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Los pasos de Manuel Contreras Donaire. El Indultado

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Un día de otoño de 2007 el diputado Tucapel Jiménez recibió un llamado telefónico.

"Soy la hija del asesino de tu papá", escuchó el parlamentario. Luego, un largo silencio. Era Sandra Contreras.

Habían pasado casi dos años desde que el entonces Presidente Lagos
decidió indultar a Manuel Contreras Donaire y al diputado le costaba
creer que al otro lado de la línea le estuviera pidiendo ayuda la hija
de uno de los tres autores materiales de la muerte de su padre, ocurrida
en febrero de 1982.

Desesperada, Sandra le suplicó que la asesorara en el juicio que su
progenitor había entablado por esos días en contra de su madre, Leonor,
para conseguir el divorcio.

El parlamentario la ayudó con abogados, pero el Tercer Juzgado de Familia acogió la petición del uniformado en retiro.

No es que Sandra quisiera de vuelta a su padre. Sólo buscaba que su
madre no perdiera los pocos beneficios que aun recibía como carga del ex
militar.

Hoy, la rabia de Sandra en contra de su papá aflora con facilidad, casi
espontánea. Con los ojos llenos de lágrimas recuerda cómo eran las
lecciones de disciplina en el pequeño departamento 302 de la Villa
Militar en Estación Central.

"Mi papá era terrible. Una vez pilló fumando a una de mis hermanas y nos
pegó a los cuatro, a todos por igual, para que todos aprendiéramos que
nadie podía desobedecerlo. No era una cachetada y listo. Eran patadas y
combos. Era brutal", dice Sandra sin poder ocultar su pena.

Siguen sus recuerdos llenos de gritos y agresiones, y lanza una
confesión:  "No es justo que hayan indultado a mi papá. Él hizo cosas
terribles". Se queda callada y con nerviosismo agrega: "Él nos cagó la
vida".

También, en buena parte, hizo lo mismo con los hijos del líder sindical
Tucapel Jiménez. Su hijo Tucapel tenía 19 años cuando su padre fue
asesinado. Hoy sigue sin aprobar ni entender que Contreras Donaire haya
sido indultado. "Definitivamente, le informaron mal al ex Presidente
Lagos. Él indultó al asesino de mi padre, pese a que Contreras nunca se
arrepintió de lo que hizo", dice hoy.

En el juicio por el caso quedó de manifiesto que de los tres autores
materiales, Carlos Herrera Jiménez fue el único que entregó información
sobre sus cómplices. De hecho, al mayor (r), que siempre se preocupó de
no mencionar personas, en un plenario del caso entregó los nombres de
dos militares: Miguel Letelier Verdugo y Contreras Donaire.

Éste último nunca cooperó e incluso, como lo planteó en su momento uno
de sus abogados, Mauricio Unda, siempre negó haber participado en el
crimen. Afirmó que no estaba en el taxi donde le dispararon los cinco
balazos y degollaron al ex dirigente sindical, y dijo también que nunca
trabajó con Herrera Jiménez.

Aun así, el ministro Sergio Muñoz comprobó su participación y en 2002 lo
condenó a ocho años de cárcel. Pero el 13 de agosto de 2005, Manuel
Segundo Contreras Donaire dejó el penal de Punta Peuco, transformándose,
hasta hoy, en el único uniformado condenado por delitos de los derechos
humanos indultado en democracia.

La vida en el pasaje

A este experto en contraespionaje de 65 años se le ha hecho fácil
mantener el anonimato desde que dejó las rejas. Sus vecinos de La
Florida no saben casi nada de la condena que cumplió y menos de lo que
la motivó. Sólo una vecina dice que una vez habló del tema con su
segunda esposa, María Luisa Ruiz Maureira, quien le habría asegurado que
su marido era inocente y que "por eso lo indultaron".

El ex militar prácticamente no sale de su casa durante el día y casi no
conversa con sus vecinos. También se negó a hablar con "Sábado" en
reiteradas oportunidades.  La encargada de las relaciones sociales es
María Luisa, con quien pudo casarse el 30 de octubre de 2008, una vez
que el suboficial (r) dejó de firmar en el patronato de reos.

Sólo por estos días, Contreras se ha mostrado más en el estrecho pasaje
Quiringe de la Villa El Sol. Los arreglos y la ampliación de su casa lo
han obligado a sacar maderos y escombros. Vestido de buzo completo y con
el pelo totalmente cano, se le ve más robusto que hace cinco años. Al
menos, a simple vista, logra disimular los efectos físicos del cáncer a
la próstata que sufre, y que fue uno de los argumentos para darle la
libertad.

No sólo Contreras ha cambiado en este tiempo. La casa ahora tiene dos
pisos, nuevas puertas, ventanas y reja, y el interior fue redecorado
totalmente.

En general sólo sale en el auto familiar, un Dodge Journey verde
metálico del 2009 que reemplazó al viejo Ford Aerostar café. El vehículo
apenas cabe en el antejardín y, según los vecinos, Contreras lo lava
casi con fascinación.

"Parece que se ganaron el Kino", bromea una vecina sobre el nuevo status de los Contreras Ruiz.

Se supone que Contreras no trabaja y que su único ingreso son los cerca
de 250 mil pesos que recibe de pensión por haber vestido uniforme.

A su señora tampoco se le conoce un trabajo. De hecho pasa gran parte
del día con él en la casa. Según los vecinos, ella ha comentado que
tiene tierras en Curicó y una propiedad en Puente Alto.

Según un familiar, uno de esos terrenos habría sido vendido para pagar
algunas deudas con dos empresas del retail, morosidades que incluso
hicieron que Contreras fuera demandado a mediados del año pasado y a
comienzos de éste,  como consta en los registros del Poder Judicial,
problemas que ya solucionó.

Con el divorcio se extinguieron las obligaciones monetarias del
suboficial (r) con su ex familia. Su hija Sandra cuenta que sólo por un
compromiso con uno de sus hermanos, Contreras le deposita a su madre los
21 de cada mes 100 mil pesos.

Carrera militar

La carrera como suboficial de Ejército de Contreras partió en su natal
San Felipe, en el regimiento Guardia Vieja de Los Andes. Destacó rápido,
siempre fue de las primeras antigüedades y ganó varios reconocimientos
por su habilidad para esquiar.

También en San Felipe conoció a su primera señora, Leonor Pizarro,
hermana de la popular cantante Palmenia Pizarro. Una de las últimas
veces que se le vio en la pequeña ciudad de la Región de Valparaíso fue
en 2002 para el funeral de su madre, Raquel Donaire, en el cementerio de
San Felipe. Hasta allí llegó Contreras engrillado y con una fuerte
custodia. Ya no era el orgulloso oficial amante de la buena mesa y de la
música de Olga Guillot y Charles Aznavour que conocía su familia.

Su carrera en el Ejército, a mediados de los 70, había ido siempre en
ascenso. Su buen desempeño como uniformado le significó, a fines de esa
década, una destinación a Bogotá, a la embajada de Chile en Colombia.
Allí ejerció en labores de seguridad y se le permitió recibir a su
familia por algunos meses. En la residencia diplomática, cada 11 de
septiembre, Contreras era uno de los más entusiastas en la ceremonia de
"Acción de Gracias" que se efectuaba para recordar el golpe militar y en
la que se izaba la bandera, costumbre que el ex militar mantiene hasta
hoy. También, recuerda su hija Sandra,  de ese viaje adquirió su gusto
por la música caribeña.

Luego, todo cambió. Al volver a Santiago, ya como miembro del Cuerpo de
Inteligencia del Ejército, dependiente de la Dirección de Inteligencia
del Ejército (DINE), su camino comenzó a cruzarse con el de Tucapel
Jiménez.

A comienzos de 1982 el general (r) Arturo Álvarez Sgolia, ex jefe de la
DINE, ordenó el asesinato del líder sindical, y Contreras era parte del
escuadrón encargado de ejecutar la orden.

Según se estableció en el proceso, el 25 de febrero de ese año Jiménez
salió de su casa y se subió al taxi en el que trabajaba. A las pocas
cuadras, en calle Balmaceda, se subieron dos pasajeros. Uno se sentó a
su lado y el otro atrás. Uno de los dos vehículos que lo seguían lo
adelantó y, deteniéndose, marcó el lugar donde debía parar el auto de
Jiménez. Ahí se bajó el pasajero que iba en el asiento del copiloto y el
que estaba atrás le disparó a Jiménez en la cabeza. Luego, lo
degollaron. El juez Muñoz nunca pudo determinar con exactitud cuál de
esas acciones protagonizó Contreras.

"Contreras  Donaire nunca colaboró en nada, se caracterizó por una
negativa constante, siempre mostró una frialdad espantosa, y ningún
arrepentimiento", dice hoy el abogado de la familia de Tucapel Jiménez,
Jorge Saavedra.

El diputado e hijo del ex dirigente de la Anef,  agrega: "Yo soy
totalmente contrario a los indultos, pero por último, si el Presidente
Lagos quería analizar caso a caso y hacer un gesto, habría tenido más
piso si indultaba a Herrera Jiménez. Él sí cooperó con el caso, él sí
mostró arrepentimiento y él sí tenía cáncer".

Carlos Herrera Jiménez sigue recluido en Punta Peuco y se le han
rechazado varias de sus solicitudes de indulto. Está condenado a cadena
perpetua.

"Se suponía que estaba enfermo"

El lunes pasado, en medio de su visita al acto de aniversario de la DC,
Ricardo Lagos fue rodeado por la prensa. Le querían preguntar por la
decisión del Presidente Piñera de descartar indultos a violadores de
derechos humanos. Al responder, Lagos explicó que indultó a Contreras
porque colaboró para esclarecer el asesinato de Tucapel Jiménez.
"Gracias a él, en buena medida, pudo aclararse el crimen".

En 2005, después que dio a conocer su decisión de indultarlo, dijo en La
Segunda que "es una persona condenada a ocho años que tenía derecho a
salir después de cuatro años. Llevaba cinco años y siete meses. Segundo,
era un suboficial que cumplió órdenes; fueron otros los que dijeron qué
tenía que hacer. Y tercero, tenía una situación de salud compleja".

Sandra también pone en duda eso hoy: "Se suponía que estaba enfermo, que
iba a salir y se iba a morir", dice en referencia al cáncer de su
padre.

Ella, como Tucapel Jiménez hijo, tampoco lo puede perdonar. Acusa del
abandono que sufrieron, sus hermanos y su madre cuando el ex militar
rehizo su vida sentimental y familiar. Hoy, Contreras Donaire dedica
buena parte del día a las tres hijas de su nuevo matrimonio.

Ocupa parte de su tiempo viendo canales de deportes, sobre todo los de
fútbol, y en ocasiones va a ver jugar a la Universidad Católica. Una de
las últimas veces que asistió al estadio fue al Bicentenario de La
Florida, para un partido entre el local Audax Italiano y la UC. "En eso
yo salí a él. También soy de la UC", dice Sandra.

La artesanía es otro de sus pasatiempos. Aprendió el oficio mientras
estuvo preso y varios de los maceteros de su casa los hizo él. Uno de
sus cercanos cuenta incluso que tras ser indultado Contreras intentó sin
éxito crear una pyme para vender sus creaciones.

Pero su mayor afición es el esquí, deporte que aprendió en su
instrucción como suboficial. De hecho, hace unas semanas se le vio muy
temprano junto a su familia cargando la camioneta. Cuando volvieron en
la noche comentaron que habían pasado el día en la nieve.

Hijo héroe

Antes de su encierro, en 2000, Manuel Contreras vivió junto a su segunda
mujer en Arica, en un departamento del Ejército en pasaje Los Copihues.
Pese a que lo dejó hace más de 10 años, esa es la última dirección en
la que aparece registrado.

En el edificio nadie recuerda a los Contreras Ruiz y al único Manuel
Contreras que ubican es al hijo del suboficial (r), un ex comisario de
la Policía de Investigaciones que se hizo relativamente conocido en la
ciudad en agosto de 2008, cuando -estando aun en servicio- fue uno de
los primeros en llegar al kilómetro 135 de la Ruta 11 Ch en Putre, donde
fallecieron nueve alumnas del Colegio Cumbres. Corrió y auxilió a
varias de las heridas. A algunas las ayudó a salir de la máquina y
trasladó en su camioneta a dos de ellas hasta el hospital.

El destino quiso que 26 años después del asesinato de Tucapel Jiménez, esta vez, un Manuel Contreras salvara vidas.

"No es justo que hayan indultado a mi papá. él hizo cosas terribles", dice sandra contreras.

"Contreras siempre mostró una frialdad espantosa", dice el abogado de la familia de tucapel jiménez.

"Si Lagos quería analizar caso a caso y hacer un gesto, habría tenido
más piso si indultaba a Herrera Jiménez. Él sí cooperó", dice Tucapel
Jiménez hijo. En la foto, en un homenaje a su  padre.
 
*Fuente: El Mercurio

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