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Después del apocalipsis de la derecha, ¿qué?

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En una columna anterior reseñé, someramente, las distintas crisis de la derecha en la historia más reciente: la en de 1965, en que liberales y conservadores juntos alcanzaron sólo un 12%;  la de 1989, en que Hernán Büchi obtuvo en 29,4% y su contendor, también de derecha, el populista  Francisco Javier Errázuriz, (Fra-Fra), con el 15,4%; sumadas las dos cifras, logran un 45% – porcentaje igual al obtenido por Pinochet en el plebiscito de 1988 -; en 1993, Arturo Alessandri Besa obtuvo el 24,41, y el independiente José Piñera, el 6,18%; el resultado de la suma de los dos candidatos de derecha fue de un 30%. El escenario de la primera vuelta, a realizarse el 17 de noviembre, sería similar a la elección de 1989, esta vez con una candidata UDI y un populista, también de derecha, Franco Parisi, pero aún no está claro el orden de llegada de ambos aspirantes a La Moneda, como tampoco podemos asegurar el grado del terremoto derechista – un 12% para Evelyn Matthei sería equivalente a un sismo grado 9, como el de los años 60 -; si la candidata alcanzara un 23% sería equivalente al último terremoto de 2010; si obtiene 30%, sería un grado 4, lo normal en este país sísmico.
Si sumamos los votos de Matthei y Parisi, es posible que su adición llegue, aproximadamente a un 35%, es decir, cercana a la de Alessandri sumado a la de Piñera un 30%, de todas maneras muy lejos de casi la mitad de la que obtuvo la derecha a partir de 1999.
Históricamente, el Partido Conservador no ha ganado nunca la presidencia de la república con un hombre de sus filas, durante todo el siglo XX. Personalmente opino que ocurrirá exactamente lo mismo con la UDI – no tendrá un Presidente de sus filas, y es posible que siga el mismo destino del Partido Conservador de antaño, es decir su extinción o, en el mejor de los casos, una existencia de grupúsculo -.
En el año 1964, los partidos de izquierda definían a la Democracia Cristiana como “la otra cara de la derecha”, sin embargo, estos “infantes del Sagrado Corazón de Jesús” se convirtieron en los verdugos freudianos de sus padres: es innegable que Eduardo Frei Montalva, durante su gobierno, con la Reforma Agraria destruyó la estructura oligárquica del latifundio chileno –  los hijos de los patrones, como funcionarios de INDAP, despojaron de las haciendas a sus padres quienes, a su vez, las habían heredado de sus abuelos; estos jóvenes “beatos”, convertidos en seguidores de Louis Althusser, dogmático comunista francés, que asesinó a su mujer, aún más fanática que él – lo cual significó un cambio radical de la sociedad chilena.
La derecha, en términos generales, siempre ha sido la dueña de Chile, y hoy lo es más que nunca: los mercaderes y banqueros poco les importa que sus representantes políticos de derecha fracasen, pues siempre habrá una nueva cara neoliberal que los reemplace y mucho más eficazmente. Cuando los antiguos izquierdistas se convierten en mozos del capitalismo, son mil veces más serviles y “eficientes” que los de la derecha tradicional. En los años 60 ya se hablaba de “los nuevos empresarios modernos con Frei”; en la actualidad, son los Cortázar, los Pérez Yoma, los De Gregorio y otros, por los socialcristianos; los Garretón, los Estévez, los Correa, los Tironi, por  “la izquierda”, todos ellos de fachada, pues quienes dirigen  el país son los Luksic, los Matte, los Paulmann, los Piñera, y otros. Apuesto el doble contra sencillo que la mayoría de ellos estará con Bachelet – al sol que más caliente y a la acción que produzca mayor rentabilidad -.
Es inevitable el derrumbe de una derecha que vivió de “prestado”, gracias a las trampas de Jaime Guzmán Errázuriz y sus secuaces de la mafia católica franquista – hace mucho tiempo los demócratas deberíamos haber destruido, si no fuera por los petimetres de la Concertación – aun cuando no creo que desaparezcan del mapa, pero algo que sí es seguro es que va a “balcanizar” en distintas fracciones: por un lado, los viudas y viudas de Pinochet que aún persisten en sus convicciones totalitarias y fascistas, capitaneados por Jovino Novoa, Hernán Büchi y Carlos Larraín, además de los “militantes activos” de Punta Peuco; por otro, los liberales, liderados por Andrés Velasco y los integrantes de Evópoli, más Lily Pérez y los liberales disidentes de RN – esta última combinación tendría la capacidad de atraer a los democratacristianos de derecha -; por último, el populismo, que siempre ha existido como una necesidad para la derecha para tratar de atrapar los votos de los más despistados y que odian a los políticos y  la política, con su “fiel representante”, cuyas características ameritan una columna especial.
11/10/2013

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