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Viejos, pobres, solos, enfermos y maltratados: apartheid a la chilena

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Poco tienen que ver los excelentes indicadores  económicos, como el caso
del 7% del Imacec del mes de mayo con la realidad que viven los
ancianos, los pobres, enfermos y maltratados. Como siempre, en nuestra
patria los dos Chiles permanecen a pesar de los cien años transcurridos y
tanto triunfalismo económico que los tenores neoliberales, sean estos
de Expansiva o de L y D. Nuestro sistema de salud público viene
arrastrando un colapso que cada invierno se repite; a pesar de la
denuncia de la Prensa, al fin y al cabo, nadie hace nada. Es la misma
indiferencia de la oligarquía ante las críticas del Centenario, que hoy
mantienen la misma validez que hace cien años.

Sería largo de enumerar las muertes y desatenciones, producto de
negligencias médicas, carencia de especialistas, falta de insumos y de
camas e infraestructura que responda a unas prestaciones de mínima
dignidad y respeto hacia a la persona humana. Caer en un servicio de
urgencias equivale a visitar los infiernos: seres humanos apiñados en
poco espacio esperando horas y, a veces, días, para ser atendido; lo más
grave, reconocido por el mismo ministro de Salud, es el mal trato dado a
quienes padecen alguna enfermedad o riesgo de vida.

El 75% de nuestra población tiene que recurrir al sistema público de
salud corriendo el riesgo de tener que sufrir insultos, prepotencias y
desprecio de funcionarios públicos, cuya misión debiera ser el auxilio
y, sobretodo, la consideración a quien en situación de extrema
vulnerabilidad y dolor. Nada justifica la cosificación de los pobres por
el solo hecho de serlo: el trato despectivo y de patrón prepotente
constituye una verdadera cachetada a los ciudadanos, quienes tiene 
derecho a una buena prestación de salud.

Los casos, dados a conocer por la Prensa, son lo suficientemente graves
para iniciar urgentes acciones que permitan una verdadera revolución en
nuestro sistema de salud – en el hospital El Salvador murieron dos
personas en Urgencias, Carla Gómez, de 61 años, que había sido dada de
alta, y Omar Neira, de 76 años, esperando ser atendido-; para colmo, el
jefe del área de dicho centro declaró que era normal que la gente
muriera en los hospitales – como si estos fueron tanatorios, en vez de
sanatorios, o un matadero, como ocurría en los Hospitales del Centenario

Es cierto que los funcionarios de salud están muy mal pagados y tienen
que cubrir turnos agobiantes, en locales colapsados, son también
víctimas de un sistema de salud que ha demostrado incapacidad para
atender dignamente a una población, cuyos índices de crecimiento son
cada vez mayores. El costo en salud por persona es completamente
insuficiente para cubrir las necesidades que, al igual respecto a la
subvención educacional, debe ser multiplicado por diez si se quiere el
sistema cumpla mínimamente  con sus obligaciones frente a la población.

Aprovechemos la fecha del Bicentenario que se aproxima para emprender
una revolución en salud y educación, que haga de Chile un país digno y
no esta “Fenicia” donde reina el “apartheid” para viejos, pobres, solos y
enfermos y, para más remate, mal tratados.
07/07/10

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