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Política, un término obsceno

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Llevamos tantos años despreciando la función pública y la política, que
ya no sabemos qué es o de qué se trata.  Esta ignorancia transversal,
que nos hace emplear términos como “politiquería”,  nos ha llevado a
creer que es una función ajena a la vida, más aún, que es una práctica
sucia y corrupta. Así lo demuestra la enorme cantidad de personas no
inscritas en los registros electorales y el desinterés por la cosa
pública. Se trata de una situación lamentable después de haber sido
Chile país pionero en América Latina de los “Valores Republicanos”.

 “Política” viene del griego politicós y se refiere a ”ciudadano”,
“civil”, relativo al “ordenamiento de la ciudad”. Es la actividad humana
que persigue gobernar o dirigir la acción del estado en beneficio del
bien común de toda la sociedad. Es una rama de la Moral cuyos fines y
medios deben velar por la justa y la clara utilización del poder sin
favorecer los intereses personales de quienes lo administran.
Actualmente, en el mundo occidental, se considera que el mejor sistema
de gobierno es la democracia. En ella gobierna una mayoría con
aceptación y control de las minorías. El pueblo puede cambiar sus
gobernantes pacíficamente con elecciones libres. El poder emana del
pueblo (idealmente) que elige y los gobernantes se deben a él. En este
sistema debe haber “partidos políticos” – agrupaciones organizadas en
torno a ideales – a concepción de la sociedad, de la persona y su
desarrollo.

Según el teólogo Raimón Panikkar en el artículo “¿Religión o Política?”,
la idea, el símbolo del bien común en política es “la realización de la
plenitud humana dentro de la vida social”. Panikkar entiende que la
política debería ser una actividad por la que pasamos porque
peregrinamos hacia la paz para alcanzar la perfección humana en armonía
con los demás y toda la naturaleza. Sería, en suma, parte de nuestro
“camino de perfección”. En ella y con ella nos vamos convirtiendo en
“instrumentos de paz”, como dijera San Francisco, semejantes a Gandhi,
Luther King o Mandela. Nos iremos acompañando mutuamente como miembros
de una realidad cuyo centro ya no es el ser humano ni sus fines propios,
es el acompañamiento recíproco que no nos da poder sobre los otros ni
sobre la naturaleza.

Esta nueva visión del mundo desde el “fin último” que estamos llamados a
realizar, culmina en una “política con espiritualidad” que exige
reordenar los fines a los que responde el ser humano y sus estructuras
para hacer que haya mundo y vida en plenitud.  Con este sentido,
religión y política se acercan a la realización del Reino de Dios. 
Panikkar propone eliminar el dualismo religión y política para superar y
redimensionar el campo de la acción política en cada individuo, salvar 
el sentido de la acción pública, que sólo debe velar por el bien común.
Esto lo entiendo como tomar muy en serio la actividad política y el
servicio público. No se trata de hacer de ellos una religión, se trata
de tomarlo como una misión: ser enviados a servir en el lugar que
estamos, en el trabajo que ejercemos, con responsabilidad lo a cada uno
encomendado.

Para que el término “política” deje de ser un término obsceno, es
imperativo que los ciudadanos tengamos conciencia, información y opinión
claras Así lograremos elegir a aquellas personas con espíritu de
servicio,  que verdaderamente trabajen, creen soluciones y den dignidad y
bienestar a todos, tomando en serio su responsabilidad político-ética. .
De todos depende el futuro, tanto de los que gobiernan como de los
gobernados.

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