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Ricos y pobres [Conferencia en ocasión del centenario de la independencia de Chile, 1910]

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Texto de una conferencia dictada en Rengo – Chile en la noche del 3 de
septiembre de 1910, en ocasión del centenario de la independencia de
Chile.


ALGUNAS PALABRAS
Quiero trazar con expresiones sinceras los pensamientos que en mí se
albergan sobre el siglo transcurrido bajo el régimen de la República, y
procuraré que estas expresiones sean el retrato de la verdad, es decir,
de la verdad como yo la comprendo, como yo la siento, ya que
desgraciadamente existen diferencias para apreciar la verdad.

Esta conferencia que voy a desarrollar no es, ni puede ser, el fruto de
expresiones antojadizas; es el resultado de reflexiones y de
observaciones hechas durante cerca de un cuarto de siglo en medio de una
vida llena de miserias y mirando en todos sus contornos miserias de
todas clases.

No tengo valor moral para contrariar mis sentimientos y por esto yo no
puedo bosquejar aquí otras cosas que expresiones de la vida vivida por
el proletariado al cual pertenezco, comparándole a la vida vivida por la
burguesía y hasta dónde es posible verla.

De sobra comprendo que mi conferencia, por ahora, va a encontrar muchos
escollos, porque el modo de apreciar el desarrollo de la historia de un
pueblo, es diferente, según sean las personas que le juzguen. Sin
embargo, espero y confío en vuestra benevolencia, en vuestra cultura, en
vuestro espíritu de observación y de estudio, que habréis de oír o de
leer estas páginas tolerando bondadosamente la disconformidad que ellas
arrojen con respecto a vuestro modo de pensar.

Hablar o escribir en sentido contrario a lo que parece pensar toda una
nación o su mayoría, puede ser audacia y suele clasificarse de maldad.
Mas, quien cree sinceramente que vive en la verdad no debe sentirse
cohibido ni esclavizado para decir a sus semejantes lo que siente, sobre
todo cuando esto se hace dentro del debido respeto para todos. Yo miro y
veo por todas partes, generales alegrías y entusiasmos al acercarse
cualquier ocasión de festividades, y yo en mi ser, en lo intimo de mi
ser, no siento ni siquiera el contagio de esa alegría ni de ese
entusiasmo. Más bien siento tristeza.

Y siento tristeza porque creo que aquellos que sienten alegrías viven en
el mundo de las ilusiones, muy lejos de la verdad. Disculpadme si acaso
hago mal en decir esto.
Hoy todo el mundo habla de grandezas y de progresos y les pondera y les
ensalza considerando todo esto como propiedad común disfrutable por
todos.
Yo quiero también hablar de esos progresos y de esas grandezas, pero me
permitiréis que los coloque en el sitio que corresponde y que saque a la
luz todas las miserias que están olvidadas u ocultas o que por ser ya
demasiado comunes no nos preocupamos de ellas.
Esta conferencia va dividida en tres capítulos y un resumen para tratar
por separado la situación del proletariado y la burguesía en el
transcurso del siglo, en el orden social, político y económico.
Entremos, pues, en materia.

I. LA SITUACION MORAL Y SOCIAL DEL PROLETARIADO Y LA BURGUESIA
No es posible mirar a la nacionalidad chilena desde un solo punto de
vista, porque toda observación resultaría incompleta. Es culpa común que
existan dos clases sociales opuestas, y como si esto fuera poco,
todavía tenemos una clase intermedia que complica más este mecanismo
social de los pueblos.,

Reconocidas estas divisiones de la sociedad nos corresponde estudiar su
desarrollo por separado, para deducir si ha habido progreso y qué valor
puede tener este progreso.
La clase capitalista, o burguesa, como le llamamos, ha hecho evidentes
progresos a partir de los últimos cincuenta años, pero muy notablemente
después de la guerra de conquista de 1879 en que la clase gobernante de
Chile se anexó a la región salitrera.
El progreso económico que ha conquistado la clase capitalista ha sido el
medio más eficaz para su progreso social, no así para su perfección
moral, pues aunque peque de pesimista, creo sinceramente que nuestra
burguesía, se ha alejado de la perfección moral verdadera.

Sin tomar en cuenta los individuos, creo que la colectividad burguesa
vive habituada ya en un ambiente vicioso e inmoral, que quizás en muchos
casos no se note o se disculpe por no tener la noción suficiente para
saber estimar íntegramente la verdadera moral. El espíritu de beatitud
en cierta parte de esta sociedad no la ha detenido ni alejado de esta
situación.

Cien años ha, cuando la población de este país vivía en el ambiente
propio de una colonia europea, que le había inoculado sus usos y
costumbres; parece que no se destacaba la nota inmoral y voluptuosa de
la época presente. Se vivía en este país bajo el régimen de la sociedad
feudal, algo atenuado si se quiere, pero con todas las formas de la
esclavitud y con todos los prejuicios propios del feudalismo. El
sometimiento demasiado servil de la clase esclava entregada en su mayor
número a la vida pastoril y a la agricultura era tina circunstancia que
no provocaba ninguna acción de la clase señorial, en que pudiera notarse
como hoy, sus crueldades.

La última clase, como puede considerarse en la escala social, a los
gañanes, jornaleros, peones de los campos, carretoneros, etc., vive hoy
como vivió en 1810. Si fuera posible reproducir ahora la vida y
costumbres de esta clase de aquella época y compararla con la de hoy
día, podríamos ver fácilmente que no existe ni un solo progreso social.
En cuanto a su situación moral podríamos afirmar que en los campos
permanece estacionaria y que en las ciudades se ha desmoralizado más.
Esta clase más pobre de la sociedad, más pobre en todo sentido material y
moral- ha vivido tanto antes como ahora en un ambiente completamente
católico y cristiano. Si afirmáramos que hoy vive más dominada por la
Iglesia que antes, no haríamos una exageración. Sin embargo, antes se
notaban en esta clase mejores costumbres que ahora. Con sobrada razón
podríamos preguntarnos: ¿Por qué no ha progresado esta clase social que
ha vivido siempre al amparo moral del catolicismo?

Es esta nueva pregunta para la cual cada persona debe buscar la
respuesta con sus propios esfuerzos, porque es menester, para el
desarrollo de las inteligencias, que se realice este ejercicio mental, a
fin de que cada cual resuelva este problema social y procure cooperar a
mejorar las cosas.

La última clase de la sociedad que constituye probablemente más de un
tercio de la población del país, es decir, más de un millón de personas
no ha adquirido ningún progreso evidente, en mi concepto digno de
llamarse progreso. Se me dirá que el número de analfabetos es, en
proporción, mucho menor que el de antes, pero con esta afirmación no se
prueba nada que ponga en evidencia un progreso. Para esta última clase
de la sociedad el saber leer y escribir, no es sino un medio de
comunicación, que no le ha producido ningún bienestar social. El
escasísimo ejercicio que de estos conocimientos hace esta parte del
pueblo, le coloca en tal condición que casi es igual sí nada supiese, En
las ciudades y en los campos, el saber escribir, o simplemente firmar,
ha sido para los hombres un nuevo medio de corrupción, pues, la clase
gobernante les ha degradado cívicamente enseñándoles a vender su
conciencia, su voluntad, su soberanía.

El pueblo en su ingenua ignorancia aprecia en mucho saber escribir para
vender su conciencia. ¿Es esto un progreso? Haber aprendido a leer y a
escribir pésimamente, como pasa con la generalidad del pueblo que vive
en el extremo, opuesto de la comodidad, no significa en verdad el más
leve átomo de progreso.

Muchos periodistas han afirmado en más de una ocasión que las
conscripciones militares han aportado al pueblo un contingente visible
de progreso porque han contribuido a desarrollar hábitos útiles
desconocidos entre la llamada gente del pueblo. Se ha dicho que esta
parte de las poblaciones ha aprendido hábitos de higiene, se ha educado,
aprendido nociones elementales, etcétera. Estas afirmaciones son más
ficticias que reales.

La pobreza, y la pobreza en grado excesivo sobre todo, impide todo
progreso. Hay gentes que no tienen un tiesto para lavarse. La vida del
cuartel, generalmente, ha producido hábitos innobles y ha fomentado o
despertado malas costumbres en personas buenas y sencillas. Yo creo que
produce más desastres que beneficios.

El movimiento judicial y penitenciario del país nos prueba de una manera
evidente el desastre moral de nuestra sociedad, durante los cien años
que han transcurrido para la vida de la República. La magistratura del
país ha perdido todo el prestigio que debió conservar o de que debió
rodearse. Yo no podría afirmar si los procedimientos judiciales
estuvieran alguna vez dentro de la órbita de la moral. Pero lo que puedo
decir es que debido al desarrollo intelectual natural del pueblo, éste
ha llegado a convencerse de que la Justicia no existe o de que es parte
integrante del sistema mercantil y opresor de la burguesía.

Yo he llegado a convencerme de que la organización judicial sólo existe
para conservar y cuidar los privilegios de los capitalistas. ¡Ojalá,
para felicidad social, estuviera equivocado! La organización judicial es
el dique más seguro que la burguesía opone a los que aspiran a las
transformaciones del actual orden social.

La literatura nacional tiene muchas expresiones, que son la más dura
acusación a la inmoralidad social y a su administración de justicia,
literatura que está basada en la verdad histórica. No puedo resistir el
deseo de copiar aquí una página de un autor chileno que dice así:

La noche aquella, la oscura noche en la cual iba dejando mis harapos
enredados en las piedras cortantes del camino, recliné mi cabeza cansada
sobre el tronco de un árbol secular.

Me hizo dormir el peso de la Fatalidad que gravitaba sobre mi frente.
Había clamado tantas veces por la equidad humana, que esta idea se había
aferrado a mi cerebro como esas raíces añosas adheridas a la tierra
difícil de arrancar. Y soñé…

Me hallé súbitamente en un erial cubierto de secas malezas, sin árboles,
sin flores. Un letal vapor de sepulcro invadía las cosas existentes, y
el campo fúnebre no tenía término, ni vereda alguna, ni salvación
posible.

En un tajo abierto como una grieta profunda, mansión de cíclopes
antiguos que habían partido los porfiados con sus formidables miembros,
vivía un ser monstruoso, sin forma humana, sin perfiles de consciente.
La mitad derecha del rostro reía como Quasimodo, sordo, incapaz, idiota;
la izquierda era un conglomerado de contracciones faciales, hijas del
llanto, del pesar, del furor y el despecho, difícil de bosquejar por la
pluma más sagaz y maestra. El contraste formado por estas dos actitudes
revelaba la monstruosidad en su carácter más completo; era aquello una
fiera digna émula del Apocalipsis, con que suelen soñar los
remordimientos humanos. Creía hallarme solo en aquel páramo desolado.
Pero no lejos de allí se destacó un ujier armado hasta los dientes,
inabordable, asegurado por todas partes.

-¿Cómo has llegado hasta aquí, mendigo? ¿No sabes que este erial y esta
grieta honda e inaccesible está destinada para un monstruo que debe
vivir alejado para siempre de las sociedades cuya constitución está
amparada por la más estrecha justicia? Te prohibo que asomes la cabeza
en ese abismo. . . Los ojos del monstruo te atraerían y sucumbirías bajo
el peso de su atracción diabólica.
-Ya lo he visto -respondí.
– ¡Desgraciado! … ¿Y no sientes ya el hielo de la muerte en tus
entrañas? ¿No has visto que sus pupilas relampagueaban como las de
voraces reptiles?
-¿Y cómo se llama esa bestia? -pregunté azorado.
-¡Prevaricato! -respondióme el bondadoso, ujier.
Y desperté… y resolví entonces morir de vergüenza, de hastío y de dolor. Ya no existía la justicia. . .

El régimen carcelario es de lo peor que puede haber en este país. Yo
creo no exagerar si afirmo que cada prisión es la "escuela práctica y
profesional" más perfecta para el aprendizaje y progreso del estudio del
crimen y del vicio. Oh monstruosidad humana! Todos los crímenes y todos
los vicios se perfeccionan en las prisiones, sin que haya quien
pretenda evitar este desarrollo!

Yo he vivido cuatro meses en la cárcel de Santiago, cuatro en la de Los
Andes, cerca de tres en la de Valparaíso y ocho en la de Tocopilla. Yo
he ocupado mí tiempo de reclusión estudiando la vida carcelaria y me he
convencido que la vida de la cárcel es lo más horripilante que cabe
conocer. Allí se rinde fervoroso y público culto a los vicios
solitarios… La inversión sexual no es una novedad para los reos. Los
delincuentes que principian la vida del delito, encontrarían en las
cárceles los profesores y maestros para perfeccionar el arte de la
delincuencia.

El personal de empleados de prisiones y sus anexos es bastante numeroso.
Pero, a pesar de esto, yo no conozco un solo caso de alguno que haya
estudiado o propuesto medios encaminados a buscar un perfeccionamiento
en el sistema carcelario que contribuyera a proporcionar una verdadera
regeneración entre tantos seres más desgraciados que delincuentes.

Y el personal de los juzgados, ¿habrá producido alguna idea en este sentido? Yo no conozco ninguna.

Yo creo que la prisión no es un sistema penal digno del hombre y propio
para regenerarle. Hoy que se habla tanto de progresos y que se celebra
como un gran acontecimiento el haber llegado a los cien años de vida
libre, yo me pregunto, ¿ha progresado en la República el sistema penal?
¿Ha disminuido el número de delincuentes? ¿Cuántas cárceles se han
cerrado a impulsos de la educación? ¿Ha mejorado o progresado siquiera
la condición moral del personal carcelario o judicial que podría influir
en la regeneración de los reos? Ninguna respuesta satisfactoria podría
obtener.

Acerca de la crueldad moral que envuelve en sí la prisión escribe un
autor chileno en un librito titulado Palabras de un Mendigo lo que
sigue:

El mudo carcelero me introdujo dentro de una mazmorra helada, hizo
rechinar la puerta del calabozo, y puso el férreo candado a la prisión a
donde se me habla arrastrado.
Luego después no había más que intensa y espantosa sombra a mi rededor.
Era aquello el abismo abierto a un hombre que buscaba la luz, pero a
quien se le encerraba en un sepulcro insondable para evitar que los
rayos vivificadores del astro rey llegaran hasta su pupila dilatada y
profunda.

Yo no había pecado. A nadie había hecho mal. Mis vestidos se habían
desgarrado en medio de los zarzales punzadores del camino, mi sangre
había corrido a raudales. Llegué exánime a la prisión y caí desfallecido
en brazos de los primeros sayones que me oprimieron.

¿Por qué se me encerraba, oh Pueblo? Yo no había delinquido, ni robado,
ni asesinado. Alguien murmuró a mis oídos cuando entré en el fúnebre
recinto, al sitio de la perdición, al calabozo nauseabundo:
Otro bandido!
Yo en un rapto de sagrado entusiasmo había gritado: ¡MUERA LA Tiranía!
Y cuando el esbirro ensañado vació en mis oídos la bazofia brutal de su
desvergüenza, sentí en mi ser algo así como la lava hirviente de un
volcán que amenazaba estallar; y experimenté un agrupamiento de ideas
enloquecidas, terribles, impetuosas …

Era la indignación que saben experimentar las almas buenas, que todavía
no han entregado su conciencia al odioso mercader que suele comprarla a
precios bajos.
¡Cuánta amargura, cuánta ironía hay en todo esto! -í Pero sobre todo
cuánta verdad! Son palabras candentes que abrazan todo el rostro de los
privilegiados!
¿Veremos mejorarse el sistema carcelario y judicial, en el sentido de
producir una disminución en la delincuencia, por la, acción moral más
que por la acción penal? El porvenir lo dirá.

La sociedad debe preocuparse de corregir la delincuencia, creando un
ambiente de elevada moral, cuyo ejemplo abrace, pues el sistema penal
debemos considerarlo ya un fracaso. Estimo que el sistema penal
generalmente atemoriza, pero no corrige; detendrá la acción criminal,
pero no la intención. La sociedad debe, por el propio interés de su
perfección, convencerse que el principal factor de la delincuencia
existe en la miseria moral y en la miseria material. Hacer desaparecer
estas dos miserias es la misión social de la Humanidad que piensa y que
ama a sus semejantes.

Comprobar fehacientemente el progreso que ha hecho el vicio, es bastante
para poner a la luz del día la verdad. La verdad de que en cien años de
vida republicana se constata el progreso paralelo de dos
circunstancias:

El progreso económico de la burguesía. El progreso de los crímenes y de los vicios en toda la sociedad.

La vida del conventillo y de los suburbios no es menos degradada que la vida del presidio.

El conventillo y los suburbios son la escuela primaria obligada del
vicio y del crimen. Los niños se deleitan en su iniciación viciosa
empujados por el delictuoso ejemplo de sus padres cargados de vicios y
de defectos. El conventillo y los suburbios son la antesala del
prostíbulo y de la taberna.

Y si a los cien años de vida republicana, democrática y progresista como
se le quiere llamar, existen estos antros de degeneración, ¿cómo se
pretende asociar al pueblo a los regocijos del primer centenario?

El conventillo y los suburbios, han crecido quizás en mayor proporción
que el desarrollo de la población. Y aun cuando se alegara que el
aumento de los conventillos ha ido en relación con el aumento de la
población, no sería este un argumento justificativo ni de razón. El
conventillo es una ignominia. Su mantenimiento o su conservación
constituyen un delito.

Sintamos pesar por los niños que allí crecen, rodeados de malos
ejemplos, empujados al camino de la desgracia. Allí están, en abigarrado
conjunto, dentro del conventillo, la virtud y el vicio, con su
corolario natural de la miseria que quebranta todas las virtudes.
Si hubiera, habido progreso moral en la vida social, debió detener el
aumento de los conventillos, como debe detenerlo en lo sucesivo, pero
esto ya no se operará por iniciativa especial de la burguesía sino por
la acción proletaria que empuja la acción de la sociedad. Es necesario
transformar el sistema de habitación para contribuir a perfeccionar los
hábitos del pueblo.

Poco después de escrita esta conferencia, algunos diarios emprendieron
una débil cruzada contra los conventillos. Para reforzar mis argumentos
he colocado al final de la conferencia algunas publicaciones hechas al
respecto por los diarios.

La clase media que se recluta entre los obreros más preparados y los
empleados, ¿habrá hecho progresos? ¡Recorramos su condición y
convenzámonos! Esta clase es hoy mucho más numerosa que lo que lo era
antes en proporción a cada época. Ha aumentado su número a expensas de
los dos extremos sociales. A ella llegan los ricos que se empobrecen y
que no pueden recuperar su condición y los que logran superarse en la
última clase.

Esta clase ha ganado un poco en su aspecto social y es la que vive más
esclavizada al qué dirán, a la vanidad y con fervientes aspiraciones a
las grandezas superfluas y al brillo falso. Debido a estas
circunstancias que le han servido de alimento, esta clase ha hecho
progresos en sus comodidades y vestuario, ha mejorado sus hábitos
sociales, pero a costa de mil sacrificios, en algunos casos; de hechos
delictuosos en otros y poco delicados en la mayor parte de los casos.

Es en esta clase, la clase media, donde se encuentra el mayor número de
los descontentos del actual orden de cosas y de donde salen los que
luchan por una sociedad mejor que la presente.

Nuestro pueblo, religioso y fanático, no tiene hábitos Virtuosos y morales. Posee una religión sin moral.

Hechos: el matrimonio del pobre es especialmente consagrado por la
Iglesia. Después de la ceremonia se entrega, en la miserable vivienda, a
la borrachera desenfrenada y libertina llena de inmoralidades. El
bautizo religioso de los niños ha sido siempre un motivo de borrachera
con todo su natural cortejo de degradación.

El crimen ha sido muchas veces el epílogo doloroso de estos hechos del
pueblo. Los pobladores de las cárceles son todos religiosos. Es un hecho
entonces lo que afirmo, que nuestro pueblo posee una religión sin
moral, y yo deduzco de aquí que la religión protegida por el Estado y la
Sociedad con el fin de moralizar, no ha tenido la fuerza suficiente o
la capacidad necesaria para moralizar y lo único que ha conseguido es
hacer creyentes o fanáticos de una doctrina teórica, sin práctica moral.

La acción de los comerciantes, en general, es la acción de la
inmoralidad. El progreso rápido del comercio, que es lo que busca el
comerciante, está basado en la acción de la inmoralidad; en el engaño,
en el fraude, en la falsificación, en el robo, en la explotación más
desenfrenada del pobrerío que es la clientela más numerosa del
comerciante inescrupuloso de los barrios pobres.

¿Y esto… también llamaremos progreso? Esto que ha progresado tanto en
el transcurso de los últimos cien años, ¿también es digno de asociarle
al entusiasmo de las festividades centenarias?

La clase rica no sufre por esto. Ella compra en sus grandes almacenes
los frutos escogidos de la producción mundial. Se fabrica y se produce
especialmente para ella. El monopolio de la producción en sus propias
manos y la posesión de la riqueza le garantiza este privilegio. La clase
pobre no puede gozar de estos privilegios. Ella es la escogida como
víctima única de la voracidad inmoral de la clase comercial.

Una parte del pueblo, formada por obreros, los más aptos, por empleados,
pequeños industriales salidos de la clase obrera y algunos
profesionales, pero todos considerados dentro de la clase media, ha
podido realizar algún progreso. Han constituido organismos nuevos:
sociedades de socorro de ahorro, de resistencia a la explotación, de
educación, de recreo y un partido popular llamado Partido Demócrata.
Esta manifestación de la acción es el único progreso ostensible de la
moral y de la inteligencia social del proletariado, pero es a la vez la
acusación perenne a la maldad e indolencia común.

Para atenuar el hambre de su miseria en las horas crueles de la
enfermedad, el proletariado fundó sus asociaciones de socorro. Para
atenuar el hambre de su miseria en las horas tristes de la lucha por la
vida y para detener un poco de feroz explotación capitalista, el
proletariado funda sus sociedades y federaciones de Resistencia, sus
mancomunales. Para ahuyentar las nubes de la amargura creó sus
sociedades de recreo. Para impulsar su progreso moral, su capacidad
intelectual, su educación, funda publicaciones, imprime folletos, crea
escuelas, realiza conferencias educativas. Más, toda esta acción es obra
propia del proletariado, impulsado por el espíritu de conservación, y
es un progreso adquirido a expensas de sacrificios y privaciones.

¡Para este progreso no es tiempo aún de festejarle su centenario!

Se ha dicho muchas veces que uno de los más apreciables bienes de la
República ha sido el progreso liberal del país, el cual no habría podido
desarrollarse en la monarquía. Yo creo que esto es una exageración y
tal vez una mistificación.

La mentalidad, la inteligencia, ha hecho mayores progresos en el
proletariado español, bajo el régimen monárquico, durante los últimos
cien años, que en el proletariado chileno bajo el régimen de la llamada
libertad republicana. Esto no prueba que la monarquía o la república
sean o no superior la una a la otra, pero prueba que la forma o clase de
régimen social no influye especialmente en el progreso moral, social o
intelectual, ni le detiene.

En Rusia, a pesar del régimen de tiranía se ha desarrollado mucho la
mentalidad moral del pueblo y su acción para la defensa de su progreso
ha sido mucho más vigorosa que en otros países de más libertades.

La existencia de toda la organización proletaria de España, y sus
grandiosos frutos: Casas del Pueblo, cooperativas, prensa, cte., nos
prueba que ese proletariado ha podido desenvolverse y progresar en el
seno de la monarquía en tales condiciones que aún no lo sueña el
proletariado chileno. Esto nos prueba que la República no ha producido
aquí aquel bien que se supone el proletariado.

Digamos la verdad: el bien inmenso que ha producido la República fue la
creación y desarrollo de la burocracia chilena y fue también la posesión
de la administración de los intereses- nacionales. La burocracia que
goza de esta situación, ella sí que tiene motivo de regocijo justificado
si mira egoístamente su situación. ¡Nosotros no!

II. LA SITUACION INTELECTUAL Y POLITICA DEL PROLETARIADO Y LA BURGUESIA
El desarrollo intelectual es una circunstancia natural de la especie
humana. En general hay siempre progresos. Podrá encontrarse individuos
que no progresen intelectualmente, pero con dificultad se encontrara una
familia completa que no presente un caso de progreso. Pero en las
sociedades que forman el género humano se ha constatado el progreso en
una forma natural empujado a un tiempo por los individuos y por la
sociedad.

Es el caso que un individuo alimenta a la sociedad y que ésta alimenta
al individuo. El individuo se forma intelectualmente del ambiente de la
sociedad. Pero el ambiente de la sociedad se ha formado del ambiente
creado por los individuos.

La modificación de un ambiente social, es obra del individuo pero obra
paulatina, lenta, gradual si se quiere. La modificación del ambiente
individual es obra propia y social y puede ser rápido su progreso o su
transformación.

Es pues, el progreso intelectual del país un hecho, y el regocijo que
ello nos produce se equipara al regocijo que sentimos por el crecimiento
y avance de la edad de nuestros hijos. El progreso intelectual está
limitado a las esferas en que se desarrolla y los beneficios marchan en
relación.

Para las altas clases sociales el progreso intelectual es un medio para
conquistar mayor bienestar, porque poseen el dinero. Para las bajas
clases sociales ese mismo progreso no alcanza a producir bienestar,
porque no tienen dinero.

El progreso intelectual en esta época no es un progreso moral, pues, en
muchos casos la mayor capacidad conduce al individuo, a la relajación.
El progreso intelectual, creo decirlo sin pasión, se ha desarrollado
notablemente en la clase media, y podría ser esto un motivo de alegría,
pero la finalidad social que se busca como fruto del progreso
intelectual dista mucho aún y la labor del proletariado inteligente
prosigue vigorosamente su marcha. Cuando llegue a la meta entonces sí
que habrá motivos de alegrías comunes.

En cuanto a la situación política, es menester detenerse con alguna
calma para estudiarla, para contemplarla. Esta conferencia escrita con
ocasión del primer centenario de lo que se llama emancipación política
del pueblo, ha de dejar en sus páginas bien precisada la condición
política del país.

La burguesía por el conducto de sus escritores nos habla siempre de "los
grandes hombres que nos dieron patria y libertad" y esta frase ha
pretendido grabarla en la mente del pueblo haciéndole creer que es
propia para todos.

Yo mismo en torno mío. . . miro en torno de la gente de mi clase… miro
el pasado a través de mis treinticuatro años y no encuentro en toda mi
vida una circunstancia que me convenza que he tenido patria y que he
tenido libertad…

¿Dónde está mi patria y dónde mi libertad? ¿La habré tenido allá en mi
infancia cuando en vez de ir a la escuela hube de entrar al taller a
vender al capitalista insaciable mis escasas fuerzas de niño? ¿La tendré
hoy cuando todo el producto de mi trabajo lo absorbe el capital sin que
yo disfrute un átomo de mi producción?

Yo estimo que la patria es el hogar satisfecho y completo, y la libertad
sólo existe cuando existe este hogar. La enorme muchedumbre que puebla
campos y ciudades, ¿tiene acaso hogar? No tiene hogar. . .! No tiene
hogar…! Y el que no tiene hogar no tiene libertad! Todos los grandes
creadores y fundadores de la economía política han afirmado este
principio: "¡El que no tiene hogar no tiene libertad!"
A ver, ¿quién puede contradecirme?

Acaso los que vencieron al español en los campos de batalla, ¿pensaron
alguna vez en la libertad del pueblo? Los que buscaron la nacionalidad
propia, los que quisieron independizarse de la monarquía buscaban para
sí esa independencia, no la buscaron para el pueblo.

¡Celebrar la emancipación política del pueblo! Yo considero un sarcasmo
esta expresión. Es quizás una burla irónica. Es algo así como cuando
nuestros burguesitos exclaman: El soberano pueblo…! cuando ven a
hombres que visten andrajos, poncho y chupalla. Que se celebre la
emancipación política de la clase capitalista, que disfruta de las
riquezas nacionales, todo eso está muy puesto en razón.

Nosotros, que desde hace tiempo ya estamos convencidos que nada tenemos
que ver con esta fecha que se llama el aniversario de la independencia
nacional, creemos necesario indicar al pueblo el verdadero significado
de esta fecha, que en nuestro concepto sólo tienen razón de conmemorarla
los burgueses, porque ellos, sublevados en 1810 contra la corona de
España, conquistaron esta patria para gozarla ellos y para aprovecharse
de todas las ventajas que la independencia les proporcionaba; pero el
pueblo, la clase trabajadora, que siempre ha vivido en la miseria, nada,
pero absolutamente nada gana ni ha ganado con la independencia de este
suelo de la dominación española. Tal es así que los llamados padres de
la patria, aquellos cuyos nombres la burguesía pretende inmortalizar,
aquellos que en los campos de batalla dirigieron al pueblo-soldado para
pelear y desalojar al español de esta tierra, una vez terminada la
guerra y consolidada la independencia, ni siquiera pensaron en dar al
proletariado la misma libertad que ese proletariado conquistaba para los
burgueses reservándose para sí la misma esclavitud en que vivía.

Esto que decimos, lo probamos con los dos siguientes decretos que hemos
copiado en las páginas veintiocho y veintinueve de la colección de Leyes
y Decretos del Gobierno de 1810 a 1823, edición ordenada por don Manuel
Montt y revisada por don Domingo Santa María. He aquí los decretos:

Ha sabido el gobierno que a pesar de lo prevenido en auto del Supremo
Congreso Nacional de 11 de octubre de 1811, en algunas parroquias
subsiste todavía la costumbre de asentar en las partidas bautismales de
los individuos que nacen de madres esclavas, la nota de esclavos; y
teniendo presente que este abuso, ya provenga de malicia o de f alta de
reflexión compromete la suerte de aquellos infelices y ofende la
autoridad del gobierno, decreto: que respecto a que desde la fecha
citada quedó por regla inalterable abolida la esclavitud en todos los
que naciesen en lo sucesivo, todos los párrocos deban desde entonces
poner la nota de esclavos en las partidas que se hubiesen asentado,
omitiendo, ponerla en adelante. Este decreto se imprimirá, y teniéndose
con esto por bastante circulado, los subalternos cuidarán de su
cumplimiento y se transcribirá al Obispo gobernador para que quede
archivado en su juzgado y uno de los principales puntos que deban
examinar los Diocesanos en sus respectivas visitas para el cumplimiento
de este auto.- PÉREZ -INFANTE.—EYZAGUIRRE.- AGUSTIN DIAZ, SECRETARIO.
ACTA DEL SUPREMO CONGRESO NACIONAL
Sesión del día 11 de octubre

Aunque la esclavitud, por opuesta al espíritu cristiano, a la humanidad y
a las buenas costumbres, por inútil y aun contraria al servicio
doméstico que ha sido el aparente motivo de su conservación, debería
desaparecer de un suelo en que sus magistrados sólo tratan de extinguir
la infelicidad en cuanto alcance sus últimos esfuerzos, con todo,
conciliando estos sentimientos con las preocupaciones, y el interés de
los actuales dueños de esta clase de miserable propiedad; acordó el
Congreso que desde hoy en adelante no venga a Chile ningún esclavo y que
los que transiten para países donde subsista esta dura ley, si se
demoran por cualquier causa y permanecen seis meses en el reino queden
libres por el mismo hecho. Que los (esclavos) que al presente se hallen
en servidumbre, permanezcan en una condición, que se le hará tolerable
la habitual, la idea de la dificultad de encontrar repentinamente
recursos de que subsistir sin gravamen de la sociedad, el buen trato que
generalmente reciben de sus amos, y sobre todo el consuelo de que sus
hijos que nazcan desde hoy serán libres, COMO, expresamente se establece
por regla inalterable. Para evitar los fraudes de la codicia, y que nos
prive de estos beneficios, a las madres que sean vendidas para fuera
del país, se declararán igualmente libres sus vientres y que deben serlo
por consiguiente sus productos en cualquier parte y que así se anota
por cláusula forzosa en las escrituras que se otorguen, y en los pases
de la aduana, a cuyo f in, se hará extender a los escribanos y
administradores. (Esta ley aparece en la colección entre las del año
1813, pero parece que es la ley a que se refiere el decreto de la
cabeza, octubre 11 de 1811.)

Si leemos con detención los dos decretos anteriores podemos ver en ellos
que la clase burguesa no abolió la esclavitud, ni siquiera para los
esclavos que pelearon en calidad de soldados, obligados por sus amos.
Todo lo que hizo esa burguesía triunfante fue abolir la esclavitud para
los hijos que nacían de padres esclavos después de esa fecha, cosa que
en rigor no tiene mérito, alguno ni expresa una acción generosa,
siquiera a titula de premio para los que daban libertad.

En la expresión de esos decretos se ve claro el sentimiento que dominaba
a la sociedad en aquella época y de ello se desprende claramente:

Que la esclavitud era ya considerada inútil en cuanto -a las ventajas
económicas o sociales que pudieran esperarse. Que la esclavitud se
aboliría entonces por estas circunstancias y no por espíritu de
humanidad ni cristiano. Que la esclavitud no la abolía el nuevo Estado
independiente porque consideraba herir los intereses de los amos y
porque comprendía que lanzar a la calle en libertad a los esclavos que
nada poseían era un peligro social que les amenazaba.

El espíritu de mezquindad y la falta de moral incapacitó, entonces, a la
burguesía para darle a la República, que nacía por el esfuerzo de sus
esclavos, el brillo de una verdadera grandeza que pudiera denotar a la
vez que los fundadores de la patria eran grandes hombres. Qué pequeños
les vemos hoy!

Hasta el año 1823, fecha en que Chile se dio la primera Constitución, no
se encuentra ninguna ley que demuestre una acción generosa para el
pueblo, que le reconozca algún derecho o que siquiera piense en él, como
personas dignas de figurar en la sociedad.
Todo lo que existe son esas leyes que acabo de citar. Eso en cuanto a
los primeros actos de la independencia nacional. Y ahí se ve la parte
que le tocó al pueblo en el triunfo de esa jornada revolucionaria que
entregó a la burguesía la administración de la riqueza natural y social
de esta región del planeta, dejando al pueblo sumido en su ya larga era
de miseria.

Y si esto es la verdad, ¿qué cosa es lo que celebra el pueblo en este
aniversario? Lo que en realidad hace el pueblo en esta fecha, estimulado
por la burguesía, es gastar su dinero en torrentes de licor que la
misma clase burguesa le vende para guardar el dinero en sus cajas
insaciables.

Si los primeros pasos de la nación independiente nada reconocieron en el
pueblo, mucho menos se hizo después, y en los primeros actos
electorales se prescindió del pueblo, y aun podemos decir que los
fraudes y la intervención oficial nacieron juntos con la república.
Veamos lo que a este respecto decía el caudillo conservador M. J.
Irarrázaval en el Senado, en la sesión del 11 de noviembre de 1889,
cuando se discutía la ley de la comuna autónoma:

He aquí el primer acto de intervención oficial. No puedo menos que
deplorar que haya iniciado O’Higgins esta serie de actos por demás
reprobables. . . Aquella intervención que tenía, podría decirse, cierto
aspecto de cortés, de vergonzante, se escondía, no quería de ningún modo
hallarse comprometida, porque habría hecho perder su influencia al
Director Supremo de la República.

Esto decía Irarrázaval comentando una carta de O’Higgins en que
recomendaba la elección de algunos de sus amigos para diputados. Pero
este mismo Irarrázaval, a quien se le atribuyen propósitos magníficos en
favor del pueblo y de sus derechos, reclamaba en la sesión del Senado
del 5 de agosto de 1874, cuando se discutía la ley de voto acumulativo,
lo siguiente: "Advierta la Cámara que yo no digo ni sostengo que
cualquiera minoría tiene derecho de hacerse representar."

Irarrázaval demostraba con esto que él no pensaba en el pueblo ni quería
que se creyese que al defender el voto acumulativo pretendiera él
defenderlo en beneficio de las clases populares. Irarrázaval pedía el
voto acumulativo para que por medio de él se vieran representados en la
Cámara todos los intereses sociales de la burguesía. Los intereses
populares no se tomaban en cuenta.

Si éste ha sido el criterio dominante, expuesto en diversas ocasiones
desde 1810 hasta la fecha, no vemos razón alguna para que la clase
popular sienta regocijo por el advenimiento periódico de esta fecha.

La fecha gloriosa de la emancipación del pueblo no ha sonado aún. Las
clases populares viven todavía esclavas, encadenadas en el orden
económico, con la cadena del salario, que es su miseria; en el orden
político, con la cadena del cohecho, del fraude y la intervención, que
anula toda acción, toda expresión popular y en el orden social, con la
cadena de su ignorancia y de sus vicios, que le anulan para ser
consideradas útiles a la sociedad en que vivimos.

Un pueblo que vive así sometido a los caprichos de una sociedad injusta,
inmoral y criminalmente organizada, ¿qué le corresponde celebrar en el
18 de Septiembre? Nada. El pueblo debe ausentarse, debe negar su
concurso a las fiestas con que sus verdugos y tiranos celebran la
independencia de la clase burguesa, que en ningún caso es la
independencia del pueblo ni como individuo ni como colectividad.

Hubo un tiempo en que las elecciones del Congreso, se hacían a balazos,
poco después de la guerra de 1879, por ejemplo. El progreso desterró la
barbarie — que era el corolario lógico de cada campaña electoral. Pero
no puedo dejar de decir que todos aquellos actos de barbarie
político-electoral realizados por los partidos en lucha, fueron
realizados desde la infancia de la República.

Pero si hoy, cien años después, no tenemos el crimen sangriento en
acción es porque ha nacido y se ha desarrollado otro crimen, que ya es
adulto, el crimen de la venalidad, el crimen del cohecho, el crimen de
la compraventa de la conciencia. ¡El mercado de votos! La prostitución
política! ¿Cabe desmoralización mayor? Será esto lo que se llama
emancipación política?

Esta independencia que posee el lector para vender su soberanía a quien
le ofrece más dinero, ¿será lo que se invita a festejar en cada
aniversario patrio? El criterio político del pueblo es lo más pervertido
que hoy existe en Chile. El derecho de sufragio, la facultad de elegir,
la acción popular para formar el Congreso Nacional y los Municipios del
país, la soberanía del pueblo, ¿son, por ventura, realidades honrosas y
consientes en Chile?
Esta democracia pura creada por la ley, que da a la República su aureola
de grandeza, de grandeza nacida en el seno mismo del pueblo, no es sino
una ficción, una simple ilusión… ¿Llamaremos emancipación política
del pueblo el cúmulo de corrupciones electorales que hoy se realizan?

Si en un pueblo cualquiera se agrupan cien electores sanos, que no
trafican con su voto, y este número es suficiente para obtener, por
ejemplo, una representación municipal, le bastará a la burguesía comprar
o suplantar ciento diez electores para anular esa agrupación de
conciencias. Así tenemos que la venalidad vence a la pureza, y la pureza
vencida por la venalidad ¿de qué podrá sentirse satisfecha?; ¿Podrá
exclamar viva la libertad?

Las que podremos llamar clases inferiores de la sociedad, atrasadas, sin
educación suficiente, sin moralidad, sin criterio, no saben comprender
el valor de toda nuestra legislación política democrática. Las clases
llamadas superiores, en posesión de una ilustración mediana, a lo menos,
con completa conciencia de sus actos, legisladora y fundadora de la ley
¿qué han hecho?

Ah ¡cuánta tristeza siento cuando rememoro o cuando contemplo la obra de
la burguesía de este país! ¡Ella es la que ha degradado al pueblo!
¡Ella, la que lo ha corrompido políticamente! Ella, la que ha destrozado
su dignidad ciudadana y ha envilecido la soberanía. Ella ha sido la
fundadora del comercio electoral y la que ha inducido al pueblo a este
miserable comercio.

La burguesía de este país ha sido la que ha creado ¡a prostitución
política, la trata de blancos! Para ella toda la responsabilidad. Para
ella toda la condenación. ¿ Acaso alguno se atrevería a condenar al
pueblo, que miserable, andrajoso y hambriento, corrompido y vicioso
acepte tina moneda en cambio de esa soberanía que él no comprende, ni
sabe para qué le sirve?

La burguesía ha sido siempre la misma. Su espíritu de clase privilegiada
– aunque ella misma haya creado y apropiado el privilegio- le ha hecho
mirar a los demás semejantes, a los demás hombres, como seres inferiores
destinados por la naturaleza – y por Dios, según algunos- a su
servicio. Para convencernos de esto, veamos los tres decretos o Bandos
que siguen, porque ellos expresan el modo de ser de la burguesía en los
comienzos de la República, que muy poco difiere a lo que es hoy:

Santiago, enero 16 de 1818.
Estando ordenado por punto general que todo individuo lleve un
distintivo que descubra el cargo que ocupa en la sociedad, no puede la
corporación del ilustre cabildo estar privada de esta divisa sin que sus
individuos se expongan a ser privados de las distinciones que merecen
por su alto empleo. Por este principio en lo sucesivo deberán llevar
indispensablemente, aun fuera de las concurrencias del cuerpo, sombrero
apuntado y bastón con borlas, la misma insignia que es marcada al
Tribunal de Apelaciones.- Dios guarde a U. S. muchos años.- Luis de la
Cruz.- SS. del Ilustre Cabildo.

Bando.- El gobierno ha visto con suma indignación que algunos individuos
parece que se entretienen en andar inventando noticias funestas y
especies terrosas con que afligen a los espíritus pusilánimes del
pueblo. De hoy en adelante, se procederá al castigo de estos
perturbadores de la tranquilidad pública con aquel rigor que merecen los
malos efectos que causan con su imprudencia, o su malicia, aplicando a
los autores de estas especies doscientos azotes si son gentes de baja
esfera y extrañamiento de la Capital si pertenecen a otra clase más
distinguida. Y para que llegue a noticia de todos, y ninguno alegue
ignorancia, publíquese por bando, fijándose en los lugares públicos y
acostumbrados e imprímase.
Hecho en la ciudad de Santiago de Chile a 23de marzo de 1814.-Antonio José de Irizarri.- Agustín Díaz, escribano de gobierno.

Bando.- Todo aquel que no siendo oficial anduviese con armas de noche
sin tener licencia por escrito de esta intendencia para cargarlas,
sufrirá la multa de veinticinco pesos por la primera vez, siendo persona
distinguida y si no lo fuere sufrirá la pena de veinticinco azotes;
reservándose este juzgado las (penas) que crea necesarias para los
transgresores reincidentes.- Junio 16 de 1819.José María de Guzmán, de
orden del señor Gobernador Intendente.- Jerónimo Araos, escribano
público y de la guerra.

Nacía la República con ideas democráticas, con ideas humanas, pero ello
era en el nombre, en la práctica supervivía el espíritu oligárquico, de
superioridad y de clase.
En estos tres decretos que acabo de citar fechados entre 1814 y 1819 se
ve claro que los gobernantes buscaban para ellos la decoración y la
distinción y para el pueblo que hizo la República, ¡para el pueblo que
venció a la monarquía, para ese pueblo… los azotes! Los azotes, el
castigo que más degrada la dignidad. ¡Los azotes para la gente de baja
esfera! ¡La multa para la gente distinguida! Ya veis cómo nació la
República. i Por esto yo no puedo asociarme a los entusiasmos de la
llamada alta clase, porque mientras ella tiene motivo de alegría, yo no
tengo sino motivos de tristeza!

Si la República ha llegado al más alto grado de la corrupción política,
ya sea en el campo electoral con el cohecho y el fraude, ya sea en la
administración de la cosa pública donde se procede en la forma más
mezquina e irregular, es esto todo un motivo más que suficiente para
sentirse apesadumbrado de que hayamos llegado a vivir en un ambiente tan
dominado por la corrupción y por la falta de una verdadera dignidad.
Tan arraigadas considero yo las raíces de la corrupción que no diviso
cercano el tiempo en que podamos ver mejorarse esta situación. La clase
burguesa no piensa detener esa ola podrida porque es para ella, hasta
cierto punto, un gran beneficio. Toca pues, a los elementos luchadores
del proletariado realizar esta misión.

¿Podremos regocijarnos de que a los cien años de vida republicana nos
encontramos en estas condiciones tan indignas? Yo siento no poder
participar con la opinión de muchos que se sienten satisfechos de esta
caricatura de libertad política que poseemos, considerándola superior a
cualquier estado anterior de régimen tiránico colectivo o personal.

Lo que más entristece es que la corrupción haya salido de la esfera de
los individuos para asilarse en las corporaciones y sobre todo en las
que tienen la misión de moralizar al pueblo con la acción de la ley. Así
hemos constatado que en los últimos años la degradación cívica, la
falta de dignidad política ha sentado sus reales en el Congreso de
Chile. En cada calificación de elecciones la Cámara ha obrado en más de
un caso indignamente, anulando elecciones legítimas y sin mancha y
haciendo diputados a ciudadanos que no hablan recibido mandato popular.

Cuando estos vicios se han consolidado en las prácticas políticas,
¿podremos afirmar que se han consolidado de una manera seria nuestras
instituciones políticas de manera que merezcan el respeto público? No.
Afirmarlo sería una indignidad.

III. LA SITUACION CIENTIFICA Y ECONOMICA DEL PROLETARIADO Y LA BURGUESIA
Las ciencias han adquirido apreciable desarrollo a pesar del espíritu
conservador de nuestra sociedad, bastante refractaría a toda innovación,
pero, por desgracia, las ventajas de las ciencias son un monopolio de
clase que se aprovechan con el fin de utilizarlas al beneficio y
preponderancia económica de la clase rica del país.

La última clase de la sociedad, aumentada enormemente por la ley
ineludible del desarrollo de la población, no ha experimentado ni
siquiera el más insignificante progreso económico. ¡Vive al día…! Vive
con el fruto escaso de su trabajo diario. Su educación económica es hoy
como cien años atrás. ¡TAN DEFICIE NTE! que no le ayuda en nada a bien
vivir. El salario que gana esta parte de la sociedad es tan pequeño que
no alcanza a costear la conservación de sus fuerzas productivas.

La mortalidad infantil ha sido desesperante y si ha sido doloroso ver
cegarse en flor tanto futuro productor, en cambio ha sido un consuelo,
ha sido una atenuación a la enorme miseria que se hubiera desarrollado
con la ida de tanta criatura tronchada por las epidemias, por el hambre y
por los vicios. En los últimos veinticinco años han muerto, no cabe
duda, un porcentaje de niños muy superior a los setenticinco años
anteriores juntos. Esto es debido al progreso de la situación
antihigiénica de los barrios obreros, al progreso de la miseria, al
progreso de los vicios.

Estos hechos que detallo, cuya evidencia nadie puede negar, ni atenuar,
son la huella indestructible de la esclavitud que vive hasta hoy día,
especialmente de la esclavitud moral y económica que narcotiza el
movimiento regenerador de los pueblos. Estos hechos que viven hoy
mejores que cien años atrás nos indican, nos dicen claramente, que esta
parte del pueblo – la más numerosa desgraciadamente – nada tiene de qué
regocijarse en el primer centenario de la República. Esa clase social ha
vivido económicamente durante los cien años de la República, tal mal,
como todas las épocas de la monarquía.

El proletariado español, tronco de nuestra descendencia, vive hoy en el
seno de la monarquía en iguales condiciones económicas, si no mejores
que el proletariado chileno en el seno de la República. Para no
extenderme demasiado, citaré un solo hecho que prueba la superioridad
económica e intelectual del proletariado español sobre el chileno.
En 1908 el proletariado español estableció su Casa del Pueblo en la cual
invirtió la suma de medio millón de pesetas. . . i 500 000 pesetas
salidas de los bolsillos proletarios! El gremio de albañiles de Madrid
aportó la mitad: 250 000 pesetas; los cocheros 50 000 pesetas; los
tipógrafos 10 000 pesetas, etc. Si el proletariado español ha podido
invertir tanto dinero en obras sociales, prueba su mayor capacidad
económica y moral sobre el proletariado chileno.

Me he esforzado en citar y señalar estos hechos para probar que los que
afirman que Chile bajo el régimen español no habría adquirido el
progreso de hoy, están equivocados en gran parte. Bajo la continuación
del régimen español, en Chile, la riqueza habría tenido que repartirse
entre burgueses españoles y chilenos, tocando la mayor parte a los
españoles. Hoy en la República se prefieren los chilenos. Pero, ¿quién
podrá negar que bajo la República se han enriquecido multitud de
españoles?
Pero mientras la clase más pobre del país no puede acusar ningún progreso, no sucede lo mismo con la clase burguesa.

En 1890 – veinte años atrás- un peón ganaba $1.50 al día, a razón de
veintidós peniques por peso obtenía treintitrés peniques al día. Hoy, en
el año del centenario, 1910, ese mismo peón gana $3.00 al día – si los
gana -, a razón de once peniques, obtiene un total de treintitrés
peniques o sea el mismo salario de veinte años ha.

Si nos remontamos al año 1870, aun veinte años más atrás o sea cuarenta
años atrás de hoy, con un cambio a 45% peniques, ganado un peón
setenticinco centavos al día, obtendría siempre un salario más o menos
igual de treintitrés peniques al día.

El precio de la vida es hoy cuatro veces más caro que en 1870 y tres
veces más caro que en 1890; luego, por esta misma razón el salario del
peón, es hoy más bajo que antes. En regla general, la vida del
proletariado, en su parte económica ha marchado regresivamente a medida
que se deslizaban estos últimos cien años, paso a paso llevando
progresos a la burguesía, paso a paso iban aumentando también las
miserias del pueblo.

El alquiler de una pieza que quince o veinte años atrás era de seis a
ocho pesos, hoy es, de quince a veinte, Tenemos que la habitación vale
hoy el 200 por ciento más caro que antes, mientras el salario sólo
habría subido para algunos gremios un veinte o treinta por ciento. Si
hemos constatado que al pobre le cuesta hoy día el alquiler de su
habitación un 200 por ciento más caro que veinte años atrás quiere decir
que por esta parte la renta del propietario de esa habitación ha
aumentado en igual proporción.

Por el hecho de que un diez por ciento de los obreros ganan salarios
considerados altos, no ha faltado quien diga que la situación general
del proletariado es magnifica. Así también se afirma que hay falta de
brazos., lo que determina el alza de salarios. Yo creo y me atrevería a
sostener que no hay falta de brazos; lo que hay es nivelación de ofertas
y demandas y como la clase capitalista no puede formar una numerosa
reserva de desocupados, se encuentra con obstáculos para determinar
bajas de salarios, que en el estado económico actual sería demasiado
irritante. Sin embargo, a pesar de la falta de brazos, el salario de los
peones y de muchos obreros de fábricas y construcciones, fluctúa hoy
mismo entre $2.50 y $3.00. ¡Y nuestra burguesía se atreve a exclamar que
hay bienestar!

Todos los artículos de más indispensable consumo han subido en el último
cuarto de siglo más de un ciento por ciento en su valor en el más
simple de los casos, como puede verse en el cuadro que sigue:

                                QUE VALIA         HOY VALE
el cajón de azúcar     $7 a $8              $15 a $16
el litro de leche          5 a 10 ctv.         20 a 40 ctv.
el par de zapatos       $10                   $20
el pan                       20 ctv.               40 ctv.
el litro de parafina      15 a 20 ctv.       35 a 40 ctv.
La carne                    30 a 40 ctv.       80 ctv. a $1,00
el saco de papas        $3                    $12

Repito una vez más, el precio de la vida ha subido en los últimos
veinticinco años más del 100 por ciento, mientras el salario avaluado en
peniques no ha llegado al cuarenta por ciento de aumento. La vida es
entonces hoy más angustiosa que antes. ¿Podría decir el proletariado,
ante esta evidencia, que está emancipado, que es libre e independiente?
Hay que tomar en cuenta también que en la clase media la situación es
más precaria aún, pues, para esta clase, que ha progresado en cultura,
esta misma circunstancias hace que tenga mayores compromisos, mayores
gastos que sus rentas no alcanzan a soportar.

Término medio, el más alto salario de los obreros era en 1890 de cinco
pesos al día, a veintidós peniques por peso obtenía ciento diez peniques
diarios.

Término medio, el más alto salario de los obreros hoy día, en 1910, será
de diez pesos al día – que no es, pero hagamos esta concesión a los
capitalistas -; al cambio de once peniques obtiene hoy un salario de
ciento diez peniques diarios. ¿Ganará hoy, el obrero, más que 20 años
atrás. . .?

El obrero pagaba en 1890 por el alquiler mensual de una pieza – término
medio- siete pesos, o sea, ciento cincuenticuatro peniques; hoy paga
dieciocho pesos, o sea, doscientos peniques, todo en números redondos.
El saco de papas que se pagaba a tres pesos, o sea, sesentiséis
peniques, hoy vale doce pesos, o sea, ciento treintidós peniques y en
ciertos períodos del año a más de dieciséis pesos, o sea, a más de
ciento setentiséis peniques. Así, en este orden, marcha todo. Todas las
gentes que viven de salarios, de sueldos o de pequeñas y limitadas
rentas, viven en un estado inferior al de antes. Pero, mírenlos bien; no
ocurre lo mismo con la clase rica; ella ha multiplicado el valor de sus
rentas. Ella es más rica, mucho más que antes. Por ejemplo si al
principiar su vida la República, la riqueza social producía cien
unidades, y de éstas, noventa unidades eran para la clase rica y diez
para la clase pobre; hoy, cien años después podemos apreciar la riqueza
social en mil unidades, debido al progreso natural de la producción; de
estas mil unidades tendrán novecientas a los ricos y cien a los pobres.
En el primer caso el rico estaría a noventa unidades de distancia del
pobre. En el segundo caso está a novecientas unidades de distancia del
pobre. Así la situación de la clase pobre es más miserable hoy que
antes, colocada al frente de la imponderable riqueza de los poderosos.

Para justificar en parte los progresos de la riqueza leamos lo que dice
don Julio Zegers en sus Estudios Económicos (página 6 y 7):
La expansión de las industrias nacionales que comenzó en 1904, se ha
producido desgraciadamente acompañada de una fiebre ciega de negocios.

Los grados de esa fiebre para organizar sociedades salitreras, mineras,
ganaderas, bancarias, de seguros, de transportes y otros negocios,
espantan en los últimos años.
Presento en globo un cuadro de ellos, reduciendo la moneda extranjera o
nacional a razón de quince pesos por libra esterlina, de fracciones.


SOCIEDADES ANÓNIMAS
Año Capital suscrito
1900    37 millones
1901    23  "
1902    12  "
1903    20  "
1904    74  "
1905  342  "
1906  208  "

Esto probará que la capacidad capitalista, en el espacio de esos seis
años, se habría aumentado en condiciones demasiado asombrosas. Es decir,
pudo comprometer en 1905 un capital más de once veces superior al de
1900.

Pero algo tan fabuloso como eso o quizás más, nos dice el mismo señor
Zegers en sus páginas 308 y 309, dándonos los siguientes datos sobre la
exportación del salitre, cuyos números sólo los tomo a partir del año
1880.


Años Quintales Españoles
1880      4 869 000
1885      9 478 000
1890    23 373 000
1900    31 989 000
1907    35 861 000

Sobre el año 1880 hay un 600 por ciento de aumento en la exportación del
salitre que representa, en el peor de los casos un 600 por ciento más
de aumento en las rentas sociales, pero bien sabemos que el precio del
salitre subió mucho entre 1880 y 1907.
Don Eduardo Pérez Cangas, ilustrado comerciante español que ha residido
muchos años en Chile, dio en Madrid una conferencia sobre Chile que fue
publicada en El Diario Ilustrado, del 27 de julio de 1909, de la cual
sacamos estos datos:

Que en 1850 el comercio produjo el siguiente movimiento:
Exportación        $ 25.464.925
Importación       $ 23.324.838

En 1908:
Exportación        $200.000.000
Importación       $138. 000.000

El comercio de exportación significa la venta de los productos
nacionales en el extranjero. Según los números citados, en el espacio de
cincuentiocho años, ese comercio ha obtenido un desarrollo equivalente
al setecientos por ciento de aumento.
Es decir, en palabras claras, la renta de la clase industrial y
comercial, según esos números ha aumentado en cincuentiocho años siete
veces la suma de su renta. El costo de vida de la clase rica habrá
aumentado cuando, más un treinta por ciento, lo que nos demuestra que su
renta disponible para placeres, vicios, o nuevos negocios, ha subido
hasta hoy a un cuatrocientos por ciento. Ya hemos probado que no se
puede decir lo mismo, ni cosa parecida, de la clase obrera.

Dos circunstancias fatales determinan en alto grado la miseria
permanente, progresiva y heredable de las masas: la imprevisión y los
vicios. Estas circunstancias constituyen igualmente la característica de
un pueblo.

La civilización, la verdadera civilización no existe – en mi concepto-
en pueblos donde descuella y domina la imprevisión y el vicio. Un pueblo
que no pueda llamarse civilizado, es un pueblo semisalvaje. En Chile
desgraciadamente, creemos que domina la imprevisión y el vicio. Quien
reconozca esta verdad que afirmo, debe contribuir a reparar este mal por
todos los medios que estén a su alcance.

Fomentar la instrucción, en todos sus grados y en todas sus formas es el
deber de toda persona que se estime civilizada. Fomentar la
instrucción, así como queda dicho, es debilitar las bases de la
imprevisión y del vicio; es iniciar su desaparición.
La imprevisión y el vicio cuentan con un fuerte apoyo entre la clase
comerciante y usurera más relajada y más desprovista de moralidad, que
vive y cifra el progreso de su fortuna a expensas de estos factores. De
modo que el obstáculo es poderoso, pero no indestructible. Hagamos nacer
entre el pueblo el amor por la instrucción. Estimulémosle a que lea, a
que piense, a que analice. Hacer esto, conseguir de este modo atenuar
los efectos de la imprevisión y del vicio, es encaminar al pueblo para
que mejore sus condiciones de vida. El pueblo más instruido será el
pueblo más poderoso.

Por felicidad para el futuro triunfo de nuestras ideas, confiamos que
llegará un momento en que el valor del dinero o el valor de los valores y
su poder desaparecerán. No hace mucho se ha constatado que en New York
había más de mil familias ricas que carecían de servidumbre, a pesar de
todo su dinero. Así marchando con los progresos y haciendo marchar el
progreso de la educación en las masas proletarias, que tanto sufren
actualmente, se llegará un día, por fatal determinación de los
inevitables fenómenos sociales, a la abolición absoluta de los actuales
valores, a la desaparición de esa riqueza que se creó con fines de la
más inmoral especulación.

La fiebre que hoy devora a la clase capitalista, la fiebre de amontonar
millones y millones hará crisis y crisis honda para felicidad del
bienestar futuro de la humanidad, sin que los poderosos ejércitos puedan
intervenir en estos sucesos.


RESUMEN
No me parece muy sencillo poder resumir en una breve expresión todo lo
expuesto anteriormente. Yo hubiera querido amenizar esta conferencia
adornando sus pasajes. Pero la verdad, aunque árida, es grande en sí
misma y no admite adornos, mucho menos cuando ella va destinada a buscar
la solución del problema social que ha de poner término decoroso a la
lucha fratricida de los seres humanos.

Hay progresos evidentes en el siglo transcurrido, ello no puede negarse.
Pero esos progresos corresponden a la acción de toda la colectividad y
en mayor proporción, si se quiere, a la clase proletaria que es el único
agente de producción, de creación, de ejecución de las ideas y de los
pensamientos.

Pero esos progresos ostensibles, son precisamente la causa de la miseria
proletaria. El progreso está construido, pues, con cuotas de la
miseria.

Pretenderá la burguesía destruir estos hechos pero – no conseguirá
destruir la verdad. Ante estos hechos, ante estas verdades, ¿puede haber
entusiasmo y motivo espontáneo y justificado para que el proletariado
se asocie a las festividades centenarias? ¿Será sectarismo de nuestra
parte cuando sostenemos este hecho? Exponer la verdad no es sectarismo.
Deducir la consecuencia lógica de esa verdad no es sectarismo.

De lo expuesto en el transcurso de esta conferencia, se deduce que de
todos los progresos, de que el país se ha beneficiado, al proletariado
no le ha correspondido sino contribuir a él pero para que lo gocen sus
adversarios.

En el progreso de la producción industrial, artística o científica, el
proletariado no desempeña otro papel que el de instrumento o herramienta
forjadora de ese progreso; pero el oro que se produce sabe guardarlo
muy bien el capitalista solo.

En el progreso de la arquitectura y de la ornamentación y belleza de las
ciudades y de sus edificios, el proletariado ha contribuido a él con su
sudor y parte de su vida, entregando ese progreso y sus frutos al
capitalista, mientras se reserva para si la cueva hedionda del
pestilente conventillo, o el cuarto sobre las calles llenas de miasmas.
En el progreso del comercio, el proletariado ha contribuido entregando a
la clase comercial toda aquella parte que pudo ahorrar, quedándose en
la miseria y en la privación para proporcionar el progreso a los
comerciantes de todas las especies.

Alguien podrá decir que el trabajador ha tocado su parte en la
producción de esta riqueza, considerando tal el salario. Y lo niego
terminantemente. El salario no es participación de la riqueza producida;
es apenas el salario un medio para conservar algún tiempo la vida del
productor y por lo tanto la fuerza productiva. El dinero invertido en
conservar la fuerza productiva, es lo mismo que si fuera empleado en
materiales; luego no puede llamarse el salario participación de la
producción. El salario es para el obrero lo que es el aceite para las
máquinas. El salario es el aceite de la máquina humana y nada más.

En el progreso moral es donde tiene su mejor parte el proletariado. Ha
perdido la dignidad y la vergüenza. Cuando vende su soberanía incitado
por el oro que le ofrece nuestra flamante burguesía; cuando juega su
salario dejando sin pan a su familia; cuando en la taberna o en el
prostíbulo consume su salario arrastrado por la ola de la corrupción;
cuando ostenta sus vicios en el seno de sus hijos y los empuja a la
corrupción., etcétera.

No me digáis que en estas frases, que en estas afirmaciones haya
exageración o sectarismo. No hay en ellas, sino una real expresión de la
verdad, de lo que ocurre en nuestra época actual, hoy, cuando la
República libre cumple la edad de cien años. Excusadme si creéis que os
hiero. Cuando yo encuentro esta verdad, cuando yo admiro esta verdad,
pienso que es insensata la acción del proletariado que quiere participar
en las festividades de homenaje a ese progreso que le ha producido
solamente miserias y corrupciones.

Pero, decidme la verdad, ¿en qué consiste la participación del pueblo en
todas las grandes festividades? ¡Ah!, ¡vaciláis para confesaros la
verdad! La mayor cuota que el pueblo aporta en estas festividades
consiste en embriagarse al compás del canto y en embriagarse hasta el
embrutecimiento que los conduce a todas las locuras.

Pero esa embriaguez es un progreso. Si ella proporciona al pueblo
abundancia de miserias en cambio a los productores de licor y a los
intermediarios les produce torrentes de oro ganado a costa de la
corrupción. ¡Verdad que todo esto es muy triste! Es por todo esto que he
dicho que yo no siento entusiasmo espontáneo para festejar el
centenario de la República que ningún bien de verdadero valor moral ha
producido para nosotros. Que se regocijen y se entusiasmen los que han
aprovechado y se aprovecharán del progreso y que sean siempre felices
son mis votos.

Compañeros y compañeras: hagamos votos, y a la vez aportemos grandes
esfuerzos, para que el segundo – siglo de vida de esta república sea una
era sin interrupción, de verdaderos progresos morales que eleven grado a
grado el valor y la dignidad de los seres que formamos esta comunidad
hasta llegar a un estado tal de perfección donde haya desaparecido todo
vestigio de inmoralidad, todo sedimento de injusticias, y sin dolorosas
transiciones lleguemos a vivir en un verdadero y completo estado de
felicidad y amor.

La felicidad reinará donde no haya injusticias. El amor reinará donde no
haya desigualdades. Los imposibles se rinden ante el poder de la
ciencia humana y ante el querer de la moral verdadera.

Hoy, cuando el hombre ha hecho hablar a los fierros (los fonógrafos);
cuando transmite la palabra, sin alambre a través del. espacio; cuando
domina el aire con maquinas voladoras, nadie tiene razón o base para
declarar utopías o imposibles los ideales de perfeccionamiento social,
que tienden a hacer del ser humano un ser ideal. Quien abraza tan
sublimes ideales y los propaga, por cierto que no merece la mofa ni el
insulto o la ofensa.

ANEXO
(de El Mercurio)

Los grados de la miseria
Poco después de escritas las páginas precedentes se presentaron o
salieron a la superficie de la opinión pública dos factores que acusan
el alto grado de miseria, de imprevisión y de vicios que corroen la
parte más desgraciada de la sociedad; ellos fueron la miserable vivienda
del pueblo: EL CONVENTILLO y el EMPEÑO DE LAS MÁQUINAS DE COSER.

Para evitar una opinión nuestra, damos cabida a parte de lo dicho por la
prensa, cuyos comentarios los hará cada lector. En todo caso esto
prueba lo que hemos dicho en las páginas anteriores, esto es, que el
progreso del pueblo es muy insignificante. He aquí lo que copiamos:

El problema de las habitaciones obreras
La cuarta parte de la población de Santiago vive en habitaciones
insalubres e impropias para la vida humana. A esta conclusión,
profundamente desconsoladora y grave, llegamos agregando al total de
habitantes que figura en los 1251 conventillos mencionados en el Anuario
Estadístico de 1909, la población que se alberga en ranchos, cuartos
redondos y conventillos no empadronados en este documento.

Podemos decir, pues, que hay en Santiago cien mil personas que viven en
un ambiente deletéreo, en medio de miasmas ponzoñosas, respirando aires
impuros y sufriendo la influencia y el contagio de infecciones y
epidemias.

Cien mil personas que viven en habitaciones, como inmundas mazmorras,
estrechas, oscuras, sin ventilación, en que el organismo se atrofia y
degenera. Cien mil personas que viven en término medio, de a cuatro por
pieza en veinticinco mil habitaciones, contándose a veces hasta ocho
individuos en cada una. Cien mil personas que viven en el hacinamiento y
la promiscuidad más repugnante. Cien mil personas para quienes la santa
palabra hogar es una expresión vaga o sin sentido.

Lo hemos dicho, y no cesaremos de repetirlo: la condición en que vive
nuestro pueblo es el origen de los grandes males que lo aflijen y
entristecen su existencia.

UNA VISITA A LOS CONVENTILLOS
Una madriguera muy oscura
Quisimos entrar a ella una vez que ya faltaba la luz del día. De súbito
nos encontramos en un laberíntico corral. Está situado éste en la calle
de Bartolomé Vivar, entre San Pablo y Sama. Ocupa una cuadra de largo
por media de fondo. A primera vista se divisa incontable número de
piezas. Las de la calle valen veinticinco mensuales. Siguen en orden,
divididos por unas especies de zanjas, corredores, cuevas de dieciocho,
dieciséis, quince, catorce y doce pesos al mes.

Las piezas de dieciocho pesos
La señora Clara vive en una (le ellas, con su marido, dos niñitas y una
cuñada. Las dos niñitas estaban con la alfombrilla. Una bastante
demacrada, interrogaba con ojos saltones azules, rodeados de negras
ojeras. La otra tosía, lloraba, pedía algo a la mamá.
Las pobres mujeres caminaban de aquí allá, afligidas, llorosas. La cosa
no era para menos. Las dos criaturas se morían. Un médico les había
dicho en la mañana, que necesitaban mudarse, que en ese cuarto se
morirían las niñas, que lo mejor sería llevarlas al campo. ¡Al campo!
¡Amargas ironías de la ciencia! ¿Cómo salían, cuando no tenían un
centavo?

Estaban algo atrasadas; más que algo; estaban en la ruina. Debían ya un
mes al patrón y éste las tenía amenazadas si no pagaban en ocho días de
embargarles las camas… (¿Habrá miserias?)

Las mismas tristísimas escenas de costumbre, las mismas mujeres
desamparadas, los mismos hombres viciosos, la misma terrible carestía de
la vida… La misma inicua falta de compasión.

Los pobres del conventillo
A los infelices del conventillo, a aquella gente más miserable, y de más
escasos recursos, se le ha recluido al fondo del corral. En piezas de
tres varas de largo, dos y media de ancho y dos de alto se hacinan
familias, perros, zorzales, gallinas y hasta. . . alojados. Con la mano
se toca el techo, con las narices no se huele nada porque había que
precaver el desmayo. . . con los ojos no miramos más que horrores, con
los pies aun contra nuestra intención hollamos humildísimos jergones,
nauseabundos harapos…
¡Los pobres del conventillo! ¡últimos restos deshechos del temporal de
la vida, desperdicios lamentables de una sociedad sin corazón, esos
inútiles se revuelven sin protestas, sufren todos los rigores, todas las
inclemencias, todos los desastres del abandono, sin la conciencia
siquiera de su propio sacrificio!

Al lado de unas caballerizas donde se alojan ocho caballos viven otras
tantas familias. Son las últimas piezas. Por caridad el patrón las
arrienda en diez pesos al mes.

A cuentas
¿De quién era la propiedad que acabamos de visitar? Una anciana llamada
Elvira Amadora Solar nos dijo subarrendar las piezas a su propietario
don Francisco Niquel. En total son como cien piezas, a un término medio
de veinte pesos, son dos mil pesos ($2 000) mensuales o sea veinticuatro
mil pesos al año, suma que significa más o menos el valor total de todo
lo construido. Habría que agregar un modestísimo arriendo del suelo.)

¡El ciento por ciento al año! ¡Nuestras leyes condenan la usura, y se habla de una Sociedad que tiene moral¡
¡Inicuas y estupendas mentiras!
____________________________
NOTA: Con satisfacción dejo copiadas estas expresiones de El Diario
Ilustrado, que confirma todo lo que he dicho en mi conferencia anterior y
que son un desmentido a expresiones vertidas por el mismo diario en
otras ocasiones en que ha sostenido nos quejamos sin razón. [Nota del
Autor]

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