Guerra al marxismo y defensa de la jauria de Cordillera y Punta Peuco
por Enrique Villanueva M. (Chile)
11 años atrás 8 min lectura
Hasta cuando tendremos que soportar el descaro y la prepotencia de la derecha, defendiendo el golpe cívico militar de 1973, a la dictadura y ahora a los criminales confesos de crímenes de lesa humanidad, ex militares que están presos en cárceles de lujo, construidas durante los gobiernos de Eduardo Frei y Ricardo Lagos. Se suma a lo anterior que la mayoría de estos torturadores y violadores, encubridores y cómplices pasivos están libres, amparados por la ley de amnistía de 1978, que en virtud de los acuerdos de 1988, pre y post plebiscito, se declararon intocables.
Quienes protegen a estos criminales son los mismos, políticos, empresarios, periodistas, o sus herederos, que oficiaron de asesores políticos y militares, que crearon el Plan Z, el caos económico para dar un golpe de estado en 1973. Inventando una guerra como excusa para aniquilar a sus adversarios, no en enfrentamientos armados, sino que mayoritariamente indefensos y asesinados en cámaras de tortura o en fusilamientos extrajudiciales.
Es tiempo de desenmascarar todo este entramado político, así como las redes que protegen a estos criminales, a toda esa jauría, a los que están gozando de impunidad y a los que están en Punta Peuco y en el Penal Cordillera..
Ya no es posible permitir que estos bandidos sean calificados de héroes porque supuestamente libraron “la gran batalla para salvar a Chile del marxismo”. Alguien tiene que recordarles, que los que están allí, en esas cárceles llenas de privilegio, están condenados por torturar, violar, asesinar, porque hicieron desaparecer a personas, hombres, niños y mujeres, porque simularon enfrentamientos trasladando cadáveres de personas asesinadas en cámaras de tortura a lugares previamente preparados para ello.
Entonces basta de mentiras y de cobardía, la guerra sucia en contra de nosotros los chilenos, fue ideada por los asesores políticos del dictador, entre ellos su principal ideólogo Jaime Guzmán, quienes impusieron un movimiento de exaltación nacional, llamando a destruir el marxismo, que según ellos “estaba devorando el alma popular de Chile”. Por eso nunca se trató de un golpe militar para restaurar la democracia, como afirman hasta hoy, las evidencias demuestran que el fin ultimo fue siempre el que definió Guzmán, refundar el país, crear una institucionalidad política (y una Constitución) para que jamás se permitiera que la experiencia marxista se repitiera en el país.
Los políticos de la derecha que hoy son incapaces de reconocer sus responsabilidades en los crímenes y desapariciones de chilenos (as), sabían desde el primer momento que para reorganizar el capitalismo en Chile y refundar la nación, la represión política era una condición imprescindible, era la manera de garantizar el éxito del proceso refundacional y un elemento clave para destruir definitivamente la estrecha relación entre izquierda política y el movimiento popular y así lo hicieron.
Hasta ahora, con apoyo y acuerdos con los poderes facticos dentro y fuera de la Concertación, han logrado deslindar sus responsabilidades, intentando apartarse de su vínculo ideológico con la dictadura, endosando a las FFAA la aplicación de la Doctrina de la Seguridad Nacional, cuando en realidad todo fue obra de una coalición político militar. En esa instancia, en el contexto de la Guerra Fría, definieron el enemigo a exterminar, a los comunistas y marxistas, persiguiéndolos y aniquilándolos, enemigos que según esta doctrina no son patriotas sino vendidos al comunismo internacional, por tanto despreciables y a los cuales se les aplica métodos irregulares como la tortura, el asesinato, el soplonaje, es decir, el terrorismo de estado.
Pero quienes resultaron ser en realidad estos ”enemigos despreciables”, mas allá de los partidos de izquierda, si uno toma los registros de las comisiones Valech, Rettig, de la Vicaria de la solidaridad, todo este armazón político ideológico de la guerra sucia se va al piso, porque las victimas, los marxistas fueron todos quienes no aceptaron el golpe: sectores de la iglesia, el pueblo trabajador, la juventud, los estudiantes, intelectuales, artistas que se atrevieron con Allende a construir una sociedad mas justa.
Resulta irrisorio entonces que hoy Senadores, Diputados, ex Alcaldes, Jefes de Servicios, Empresarios Pinochetistas, intenten convencer a los chilenos que no sabían de las violaciones a los derechos humanos. Una vez mas, basta de mentiras e hipocresías, la derecha chilena reciclada en la “centro derecha”, que cuarenta años después continua asumiendo su guerra en contra del marxismo, tiene que asumir su responsabilidad política, por lo que hicieron e instigaron en el golpe y en la dictadura cívico militar.
En este sentido, algo que no puedo dejar pasar sin entregar una opinión personal, es el intento de vincular al FPMR con los asesinos y terroristas esbirros de la dictadura. Algo que desde 1989 se inscribe en la permanente búsqueda de “empates”, con el fin de esconder responsabilidades y de acusar a nuevos “enemigos marxistas”, o con el fin de perseguir a quienes pensamos distinto.
Es una situación que ha sido posible por el aislamiento político intencionado en el cual nos encontramos la mayoría de quienes luchamos frontalmente en contra de la dictadura, fruto de una reconciliación mal concebida. Junto con la resolución de no aplicar justicia a los violadores de los derechos humanos, o hacerlo de manera parcial, el duopolio conformado por la dirigencia conservadora de los partidos políticos de la Centro Izquierda y de la Centro Derecha, erradicaron progresivamente a la izquierda del mapa político, asociándola tal cual lo hizo la dictadura con terrorismo.
En este ámbito no han trepidado en cuestionar de manera abierta o velada, la legitimidad y el valor histórico del gobierno socialista de Salvador Allende y junto con esto, intentaron hacer creer que la dictadura salió del poder por los acuerdos políticos entre ambas coaliciones, desconociendo la enorme participación de la lucha popular, las protestas sociales, la resistencia armada a la tiranía y del tremendo significado y aporte que tiene el haber ejercido el derecho a la rebelión.
De allí entonces que sin el mínimo respeto a los miles de héroes anónimos, que entregaron su vida por la democracia y la libertad en nuestro país, han vendido el discurso, tanto la derecha como el conservadurismo concertacionista, que vincula al FPMR y a las demás fuerzas revolucionarias con el terrorismo. Manipulando el mismo esquema que antes utilizó la dictadura, calificándonos de “cáncer marxista, vende patria, violentistas y demases.
De esta manera se nos marginó de la vida política e incluso laboral, se nos persigue, llegando al extremo absurdo, en el cual los violadores de los derechos humanos gozan de una impunidad grosera y los que arriesgaron sus vidas en la clandestinidad por años luchando en contra de la tiranía, hoy son rechazados por quienes gozan de la democracia a la cual ayudamos a construir.
Pero la historia no olvida y tarde o temprano reivindica a los luchadores sociales dignos y que son parte del pueblo, por eso el FPMR está en la memoria colectiva, latente. Aún aparecen rayados como en tiempos de dictadura “gracias FPMR por existir” porque aun existe en el imaginario del pueblo trabajador.
Los Rodriguistas tomamos con orgullo el ejemplo de Allende y lo hicimos propio, quien a pesar de haber sido abandonado por sus pares políticos, ejerció junto a un puñado de hombres dignos el derecho a la rebelión en contra de los opresores y murió por ello. Inspirados en este ejemplo inmortal, no aceptamos la guerra unilateral que inventaron el tirano y sus cómplices civiles, nos rebelamos y por primera vez en nuestra historia patria, le disputamos el monopolio de las armas a quienes las utilizaron para cobardemente reprimir y asesinar a miles de chilenos.
Fueron varias decenas de nuestros hermanos (as) los que murieron cobardemente torturados y asesinados, sin posibilidad de defenderse, héroes anónimos con los cuales la clase política esta en deuda, porque ellos también aportaron a esta media democracia en la que vivimos, pero democracia al fin. Y fueron cientos los chilenos y chilenas que bajo el cobijo del rodriguismo se desprendieron de todo para aportar, a riesgos de sus vidas, a la libertad de nuestro país.
También fuimos victimas de nuestros propios errores, que seguramente en algún momento se deberán reconocer públicamente ante el mismo pueblo que nos vio nacer, con la misma transparencia que nos caracterizó siempre. Pero basta ya de tanta ambigüedad, que se reconozca a quienes luchamos en contra de una dictadura brutal.
Hasta cuando se le hace el juego a la derecha en el sentido que los marxistas y los Rodriguistas no merecemos vivir en nuestra patria. Hasta cuando se nos niega el derecho a soñar con un país distinto al que hoy vivimos, plagado de desigualdades y abusos para la mayoría de la población.
La derecha persigue al marxismo al igual que el conservadurismo de izquierda, la razón, porque es una teoría de la realidad social, es una crítica a un modelo de sociedad y a un modo de producción económica abusivo, generador de profundas desigualdades. Una teoría que se plasma en una practica, en una acción política revolucionaria orientada a transformar las estructuras económicas, políticas y sociales.
Creo que hoy es mas válido que nunca lo planteado por Marx en el sentido de que «Los filósofos hasta ahora se han limitado a interpretar, de muy diversas formas, el mundo; pero lo que importa ahora es transformarlo».
Es este sistema social y económico que desborda comportamientos tan insolentes impuestos a los seres humanos, que produce junto a una riqueza obscena una pobreza en masa, lo que inevitablemente hace resurgir siempre temas y pensamientos de crítica social y radical.
Para dolor de la derecha fanática que no cree ni sabe vivir en la diversidad, es la sociedad clasista y desigual que ellos construyeron, la que mantiene vivo al marxismo.
Con este artículo rindo un homenaje a dos héroes del pueblo, Víctor Jara e Isidoro Carrillo, asesinados en Septiembre de 1973.
– El autor, Enrique Villanueva M., es un ex dirigente Rodriguista
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