Autora de libro sobre la muerte de Allende se pone más allá de la moralidad y de la ley
por Hermes H. Benítez. (Canadá)
11 años atrás 13 min lectura
Un libro sobre la muerte de Allende que me siento obligado a comentar
“La verdad no se avergüenza de nada, salvo de ser escondida”.
Tertuliano.
Hace un par de días, gracias a la buena voluntad de un amigo que regresaba desde Chile, pude examinar por primera vez el libro de Maura Brescia recientemente publicado en Santiago, por Momentum, bajo el título de Salvador Allende. La verdad de su muerte. Mi carne es bronce para la Historia. Encargué este libro a Chile porque tengo la costumbre de leer todo lo que se escribe sobre el tema. Lo considero una especie de obligación moral, dado que desde el 2006 (año en que fue lanzado mi libro Las muertes de Salvador Allende), se han producido en Chile una serie de importantes hechos políticos, judiciales y forenses, que, han sacado a la luz nuevos documento hasta ahora desconocidos y que, en alguna medida, han afectado la percepción pública de cuáles habrían sido las verdaderas causas de la muerte del líder popular.
Puesto que me cuento entre los que razonadamente creemos en el suicidio de Allende, desde el mismo año de publicación de mi libro me he visto obligado a polemizar, hasta ahora de manera cordial, con los partidarios del magnicidio de Allende que hoy constituyen en Chile una verdadera “escuela interpretativa”, cuya fuente y origen más remoto se encuentra, sin duda, en el libro de Robinson Rojas titulado: Estos mataron a Allende, publicado originalmente en 1974, en Barcelona. En mi propio libro sometí dicho escrito a una detallada y seria crítica, sin que hasta el momento haya recibido yo la menor réplica de parte de su autor, quien reside desde hace muchos años en EE.UU., hizo publicar una edición en Inglés de su libro allí en 1976, y lo sigue vendiendo como si nada importante hubiera ocurrido en Chile en los últimos 40 años con respecto a la muerte del Presidente.
Creo que no me hubiera dado el trabajo de comentar el libro de Maura Brescia, si en su primer capítulo, curiosamente titulado: Nada más que la verdad, su autora no se hubiera propuesto realizar una verdadera “misión imposible”, que me afecta directamente, al intentar argumentar su posición pro-magnicidio, utilizando largos pasajes de mi artículo titulado: La centralidad de la dimensión moral del gesto final del presidente Allende (publicado originalmente el 18 de mayo de 2011 en el periódico electrónico piensaChile) y sin darse la molestia de ponerlos entre comillas, ni de citar el nombre de su autor, los inserta en el texto de su propio libro, con el fin de probar precisamente lo contrario de lo que con aquellas frases yo me había propuesto. Como será manifiesto, al proceder de esta forma la autora se pone más allá de la moralidad y de la ley. De la moralidad, porque aparece apropiándose ilícitamente del trabajo intelectual ajeno, y de la ley, porque al cometer plagio infringe claramente el derecho de autor. De acuerdo con el Diccionario de la lengua Española de la Real Academia “una persona comete plagio si copia o imita algo que no le pertenece y se hace pasar por el autor o la autora de ello. En el caso de documentos escritos, por ejemplo, se tipifica este delito cuando, sin uso de comillas o sin indicar explícitamente el origen, ni citar la fuente original de la información, se incluye una idea, un párrafo o una frase ajenas [en un escrito propio]”.
Nos limitaremos a examinar el capítulo 1 del libro de Maura Brescia, ubicado entre sus páginas 5 y 14. En la página 8 encontramos el siguiente pasaje, que es una cita del filósofo alemán Manuel Kant:
“El filósofo Manuel Kant explica el valor del dilema moral: La vida por sí misma no debe ser considerada como lo más fundamental. Yo debo aspirar a preservar mi propia vida mientras soy digno de vivirla …hay mucho en el mundo que es más importante que la vida. Atenerse a la moralidad es mucho más importante. Es mejor sacrificar la vida que la moralidad. Vivir no es una necesidad; pero vivir honorablemente mientras dura la vida es una necesidad”.
En mi artículo, titulado: “La centralidad de la dimensión moral del gesto final del presidente Allende”, escribí:
“En sus Lecciones de Etica, de 1780-1781, Manuel Kant, uno de los más grandes filósofos morales de todos los tiempos, explica, con gran simpleza y claridad, la valoración subyacente al dilema moral que Allende enfrentaba el día del golpe:
Porque la vida por sí misma no debe ser considerada como lo más alto. Yo debo aspirar a preservar mi vida solo mientras sea digno de vivirla.
Hay en el mundo mucho que es más importante que la vida. Atenerse a la moralidad es mucho más importante. Es mejor sacrificar la vida que la moralidad de uno. Vivir no es una necesidad; pero vivir honorablemente mientras dura la vida es una necesidad”.
Como puede verse, la autora, es decir, Maura Brescia, se da el trabajo de cambiar algunas palabras en el texto de Kant con el evidente propósito de ocultar la procedencia de aquel pasaje, es decir, para no hacer lo único correcto en este caso: citar mi artículo del 2011 y el nombre de su autor.
En la página 19 de Salvador Allende. La verdad de su muerte, la autora no se limita a apropiarse de una cita de un autor ya fallecido, sino que procede a saquear un largo pasaje del mismo artículo mío:
“Igualmente, el presidente Allende visualizó su situación frente al alzamiento militar en contra de su gobierno, no desde un punto de vista político sino desde uno moral. Es decir, Allende entendía su predicamento ante un golpe de Estado como la lección entre vida y honor, o entre vida y dignidad. Estos conceptos morales aparecen en la cortante respuesta que, a las diez de la mañana del 11 de septiembre, el Presidente le da por teléfono al general Ernesto Baeza Michelsen. Cuando éste le conmina a rendirse: Ustedes, como generales golpistas que son, no conocen a los hombres de honor. Y el segundo de aquellos conceptos es empleado por el Presidente, también, en las últimas palabras de su discurso final: A lo menos mi recuerdo será el de un hombre digno, de un hombre que fue leal”.
He aquí el pasaje, tal como aparece en el mismo artículo mío referido más arriba:
“Nos parece altamente significativo que, tal como evidencian estas extraordinarias declaraciones, rescatadas del olvido por el periodista Ignacio González Camus, el Presidente Allende visualizara su situación, en la eventualidad de un alzamiento militar en contra de su gobierno, no desde un punto de vista centralmente político, como se lo ha creído siempre, sino de uno fundamentalmente moral. Es decir, Allende entendía su predicamento ante un golpe de Estado como la elección entre vida y honor, o entre vida y dignidad. De allí que no tenga nada de sorprendente que estos conceptos morales aparezcan, por ejemplo, en la cortante respuesta que, como a las 10 de la mañana del 11 de septiembre, el Presidente le da por teléfono al alzado general Baeza, cuando éste lo conmina a rendirse: “Ustedes como generales traidores que son no conocen a los hombres de honor”. Mientras que el segundo de aquellos conceptos morales es empleado por Allende en las últimas palabras de su discurso final: “… a lo menos mi recuerdo será el de un hombre digno, de un hombre que fue leal.”
Por cierto, el reordenamiento de las frases de mi artículo en el libro de Maura Brescia, no cambia la naturaleza dolosa de su proceder, puesto que no constituye una verdadera paráfrasis de lo que yo escribí dos años antes.
A continuación, en la misma página 10 de aquel libro, se leen las siguientes frases:
“Es claro que Allende, confrontado a la eventualidad de un golpe, supo desde siempre que su elección no podía ser otra que su honor y dignidad de hombre y de Presidente, siguiendo el valeroso ejemplo del Presidente Pedro Aguirre Cerda, al enfrentar el alzamiento militar. Ejemplo que sigue Allende, que rechaza con indignación la oferta del avión que Augusto Pinochet y los militares golpistas ponen a su disposición para que salga de país con su familia. Un Presidente chileno se respeta, no se somete a la traición de sus subordinados”.
He aquí como aparece escrito este pasaje en mi artículo:
“Es claro que Allende, confrontado a la eventualidad de un golpe de Estado, supo desde siempre que su elección no podía ser otra que su honor y su dignidad de hombre y de Presidente, siguiendo el valeroso ejemplo del presidente Pedro Aguirre Cerda, cuando el 23 de agosto de 1939, supo enfrentar dignamente en La Moneda el alzamiento militar contra su gobierno dirigido por el general Ariosto Herrera”.
En el segundo párrafo de la página 12 del libro de la periodista Maura Brescia, bajo el subtítulo: Matar el Mito (del suicidio de Allende, se comprende), encontramos las siguientes frases:
“Allende sabía que parapetarse en La Moneda en caso de un golpe no era, militarmente hablando, una buena elección, pero así lo decidió porque consideraba que aquel lugar era el único que estaba a la altura de su dignidad presidencial. Porque el viejo edificio de Toesca era su puesto de mando, el centro del poder del Estado, y el símbolo histórico del régimen institucional, como lo describe certeramente el abogado Joan Garcés”.
Tres párrafos más abajo continúa el texto ilícitamente copiado:
La defensa del Palacio frente al ataque sedicioso representaba para Allende el símbolo del principio de legalidad presidencial ante la ilegitimidad golpista”.
He aquí la forma en que la totalidad de los pasajes aparecen en mi artículo:
“Por cierto que Allende sabía que parapetarse en La Moneda, “como en una fortaleza sitiada” (Kalfon), en caso de un golpe, no era, militarmente hablando, una buena elección, pero así lo decidió porque consideraba que aquel viejo edificio era el único lugar a la altura de su dignidad presidencial.” Su puesto de mando, el centro del poder del Estado, y el símbolo histórico del régimen institucional” como lo describe certeramente Joan Garcés. Es decir, para Allende, La Moneda constituía una suerte de materialización del poder legítimo del Presidente, de manera que la defensa del antiguo Palacio frente a un alzamiento militar aparecía a sus ojos como un gran símbolo de defensa de la legalidad presidencial frente a la ilegitimidad golpista”.
Al pie de la página 12 del libro de Maura Brescia puede leerse el siguiente pasaje, que continuará en la página 13:
“Pero la decisión de resistir hasta el final en La Moneda era más compleja. Fue contemplada por Allende como la alternativa final entre dos posibilidades, tal como lo declarara ante Gloria Gaitán en 1972:
Cuando llegue el momento escogido por los golpistas para acabar con este gobierno, tendré dos alternativas: si para entonces, parte de las Fuerzas Armadas y Carabineros están decididas a defender el gobierno, por ser el único constitucional, yo me iré a resistir a San Miguel, junto al pueblo. De lo contrario, si el golpe proviene unánimemente de todos los cuerpos armados, le pediré a las masas que no se movilicen para que no se inmolen inútilmente y yo combatiré hasta el final. De la Presidencia de Chile no saldré sino muerto, o al final del período por el cual he sido elegido.
Es decir, Allende tenía decidido con anticipación que, en caso de un alzamiento militar generalizado en contra de su gobierno, lo enfrentaría en La Moneda, que no haría un llamamiento a sus partidarios civiles para que salieran a defenderlo, y que él combatiría hasta el final. Como efectivamente ocurrió el día 11 de septiembre, Allende, que desconfiaba de la capacidad militar de la izquierda para oponerse a un golpe unificado de las Fuerzas Armadas, no llamó al pueblo a defender a su gobierno porque anticipaba que aquello no sería más que una masacre”.
He aquí lo que escribí originalmente en mi artículo:
“Pero la decisión de resistir hasta el final en La Moneda era algo más compleja de lo que hasta ahora se ha creído, porque fue contemplada por Allende como la alternativa final entre dos escenarios golpistas posibles, según lo revelara Gloria Gaitán en su libro de 1973. Dice el Presidente:
Cuando llegue el momento escogido por los golpistas para acabar con este gobierno, tendré dos alternativas: si para entonces, parte de las Fuerzas Armadas y Carabineros están decididas a defender el gobierno, por ser el único constitucional, yo me iré a resistir a San Miguel, junto al pueblo. De lo contrario, si el golpe proviene unánimemente de todos los cuerpos armadas, le pediré a las masas que no se movilicen para que no se inmolen inútilmente y yo combatiré hasta el final. De la Presidencia de Chile no saldré sino muerto, o al final del período por el cual he sido elegido.
Es decir, Allende tenía decidido con una gran anticipación que, en caso de un alzamiento militar generalizado en contra de su gobierno, lo enfrentaría en La Moneda, que no haría un llamamiento a sus partidarios civiles para que salieran a las calles a defender su gobierno y que él combatiría hasta el fin. Frase esta última que debe ser entendida tanto en el sentido de que pudiera encontrar la muerte en combate, como en el sentido de que si ello no llegaba a ocurrir, se quitaría la vida, antes de rendirse a los golpistas.
Como efectivamente ocurrió el día 11 de septiembre, Allende, que desconfiaba –con mucha razón- de la capacidad militar de la izquierda para hacer frente a un golpe unificado de las FF.AA., 1. No llamó al pueblo en defensa de su gobierno, porque anticipaba que aquello no terminaría más que en una masacre; 2) combatió por más de cuatro horas y media, junto a un puñado de sus partidarios precariamente armados, hasta que se terminó la munición, y luego conminó a entregar sus armas a aquellos que fielmente lo acompañaron , que de otra manera hubieran sido inútilmente asesinados por los soldados golpistas; y 3) eligió la muerte por propia manos antes de dejarse vejar por sus enemigos en su dignidad de hombre y de presidente.
Como es manifiesto, lo central en estas tres decisiones de Allende no se encuentra en su posible efecto político, o militar, sino en su moralidad. Es decir, en el respeto por la vida de sus partidarios, en la defensa irrestricta de su dignidad de hombre y de Presidente, y en el suicidio como la única salida moral posible enfrentado a una situación límite”.
Creemos que con estos ejemplos basta para que el lector se forme una idea precisa del uso inapropiado que Maura Brescia ha hecho de uno de mis escritos. Creemos, sin embargo, que más allá de la ofensa que ello me infringe como persona y escritor, este procedimiento arroja una intensa luz sobre la falta de respeto por los hechos y la verdad, de parte de quien así ha procedido, verdad que sin embargo es invocada retóricamente tanto en el título de su libro, como en el título del capítulo 1 que hemos examinado. A nuestro juicio quien necesita recurrir a este tipo de engaños y subterfugios para escribir y publicar un libro sobre la muerte del presidente Allende, se ha descalificado desde la partida para poder plantear o defender una posición mínimamente creíble acerca de tan importante hecho de la historia reciente de Chile.
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