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El sol de los indignados

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Martes, 24 de Mayo de 2011
(APe).- El cartel se
asume como un reduccionismo interesante. Observar detenidamente las pancartas,
graffitis y banderas de los indignados enclavados en la histórica Puerta del
Sol permite un viaje ideológico que desnuda las razones de muchos de quienes
desde el 15 de mayo pasan días y noches en el lugar. Capitalismo=enfermedad, se
lee por ahí.

Los jóvenes españoles plantaron una síntesis en esa analogía
que, sin embargo, podrá llevar a diferentes análisis según el sentido que se dé
a la palabra enfermedad. Los diccionarios plantean que la enfermedad es un
proceso y el estatus consecuente de afección de un ser vivo, caracterizado por
una alteración de su estado ontológico de salud. Cuando, en cambio, se busca la
etimología de la palabra enfermedad, se termina abrevando en in firmus, es
decir: no firme, no sólido, no robusto o, en todo caso, endeble, débil, apocado
y hasta pobre de espíritu.

Las palabras -dice Alex Grijelmo- traen antes la semilla de
una herencia cultural que trasciende al individuo. Y advierte que el lenguaje,
como ya se ha demostrado en la psicología, procede de un encadenamiento de la
razón; y nada resulta casual en él, puesto que, como define Humboldt, el hablar
es condición necesaria del pensar.

Entonces, si el hablar es condición necesaria del pensar,
capitalismo será esa afección -más o menos grave- del ser vivo que deberá ser
aniquilada para vivir. O bien, capitalismo será endeble, débil o hasta pobre de
espíritu en su naturaleza y, por ende, habrá que sanarlo para su fortalecimiento.

Probablemente en la Puerta del Sol se combine un cóctel que resuma
diversas miradas. Habrá de los unos y de los otros. Y el destino de la rebelión
de los indignados estará signada por la fuerza ideológica de sus componentes.

Resistir

La Puerta
del Sol fue en sus orígenes uno de los accesos de la muralla que rodeaba Madrid
en el siglo XV. Había un enorme sol que adornaba su entrada y los grandes
debates populares madrileños ocurrían exactamente allí. Forum matritense se la
acostumbraba a llamar.

Entonces no es casual el sitio de la rebelión. La historia
misma se ha ido anclando en los debates dentro y fuera de las murallas del
propio pensamiento. Por estos días, era común ver a muchos jóvenes descansando
en un ángulo cualquiera de la
Puerta del Sol con un libro entre las manos: "Indignaos", del
francés Stephane Hessel, sobreviviente de la resistencia contra el nazismo. Con
sus 93 años, les habla diciendo que "es verdad que las razones para estar
indignados pueden verse hoy menos claramente relacionadas o el mundo se ha
vuelto demasiado complejo. ¿Quién está haciendo el ordenamiento, quién lo
decide? No es siempre sencillo diferenciar entre todas las corrientes que nos
gobiernan. No estamos lidiando con una pequeña elite cuyas actividades pueden
ser fácilmente visibles. Este es un mundo vasto, en el cual tenemos una
sensación de interdependencia. Vivimos en una interconectividad como nunca
antes. Pero en este mundo todavía hay cosas intolerables. Para verlas, es bueno
y necesario mirar, buscar. Le digo a los jóvenes, busquen poco y eso es lo que
van a encontrar. La peor de las actitudes es la indiferencia, decir ´No puedo
hacer nada contra eso. Ya me las arreglaré para salir adelante´. Por incluirte
a tí mismo en esto, pierdes uno de los elementos que hacen al ser humano: la
facultad de indignarse y el compromiso que es una consecuencia de lo primero".

Y aún más: "Miren alrededor, encontrarán temas que
justifiquen su indignación – hechos acerca del tratamiento de inmigrantes, de
inmigrantes "ilegales", de gitanos. Encontrarán situaciones concretas
que les llevan a fortalecer su acción ciudadana. ¡Busquen y encontrarán!".
Porque -resume al final- "crear es resistir; resistir es crear".

Simientes

Los eslóganes y las frases desnudan el grito ahogado -o no
tanto- de miles y miles de jóvenes que salieron dispuestos a tomar la calle.
Ese espacio que -ellos mismos advierten- adquirirá matices de revolución cuando
sea colectivamente más placentero que el adentro, cerrado, oscuro y
costumbrista. ¿Qué buscan? ¿Qué desean? ¿Cuál es el germen de sus sueños y cuál
el futuro de esa semilla que están plantando? Hay palabras que denotan utopías,
que despiertan admiración y aclamaciones dentro y fuera de las fronteras
hispanas.

De hecho, los diarios reprodujeron que las concentraciones
de ese movimiento que aún no logra ser encorcetado ni definido y que, por
tanto, se torna inasible, se fueron extendiendo en Praga, Budapest, Colombia,
México, Estados Unidos, Lisboa, París o Dublin.

Hubo medios -sobre todo los argentinos- que osaron
relacionarlo con el reclamo de "que se vayan todos" y, por ende, ya le están
asestando el sanbenito del final.

Hay que escuchar detenidamente el reclamo. Descubrir la
confluencia de consignas. Porque si aquella de "si no nos dejais soñar, no os
dejaremos dormir", remite al mayo de 1969, aquellas otras de "el sistema no
funciona. Tenemos que cambiarlo por otro mejor que nos represente a todos",
entremezclada con "no es contra un partido en concreto, sino contra el mal uso
que los políticos están haciendo de la democracia", denota el hartazgo social
por ciertas desviaciones dentro del mismo sistema capitalista.

Nadie puede hoy todavía asignarle el camino por venir. No
hay modo de asegurar de qué modo se desnudará la potencia de este deseo que se
encarna en la plaza y en las calles. Hay, eso sí no deja dudas, una reacción
que no puede desoirse en el análisis y es la de ciertos medios periodísticos
que pontificaron que los indignados "son antisistema, no tienen los pies en la
tierra, las únicas soluciones son las que pueden proveer los partidos". Frase
con la cual se expone el terror del mismo sistema ante cualquier simiente de
transformación que pueda hacerle tambalear su estructura.

La realidad objetiva de estos tumultuosos días españoles desentrañan
que es un país con cinco millones de desocupados, con un millón y medio de
familias sin la más mínima prestación y que -hasta ayer nomás- todo parecía
sinónimo de desesperanza y de desmovilización.

Abril fue en esa tierra apasionada y humanamente volcánica
el mes en que en 1931 se instauró aquella república que constitucionalmente
promovía los derechos sociales y económicos de los trabajadores y que definía
que representaba "el arte de gobernar con los ciudadanos para resolver los
problemas colectivos, promoviendo la democracia participativa".

Mayo nos lleva a los sueños de los jóvenes parisinos,
mexicanos o argentinos, entre tantos otros.

Y estos días de primavera europea -se quiera o no- conducen
a pensar en los jóvenes de la plaza Tahir, en Egipto o a la Qasba de Túnez.

Lo único claro es que nadie podrá -si ellos no quieren-
reducirlos al corset represor que los reconducirá nuevamente a creer en este
sistema.

Es -y ojalá lo siga siendo- una puerta para que el sol se
abra y empiece a entibiar las pieles ajadas y entumecidas de los desclasados,
de los excluidos, de los que fueron echados de las crueldades (y los placeres
para pocos) del capitalismo y se disponen de una buena vez a construir otra
historia. En un camino que tendrá infinitas piedras y laberintos que buscarán
llevarlos a la confusión. Pero que también puede significar la construcción
real de una utopía de carne y hueso.

*Fuente: Agencia
de Pelota de Trapo

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