La derecha le tiene miedo al “lobo feroz” e intenta infundirlo en los “cerditos” que, para ellos, son los electores. Las campañas del terror no siempre han dado resultado a la derecha política: aterrada ante la posibilidad de triunfo de Salvador Allende, después de la elección extraordinaria en Curicó, (1964), se entregó a las manos de Eduardo Frei Montalva, quien terminó por destruir a liberales y conservadores y, posteriormente, con la Reforma Agraria, a la aristocracia que vivía de la hacienda – podemos decir que el miedo al miedo se revirtió contra sus gestores -.
Durante la campaña presidencial de 1970 nuevamente se instaló la campaña del terror, fundamentalmente con el apoyo de la Casa Blanca – aún se mantiene en el recuerdo los carteles con los tanques rusos frentes al Palacio de La Moneda – y llegó a su clímax en el período de septiembre, (triunfo de Salvador Allende), al 4 de noviembre, fecha de la asunción al mando.
En su miedo al comunismo y, por extensión, a toda idea de progreso, la derecha no es capaz de comprender las coyunturas históricas por las cuales ha pasado el Partido Comunista y los partidos progresistas en general. Al parecer, los reaccionarios son los únicos que no se han enterado que se derrumbó el capitalismo de Estado de la Unión Soviética y sus satélites – que tenían mucho de tiranía y poco de socialismo – como tampoco captan que los partidos comunistas más grandes de Europa y de América Latina han modificado sus concepciones políticas y, en su mayoría, tienen una reducida representación electoral y parlamentaria.
El miedo tiene la extraña virtud de exagerar el poder de aquel partido político que define como enemigo: ven los colmillos del lobo mucho más mortíferos que el del cuento del lobo que se comió a la abuelita de Caperucita – sólo hay que ser muy tarado para creer que los comunistas siguen comiéndose a las guaguas, si alguna vez lo hicieron -.
Si estos grupos o partidos reaccionarios repasaran un poco la historia captarían que el Partido Comunista chileno ha sido, durante cien años, una de las agrupaciones más democráticas dentro del sistema de partidos políticos. Su fundador, Emilio Recabarren, fue parlamentario y criticado, muchas veces, por los anarquistas a causa de la utilización de esta institución burguesa. Este Partido, incluso, cuando fue perseguido por la Ley de Defensa de la Democracia – de González Videla – se negó a adoptar métodos insurreccionales, (baste recordar la expulsión de Luis Reynoso, que postulaba la vía armada). En el Tacnazo, salvaron el gobierno de Eduardo Frei en discrepancia con los socialistas. Durante el gobierno de la UP fueron los más moderados y leales a Allende, incluso su slogan rezaba “no a la guerra civil”.
La derecha ve al Partido Comunista como muy poderoso cuando, en realidad, sólo tiene un 6% de apoyo electoral – que, seguramente, se ha reducido luego del apoyo explícito a la candidatura de Michelle Bachelet que se presume, fundadamente, no hará mejor gobierno que el primer gobierno – y siempre ha apoyado a Concertación en la segunda vuelta y con razón, pues no iban a votar por la derecha.
El miedo ha conducido a la derecha a creer, torpemente, que la candidata Bachelet va a proponer la convocatoria a Asamblea Constituyente u otra forma que posibilite la formulación de una nueva Constitución, idea que, personalmente creo, se va a quedar en promesas que lleva el viento, pues dos de sus rivales en la primarias truchas han expresado, claramente, su rechazo respecto a la propuesta de una nueva Carta Magna que, necesariamente, tendrá que romper con las trampas de Jaime Guzmán y las vías institucionales actuales – los 2/3 son imposibles de lograr, por consiguiente, la vía parlamentaria está cerrada-.
Los candidatos perdedores de la Concertación ya han expresado, claramente, que quieren y deben participar la elaboración del programa de gobierno, en consecuencia, la propuesta de nueva Constitución, por la vía de la ruptura, está muerta antes de tiempo, con la consiguiente derrota de las posiciones programáticas del Partido Comunista. Por lo demás, el ex ministro José Antonio Viera-Gallo ha manifestado que está satisfecho con la actual Constitución, lo cual demuestra que los auto-complacientes van a ganar a los auto-flagelantes, y Bachelet se verá obligado a moverse al centro político.
La derecha necesita inventar una campaña del terror para apropiarse de algunos angustiados democratacristianos y a los neoliberales de Expansiva y, para lograrlo, le sirve un poder que el Partido Comunistas no tiene. Como en el pasado, los hijos de Onofre Jarpa y de García Garzena adoptan actitudes y conductas tan histéricas como la de sus mentores. Allamand dice que “sería un fraude” el solo hecho de llamar a una Asamblea Constituyente – como si los ciudadanos no tuvieran el inalienable derecho de redactar su propia Constitución, y Longueira expresa que “Chile se convertiría en la Venezuela de Chávez” cuando, en verdad, la Asamblea Constituyente es el método más democrático para que los ciudadanos dicten sus propias reglas de convivencia.
El ultra derechista Hermógenes Pérez de Arce amenaza con la intervención de las fuerzas armadas ante una posible convocatoria a una Asamblea Constituyente, y está convencido que, de nuevo, la derecha y algunos sectores de la DC podrán instrumentalizarlas a su amaño, como ocurrió en 1973 y el plebiscito de 1988. Este fascista le es bastante útil a la derecha para expresar, con más radicalismo, la campaña del terror, un camelo que solamente lo creen ellos, pero que les puede servir, en algunos casos, para ganar adeptos en los desubicados.
Aun cuando tonta, la campaña del terror es útil para distorsionar la realidad y no ver que el conglomerado que apoya a Bachelet terminará en la democracia de los acuerdos y, siguiendo las reglas, que demuestran que los socialistas son los mejores amigos de los empresarios y los más fieles neoliberales. Al final, terminarán mandando los Mapu- Martínez.
Como ha ocurrido siempre en la historia, los miedosos terminan tragándose su propio miedo.
04/06/2013
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