El Nuevo Anticapitalismo Chileno (Parte I)
por Marco Álvarez.(Chile)
11 años atrás 7 min lectura
En los albores del Chile del siglo XXI, la lucha frontal contra el capitalismo aún sigue peregrinando por indefiniciones importantes. Para graficar esta situación -adaptando una célebre frase gramsciana-, podría decir que “el viejo anticapitalismo no quiere morir, el nuevo anticapitalismo está por nacer”.
Cuando hablo del viejo anticapitalismo, no me refiero a la interminable ruta rebelde que han trazado la clase trabajadora y el pueblo en su lucha por la destrucción del sistema capitalista. Al contrario, hablar de un nuevo anticapitalismo bajo ninguna circunstancia es negar el devenir histórico de las luchas por la derrota del sucesor del feudalismo. Ser parte de una línea histórica nos vuelve legatarios de décadas de experiencias populares y aprendizajes adquiridos en nombre del socialismo.
La larga ruta rebelde transita desde la Unión Socialista[1] a los colectivos populares de fines del siglo XX. Esta ruta abrazó y se nutrió de corrientes marxistas, libertarias, cristianas y latinoamericanas. Caminó con el ejemplo de Recabarren, Clotario, Miguel y Tamara. Desde abajo y con la experiencia de décadas de luchas populares, fue forjando su carisma e identidad, la cual nos deja como herencia una rica tradición de lucha que debemos empuñar.
Con el importante alcance anterior, volvamos al viejo anticapitalismo. Este dice relación con los resabios de la izquierda del siglo XX que aún tiene mucha resonancia en algunas pequeñas organizaciones con nombres rimbombantes. Me refiero al anticapitalismo sectario, dogmático, machista, sin vocación de poder y extraviado cronológicamente en la historia, el cual ha configurado una izquierda un tanto delirante.
No tengo dudas que el antiguo anticapitalismo seguirá existiendo, lo que bajo ninguna circunstancia significa que las y los militantes que acoge en su seno no se vean impedidos de transitar hacia las nuevas formas de comprensión y construcción política que hoy se trazan al calor de la diversidad de luchas populares y ciudadanas.
Más allá de las paupérrimas condiciones que nos dejó el término del corto siglo XX, la alternativa anticapitalista se ha demorado en encontrar su sentido emancipador principalmente por la obtusa decisión de no querer navegar por los cauces de las nuevas realidades del siglo XXI. Sería una injusticia graficar de forma estática el comportamiento del anticapitalismo mencionado anteriormente, ya que han existido interesantes reflexiones en las últimas dos décadas, pero no han sido suficientes como para contribuir a una alternativa revolucionaria viable para nuestros tiempos.
Luego de la caída del mal denominado “socialismo real”, conceptos como revolución, marxismo, anticapitalismo y todo lo que orbitaba alrededor de ellos, fueron duramente desprestigiados. Este desprestigio no es sólo la ganancia de los vencedores capitalistas ni la falta de sentido emancipador ya comentado, sino también la responsabilidad de la URSS en el desastre de este proceso. Frente a eso, es bueno saber que como juventud no tenemos responsabilidad alguna frente a este accidente histórico, y es más, como nos cuenta el historiador Erick Hobsbawm “un nuevo resurgimiento o renacimiento de este modelo de socialismo no es posible, deseable ni, aun suponiendo que las condiciones le fueran favorables, necesario”.[2]
El anticapitalismo de corte marxista sufrió la contaminación natural de ejercerse bajo la hegemonía de los “gobiernos socialistas” del siglo pasado, mezclado con las carencias de la misma teoría de Marx, junto a la amplia diversidad de “legatarios teóricos” que lo interpretan.
Con tanto desprestigio, fracaso y contaminación, es válido preguntarse sobre la necesidad de volver a Marx. Frente a esa pregunta, Jacques Derriba nos dice que “sería un error no leer y releer a Marx, no polemizar sobre él. Pero será cada vez más una falta de responsabilidad teórica, filosófica y política”. Al parecer no es necesario, ya que Marx nunca se fue, no murió, al contrario, sobrevivió a lo que denominaron como el fin de la historia y las ideologías. Lo que sí es cierto, es que no volvió de forma ortodoxa, al contrario, resurge con fuerza en variadas interpretaciones. “El florecimiento de esos ‘mil marxismos’ aparece como un momento de liberación en que el pensamiento se evade de las estrecheces doctrinarias. Significa la posibilidad de recomenzar, tras las experiencias traumáticas de un siglo trágico, pero sin hacer tabla rasa del pasado”.[3]
A pesar del vigente pensamiento de Marx y su variedad de “ismos”, es importante hacerse cargo de las carencias e insolvencias del fantasma que aún recorre el mundo entero. En esa dirección, el intelectual revolucionario franco-portugués Michael Löwy en su prefacio de su libro “La teoría de la revolución en el joven Marx” se pregunta lo siguiente:
“¿Cómo corregir, entonces, las numerosas lagunas, limitaciones e insuficiencias de Marx y de la tradición marxista? Por medio de un comportamiento abierto, una disposición a aprender y a enriquecerse con las críticas y los aportes provenientes de otros sectores –y, en primer lugar, de los movimientos sociales, “clásicos”, como los movimientos obreros y campesinos, o nuevos, como la ecología, el feminismo, los movimientos para la defensa de los derechos del hombre o para la liberación de los pueblos oprimidos, el indigenismo, la teología de la liberación”[4].
El comportamiento abierto que nos describe Löwy, es un llamado heterodoxo, principalmente para nutrir la tradición marxista. Una tradición que en el siglo XX no fue capaz de incorporar importantes luchas, o simplemente las caracterizaba como secundarias. Cualquier debate que no contemplara al trabajador como el sujeto por excelencia de la revolución y muchas veces exclusivo, era duramente cercenado por la amplitud de izquierdas.
Por esa tradición fuimos criados en una izquierda productivista, muy alejada del respeto con el medio ambiente. Nos enseñaron que la caída del capitalismo resolvería por si solo los problemas de género, caricaturizando y criminalizando el feminismo como un problema pequeño burgués y accesorio. La revolución salvaría a los pueblos indígenas y sus luchas ancestrales se debían subordinar a la de la clase trabajadora. La vanguardia nos despertaría del letargo y con su iluminación, el triunfo sería inminente.
Romper con esos esquemas impuestos desde la misma izquierda también es una lucha revolucionaria. Desde lo interno la tarea es abismante, ya que debemos desconstruir, sin perder la honesta tradición de décadas de experiencias y luchas.
Ese nuevo anticapitalismo –que no es chileno, pues hoy se construye desde distintas latitudes-, debe volver a caminar junto al mundo de las y los trabajadores, combatiendo a todas aquellas teorías que los tratan de invisibilizar como los importantes sujetos de transformación que son. Pero también debemos incorporar todas las luchas que hoy se gesten con rebeldía al interior de nuestra sociedad. Esas luchas que no tuvieron importancia para gran parte de las izquierdas del siglo XX. La lucha feminista de las mujeres y de sus compañeros que abrazamos con fuerza la caída del patriarcado. La lucha de las y los inmigrantes, históricamente discriminados, incluso por su propia clase al salir de sus fronteras. La lucha contra el desastre ecológico capitalista, que sólo puede ser superada bajo las banderas del ecosocialismo. La lucha por la dignidad de la niñez popular, que nadie quiere ver y menos combatir. Luchar por un nuevo trato entre las y los anticapitalistas con los nuevos-viejos movimientos sociales.
El siglo XXI ha puesto importantes desafíos para la izquierda revolucionaria. Una de ellas es tener la capacidad de poder articular todas las luchas populares y ciudadanas. La alternativa anticapitalista y profundamente socialista será la expresión concatenada de las mil luchas que hoy se levantan a lo largo de nuestro país.
En el o los próximos capítulos de este texto profundizaré sobre las nuevas relaciones del actual anticapitalismo chileno con los movimientos sociales, las elecciones, la ecología, el feminismo, la niñez popular, el nuevo internacionalismo y la actualidad del movimiento obrero. También abordaré algunas cuestiones que versan sobre las posibilidades de una gran convergencia anticapitalista en Chile.
Nos guste o no, el color de la revolución ya no puede ser sólo el rojo. El verde, el violeta y tantos cuantos sean necesarios, serán las tonalidades que nos deben acompañar en el largo camino emancipador.
Santiago, primavera 2013.
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Marco Alvarez ha elegido un título para su serie de artículos «El nuevo
anticapitalismo chileno» que tiene dos problemas de fondo :
1 Coloca al capitalismo en el centro de su reflexión, le acuerda el rol de
protagonista de este drama. Lo hace en actitud negativa : «anti»
capitalismo.
2 Induce a pensar que el problema que le interesa se da solamente en Chile y
ocurre que es un problema mundial que aparece en siglo XVI – XVII.
Hace poco se publicó un estudio que muestra que sobre le 7 500 millones de
seres humanos que se estima que habitamos actualmente el planeta, 91 000 son
legalemente propietarios de la mitad de la totalidad de la riqueza que existe.
Y los otros 7 499 909 000 nos repartimos la otra mitad. Dicho de otro
modo hay 1 «patrón» por cada 82 418 productores y consumidores de la
riqueza.
Esta gigantesca desigualdad se produce simplemente porque los 91 000 y sus
padres, abuelos, etc. se han apropiado y se apropian ilícitamente de la parte
principal de lo que han producido y
producen los trabajadores y de la parte más importante de lo que han pagado y
pagan los consumidores que somos, evidentemente, los mismos.
Lo único que los 91 000 hacen es organizar el trabajo, la distribución y la
venta de todo de modo de obtener su parte principal. Esta organización es
vertical y autoritaria y ha creado una relación de dependencia absoluta. Los
trabajadores esperamos nuestros míseros salarios y los consumidores pagamos los
bienes y servicios mínimos para sobrevivir en la medida de los posible.
Esta desigualdad les permite a los 91 000 influir decisivamente para
producir leyes que los favorezcan, enseñanza, salud, medios de comunicación,
valores, así como instituciones tales como el poder judicial, la policía y las
fuerzas armadas dispuestas en todo momento a mantener el «orden
establecido» que mantiene esta desigualdad.
¿Y si dejaramos de situar en el centro del escenario a los 91 000, y
los otros, todos los otros unidos, nos dedicaramos a crear la sociedad
solidaria, participativa, ecológica e igualitaria que somos perfectamente
capaces de fundar?
Es evidente que son ellos los que nos necesitan puesto que somos nosotros
los que producimos la riqueza y los que pagamos los bienes y servicios.
Contrariamente a lo que afirma su publicidad, los capitalistas no producen nada y se quedan con casi todo. ¿No
es asi?
Es urgente comenzar la refundación de la sociedad humana. Recientemente los
estudios han mostrado que el porcentaje de suicidios mundiales ha aumentado en
60% con respecto al número de suicidios por 100 000 habitantes que había
hace 45 años. ¿Por qué ?
Todo se va modificando con nueva información. Freud, Einstein,Newton, sus enunciados y leyes han sido sometidos a la prueba del tiempo y la experimentación. ¿Por qué no Marx? Le Inglaterra y Alemania del siglo XIX, con su situación de Revolución Industrial, la visión eurocéntrica y machista del mundo, merece una revisión a fondo. Hasta la Iglesia Católica con sus interpretaciones del evangelio ha sido interpelada por protestantes y teólogos de la Liberación, también el marxismo es interpelable, con mayor razón si dice que es científico y no cree verdades reveladas.
La Sra Olga tiene toda la razón. Todo es revisable y solo si las hipótesis
formuladas son verificadas por los datos de la realidad, correctamente
recogidos, se pueden seguir aceptando provisoriamente como verdades siempre
parciales.
Hay algunas hipótesis que han resistido todas las verificaciones …hasta el
momento: La materia sigue compuesta de átomos y moléculas, y transformable en
energía, el universo sigue sin límites, algunos especialistas hablan de
numerosos universos, el sistema solar sigue teniendo 4 500 millones de años de
edad.
La vida, producida por las probabilidades como todo, aparece en la Tierra
aproximadamente 300 mil años después de su formación, muy probablemente a
partir de moléculas de carbono cuya síntesis exige temperaturas que solo se encuentran
en el centro de las estrellas, traidas por aerolitos resultantes de la explosión
de las estrellas y que encontraron agua líquida en la Tierra debido a la
temperatura producto de la distancia Sol – Tierra.
La ley de la gravedad de Newton así como la evolución prevital y aquélla de
los seres vivos de Darwin han tenido precisiones pero siguen vigentes.
Entonces, después de una quincena de predecesores, aparece nuestra especie hace
unos 200 mil años, resultado de la interacción con el medio y de la evolución
probabilística progresiva de su cuerpo y de su cerebro con su imaginación
desmesurada con respecto a sus posibilidades físicas.
Estas características producen inmediatamente la aparición del miedo del
Hombre, a la muerte, a los fenómenos cosmológicos y telúricos, a los animales y
a los enemigos, al mal en general. El Hombe imagina entonces dos grandes tipos
de soluciones :
a) Las soluciones sobrenaturales :
– negativas para explicarse el mal que lo aflige
(Monstruos, titanes, demonios, pecados originales, espíritus dañinos, brujos,
naturaleza maligna del hombre, etc.). y
– positivas para encontrar refugio y consuelo (héroes,
dioses, ángeles,superhombres, santos, hadas, espíritus benignos, protectores,
etc.).
Con el tiempo el Hombre se dotara del personal especializado para comunicar
con estas entidades, aplacarlas, obtener su protección y mantener la creencia.
Hasta hoy estas creencias son verdaderos medios de vida para millones de seres
humanos y en tanto que tales son respetables.
b) Las soluciones multitudinarias :
Sumar las fuerzas de muchos para defenderse de todos los males que lo
afligen : Al principio la defensa era mutua. Luego aparecen los jefes exigidos
por la necesidad de la eficacia : los ejercitos, los reinos, los imperios, los
señores feudales con los siervos de la gleba, los hacendados con los inquilinos
y los peones, los comerciantes con los aprendices y empleados, los empresarios
con decenas, cientos y miles de trabajadores y en fin los financistas con
fondos introducidos y ganando millones en la producción, distribuciín y venta
de todo lo que los trabajadores producen y luego compran porque necesitan para
vivir.
A pesar de estas soluciones, imaginadas por el hombre, la muerte y el mal en
general, lejos de desaparecer, no han hecho más que aumentar. El único
resultado obtenido es la riqueza fabulosa de los jefes y de sus descendientes y
la pobreza y miseria de millones de hombres. La OMS estima que sobre los 7500
millones de Hombres del planeta, 1000 millones no comen lo que necesitan y
mueren prematuramente de enfermedades tratables. Otros cientos de millones no
logran estudiar porque los estudios fueron transformados en mercancías.
El miedo del Hombre, siempre presente, lo lleva a sentirse más seguro
dependiendo y obedeciendo. El tiempo está llegando en que la Historia le está
enseñando que es perfectamente capaz de organizar colectiva y solidariamente la
producción, la distribucin y el consumo, y el respeto del medio, para legar una
vida libre y satisfactoria a sus hijos.