Nada ha cambiado respecto de la concentración de las riquezas y la
extrema pobreza en más de un siglo de historia. Es cierto que la
oligarquía de 1910 no es igual a la de 2010, pues son otros apellidos y
otra forma de acumular la riqueza. Ya no existen personajes como
Federico Santamaría o Gustavo Ross – el primero, famoso por la
especulación del azúcar, cuya avaricia era proverbial – el segundo, un
especulador de la Bolsa, afrancesado, que tenía gran desprecio por los
pobres – fue llamado, en 1938, el “último pirata del Pacífico”-; también
desaparecieron los grandes empresarios mineros, como los Urmeneta y los
Santos Ossa. Los nuevos ricos actuales tienen poco del capitalismo
aventurero de la segunda mitad del siglo XIX y tampoco corresponden a
aquellos de los apellidos “vinosos” que bien describía Vicente Huidobro –
Los Subercaseaux, los Errázuriz y otros componentes de la tribu de
“Judá” -.
El economista Juan Eduardo Escobar acaba de publicar una obra llamada
Hacia un crecimiento inclusivo: propuestas de política económica, en la
cual demuestra que sólo cuatro familias – los Luksic, los Angelini, los
Matte y los Piñera concentran el 47% de los activos que se transan en la
Bolsa, y el 12% del PIB -; contrario a lo que podía esperarse, la
concentración del poder económico ha aumentado, entre los años
2004-2009, del 9,16% al 12,49% del PIB. Esta obra de Escobar podría ser
asimilada a la famosa tesis de Ricardo Lagos, La concentración del poder
económico en Chile que, en los años 50, provocó polémicas. El Chile de
hoy está completamente adormecido e idiotizado y, aún, no sale del opio
que lo mantiene inerme. Esta realidad explica que el texto de Escobar
pase casi desapercibido.
Los Luksic, los Angelini y, en cierto grado, los Piñera son familias
nuevas: apenas en una o dos generaciones han construido su fortuna, que
les ha hecho aparecer en el ranking de las revistas especializadas para
tal efecto. Solo los Matte corresponden a las viejas familias
oligárquicas que, en el siglo XIX, comenzaron vendiendo tocuyo en la
calle Huérfanos.
En este plano, Chile es una república bananera, que tiene pocas
diferencias con la de El Salvador, cuyos dueños del país correspondía a
unas pocas familias. En nuestro, la realidad se está mostrando tal cual
es: cuatro familias absorben mucho más que el porcentaje del PIB en
educación y salud; son dueñas del 50 por ciento de las empresas
productivas y sólo les faltaba apropiarse de todos los medios de
comunicación, paso que están dando al constituirse en dueños de Chile
visión, los Piñera, del Canal 13, de la Universidad Católica, comprado
recientemente por los Luksic, y de Megavisión, ya propiedad de los Claro
– sin entrar a incluir los Diarios de la familia Edwards, y otros-.
Cuando en algunos artículos he llamado a Chile “la Fenicia de América
del Sur”, la verdad es que me estoy quedando corto: en este país reina
una plutocracia, cuyos dueños mayoritarios son estas cuatro familias, y
le siguen la cuerda excrecentes mafias políticas que se reparten curules
como si fueran juguetes de niños mimados de familias “patricias”; como
los electores son sólo borregos – y jamás se rebelarán contra sus
“amos”, podremos esperar al Tercer Centenario para seguir haciendo
faramallas patrióticas, con nulo significado para los cuatro millones de
pobres.
13-08-2010
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