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En el país de las mil y una noches

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« No os aconsejo el trabajo sino la lucha. No os aconsejo la paz sino la victoria. Que vuestro trabajo sea la lucha, que vuestra paz sea la victoria ».
De la guerra y los guerreros, Así hablaba Zaratustra, Nietzsche.

La historia del Irán actual se remonta a varios milenios, cuando los primeros pueblos proto indoeuropeos provenientes del sur de Rusia se instalaron entre el actual mar Caspio y el golfo Pérsico.

Irán, viene de la antigua voz Ärya, que quiere decir, noble, honorable. Ello se atesta en el Avesta, la recopilación de textos e himnos sagrados de los zoroástricos -los Ghatas- y tiene estrechos lazos con el sánscrito védico. Una de las primeras descripciones de este pueblo nos la ha legado Heródoto y su contemporáneo, Xanthos, el Lidio.

Pero fue con la dinastía persa de los aqueménidas fundada por Ciro II, (siglo VI a.C.) el shâhanshâh ( « rey de los reyes ») que unificó a medos (al norte) y persas (al sur), que comienza a configurarse lo que será más tarde el vasto imperio medo-persa..

El zoroastrismo fue desde Darío, la religión oficial del imperio y tanto él como sus sucesores, Xerxes, Artaxerxes- quienes portaron las armas contra Grecia durante la guerras médicas- manifestaron una gran tolerancia hacia las minorías religiosas existentes en el imperio persa. Luego de la muerte de Alejandro Magno en Babilonia (323 a.C.), se estableció el imperio helenístico con Seleuco I Nikator (358-280 a.C.), quien  fundó la dinastía que llevará su nombre y se mantendrá en Persia hasta 247 a.C.

En 141 a.C., los partos (o partas) de lengua escita que provenían del norte del mar Caspio y  que a la sazón vivían  en Partia, entre el Caspio y el mar de Aral, invadieron el imperio seléucida. Hacia el este, los partas se propagaron hasta Taxila, en  India, pero fueron repelidos en el año 60 por un pueblo asiático.

Partia fue el único estado de la época que resistió con éxito a Roma. Será sólo en 224, que Ardachir, príncipe persa (hijo de Sassán) vencerá al soberano parta Artabán cerca de Ispahán, fundando la dinastía sasánida, una de las potencias de la Antigüedad, cuyos monarcas vencieron a varios emperadores romanos (Gordiano, Valeriano). El apogeo del imperio sasánida se sitúa en el siglo VI de nuestra era, cuando invadió el imperio bizantino y se hizo de Jerusalén, Anatolia (Turquía) y Egipto.

El gran imperio iraní de los sasánidas fue sometido por los árabes islamizados, en el curso de sucesivas batallas, siendo la batalla de Qasidiya (635) el hecho de armas decisivo. Con posterioridad, será el islam en su versión chiíta, el que sentará sus reales en Irán.

El imperio abasí fundado por Abdul Abás estableció la capital del califato en Bagdad (762) y siempre contó con el apoyo entusiasta de los persas islamizados. Irán sufrirá durante decenios los embates de continuas invasiones mongolas y turcas.  Durante el siglo XIII y XIV (1256  y 1353), la dinastía mongola fundada por Hulagu Khan se apoderó de Persia. Sus descendientes se convertirán al islam y Tamerlán establecerá un imperio (1336-1405) que englobaba a Iraq e Irán actuales.

En el siglo XVI, los safavíes ( de una orden religiosa, Seféviya) dominaron Irán, y uno de sus monarcas, Ismael I (1501-1524) retomó el título de Shah. Fue la dinastía que adoptó definitivamente el islam chií. Los safavíes reinarán hasta el siglo XVIII. A comienzos de este siglo, los afganos en un sobresalto nacionalista expulsaron de Kabul a una dinastía safaví y ocuparon Ispahán durante algunos años.

Desde fines del siglo XVIII  (1779) y hasta 1925, reinará la dinastía Qâjâr.

De esta extraordinaria y milenaria historia, la prensa occidental presenta a Irán actual como un imperio similar al de las Mil y una noches. Como si una revolución de inspiración religiosa hubiese hundido a ese milenario país en un oscuro período medieval y retrógrado. Hay que constatar sin embargo que esta imagen simplista contrasta con la realidad y lo demuestra la vitalidad de un pueblo que logró liberarse en 1979 de la tutela occidental y que « solos contra el mundo » han  sabido imponerse como una indiscutible potencia regional.

Sus riquezas petrolíferas habían atizado desde inicios del siglo XX el apetito insaciable de Occidente. Las primeras concesiones para el rastreo y posterior explotación del petróleo iraní datan de fines de 1872 y fueron atribuidas al barón von Reuter. Ello por cierto no sació la sed de conquista de europeos (ingleses, franceses, alemanes, suecos, austríacos) y  posteriormente estadounidenses, durante el siglo XX.

Pero ya desde antes, desde el siglo XVII y XVIII, Irán había sido obligado a otorgar a los súbditos de potencias europeas -Rusia, particularmente- privilegios de extraterritorialidad, las llamadas « capitulaciones », que fueron plasmadas en el tratado de Torkamanchaï.

En 1906 tuvo lugar la llamada « revolución constitucionalista », la creación del primer Parlamento (Majlis) y la promulgación de la primera constitución. Desde fines del siglo XVIII gobernó el último representante de la dinastía Qâjâr, Ahmed Shâh (1909-1925) que cederá la corona a  Rezâ Khân, instaurando éste último, la dinastía Pahlavi.

Durante las primeras décadas del siglo XX, Irán había sido descuartizado por los europeos como un asno muerto. En 1907, mediante el tratado de San Petesburgo, Rusia y Gran Bretaña, se repartieron Irán en zonas de influencia : Rusia en el norte y Gran Bretaña en el sur. Ese mismo año fue creada la APOC (Anglo Persian Oil Company) cuyo accionista mayoritario no era otro que el Almirantazgo británico. Todos los servicios importantes estaban en manos de europeos : economía, finanzas, bancos, correos, ejército, gendarmería, enseñanza superior (ingleses, rusos, franceses, alemanes, suecos, austríacos).

El primer conflicto mundial que estalló en Sarajevo en 1914 se propagó por Europa y tuvo entre otras consecuencias, la revolución bolchevique, el fin de los imperios otomano y austro-húngaro y la primera intervención militar de EEUU en tierra europea. También remeció a Irán. Teherán había declarado su neutralidad en 1914, pero sufrió los embates del conflicto mundial y a pesar de su neutralidad veía con más simpatía a los turcos (musulmanes) y sus aliados alemanes. Por otra parte, el ejército zarista estaba instalado en tierra iraní desde 1912 y cuando Turquía decidió invadir Azerbaiyán, ello le granjeó al comienzo el apoyo de la población. 

Rusia, Gran Bretaña y Francia, habían firmado un acuerdo secreto que entregaba a  Moscú territorios persas hasta Ispahán (cláusula secreta revelada por los bolcheviques después de 1917). Una vez en el poder, los bolcheviques decidieron repatriar sus tropas de Irán  y pusieron fin a las « capitulaciones vergonzosas » impuestas a los iraníes. El naipe se le comenzó a complicar a los súbditos de Su Majestad Británica, ya que turcos, bolcheviques y alemanes, pululaban en esa región, logrando estos últimos sublevar a las tribus persas, mediante la acción de un agente germano, Guillermo Wassmuss, llamado después el « Lawrence alemán ». Tanto británicos como alemanes y bolcheviques, buscaban preservar o apoderarse de las líneas de comunicación Bagdad-Bakú, imprescindible para el aprovisionamiento en petróleo. Gran  Bretaña y Francia firmaron en esos años el tratado Sykes-Picot, gracias al cual se repartían los restos del imperio otomano pasando por encima de las promesas de independencia dadas a los kurdos y a otros pueblos.

La derrota de Alemania, Turquía y los imperios centrales, consolidó la presencia inglesa y francesa en la región. Pero nuevos brotes insurreccionales tuvieron lugar en Irán durante   esos años. Mirzâ Kuchek Khân -« Yunes »- se había sublevado en la región de Gilân, cercana al mar Caspio. Se trataba de una insurrección musulmana, nacionalista, populista, con una vaga tendencia comunista. El movimiento« Jangal », se oponía al acuerdo anglo-iraní y al monarca pro occidental Ahmad Shâh y acogieron entonces con los brazos abiertos a los bolcheviques. Fue en la ciudad de Anzali, en la autoproclamada República Socialista de Gilân, en junio de 1920, que será fundado el partido comunista de Irán. En 1921  Teherán firmó un acuerdo con Moscú obteniendo el retiro del Ejército Rojo con la consiguiente voltereta política de los insurrectos de Jangal. El PC fue prohibido y la cabeza de « Yunes », el principal dirigente del movimiento Jangal, fue exhibida en Teherán  como un trofeo. Sin embargo, en la memoria colectiva azerbaiyana, la « república socialista de Gilân», quedará grabada de manera indeleble.

En 1919, Londres había tratado de imponer un acuerdo leonino a Teherán, que hacía de Irán un protectorado. Un sobresalto nacionalista puso a la cabeza del Irán a Rezâ Khân, militar, jefe de los cosacos persas. Rezâ Khân, se entendió primero con los bolcheviques y obtuvo su retiro del norte de Irán. Luego con los ingleses, que a pesar de ver él en sus inicios a un acérrimo nacionalista que se había levantado contra el acuerdo, con el tiempo, pasó a ser un amigo de Gran Bretaña.

Rezâ Khân, se revelaría con los años un ferviente « modernista », presentándose como lo contrario de la dinastía Qâjâr, cuyo último representante -Ahmad Shâh- vivía a la sazón en la Costa Azul. Rezâ Khan, sin oponerse al islam, se decía el campeón de la unidad de Irán, por encima de sus diferencias étnicas y religiosas. La referencia al prestigioso pasado del Irán preislámico (el período de la « ignorancia », para los musulmanes) le sirvieron para temperar el ardor demasiado prooccidental de algunos de sus seguidores, así como el celo proislámico de otros. Luego de una peregrinación a Najab, la ciudad sagrada de los chiítas, situada en Irak, Rezâ Khân fue intronizado en 1925 como Rezâ Shâh Pahlavi.El apellido elegido evoca una vieja dinastía escita de los partas y la idea de heroísmo (pahlaváni).

Como su vecino Kemal en Turquía, Rezâ Khân se esforzó por introducir la modernización en el país, ello conllevó la represión contra la población nómade y la prohibición del velo para las mujeres. Una de sus grandes realizaciones, el « transiraní », ferrocarril que unió el mar Caspio al golfo Pérsico, fue financiada con capitales alemanes. Otras empresas alemanas disputaban con éxito el mercado -del transporte aéreo, por ejemplo- a los ingleses. Igual que  durante la Primera Guerra Mundial, Teherán proclamó su neutralidad en 1939, pero el 25 de agosto de 1941 fue invadido y ocupado por la URSS y Gran Bretaña. Rezâ Shâh Pahlavi fue conducido por los ingleses a la Isla Mauricio, donde moriría luego de abdicar en la persona de su hijo Mohamed Rezâ Pahlavi. En 1943, Iran entraba oficialmente en guerra contra el Eje.

Durante la guerra fue fundado un nuevo partido comunista iraní -Tudeh- prosoviético, que se opuso al desmenbramiento de Irán propugnado por su regional azerbaiyano, pero posteriormente -presionado por Moscú- aceptó la autonomía y fue proclamada la República Autónoma de Azerbaiyán. Meses más tarde, en enero de 1946, los kurdos proclamarían la República Kurda de Mahâbâd. Así se había iniciado el primer conflicto de la guerra fría. La URSS fue acusada ante la ONU y retiró su apoyo a Azerbaiyán además de sus tropas, en mayo de 1946. En diciembre de ese año las tropas de Teherán entraron en Tabriz. Días más  tarde, caía la efímera República de Mâhabâd que se rendía sin combatir a las tropas de Mohamed Rezâ Pahlavi. Todos sus dirigentes fueron ejecutados.

En el marco de la guerra fría, Irán era un estado importante en el dispositivo agresivo norteamericano y adhirió al Pacto de Bagdad, junto a Turquía, Paquistán e Irak y luego al CENTO, después que Irak abandonara dicho pacto militar agresivo como consecuencia del golpe de estado de julio de 1958, encabezado por el general Kassem y el coronel Aref, que puso término a la monarquía hachemí e instauró la república en Irak. EEUU aplicaba la política del « containment » , sembrando de pactos militares el planeta.

La nacionalización del petróleo decidida por el gobierno del Frente Nacional del presidente Mosaddeg en 1952, no resistió la colusión de intereses entre EEUU, Gran Bretaña y sectores de las elites iraníes proccidentales y fue depuesto mediante un golpe de estado en agosto de 1953, organizado por la CIA y su jefe en Teherán, Kermit Roosevelt, en el cual tuvo también una participación relevante el general Norman Schwazkopf, padre del general estadounidense que casi cuarenta años más tarde(1991) comandaría las tropas de EEUU durante la primera guerra contra Iraq.

El Shah Mohamed Rezâ Pahlavi, que en el curso de su reinado escaparía a varios atentados, se lanzó resueltamente en los brazos de EEUU no sólo reprimió con saña tanto a los nacionalistas musulmanes como a los comunistas del Tudeh, sirviéndose de la policía política creada en 1957  -SAVAK, entrenada por especialistas de la CIA y del Mossad, cuyo jefe, Teymur Baktiar será ejecutado más tarde en Iraq- sino también a sectores del clero chiíta : el ayatolah Jomeini, fue detenido y exiliado en 1963, por haber criticado públicamente la colusión del Shah con EEUU, que otorgaba al personal norteamericano privilegios de extraterritorialidad jurídica. El imán Jomeini alertó entonces contra lo que consideró una nueva forma de  « capitulaciones », antaño concedidas a las potencias europeas. Criticó también la connivencia del Chah con Tel Aviv. Volverá en gloria y majestad procedente de París en 1979.

Pero la revuelta chiíta de 1963 traería cola. El Shah se había enajenado el apoyo del clero chií y de buena parte de la población, contribuyendo a fomentar la creación y desarrollo de la corriente del islam político.

En el plano interno propugnó la llamada « revolución blanca », que contaba poner en práctica  « seis modernizaciones »(régimen de tenencia de la tierra, nacionalización de bosques, reforma de la ley electoral, privatización de empresas estatales, participación de los asalariados en los beneficios de su empresa y campaña de alfabetización) y en el plano externo fue un fiel aliado de EEUU y Occidente.

En los años sesenta, sectores de las capas medias y altas -la oposición burguesa- fundaron el MLI (Movimiento por la Libertad en Irán) cuyo líder, Mehdi Barzagán, jugará un papel importante en el momento de  la caída del Chah en 1979 como primer ministro. Barzagán había alentado la creación de dos Frentes Nacionales siguiendo los pasos del ex primer ministro Mosaddegh. Es en esta nebulosa que fueron fundados diversos movimientos, algunos, islamo-liberales-nacionalistas, otros que tratarán de conciliar marxismo e islam, y otros que optarán claramente por el marxismo y la lucha antiimperialista. Todos estos movimientos y sus dirigentes establecieron estrechas  relaciones en todo el Medio y Cercano Oriente, aportando a la revolución iraní una legitimidad internacional que le faltaba al clero chiíta al interior de Irán.

En 1965, en la nebulosa del MLI, grupos de estudiantes inspirados en el chiísmo y el marxismo fundaron el movimiento Muyaidines del Pueblo, que realizaba acciones armadas de gran envergadura contra dirigentes del régimen o funcionarios estadounidenses. Este grupo contaba con el discreto apoyo del MLI y del clero de la ciudad santa de Qom. Tres años antes de la revolución islámica se produjo una escisión entre una tendencia religiosa chiíta y otra marxista.

En 1963 había sido fundado otro grupo -Fedayines del Pueblo-  por un disidente comunista, Bijan Jazani, que  propugnaba la lucha armada y tenía como inspiradores a Mao, Che Guevara y Giap. Por su parte el Tudeh había realizado desde siempre un trabajo de infiltración en las fuerzas armadas (células con más de 450 suboficiales habían sido descubiertas en los años cincuenta). Bijan Jazani fue ejecutado por la policía del Shah en 1975, sin embargo el movimiento siguió propagándose.

Todos estos grupos y partidos jugaron un papel importante en el derrocamiento del régimen de Mohamed Rezâ Pahlavi. Pero como tantas veces se ha verificado en la historia, « la revolución devoró a sus propios hijos », y fueron estos grupos y partidos los más golpeados por la represión desencadenada desde 1981 por las más altas instancias de la República islámica.

La revolución islámica (oficialmente proclamada el 1° de abril de 1979)  inauguró en plena guerra fría un « nuevo tipo de revolución », sobrepasando el esquema de los dos bloques. En parte, ello se debió a las especialísimas características de su principal dirigente, el ayatolah Jomeini y a una potente corriente que buscaba reencontrar su identidad musulmana chiíta.Gran parte del clero chií tuvo que hacerse cargo de la administración del país. Bazargán del MLI fue nombrado primer ministro por Jomeini, cargo que será suprimido en 1980, pero rápidamente estallaron los conflictos entre grupos islámicos radicales y moderados, entre éstos y los Fedayines y/o Muyaidines. Para ocupar la calle y hacer frente a la presencia de estos partidos y movimientos fue creada la milicia de los Guardianes de la revolución, la cual estuvo dirigida por uno de los cuatro actuales candidatos a la presidencia, Mohsén Rezâi. Esta milicia suministrará numerosos cuadros políticos y militares al régimen.  

Vox populi lex dei. Aun si el ayatolah Jomeini había declarado que la revolución no había tenido como objetivo el derrocamiento de la monarquía, sino la instauración de una república de « inspiración divina », ésta no se puede reducir a una dictadura de derecho divino como se ha pretendido. La Constituyente -«asamblea de expertos»- propuso el texto de la Constitución, que fue aprobado por referéndum  en diciembre de 1979. Según el texto, el sufragio universal juega un papel central en la elección del presidente de la república y del presidente del Parlamento. Sin embargo, la mayor parte de las disposiciones constitucionales precisan que su aplicación no puede contravenir los preceptos islámicos. Y el guía supremo -hoy, Jamenei- es elegido por sus pares religiosos y tiene la última palabra en todas las materias.    

Si  vis pacem para bellum. En el curso de los años ochenta la naciente república islámica  debió enfrentar tres grandes conflictos. El primero, desde el mismo día de su victoria, contra el « gran Satán » (EEUU). La relaciones con EEUU se envenenaron con la toma de la embajada de EEUU por los estudiantes islámicos. En realidad, esta acción estaba destinada a asentar el poder del clero chiíta e impedir toda vuelta atrás. EEUU estableció entonces un cerco « sanitario » internacional y aisló a Teherán, preparando lo que estimaba su próximo e inevitable derrumbe. Como consecuencia de esto, desde el 22 de septiembre de 1980, Irán  debió hacer frente a la guerra desatada por Saddam Hussein, alentado por la complicidad tácita de las potencias occidentales. La guerra duró hasta agosto de 1988 y  arrojó un saldo de cerca de un millón de muertos.

En tercer lugar, desde 1981 tuvo lugar una verdadera guerra civil entre el régimen islámico y los Muyaidines del Pueblo dirigidos por Masud Rajavi y otros grupos radicales. Posteriormente  en 1983 las fuerzas de seguridad del régimen procederían al descabezamiento del Tudeh : más de 1 500 cuadros detenidos y diez miembros de la comisión militar ejecutados.

Pero lo que no estaba en los cálculos de EEUU, fue el sobresalto patriótico de los iraníes que en pocos meses revirtieron una inicial situación militar desfavorable y lograron repeler a las tropas iraquíes, pasando a una vasta contraofensiva. El ayatolah Jomeini murió en 1989, dejando un Irán poderoso y respetado, que se ha dado los medios para realizar una política de potencia en el plano regional. Toda resolución de los numerosos conflictos existentes en la zona pasan por Teherán.

Alea jacta est. Treinta años después del derrumbamiento de la dinastía de los Phalavi, Irán es el teatro de una convulsión interna, como consecuencia de los recientes resultados de las elecciones que han ratificado al presidente Ahmadinejad en su cargo, con el 63% de los sufragios. Sus adversarios, Mehdi Karubi, Mohsén Rezaï y Hussein Musavi, han sido derrotados. Durante la campaña electoral hubo debates acalorados y virulentos. La cadena de televisión Al Yazira, retransmitió el debate final y mostró a Musavi y Ahmadinejad en una franca y abierta confrontación. Ninguno de los candidatos cuestiona la república islámica ni la decisión de sus máximos dirigentes de dotar a Irán de energía nuclear.

Musavi, fue primer ministro entre 1980 y 1988 y representa a un sector que buscaría introducir cierta estabilidad y « racionalidad » en la dirección del país. A diferencia de Ahmadinejad, su base social la constituyen sectores de capas medias y altas, que quisieran terminar con el aislamiento internacional de Irán y quieren, en el plano interno, poder disfrutar con mayor holgura  de los beneficios que les debería deparar a pesar de la crisis, la renta petrolera o sus propios negocios y situación social. Por cierto, en estos sectores, hay también aquellos que se han apoderado de estas reivindicaciones y que sin expresarlo públicamente, buscan acabar con el régimen y reintegrar a Irán en el dispositivo militar, económico y político occidental. Son esos sectores los que han sido azuzados desde el extranjero.

Ahmadinejad cuenta con un sólido apoyo popular de sectores que la revolución islámica ha promovido  y favorecido. Son ellos quienes le han dado la victoria. Por eso algunos manifestantes pro Musavi, claramente de sectores acomodados, entrevistados por Al Yazira, refiriéndose a la base popular que apoya a Ahmadinejad han expresado : « Son campesinos ignorantes, brutos y analfabetos, unas bestias ». No otra cosa expresaba la oposición al presidente Chávez, cuandoal comienzo enarbolaba en las manifestaciones  banderas norteamericanas buscando su derrocamiento : « ¡Que se vaya a Cuba el macaco con sus macacos ! ». Lo mismo repetían majaderamente sectores de las famosas capas medias y altas chilenas en su odio zoológico contra el pueblo : « ¡Upelientos y comunistas asquerosos, que se vayan todos, malditos sean ! »

La campaña de prensa teleguiada desde el extranjero por Tel Aviv, mediante Brown, Sarkozy y los catones de la UE interpuestos, refutó los resultados de las elecciones. Curioso, el actual presidente de EEUU ha sido más cauto y no ha puesto en tela de juicio la legitimidad de las elecciones mismas, pero ha criticado lo que considera una respuesta represiva desmesurada. Ha reafirmado su oposición a Netanyahu en en cuanto a su obsesión por atacar a Irán. Por esta razón Netanyahu, ha visitado en estos días a su amigo Sarkozy, para recabar su  apoyo y el de la UE en función de su obsesión. Sin embargo, los países que desde hace algunos años comienzan a contar cada vez más en el mundo, China, Rusia e India, han reconocido la legitimidad de la elección del presidente iraní. Desde ese momento los dados ya estaban echados.

Ahora bien, indudablemente que en Irán no existe una democracia como las que existen en Europa. Tampoco en América Latina existen democracias comparables a las europeas. Recordemos que el engendro constitucional Pinochet-Lagos aún esta vigente en nuestro país. Comparar al régimen iraní con democracias europeas es manifiestamente de mala leche. ¿ Se le pide la misma claridad electoral a Arabia Saudita, a los Emiratos, Qatar o al régimen títere instalado por EEUU en Bagdad ?¿ Se exige de Alan García o a Michelle Bachelet respetar los derechos humanos de los pueblos originarios ? Que el régimen iraní no sea el canon señalado por constitucionalistas europeos es evidente. Pero ¿quién dijo que sistemas políticos que han debido transitar por varios siglos de conflictos, guerras civiles y guerras mundiales podrían servir de modelos a todos los países del mundo ? Cada país tiene su propia historia y cultura y si en Irán existe el velo -mal llamado islámico, puesto que es una vieja usanza mediterránea- que a algunos resulta insoportable, en Occidente existe el « string » o muchos otros aderezos, que seguramente hieren la imagen que en otras sociedades se tiene del cuerpo femenino.

¿ Por qué la imagen de la mujer que se exhibe profusamente  como objeto y producto publicitario en Occidente es una imagen que debería ser válida en todos los confines del planeta ? Por otra parte, en Irán, el 65% de los estudiantes universitarios son mujeres, muchas de ellas luego trabajan en puestos de decisión.

Eppur si mouve…Por cierto, no es la intención del autor de estas notas glorificar la condición de la mujer en Irán ni presentarla como modelo. Simplemente se trata de refutar el postulado eurocéntrico de que habría un único modelo económico, social, político y cultural (Occidente) y  que los países « periféricos » deberían obligatoriamente encaminarse en dicha dirección.  

Que haya en Irán restricciones en lo que respecta la presentación de candidaturas, sea, pero ¿cómo andamos por casa ?  La ley electoral vigente organiza e impide con una gran cantidad de trabas y exigencias la presentación de candidaturas anti establishment. Para qué hablar de la podredumbre que ha elegido domicilio en la Cueva de Alí Babá de Valparaíso y sus prácticas, que poco o nada tienen que ver con lo que se podría considerar como el probo ejercicio del quehacer parlamentario. Admitamos que en las elecciones iraníes puedan haber habido cosas poco claras. Pero, ¿cuál fue la actitud de los catones de la jauría que vocifera contra Ahmadinejad, cuando en la « más grande democracia del mundo » fue designado presidente en 2000 el candidato que tenía  menos votos ?  ¿Qué decir de los paladines de los derechos humanos -los dirigentes franceses en particular- que han pisoteado el voto claramente expresado por sus ciudadanos con ocasión del referéndum relativo a la Constitución europea y que lo han desvirtuado imponiéndolo mediante una faramalla legislativa ? ¿Qué decir de la «democracia» chilena, sustentada en un constitución espúrea, que permite a tirios y troyanos repartirse la torta electoral, a la que ahora han sido convidados a la mesa del pellejo algunas comparsas para engullir una migajas? 

Los sucesos que han ocurrido en Irán, han mostrado a la opinión pública occidental, hábilmente « trabajada » por ya sabemos quien, que existía en dicho país un régimen que no solamente realizaba elecciones periódicas -en las cuales ha participado 85% de electores, y en las que los candidatos podían enfrentarse públicamente- sino que además, no se trataba del país de demonios o de seres humanos de segunda clase, que hay que exterminar mediante bombardeos intensivos preventivos, como propugna Tel Aviv.

La expresión de cólera de sectores medios, cansados de vivir en una interminable «ciudadela asediada » es comprensible y muchos de los seguidores de Musavi, que conforman un gran abanico de horizontes políticos, quisieran atenuar el carácter demasiado rígido y austero del régimen. Estos sectores merecen también el respeto y la posibilidad de expresar sus discrepancias y proposiciones. Es lo que ha ocurrido en Irán y lo que han dicho las autoridades.

Pero es también este sector -gracias a sus contactos, alianzas familiares, relaciones internacionales y/o de negocios- el que constituye un caldo de cultivo favorable en el que trabajan intensamente aquellos que quisieran poner término a la experiencia iraní y reintegrar a Irán en el dispositivo occidental. Irán ya ha dado una gran demostración de unidad patriótica al enfrentar « victoriosamente  al mundo » con ocasión de la guerra contra Bagdad,

La osatura social de apoyo al régimen islámico, la que lo sustenta y acaba de confirmar su respaldo, la constituyen los desheredados de la ciudad y del campo, aquellos, que a pesar de la crisis y de las corruptelas e injusticias siguen siendo sus principales favorecidos. Pero aunque prioritarios en la preocupación de sus gobernantes, los otros sectores de la sociedad deberían tal vez ser más tomados en cuenta. La revolución iraní ha preferido correr el riesgo de errar al lado de los desheredados, que tener la pretensión de acertar sin o contra ellos.

Paco Peña, París, 24 de junio de 2009.  

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