Las dudas tras baleo a Carabinero en Wente Winkul Mapu
por Pedro Cayuqueo y Pablo Vergara (Ercilla, Wallmapu, Chile)
13 años atrás 14 min lectura
13 / 04 / 12
No hubo emboscada. Lo único raro que vio en el camino fue a los policías saltando como conejitos -pero apuntando- mientras subían por el cerro en que hay unas casas, cuatro hectáreas en que sobreviven nueve familias. Lo cuenta Juanita Montoya, de 34 años y tres hijos, una de las dos detenidas en el allanamiento que el martes 3 de abril el fiscal Luis Chamorro y la policía hicieron en la comunidad Wente Winkul Mapu, en Ercilla, y en que murió, de un balazo, el sargento del GOPE Hugo Albornoz.
Montoya es testigo privilegiado: al momento en que se habría producido el ataque, ella se encontraba metida en un carro policial, rumbo a la comisaría de Collipulli. Estaba en los autos supuestamente atacados. Pero no oyó nada. Sólo vio a los policías, subiendo los cerros en cuclillas y apuntando.
Ella, dice Juanita Montoya, sólo se enteró en el calabozo del cuartel de Pidima de lo que había pasado. A esa hora, los policías hacían un segundo ingreso a la comunidad, buscando en una casa cercana una cámara con la que, suponían ellos, se habría grabado el incidente. No encontraron nada. Una tercera visita de los policías al lugar en que los comuneros dicen que cayó el sargento Albornoz -una loma a unos treinta metros del camino vecinal, casi frente a una casa- sirvió, denuncian los mapuche, para levantar todas las vainillas y restos de un mortal incidente que amenazó con subir de golpe los decibeles de un conflicto que ha estado violento, pero no a niveles mortales.
La misma semana del incidente, The Clinic visitó a los comuneros de Wente Winkul Mapu y recogió sus testimonios. La mayoría de ellos fueron entrevistados por detectives de la Brigada de Homicidios que se constituyeron en el lugar en que, aseguran los mapuche, cayó el sargento Albornoz. Los detectives hicieron diligencias clave para el futuro de la investigación, que se encuentra bajo secreto. A partir de ahora, se empezarán a confrontar las dos versiones de los hechos: o fue una emboscada ejecutada por un grupo armado mapuche o un accidente entre carabineros armados que corrían disparando por los cerros.
EL PERRO Y EL FISCAL
El prólogo del tiroteo que le costó la vida al sargento Albornoz ocurrió en la casa de Juanita Montoya, una vivienda de tres piezas de madera, metida en el cerro, cercana a la de su padre, un anciano -kimche- que se dedica a recolectar mosqueta para venderla. Le pagan $300 el kilo y, después de un día metido en las zarzas, suele reunir 50 kilos. Juanita ese día también iba a buscar mosqueta. O corales, como les dice ella.
-Iba a salir a trabajar y miro y ahí afuera había dos policías apuntando. Yo les dije “qué les pasó, por qué están apuntándome”. Me dijeron “usted mantenga silencio, venimos a hacer un allanamiento por orden del fiscal Chamorro. Coopere”.
A la pareja inicial pronto se sumaron otros policías. La casa de Juanita Montoya se llenó de carabineros. Todos armados.
-Según ellos, buscaban escopetas que yo tenía adentro de mi casa. Y yo les dije “cómo iba yo a tener escopetas en mi casa, mire la forma en que vivo, esta es mi casa; ustedes son mucho más educados, inteligentes supuestamente, y cómo pueden pensar eso”.
El allanamiento siguió. Los carabineros dieron vuelta todo.
-Yo les decía “qué buscan” y ellos respondían “usted callada, ya le dije qué buscamos, calladita usted”. Y, bueno, le dije, si encuentran algo quiero verlo porque soy yo la que vivo acá y hago todos los días aseo y también debo verlo, si tengo.
Mientras allanaban, Montoya dice haber visto al fiscal Chamorro, afuera de la casa. Se le acercó. Chamorro le dijo que cooperara, calladita. Luego, entró a la casa y la recorrió.
De la casa, dice Juanita Montoya, primero sacaron unas espuelas y una agenda, ambas de su hijo Erick.
-Yo les dije “¿y eso es lo que buscaban, eso es lo que dicen ser escopetas?”. “Señora”, me dice otro policía más bruto: “cállese”. “No le tengo miedo, porque mire cómo está usted, todo armado; lo que usted busca lo tiene usted mismo”. Tenía que defender mi casita. Me dieron vuelta toallas higiénicas, las cajitas de los anticonceptivos, aspirinas, los paracetamol de mi hija y yo les decía “pero qué buscan, si la toalla es una bolsita chiquitita”.
¿Y por qué se la llevaron presa?
-Después salimos todos y yo dije tengo que ir trabajar y él me dice “no, usted está detenida”. Pero por qué. Por el fierro que le encontramos. “Qué fierro, señor fiscal, muéstremelo”. “El fierro, usted sabe, no se haga”. Y otros policías me decían aquí está, pero dentro de una bolsa de esas de pan de supermercado. “¿Y ese es el fierro?”. Y le dije cómo va a estar ahí ese fierro, si la bolsa se rompe.
Luego se pasaron a la casa de su padre. La policía la rodeó. Los carabineros querían entrar pero la puerta estaba cerrada. Un policía le dijo a Juanita Montoya que la iba a derribar. Ella le preguntó por qué. El policía, asegura ella, le respondió con un monólogo:
-Ahí me dijo “yo soy el perro de estos hueones. A mí nadie me dice, y si la tengo que botar la puerta, la boto. A mí, dígame perro no más, no me molesta, yo mando a todos esos chuchadesumadres aquí”.
Montoya cuenta que le respondió que cómo era eso, que él debía tener un nombre, como todos. “Porque cómo le iba a poner a mi hijo perro, está bien que sea tan ignorante, pero no nos vayamos tan…”. El Perro, cuenta ella, optó por meterse por la ventana. “Que yo sepa -le dijo ella- es de delincuentes entrar por las ventanas. Primero un policía, después un perro y ahora un delincuente”.
¿Y el fiscal Chamorro?
-Estaba ahí, con su terno, sus lentes. Y no hacía nada. Observaba lo que hacía su gente.
Luego se la llevaron presa. La metieron en una cuca y se fue con la comitiva del fiscal. Rodeada y con escolta por primera vez en su vida.
-Yo iba ahí. Yo me creía algo grande, yo iba ahí al medio de todo. Jajajaja.
En medio de todo. En medio de la comitiva del fiscal Chamorro, que en ese momento enfilaba hacia lo que -hasta esta semana- se suponía incuestionablemente era una emboscada mapuche.
EL SITIO DE SUCESO
El martes en la mañana, el Laboratorio de Criminalística de la PDI llegó hasta el patio de Miriam Gallardo en Wente Winkul Mapu. Su casa queda a unos treinta metros del camino vecinal, en una loma. Tiene unas casetas y una chanchera. Allí, dicen ella y sus vecinos, es donde cayó el sargento Albornoz. No en el camino, como fue la primera versión de Carabineros.
Los detectives fueron a hacer diligencias. Solos: sin fiscal ni carabineros. Entrevistaron a tres familias y periciaron el lugar. Pero deben haber encontrado poco, porque la semana pasada Carabineros limpió todo y quedaron algunos pocos cartuchos de escopeta vacíos con que los niños de Wente Winkul Mapu -uno de ellos, hijo de Miriam Gallardo- juegan.
Miriam Gallardo estaba en su casa cuando empezó todo. A esa hora en la comunidad casi no había hombres: la mayoría trabaja en la forestal. Lo que ella cuenta es una tole tole de balazos:
-Los carabineros aparecieron por esa parte de allá -dice, mostrando una pequeña quebrada e indicando que la policía venía subiendo el cerro hacia su casa en un trayecto paralelo al camino por el que pasaba el fiscal Chamorro-. Y otro grupo apareció de allá -apuntando ahora hacia el sur, hacia el camino-. Disparando. Unos disparando por acá, otros disparando por allá. Otros grupos estaban acá, disparando acá, y otros estaban escondidos allá, detrás de mi rancho. Empezó la balacera y yo estaba con mi hija de tres años y la escondí. Y eso fue todo.
¿Y a qué le disparaban?
-No tengo idea. Pasaron de aquí a allá. No sé.
Cuando salió de su casa, Gallardo dice que en su patio -hacia la quebrada, frente a una chanchera y bajo un alambre de ropa- vio a un policía “que lo tenían ellos ahí tirado”.
La policía dijo que la bala que le costó la vida al sargento fue en el camino, y que fue una emboscada de encapuchados.
-Sí. Yo escuché eso en las noticias y lo que están diciendo el fiscal y los carabineros es todo falso porque el fiscal dice que a ellos les hicieron una emboscada cuando él se fue de acá. Y eso es falso, porque cuando ellos se fueron de acá para arriba no hubo ningún ataque más, sino que ellos vinieron a hacer el ataque. Dejaron la embarrada y después se mandaron a cambiar.
Pero no se mandaron a cambiar. Regresaron otras dos veces. Una, en busca de una supuesta grabación que ella, Miriam Gallardo, habría hecho del incidente. La tercera visita fue con el fiscal Chamorro y en ella se llevaron las vainillas que se habían percutado.
Miriam Gallardo cuenta la segunda visita de la comitiva:
-Dijeron que buscaban una cámara porque habían visto que yo los estaba grabando. Pero yo no grabé. No tuve tiempo para grabar lo que hicieron, les decía yo, y no tengo cámara, tampoco. Me quitaron el celular, me lo registraron todo, me desordenaron mis cosas y no me dieron ningún papel más encima. No encontraron cámara porque no tengo cámara.
La tercera visita incluyó al fiscal Chamorro.
-Conversó conmigo y me vino a pedir permiso después que los carabineros me habían dejado el medio desastre. Le dije que no pasara porque ya los carabineros habían hecho lo que quisieron. Llamó a todos, algo de GOPE dijo. Acá habían como cien pacos y me patearon la puerta y entraron a mi casa y dejaron todo despelotado: me botaron la ropa, todo lo que tenía en la mesa… Tenía unos útiles de mi hija que le habían dado hace poco. Eso todo me lo botaron.
En esa visita, dice Gallardo, los policías recogieron las vainillas percutadas – “¡pero no pudieron recoger este!”, le apostilla su hijo, mostrando un cartuch
o vacío. El proceso, dice, duró unas dos horas.
¿Hubo acá algo parecido a un enfrentamiento? ¿Alguna resistencia?
-Bueno, yo sí me molesté con ellos porque entraron a mi casa sin ningún permiso. Les dije que no entraran y les pedí varias veces el papel (la autorización judicial), se lo pedí al fiscal, porque si andaba él ahí ¿cómo no lo iba a tener? Y no me lo dio. Me dijo que tenía una orden de no sé qué cosa y llegó y pasó no más y llamó a los GOPE y entraron.
¿Hubo algún otro tipo de resistencia? ¿Enfrentamiento de algún tipo?
-No.
Ellos hablan de encapuchados.
-Yo no vi ningún encapuchado acá. Lo único, que salimos nosotros, pero andábamos a cara descubierta. Yo defendiendo mi casa, cualquier persona creo que haría eso, porque ellos llegaron disparando. Incluso yo andaba con una sobrina y ella fue a soltar los caballos porque cuando los vi, supe que iban a hacer eso. ¿Y qué es lo que pasó? Yo me vine de allá y empezaron a disparar al tiro, no pensaron en nosotros. A mí me llegó una cosa acá en la espalda, no sé qué fue pero doy gracias a dios que no me llegó tan fuerte porque si no ahí me hubieran dejado tirada. También tiraron lacrimógenas, y eso está prohibido usar acá.
Los carabineros hicieron fotos de todo. Incluso, dice Gallardo, grababan mientras ocurría el baleo en que cayó Albornoz.
-No sé para qué buscan cámaras, cuando ellos grabaron todo lo que hicieron acá y ellos saben lo que hicieron acá. Yo le decía a los periodistas que cómo saben ellos si a lo mejor el mismo paco que andaba por esa parte escondido no le disparó al compañero que estaba parado allá. Si de aquí, mi casa, esto parecía un retén de pacos; disparando por aquí, disparando por allá. Pucha, hasta mi chancho se salvó -cuenta.
EL ENCINO DE US$1 MILLÓN
En Pidima, Juanita Montoya se enteró que había un carabinero baleado. Dice que oyó decir al fiscal “estos chuchasdesumadres hirieron a un hueón”. Todo el mundo partió de vuelta a la comunidad. A ella la mandaron en una cuca rumbo a Collipulli. Antes de llegar al calabozo, pasó por la posta para constatar lesiones. Allí vio al herido, que fue despachado a Angol.
Pasó la noche en la comisaría. Allí se reencontró con El Perro. “Se enojó conmigo porque me dijo hay un colega nuestro abajo y vos no cooperai y yo le dije pero qué voy a decir más yo, si ustedes fueron a allanar mi casa, salimos todos juntos, me tienen acá; ¿qué voy a decir?”.
Al día siguiente la trasladaron al juzgado de Garantías, y allí descubrió otros calabozos (“No tenía idea que había un calabozo ahí también. Yo veía el tribunal tan elegante, pintadito, eso veía yo con mis ojos pero atrás, no saben ná lo que hay…”).
Ese día en la audiencia Chamorro dijo que habían encontrado una escopeta calibre .12 en su casa y que andaban buscando a su hijo. Juanita Montoya dice que lo acusan de haber ido a cortar “un encino de cien años” a la casa de Juan de Dios Fuentes, el dueño del fundo que forma parte de las tierras reclamadas por la comunidad. El encino, escuchó ella, cuesta un millón de dólares.
-Chuta, dije yo: de dónde voy a sacar un millón de dólares yo, voy a tener que pasar enterita para adentro.
Estando en la comisaría, dice ella, la policía le ordenó que llamara a su hijo para que se presentara. Un procedimiento similar al ocurrido con la otra mujer detenida, cuyo hijo se presentó en el cuartel el mismo día de su detención. Ella quedó libre.
Pero Juanita Montoya, no. Quedó imputada y con arraigo regional por tres meses. “No puedo salir de la IX región, mi querida región… Araucana, jajaja. Tenía que ser araucana. Aunque me siento orgullosa de ser”.
¿Y qué dice su hijo del árbol?
-Que nunca fue él. Por qué iba a ir. Si quiere cortar árbol, aquí hay para que corte, por qué tiene que ir a cortarlo allá; si yo le digo corten este, si tengo tanto viento acá. Y va a ir a cortarle el árbol allá… ¿Por qué los hombres son tan cuadrados?
EL WERKEN
Daniel Melinao tiene 26 años y es el werkén de Wente Winkul Mapu, una comunidad compuesta por cuarenta familias igual de jóvenes que él que en rigor viven de allegados de sus padres, que recuperaron hace algunos años 500 hectáreas. “Pero eso no dio solución porque somos padres de familia y quedamos en la misma situación en que estaban nuestros papás”, explica.
Las tierras reclamadas hoy, dice Melinao, habían sido recuperadas en la Reforma Agraria. Golpe de Estado mediante, las forestales las compraron baratas. En ellas, sostiene, hay cementerios mapuche y lugares sagrados, además.
A Melinao la semana pasada un informe policial filtrado a la prensa lo vinculó con la Coordinadora Arauco Malleco, CAM. Él lo rechaza. “luchamos desde la comunidad y con una demanda histórica. No es que digamos “me gustó esa tierra y la voy a recuperar”. No: tenemos antecedentes claros que nuestros familiares directos ocuparon ese territorio, hace 30 años”, dice.
En sus cuatro años de vida, la comunidad ha recurrido a la Conadi y a Mideplan. Pero no han tenido respuesta. “Lo que quiere el gobierno es inyectarnos proyectos, pero nosotros le decimos no, queremos conversar tema de tierras, porque eso es lo que nos falta. ¿Dónde vamos a producir? Qué voy a sembrar acá?”.
-Me han involucrado en diversos delitos y he ido saliendo, demostrando mi inocencia. Me han acusado de usurpación violenta, de amenazas contra el particular, robo de madera. Me han tenido detenido y he quedado con cautelares. Ahora me llamaron de la Policía de Investigaciones porque tengo que ir a declarar también por amenazas. Siempre me han mantenido en tribunales.
Cerca del 70% de la comunidad se encuentra imputada de algún delito. “De los 40, 30 están procesados por delitos inventados por la Fiscalía”, explica Melinao. Consultada la Fiscalía local por The Clinic, su vocero declinó entregar detalles de la investigación por encontrarse ésta en calidad de reservada. Carabineros no respondió nuestros llamados.
*Fuente: Azkintuwe
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