Carta sobre la FE y el drama de los mineros chilenos atrapados en la Mina San José
por Gabriel Cifermann (Chile)
15 años atrás 3 min lectura
Sr. Director:
A veces hemos de encontrarnos en la oscuridad para caminar juntos hacia
la luz. Cuando la Fe y la oración de los abandonados, de sus familiares,
de empleadores, de un gobierno creyente y de todo un pueblo surge
cuando estamos solos en lo solo, y desde una incertidumbre existencial…
concentramos nuestro ser y logramos la conexión vital con el Creador.
Dios no nos resuelve tantas cosas, sino que prefiere estimularnos a
buscar la solución por nosotros mismos y acompañarnos cuando esa
solución no la encontramos o, sencillamente, no existe. Nuestra vida
está afectada positiva o negativamente por los otros y también por la
naturaleza con sus leyes y sus sorpresas.
En la Mina San José se confabuló la contingencia de la naturaleza, de
las decisiones codiciosas e irresponsables de algunos, y las opciones
libres de trabajo de los mineros. Nuestra vida de cada día es una vida
en contingencia, es decir, donde las cosas pueden suceder o no pueden
suceder. Un día vemos sentido en todo y algo ocurre que desmorona
nuevamente la seguridad en nuestras construcciones y elaboraciones de
sentido. Pero esta vez ocurrió lo contrario y ha sorprendido
literalmente al mundo entero. Todos aquellos que miraban con sospecha la
oración de los familiares de los mineros, ahora verifican que existe la
Gracia en las desgracias, porque siempre hay un sentido, incluso en
compartir nuestra nada o el sin-sentido. Hemos aprendido ahora que la
búsqueda del capital por el capital produce abandono e iniquidad; que la
ciencia y la tecnología en vistas del bien común son bendecidas por
Dios; que sólo perdiéndolo todo logramos ver lo que realmente importa;
que encontramos a Dios en el desierto de la vida, en la oscuridad y en
su ausencia; que hemos de mirar a la cara a los abandonados y explotados
para hacernos cargo de sus realidades con ellos, no sin ellos; que
vivir para no sufrir es deshumanizarse; que no sólo hay que decir que
uno tiene fe y esperanza, sino mantener la fe y la esperanza; que cuando
tenemos un por qué vivir sabremos cómo vivir…cómo sobrevivir; que para
el creyente “hay un punto que no puede ser sustentado ni sostenido por
lo visible y comprensible; sino que linda de tal modo con lo que no se
ve, que esto le afecta y se le presenta como algo necesario para su
existencia” (J. Ratzinger); que Jesucristo es la razón de nuestra
esperanza y le da esperanza a nuestra razón, cuando ésta se orienta por
la oración de un pueblo unido por la Fe.
Sin experiencia no hay conocimiento. Dios ha regalado a nuestro país esa
experiencia de Gratuidad, pues, de seguro los 33 mineros han sido
gratuitos con la vida y han agradecido vivir desde el peor momento de
sus vidas. Concedamos esa posibilidad a la Fe. Los cálculos de
probabilidad para encontrar a todos vivos eran mínimos, las sospechas
internas se imponían prudentemente. Dios nos ha dado una bofetada de su
Gratuidad : de la nada, sin merecerlo ni esperarlo, cuando era muy
poco probable que lo que sucedió, sucediera de manera muy benévola
para muchos…ese vuelco, tal gratuidad de la vida en ese momento
improbable!!…ha logrado volvernos a la fe y a poder verificar la verdad
de que Alguien nos cuida, se preocupa por nuestra existencia y nos
protege. No es azar, no es casualidad, es una “Diosidad”. Verificamos
que nuestra propia existencia puede existir para algo, para alguien o
para una causa, es decir, que no es sólo una tarea por hacer, sino que
puede también ser una misión, que hemos de desentrañar y afirmar en lo
más íntimo de nuestra vida. Mantengamos la Fe y la Esperanza ante la
contingencia; y no perdamos de vista lo que Teresa de Calcuta descubrió:
“sólo cuando nos damos cuenta de nuestra nada, de nuestro vacío, Dios
puede llenarnos consigo Mismo”.
Agosto 22 de 2010
-El autor es teólogo.
09-4041842
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