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Necesitamos otro modelo, pero de socialismo, no de capitalismo disfrazado

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En entrevista concedida a The Atlantic, órgano de prensa de EE.UU., el
compañero Fidel Castro manifestó que el “modelo cubano no funcionaba ni
para nosotros mismos”, según distintas versiones de prensa.

En ningún momento habló del socialismo, sino del “modelo” y otra 
periodista presente en la conversación estimó que se estaba refiriendo
al alto nivel de participación del estado, factor que caracteriza,
precisamente, al llamado “socialismo de estado” o “real”, fracasado en
todas partes, el cual mantuvo la propiedad concentrada en el estado y la
forma asalariada de trabajo, que el mismo Lenin denominó como  
capitalismo monopolista de estado.

Se trata de la continuación, en una nueva fase, de las ideas que él
expresara en noviembre del 2005 en la Universidad cuando habló (no
textual) del carácter reversible de la Revolución a consecuencia de la
propia acción de los revolucionarios, si no éramos capaces de resolver
los graves problemas de corrupción y burocratismo presentes, que –se ha
demostrado- engendra precisamente ese “modelo” estatalista, de
componentes neoestalinistas.

No ha llegado Fidel a la fase de definir públicamente, cuál sería el
nuevo modelo para él. Quizás algo nos llegará en lo que falta por
publicar de su entrevista con el órgano de prensa estadounidense. Pero
opiniones entre los comunistas y revolucionarios no han faltado.

El debate, -a veces álgido, por momentos tenso, no abierto, ni desde las
mismas condiciones, sostenido por muchos revolucionarios y comunistas
desde dentro, desde la precariedad, la paciencia y la tolerancia, a
riesgo de incomprensiones y en medio de burdas acusaciones y
manipulaciones-, puede haber contribuido, de alguna manera, a que él
llegara a esa conclusión.

Objetivamente vivimos en un país concreto, con una historia específica y
si bien el propio desenvolvimiento de las relaciones económicas y
sociales han llevado a mucha gente a ese mismo resultado y por su propia
experiencia de vida, unos han creído que la solución está en el
capitalismo privado y otros en un cambio real de las formas
estadocéntricas a  un verdadero socialismo más participativo,
democrático, inclusivo, con varias formas de organización de la
producción, donde el sistema cooperativo-autogestionario de los
trabajadores libremente asociados pueda ir imponiéndose, con un estado
todavía necesario pero pequeño y concentrado en algunas labores
generales principales, lo cierto es que en Cuba esa dirección histórica,
que algunos preferirían desconocer, es la que puede dar hoy, en
nuestras condiciones, ahora mismo, un golpe de timón en una u otra
dirección.

Esto no niega que la revolución, los cambios, se produzcan
verdaderamente y se vengan haciendo desde abajo. Desde abajo hemos
estado luchando por esas ideas durante decenios en Cuba y, por ello,  
sufrido represiones más o menos abiertas; desde abajo los trabajadores
han impuesto una repartición de las utilidades distinta a la que ha
pretendido el estado burocrático (y no hablo de personas) y están
obligando a la remodelación; desde abajo los diversos actores políticos,
las minorías políticas, incluida la oposición (ayuda y financiamiento
externo aparte) han impuesto sus presencias; los homosexuales la suya;
los negros y mestizos también han estado luchando contra la
discriminación existente; las mujeres discriminadas en la supuesta
igualdad de sexos, han defendido sus derechos; los partidarios de la
no-violencia en las relaciones humanas de todo tipo han hecho hasta una
marcha pública por la céntrica Avenida de 23 en el Vedado; los
ecologistas han hecho blogs y desarrollado actividades de propaganda
pública; los intelectuales se las han arreglado para hacer foros en
internet e intranet y aprovechar los pocos espacios de debate para
exponer sus posiciones; los raperos y otros muchos artistas del pueblo
–a contrapelo de instituciones oficiales y prohibiciones- han llamado
las cosas por su nombre popular y han estremecido los oídos del pueblo y
los burócratas, por mencionar solo algunas de las manifestaciones más
claras de acciones desde abajo, de esa revolución bullente, popular y
democrática que no se decreta desde ningún despacho.

Pero, si a pesar de su sectarismo, de su incapacidad para aceptar
cualquier cosa que no provenga de sus disquicisiones, del tiempo que nos
ha hecho perder, de sus indecisiones, de su indisposición al diálogo
siquiera entre revolucionarios, de su resistencia a convocar el Congreso
del Partido, esta dirección se decide a propiciar los necesarios
cambios socializantes y democráticos, económicos y políticos, no solo
debe contar con nuestra aceptación no sectaria, sino también con nuestra
cooperación más amplia, la nuestra y pediría que la de todos los
cubanos de buena fe, estén dentro o fuera del país, en la búsqueda de
esa Cuba martiana “con todos y para el bien de todos”. Hemos sido
criticados por nuestra cooperación crítica, quizás la historia reconozca
que puede haber sido una táctica acertada.

Pero nadie crea que en nombre de otro modelo, podrá   mantener el viejo
estado burocrático, autocrático y centralizado de antaño y realizar, al
mismo tiempo, reformas superficiales económicas que solo sirvan para
consolidar el poder de unos pocos. La realidad obliga a cambios:
socialismo o barbarie.

Para avanzar hacia un nuevo socialismo, y nadie habla de comunismo que
demanda otros cambios internacionales, que cuente con amplio respaldo
popular, habrá que dejar bien establecidos los limites del estado, dar
libertad al trabajo por cuenta propia  y a las cooperativas   (o
empresas cogestionadas) que -se dice- se empiezan a estructurar en los
servicios y la industria pequeña en propiedades estatales, la capacidad
real de los trabajadores para decidir sobre la gestión y la distribución
de las utilidades, sus relaciones con el entorno comunitario, la
posibilidad de obtener créditos y vender libremente sus producciones
internamente o exportarlas, sin controles abusivos del estado.

Habrá que hacer una nueva ley de cooperativas, que reconozca los
principios de este sistema sin paternalismo ni control estatal en la
agricultura y se extienda a los servicios y a la industria. Habrá que
permitir las uniones de cooperativas. Habrá que dejar  bien clara la
diferencia entre cooperativas y empresas del estado que gestionen los
trabajadores o el mismo estado. Habrá que regular democráticamente las
formas de la inversión extranjera, de manera que no puedan ellas
explotar directamente el trabajo de nuestros trabajadores ni puedan
apropiarse de nuestra tierra y nuestros recursos naturales.

Cuba, como  ningún otro país del mundo, está en capacidad de dar el paso socialista.
¿Y cómo hacer esto sin acabar de unificar la moneda, que encierra una de
las más brutales formas de explotación de los trabajadores por el
estado que monopoliza la propiedad y el mercado?

Y nada de esto sería verdadero si no se cuenta con los trabajadores y
los ciudadanos todos, sin escuchar ni dar participación en las acciones
concretas a los que han venido trabajado sobre estos temas desde
distintas posiciones, aunque no concordemos totalmente, sin establecer
un verdadero sistema participativo en los medios de difusión, sin
democratizar estos medios y sin claras reformas democráticas al sistema
electoral y a las formas en que se designan y eligen los representantes
del Poder Popular, sin reestructurar el funcionamiento de éstos órganos y
sin establecer los presupuestos participativos municipales,
provinciales y el nacional, aprobados democráticamente. Asuntos
ampliamente tratados en otro artículos. Sin democracia, no hay
socialismo posible.

Si de lo que se tratara, fuera de buscar otro “modelo” que no sea ese
ampliamente participativo y democrático, anticapitalista y
antimperialista, -y hablo de un camino y no de un esquema-, y cambiar
para más capitalismo, que es la búsqueda de lucro y ganancias por medio
del trabajo asalariado, depredador de la naturaleza, más inversiones
extranjeras, más control de la burocracia, repartición de la piñata
estatal entre burócratas, Comité Central lleno de millonarios y otras
cosas por el estilo, sería transitar a una caricatura de socialismo con 
pies de barro, que pronto se transmutaría en el regreso del capitalismo
privado, vía expedita a la anexión real o virtual que tanto añoran las
fuerzas más oscuras del imperialismo y sus   acólitos de origen cubano.
Pero entonces, más temprano que tarde, esa revolución subterránea
bullente estallaría, y ya el cuento…el cuento sería otro…quién sabe
cuál…
Socialismo por la vida.

Quito, regresando pronto, 10 de septiembre de 2010
 
*Fuente: Kaos en la Red

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