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Cobrémosle la palabra al senador Longueira: un plebiscito sobre el mar para Bolivia

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Durante los cuatro gobiernos de a Concertación la política
chilena con respecto a Perú y Bolivia fue, fundamentalmente, reactiva:
el Ministerio de Relaciones Exteriores de nuestro país ha demostrado una
enorme carencia de sutileza diplomática para relacionarse con Torre
Tagle y los doctores de Chuquisaca. A las dificultades con Perú y
Bolivia, el gobierno de Piñera se compró un nuevo conflicto con la
Señora K, presionado por la UDI que exige, a todo precio, la extradición
de Apablaza faltando al respeto soberano de Argentina a conceder el
asilo político y a poner en duda la ecuanimidad de la justicia chilena
que, por lo demás, se fundamenta en algunos precedentes.

El
presidente Alan García, muy hábilmente, reconstituyó las relaciones de
amistad con su par boliviano, Evo Morales renovando el comodato por
noventa años más, concedido al país altiplánico en el Puerto de Ilo.
García lanzó el desafío al gobierno chileno al expresar su deseo de
Chile y Bolivia acordaran una salida al mar, cuya concreción sería,
fundamentalmente, un corredor al norte de Arica, cercano a la Línea de
la Concordia,  en el fondo una reproducción de famoso Acuerdo de Charaña
entre los dictadores Augusto Pinochet y Hugo Banzer; en esta ocasión
Perú no recurriría al famoso Tratado de 1929 que, como se sabe, impedía
cualquier a cuerdo territorial entre Bolivia y Chile sin la anuencia de
Perú.

Por culpa de los chauvinistas, tanto de la Concertación,
como de la Alianza, ha sido imposible resolver el tema de la
mediterraneidad de Bolivia. Hoy parece más claro que nunca que Chile
debe tomar una decisión definitiva en el sentido de conceder una franja
de territorio, al norte de Arica, a Bolivia; no han faltado otras
propuestas como un comodato por un siglo, del antiguo puerto Cobija, hoy
una caleta casi abandonada.

Estoy completamente de acuerdo con
el senador Longueira: llamemos a un plebiscito en el cual los ciudadanos
se pronuncien sobre materias internacionales de alta importancia. Hace
tiempo que la diplomacia dejó de ser un asunto que se podía resolver
entre cuatro paredes sin participación alguna del Parlamento, menos del
pueblo. Pienso que la idea del referéndum puede abrir una ventana para
lograr la aplicación de instrumentos de democracia directa para temas de
trascendencia nacional – renacionalización de la minería, el tema de
las aguas, la matriz energética, el sistema tributario, entre
otros-.          

Es un mito que los gobiernos chilenos se
negaron a entregar mar a los bolivianos: Domingo Santa María era
partidario de ceder Tacna y Arica a los doctores de Chuquisaca, aunque
en el Tratado de Ancón se establecía que Chile poseía la soberanía de
estas provincias por sólo diez años; los presidentes parlamentaristas
Jorge Montt y Federico Errázuriz Echaurren siguieron ofreciendo a
Bolivia Tacna y Arica, aunque estas no le pertenecieran; de no dar
resultado esta oferta, Chile regalaría la Caleta Víctor, Camarones o
Pisagua.

En la época republicana, durante el gobierno del
presidente Salvador Allende y, posteriormente, durante la tiranía del
ladronzuelo Daniel López, se buscaron sendas formas de solucionar el
problema de aislamiento marítimo de Bolivia: en el encuentro de Charaña
Chile ofreció, (1975), a Bolivia una franja al sur de la Línea de la
Concordia -frontera con el Perú – que, naturalmente, fue rechazada por
el gobierno del antiguo virreinato. Todos los intentos de reclamo
multilateral, tanto por parte de Perú, como de Bolivia, fracasaron. En
la Liga de las Naciones, predecesora de Naciones Unidas, Manuel Rivas
Vicuña, (1920), y Agustín Edwards lograron que la reclamación de estos
dos países – que comparaban a Tacna y Arica con Alsacia y Lorena – fuera
rechazada por la Asamblea; lo mismo ocurrió en la Unión Panamericana y,
posteriormente, en la OEA. La única solución a este problema es el
encuentro trilateral: Chile, Perú y Bolivia; creo que hoy estamos en
inmejorables condiciones pues, al parecer, no hay ningún veto por parte
del Perú.

Me parece una majadería intentar dialogar si una de
las partes, en este caso Chile, se niega a revisar el Tratado de 1904:
es evidente que sin una salida soberana al mar para Bolivia, parece
impensable dar por resuelto este conflicto secular. Nuestra política con
los vecinos siempre ha sido la de dividir para reinar: ora somos amigos
de los peruanos, ora, aliados estratégicos de los argentinos, ora con
los bolivianos. Fue el famoso abrazo del Estrecho de Magallanes, entre
el presidente Federico Errázuriz y el verdugo Roca, que no dejó cabecita
negra en su tronco y que consagró la amistad chileno-argentina; en
Perú, Piérola quería convertir a Bolivia en una especie de Polonia de
América de América del Sur y repartir el territorio boliviano entre
Chile y Perú.

El Tratado de 1904 es una mezcla de renuncia
territorial boliviana y compensaciones económicas chilenas: Chile paga
la deuda externa boliviana, instala el ferrocarril Arica-La Paz y,
además, cinco líneas de trenes en su país, y el uso de los puertos de
Arica, Pisagua, Iquique y Antofagasta. El Tratado tenía, además, un
protocolo llamado "confidencial", por medio del cual Bolivia se
comprometía a apoyar a Chile en el futuro plebiscito sobre la soberanía
de las provincias de Tacna y Arica; era evidente que, de ganar Chile,
una de ellas o ambas, iba a ser cedida al país del altiplano.

El
Tratado de 1929, entre dos dictadores, Carlos Ibáñez y Augusto Leguía,
consagró el reparto de Tacna para el Perú y Arica para Chile, dejó a los
bolivianos marcando ocupado; pero que Bolivia tuvo posibilidad de
salida al mar, esto es indudable. Siempre ha existido una especie de
desconformados cerebrales, un tanto fascistoides, que no aceptan ninguna
cesión de territorio en aras de la unidad latinoamericana, por lo
tanto, a las opiniones de Juan Antonio Coloma,  Juan  Pablo Letelier
Jorge Tarud Andrés Allaman  y otros nacionalistas , no hay que darles
mucha bola: siempre repetirán los argumentos de Francisco Antonio
Encina, monstruosamente despectivos, en contraste con el americanismo de
Francisco Bilbao ; para el historiador del Piduco, lo único que importa
es el egoísmo nacional. Estamos igual que en el siglo XIX para estos
políticos reaccionarios.

Hoy se abren muchas posibilidades, que
no son sólo económicas, sino políticas, culturales y de integración.
Como no construir, en el norte de Chile, una zona de encuentro entre los
tres países? Es evidente que nos podemos complementar económicamente y
el precio de un puerto o caleta no vale las enormes ventajas de la
apertura económica con Bolivia. Lugares sobran, fórmulas también:
comodato, fideicomiso, administración mutua, y tantas otras; por lo
demás, una integración levantaría al postergado Norte chileno. .

Si
existiera un verdadero nacionalismo, debiéramos defender nuestro
territorio explotado por las transnacionales australianas, canadienses y
norteamericanas, que están agotando nuestra riqueza del cobre y que
construyen verdaderas fortalezas en nuestro país. Al menos, Evo Morales
tuvo el valor, como Salvador Allende, de recuperar sus riquezas
naturales y vender sus productos en servicio de su pueblo. 
22/10/10

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