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Habla Enrique Villanueva, el único que enfrenta condena por el asesinato de Jaime Guzmán: "Esto es aberrante"

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viernes, 14 de septiembre de 2012

Cómo prefiere identificarse: como «combatiente internacionalista» o como «doctor»?

-Simplemente soy Enrique Villanueva, académico y profesional. He firmado como Dr. en artículos que así lo ameritan.

Tose, asmático y con bronquitis obstructiva crónica, recién operado de la próstata.

Levanta la vista y exclama: «¡No, chica, no!» Le queda acento venezolano. Vivió en Caracas cuando dejó Cuba, isla donde fue a refugiarse cuando compañeros del FPMR lo acusaron de «traidor».

Se ríe de quienes lo describieron con «aspecto hippie» cuando declaraban en su contra, diciendo que lo habían visto llegar a Investigaciones a reunirse con un jefe porque le llevaba información en calidad de supuesto «agente» de La Oficina (el organismo de inteligencia del gobierno de Patricio Aylwin)

-¿Por qué le causa gracia? Es cierto que cuesta imaginarlo como hippie, porque camina con el cuello casi tieso…

-Es que soy militar, no se olvide.

Un militar rebelde Lo era como miembro de la FACh, a principios de los años 70, donde terminó preso junto a los acusados en el primer proceso que tuvo en su contra, caratulado como «Bachelet y otros». El fue uno de los «otros» condenados (se le conmutó por la pena de extrañamiento) por «traición a la patria».

Continuó vistiendo uniforme cuando trabajó activamente con los sandinistas en Nicaragua, al terminar la década y a principios de los 80.

Siguió cuando con Raúl Pellegrin, Galvarino Apablaza y otros fundaron el FPMR en 1983, organizados en cuadros militares. Y hasta ahora hay cartas que firma como «combatiente internacionalista». Pero también firma como «doctor», cuando hace análisis académicos y políticos.

El «combatiente» y el «doctor» son la misma persona: Conrado Enrique Villanueva Molina, 61 años, para quien la fiscal Beatriz Pedrals pidió el lunes 27 de agosto 15 años de prisión, como autor del asesinato del senador de la República y profesor universitario Jaime Guzmán Errázuriz.

«No supe parar la acción de Tobalaba»

El ministro Mario Carroza debe redactar el fallo condenatorio contra el ex «comandante Eduardo». De esta manera, Enrique Villanueva es el único hombre que, después de 21 años de investigación en medio de redes de encubrimiento dentro y fuera del país, carga con el peso de la justicia chilena, que lo responsabiliza por la muerte de Jaime Guzmán.

Los autores materiales del asesinato (Ricardo Palma Salamanca y Raúl Escobar Poblete) y todos los ayudistas se encuentran fugitivos. El jefe operativo del crimen, Mauricio Hernández Norambuena, está preso en Brasil por otro crimen que cometió años más tarde. Y quien hace 21 años, cuando ocurrió el homicidio, era el jefe máximo del movimiento que le quitó la vida a Guzmán, Galvarino Apablaza, vive protegido en Argentina.

Villanueva Molina estuvo en prisión preventiva durante tres meses y luego quedó en libertad provisional, con firma mensual, hasta que se dicte su condena. Haciendo uso de esta libertad controlada fue que llegó a la cita con «La Segunda», en un café de la comuna de Las Condes. Lo acompañaba su esposa, una educadora diferencial con quien tuvo a la primera de sus dos hijas en abril de 1990, justo un año antes del asesinato en el Campus Oriente de la Universidad Católica.

-¿Por qué le dijo a la cadena CNN que no existió el congreso del FPMR donde en febrero de 1990 se decidió la muerte de Jaime Guzmán?

-Si yo hubiera querido mentir, le hubiera dicho al juez que nunca estuve ahí y no tenían cómo probar lo contrario. Si lo hubiera negado, hoy no sería el único privado de libertad por el caso Guzmán.

-Pero ese encuentro en Reñaca, en febrero de 1990, sí existió.

-No fue un congreso, y eso es lo que manifesté. No es del Frente hacer esos «eventos». Son reuniones clandestinas.

Cuando el año 2010 el comandante Ramiro dio una entrevista por Chilevisión acusando a Enrique Villanueva Molina de haber estado en la reunión donde se decidió eliminar a Jaime Guzmán, se refirió a esa cita como «un ampliado de la dirección, donde asistió la totalidad de los miembros».

Enrique Villanueva Molina responde:

-En el Frente nunca hubo reuniones ampliadas; siempre eran compartimentadas.

-¿Cómo llegó a esa reunión?

-Me sacaron de la casa. Me entraron al lugar con los ojos vendados. Me fueron a buscar a un punto en Reñaca. Son medidas habituales en estos casos, sujetas a normas de clandestinidad, absolutamente estudiadas. Había personas que se encargaban de mover a la gente dentro de la casa, para evitar que se vieran. Hasta donde yo sé, no fue una reunión de dirección territorial del Frente, sino de cuadros significativos.

-Lo que resulta dudoso es que esa reunión duró tres días, y usted dice que estuvo sólo uno.

-Seguramente duró tres días, pero yo no sabía. Yo no había tenido contacto con ellos desde que me sancionaron por lo de Nordenflycht. Solamente lo mantuve con «Salvador» (Galvarino Apablaza), que me encargaba trabajo como un militante más.

Cuenta que antes de esa cita, en septiembre de 1989, el FPMR creó una comisión investigadora que analizó lo que sucedió en Tobalaba el 20 de agosto de ese año, cuando «Aurelio», Roberto Nordenflycht, comandó un grupo de frentistas que fue a instalar dos lanzacohetes LOW apuntando hacia helicópteros del Comando de Aviación del Ejército y, al ser sorprendido, murió en el baleo donde también fallecieron dos oficiales.

-La acción de Tobalaba no supe pararla, por eso la comisión me sancionó, por debilidad de mando, y planteó mi salida de la dirección.

No le perdonaron que el hijastro de Volodia, considerado un «cuadro operativo de excelencia» del FPMR, hubiera perdido la vida. Y así fue como, según dice, en ese encuentro en una casa en Reñaca, cuando él ya estaba sancionado, debió «asumir mi responsabilidad por la muerte de un destacado oficial del Frente». «Di cuenta detallada y después me fui».

Sus dardos contra Hernández Norambuena

No niega la participación de sus ex compañeros de armas en el crimen de Guzmán, pero dirige sus dardos contra Mauricio Hernández Norambuena y sus seguidores en el FPMR.

-Reconozco con orgullo mi responsabilidad y mi papel en el FPMR desde sus orígenes hasta 1989, periodo en el cual la ética revolucionaria fue una práctica humanista. El asesinato de revolucionarios acusados de traición nunca demostrada, sólo basados en rumores y alimentadas en el revanchismo personal (se refiere a los «ajusticiamientos» de frentistas, encargados por el FPMR), o el asesinato de adversarios políticos indefensos como es el caso de Jaime Guzmán y en democracia, no tienen cabida en el pensamiento ni en la acción revolucionaria, esos son actos delincuenciales.

«Lo mataron para tirar el mantel»

-¿Por qué en mayo de 1991 le dijo a un corresponsal mexicano que Guzmán bien muerto estaba?

-Yo no avalo su asesinato, esa nunca fue ni será una opción revolucionaria. Un asesinato cobarde, además, considerando que era un hombre desarmado. Pero yo pertenezco a una generación de jóvenes que sufrimos lo más cruel de las torturas y el rigor de un régimen cuyo ideólogo era Guzmán, por tanto no era un personaje de mi devoción. Me provocaba una enorme animadversión. Lo que dije fue en el contexto de quién era la persona y sus ideas, pero eso no avala su asesinato. Mi opinión, además, fue en base a un hecho consumado, del cual el jefe del FPMR (Apablaza) me aseguró que el FPMR no era su autor. Sería hipócrita ocultar mis sentimientos hacia personas como él, pero eso no me hace culpable de su asesinato.

-¿Por qué mataron al senador?

-Quienes cometieron este crimen se habían quedado sin cobertura política para seguir actuando en la clandestinidad y se mantuvieron enjaulados en su verdad absoluta, en una burbuja que flotaba en el convencimiento de una irracionalidad sectaria, ya que de otro modo, y por otros medios, no serían capaces de alcanzar sus objetivos políticos. Por ello asesinan a Guzmán, para «tirar el mantel» e imponer sus ideas por la fuerza.

El asesinato del carabinero, este martes

-¿Por qué cree que hoy usted es el único que enfrenta proceso?

-Lo que han hecho conmigo es una aberración. Me han privado de insertarme en la democracia por la cual luché a lo largo de mi vida. Volví a Chile de manera voluntaria y estaba aportando en una universidad pública, he desarrollado proyectos sociales, he trabajado sistemas e implementado sistemas de calidad y excelencia, es decir he aportado a mi país. Sin embargo, a raíz de una acusación insana, de alguien que es la antítesis de mi vida (se refiere a Mauricio Hernández Norambuena), se me juzga y se pretende hacer conmigo una bandera política para una lucha sin razón, culpándome de un crimen que no cometí.

«Dejen que viva en paz», pide, y continúa: «Además, parte importante de este juicio absurdo, que insiste en condenarme al parecer por todo medio sin importar el fin, es aberrante; no soporta un análisis ni juridico ni político coherente. Soy el chivo expiatorio que se necesita… en fin, que la justicia haga su trabajo, pero bien, en eso confío».

-En el sitio web del FPMR hay homenajes para Mauricio Hernández Norambuena, incluso una colecta de dinero, pero a usted ni lo mencionan…

-Sé que tienen una web y la he leído. Pero no sé quiénes la mantienen. No tengo contacto desde que salí de la organización, en 1991.

-Una pregunta de actualidad: ¿Qué opina del asesinato de un carabinero el martes pasado en la noche, el 11 de septiembre?

-La muerte de una persona, de cualquier persona, de jóvenes, de mapuches y de uniformados a manos de otro es un acto reprochable y doloroso. Estamos viviendo en democracia, la que costó mucho recuperar. Es necesario reflexionar sobre políticas que se están implementando y que generan violencia y más violencia.

*Fuente: La Segunda

Nota de la Redacción de piensaChile: Publicamos esta entrevista tomada de un documento Word que nos hizo llegar por correo electrónico Enrique Villanueva.

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