegure un sujeto como lo es Rodrigo Peñailillo que representa la voz de la Primera Mandataria.
“El gobierno tiene un calendario muy claro y lo que hemos dicho es que este año avanzamos con la reforma tributaria, la reforma educacional en distintos niveles y con la reforma del sistema electoral binominal”[10].
“El próximo año comenzamos con la otra reforma estructural que es una nueva Constitución para Chile, nacida en democracia, como corresponde a todo país que se siente orgulloso del proceso político que está viviendo”[11].
WHISHFULL THINKING
Así, llegamos al núcleo del problema: las reformas prometidas, a pesar de ser una copia desnaturalizada de las verdaderas demandas ciudadanas, no podrán llevarse adelante en la forma prometida. No hay posibilidad de hacerlo. La ciudadanía no ha respaldado al gobierno de Bachelet porque no tiene confianza en los estamentos que dirigen la política nacional. No hay confianza en la dirección de la nación, llámase ésta administración, parlamento, justicia, municipalidad o contraloría. Quedan, por consiguiente, como simples aspiraciones las palabras del ministro de Educación Nicolás Eyzaguirre quien, luego de podar sistemáticamente todas las demandas estudiantiles, sostenga hoy y ante el temor de fracasar en su gestión, en una alocución ante el Pleno del Comité Central del Partido Socialista, que la ciudadanía deberá salir a la calle a defender el proyecto gubernamental.
“Se necesita coraje, convicción, que todos salgamos a la calle a convencer a las familias, a unirnos a los profesores y estudiantes en esta gran lucha y no hacer caso a las maniobras que hace la oposición para intentar dividirnos”[12].
No deja de ser irónico que haya sido el propio ministro de Educación, Nicolás Eyzaguirre, ministro de Hacienda de Ricardo Lagos, director del Fondo Monetario Internacional FMI para la región y creador del sistema CAE, destinado a endeudar a los jóvenes estudiantes, quien formulara tales aseveraciones.
Un gobierno débil, un gobierno sin apoyo ciudadano no puede llevar adelante transformaciones de magnitud. Mucho menos pensar, ingenuamente, como lo hace un analista, que bastan las mayorías parlamentarias para emprender el camino sin retorno de las transformaciones sociales:
“El futuro de las reformas se basa en comprender que las mayorías son para usarlas, y que en el proceso hay ganadores y perdedores. Llevar a cabo las reformas tal como se plantean en el programa de gobierno no sólo es necesario para un país más justo, sino que necesario para cumplir con lo prometido a la ciudadanía, la que hizo un gesto de confianza al votar por un proyecto y no optar por otro”[13].
Tomar los deseos por realidades es vivir de engaños propios. Es creer, más que razonar. Creencias y deseos son causa de los errores que se cometen a diario en las altas esferas políticas. Inducen a una militancia crédula a persistir en el error y a defender lo indefendible.
ANALOGÍAS ANACRÓNICAS
Terminemos este comentario refiriéndonos a otro hecho relevante en el mundo de las discusiones relativas a las reformas emprendidas por el gobierno del pacto ‘Nueva Mayoría’.
Ante la embestida del poder empresarial —y, naturalmente, de su representación política natural—, que advierte la debilidad manifiesta del pacto gobernante, un grupo no despreciable de personalidades, ligadas de una u otra manera al pacto ‘Nueva Mayoría’, ha querido recurrir, una vez más, a afirmaciones equívocas. Nostálgicos, en gran medida, del gobierno de la Unidad Popular, haciendo gala de una escasa preparación teórica, han querido hacer una analogía de lo que le sucede al gobierno de Michelle Bachelet respecto del gobierno de Salvador Allende. Esta comparación odiosa no es nueva. Comenzó al momento de instalarse Isabel Allende en la presidencia del Senado en donde no pocos recordaron que antes de ser elegido presidente de la nación, Salvador Allende fue presidente del Senado[14], de lo cual se deduciría que la senadora sería la ‘natural continuadora’ de aquel. Como si las cualidades y calidades humanas se heredasen por transmisión genética.
Pero esos equívocos no han terminado allí sino persisten en las palabras de otras personalidades como los temores que manifestaba la propia madre de la presidenta ante el clima de confrontación que parece existir dentro de la escena política nacional. No ocurre de manera diferente con algunos parlamentarios que construyen otras comparaciones odiosas, ni con el embajador de Chile en Uruguay Eduardo Contreras quien asoció los estallidos de los artefactos explosivos de septiembre recién pasado en dos o tres puntos de la capital con el clima de efervescencia que se vivió antes del golpe militar en 1972/1973. Dijo Contreras:
“Mi lógica es la siguiente: cuando no hay cambios no hay terrorismo. ¿A quién le interesan los actos terroristas? A la derecha, a la derecha empresarial. Y no siempre actúan los derechistas en los hechos. Cuando durante el gobierno de Salvador Allende] el grupo Patria y Libertad empezó a actuar por la CIA, eran casi de izquierda. Yo esos cuentos ya los conozco. Pero no creo que el terrorismo llegue mucho más allá. La derecha se va a oponer, se seguirá oponiendo y tratará de negociar todo lo que pueda para que las reformas sean lo más débiles que sea posible”[15]
Estas ‘analogías anacrónicas’, como las denominaba Karl Marx, pueden resultar tremendamente descabelladas e, incluso, constituirse en trabas para el desarrollo de las ideas de quienes las hacen; porque, antes de nada, hacen feliz a la representación política natural de las clases dominantes que encuentran, en esas expresiones, una razón más para atacar las maniobras del pacto gobernante.
Michelle Bachelet no es Salvador Allende, en primer lugar, ni su gobierno enfrenta una crisis similar a la que vivió Chile en los años 72/73; tampoco su pacto electoral, ‘Nueva Mayoría’, es la ‘Unidad Popular’. Y la época actual, de unipolaridad y de expansión sin precedentes del sistema capitalista mundial, no es la de los años en que se produjo el golpe militar. Constituye un error político de proporciones afirmar semejante incongruencia. Primero, porque, con prescindencia de lo dicho, se trata de una analogía antojadiza, sin base alguna en la realidad, una afirmación sin base teórica alguna, sino formuladas con la única finalidad de conmover las fibras sensibles de una población ideologizada. Segundo, porque las transformaciones que intenta llevar a cabo el gobierno del pacto ‘Nueva Mayoría’ ya han sido suficientemente suavizadas como para recibir la aprobación de los representantes políticos naturales del gran capital, a diferencia de las grandes transformaciones contenidas en el Programa de Gobierno de la Unidad Popular que golpeaba fuertemente los intereses de esos sectores. Tercero, porque la generalidad de esas transformaciones —algunas de ellas atacaban la estructura misma del sistema capitalista, como lo era la participación de los trabajadores en la dirección de las empresas—no pueden compararse en modo alguno a aquellas que se han intentado durante todos estos años de democracia protegida. Y, finalmente, digamos que, a diferencia de lo que hoy ocurre, en donde el Gobierno de Bachelet pierde continuamente el apoyo ciudadano, el de la Unidad Popular crecía día a día, al extremo que no pocos historiadores concluyen, hoy, que también en esa circunstancia pueden encontrarse algunas de las causas que motivaron el golpe de Estado de 1973.
CONCLUSIÓN
Así, pues, el campo de las negociaciones con los sectores de la Alianza Por Chile se abre ampliamente para el pacto ‘Nueva Mayoría’, afirmación compartida por el ex asesor del ex presidente Lagos Ernesto Ottone cuando afirma que las reformas se harán de manera democrática, es decir, buscando el consenso entre los grupos políticos, consenso del cual el acuerdo sobre Reforma Tributaria constituye un ejemplo notable[16]. Y personajes que visten traje de ‘progresistas’ se inclinan por la celebración de un pacto social que
“[…] en nada afectan la competitividad y supervivencia de las empresas”[17].
La posibilidad de hacer valer el triunfo electoral en el Parlamento y la de poder aprobar las transformaciones sociales empleando las mayorías parlamentarias ha sido puesta fuera del alcance de toda discusión, y las verdaderas razones que han obligado al pacto ‘Nueva Mayoría’ a adoptar semejante conducta se transforman en elementos que deben permanecer en la penumbra. En consecuencia, no debe sorprender que en los meses venideros las promesas electorales continúen siendo convenientemente negociadas y modificadas o, simplemente, terminen siendo arrugadas como papeles inservibles y arrojadas al tacho de la basura. Entre otras, la de no actuar a espaldas de la ciudadanía y conceder menor importancia a las demandas de los partidos políticos en torno a beneficiar a sus clientelas electorales o a sus dirigencias. Las conversaciones entre la dirigencia del Partido Socialista PS y de Renovación Nacional RN en torno a poner fin a las discusiones sobre el escándalo de los dineros para el financiamiento de las campañas electorales parecen ser un hecho que apunta en esa dirección.
Santiago, octubre de 2014
Notas:
[1] Sepúlveda, Nicolás: “Las claves de la debilidad del movimiento estudiantil 2014”, ‘El Mostrador’, 11 de agosto de 2014. La cita es de Julio Retamal.
[3] Redacción: “Camilo Cid: ‘No hay intención de estatizar el sistema de ISAPRES’”, ‘El Mostrador’, 29 de septiembre de 2014.
[4] Redacción: “Fernando Atria: ‘La constitución fue hecha para que un programa como el de Nueva Mayoría no fuese realizable’”, ‘El Mostrador’, 7 de octubre de 2014.
[5] Redacción: “Harboe dice que no habrá constitución en este nuevo período…”, ‘El Mostrador’, 9/08/14.
[6] Redaccion: “Camila Vallejo: ‘El sector conservador de Nueva Mayoría […]’”, ‘El Mostrador’, 30 de julio de 2014.
[7] La candidata Evelyn Matthei, de la Alianza Por Chile, tuvo el apoyo tan sólo de un 16% de la población nacional. Ese sería el apoyo que a la política de la llamada ‘derecha’ daría el potencial electorado chileno. Sumado dicho apoyo al 24% de su victoriosa rival, quienes confían en el sistema democrático chileno apenas alcanzarían a un 40%.
[8] Redacción: Id. (3).
[9] Cable de Agencia EFE: “Gobierno dice que reforma para nueva Constitución empezará en 2015”, ‘El Mostrador’, 10 de agosto de 2014.
[10] Cable EFE: Id. (9).
[11] Cable EFE: Id. (9).
[12] Cable de Agencia EFE: “Eyzaguirre llama a defender ‘en la calle’ reforma educacional”, ‘El Mostrador’, 09/08/14.
[13] Quiero, Francisco: “El Estado no es neutro: el futuro de las reformas del Gobierno”, ‘El Mostrador’, 14 de agosto de 2014.
[14] Al momento de escribir estas líneas, hay una pugna al interior del PS de algunas personas que quieren llevar de candidata para las elecciones de 2017a la presidenta del Senado Isabel Allende.
[15] Redacción: “Embajador PC en Uruguay incomoda al gobierno […]”, ‘El Mostrador’, 16 de octubre de 2014.
[16] Las expresiones de Ottone fueron vertidas en el programa ‘Tolerancia Cero’ de 19 de octubre de 2014.
[17] Enríquez Ominami, Marco y Requena, Raúl: “Reforma Laboral: Hacia un nuevo Pacto Social”, ‘El Mostrador’, 19 de octubre de 2014.
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