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Chile: tres Constituciones cívico militar. ¡Asamblea Constituyente ahora!

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En Chile, a partir 1833, los ciudadanos no han participado en la elaboración de una Constitución, pues la de 1833 les fue impuesta por el militar general Joaquín Prieto y el dictador civil Diego Portales. La de 1925, por un golpe de autoridad del Presidente civil Arturo Alessandri Palma y por el inspector del ejército Mariano Navarrete. La de 1980, dictada por el tirano Augusto Pinochet – alias Daniel López – y por el civil Jaime Guzmán Errázuriz.

Dos de estas Constituciones – la de 1925 y la de 1980 – fueron aprobadas por el pueblo en plebiscitos fraudulentos; la de 1925 tuvo una abstención de un 42,1%, con un restringido universo electoral de 302.304 ciudadanos – no es extraño, pues los países pseudo democráticos actuales, entre los cuales se cuenta Chile, se registran abstenciones de más del 60%, sin que por ello se consideren ilegítimas las autoridades seleccionadas -; en ese plebiscito no existía el secreto del voto, pues cada uno tenía los tres colores de la bandera nacional: el rojo significaba dar la aprobación a la Constitución y obtuvo un 93,9% – sospechoso, ¿no les parece? -; el azul, por la mantención, con algunas reformas, del régimen parlamentario, con una votación de un 2,21%; el blanco indicaba que se rechazaba cualquier reforma o cambio a la Constitución, y obtuvo un 0,48%.

Dos de los principales partidos políticos rechazaban la Constitución de 1925: Radical y Conservador, a los que se agregó al Partido Comunista – en ese entonces muy pequeño -. Los conservadores tenían el 18,8% de los votos en la última parlamentaria legal; los radicales, el 21,4%, que sumados alcanzarían un porcentaje del 42,1% – técnicamente igual a la abstención -. De los tres partidos concernidos, el único que llamó a votar en contra –azul – fue el Partido Comunista, que sacó un 2,2%, muy similar a su votación parlamentaria.

Los partidos que apoyaban la aprobación de la Carta Magna fueron el Liberal Democrático – seguidor de José Manuel Balmaceda – el Demócrata y el Liberal. En síntesis, la Constitución de 1925 fue ilegítima en su origen, y lo que está en discusión en su legitimidad en ejercicio; en general, la mayoría de los partidos políticos terminaron aceptando el presidencialismo monárquico y denostando el pseudo parlamentarismo de la república plutocrática.

La Constitución de 1925 no cumplió, a mi modo de ver, con el precepto de Montesquieu sobre la separación de poderes, pues el presidente de la república sigue siendo un monarca absoluto.

La característica de la monarquía presidencial se radicaliza aún más en la Constitución de 1980, que fue refrendada por medio de un plebiscito, en plena vigencia de las leyes de excepción, sin registros electorales, sin parlamento y con un poder judicial servil a la dictadura. La opción del NO careció de acceso a los medios de comunicación; el voto SÍ era representado por el escudo nacional y en NO, por un cuadrado negro – prácticamente una bandera pirata -. En las mesas de las comunas populares repartían las colaciones las Kekas Larraín, las Chepas Errázuriz y las Cocas Amunátegui, veedoras y garantes de la “legitimidad” del proceso electoral. En algunas comunas hubo más votantes que habitantes, el SÍ obtuvo 67% y el No un 30%. En 2005, el Presidente Ricardo Lagos y su gabinete firmaron, con mucho orgullo, una Constitución autoritaria recauchada, que no cambió ninguno de los cerrojos que la hacen antidemocrática.

En la actualidad, la mayoría de los chilenos es partidario de convocar a una Asamblea Constituyente, sin embargo, de no existir una poderosa movilización popular, una convocatoria al pueblo, como constituyente, será una tarea muy ardua.

13/06/2014

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