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Salvador Allende y el cristianismo popular

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En el proceso histórico de la Unidad Popular, punto importante fue la convergencia de creyentes y no creyentes que creen en el humanismo para lograr la justicia social el bien común y la paz.

Como candidato de la Unidad Popular y antes, desde su escaño en el Senado, Salvador Allende siempre tuvo un particular interés por estudiar y comprender el proceso cristiano que se venía gestando desde el Concilio Vaticano II (1962) y la Conferencia de Medellín (1968). Le llamaban profundamente la atención conceptos teológicos como los “signos de los tiempos”, “la paz es obra de la justicia” y la “opción preferencial por los pobres”.  Veía en estas reflexiones una sintonía plena con su compromiso y lucha por una sociedad más justa para todos que la concebía, sin duda alguna, en un modelo de sociedad socialista.

Y por esta sensibilidad hacia el mundo cristiano popular, siendo ya Presidente de Chile, apoyó la realización del primer Encuentro de Cristianos para el Socialismo, encabezado por el Obispo Sergio Méndez Arceo, el senador Rafael Agustín Gumucio y alrededor de 80 sacerdotes y religiosos que cumplían su Ministerio en zonas y barrios populares. Este acontecimiento tuvo repercusión internacional ya que era la primera vez que en la praxis misma se producía un acercamiento, diálogo y trabajo conjunto entre cristianos y marxistas.

 Notable fue también la respuesta de Allende cuando al otro día de su triunfo en las elecciones presidenciales de 1970, recibió en su casa a una delegación de religiosas y sacerdotes, encabezados por el P. Rafael Marotto y la Hna. Blanca Rengifo. En ese cordial encuentro una religiosa le dijo al Presidente electo que ellos esperaban que se “mantuviera el respeto hacia nosotros…” A lo que Allende respondió en forma inmediata: “siempre he respetado la fe católica y en mi Gobierno esto se mantendrá, eso se los garantizo!” Algo similar ocurrió cuando lo visitó oficialmente, su buen amigo, el Cardenal Raúl Silva Henríquez.

 Muchos jóvenes y estudiantes católicos se sintieron identificados con el proceso de la Unidad Popular y el carisma del Presidente Allende. Sintieron que los cambios que se producían a favor de las mayorías pobres estaba en sintonía con lo que postula el Evangelio. Por esto se comprometieron con el Gobierno miles de creyentes militantes (Mapu, IC) y no militantes que participaban en forma leal  desde su perspectiva de fe  por la justicia social  y el bien común.

 Este compromiso que se mantuvo durante los tres años del Gobierno Popular generó una odiosidad y persecución nunca vista a partir del Golpe de Estado de 1973.  La represión a miles de mujeres, trabajadores y jóvenes militantes de los partidos de la Unidad Popular, fue dolorosamente compartida por no pocos cristianos que eran partidarios de Allende y su Gobierno que, efectivamente, buscaba la justicia social para todos.

 Por esta razón hoy, en el mes de su Natalicio, hemos de rememorar el martirio de tantos jóvenes, trabajadores y mujeres heroicas que junto a los sacerdotes Juan Alsina, Miguel Woodward, Gerardo Poblete, Antonio Llidó y Andrés Jarlan, fueron torturados y asesinados por la brutal dictadura de Pinochet y sus aliados cómplices.

 Estas hermanas y hermanos ejemplares, junto a la praxis y memoria del Presidente Salvador Allende, permanecen en el corazón y la conciencia del pueblo chileno y Latinoamericano.

– El autor es editor religioso de “Crónica Digital” y “Reflexión y Liberación”.

* Fuente: Reflexión y Liberación

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