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La confusión del lenguaje…Una necesaria aclaración

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En mi web (http://www.hernanmontecinos.com/)  recibí un artículo bajo el título “Izquierdistancia y desolación política”, lo que publiqué el mismo día de su recepción ((08.06.09), artículo reproducido también en http://www.elclarin.cl/ (10.06.09).

Aunque lo sospechaba, nunca imaginé que el mismo hubiera levantado tanta polvareda. Así me lo hicieron saber innumerables mails que me fueron enviados por amigos y otros tantos lectores desconocidos. Y no dejaban de tener razón, porque  fui consciente, al momento de publicar dicho artículo, que su tono y lenguaje no era el más apropiado para ser considerado dentro de un debate de ideas con alturas.

Precaviendo esto, hice una nota introductoria explicando los motivos que me habían inducido a publicar la misma. Al parecer dicha explicación fue demasiado breve y, por tal, insuficiente, para  que se comprendiera el propósito que me había impulsado para dar a conocer su contenido teniendo que hacer para ello, necesariamente,  abstracción del lenguaje inapropiado utilizado.

Como lo señalan los principios editoriales de mi web, esta es una página pluralista que da cabida a todas las opiniones provenientes de las distintas sensibilidades del mundo de la izquierda, poniendo como única condición que estas opiniones mantengan un tono y lenguaje respetuoso que no constituya agravio hacia las personas. Es por tal razón, que indiqué “explícitamente”, en una nota  introductoria al artículo, que dicha publicación lo hacía a “modo de excepción”, consciente que el lenguaje de ésta contravenía dichos principios y no se avenía al discurso socialmente aceptado.

Cuando uno se encuentra participando activamente en el mundo de las comunicaciones, asumiendo responsabilidad en un medio de comunicación alternativo, sin duda se corren riesgos de cometer ciertos errores. Nunca se podrá apreciar exactamente en donde está la línea divisoria de lo que se puede publicar o no. En lo que a mi respecta, no me agrada mucho el oficio de ser censor. En anteriores experiencias, fui acusado por  compañeros de discriminar y censurar algunas publicaciones. Desde entonces, me he mostrado cauteloso para no mostrarme como tal. En fin,  una situación difícil de enfrentar en el momento mismo  que uno tiene que decidir si publica o no un artículo que parece ser una papa caliente. ¿En donde está la línea divisoria para optar por un camino u otro?… A decir verdad no le deseo a nadie estar en el pellejo de quien tiene tamaña responsabilidad que, quiérase o no, se encuentra supeditada al escrutinio público. Los problemas de conciencia, de ética, de pluralismo y,  sobre todo, el  compromiso con la verdad (si es que ésta existiera) siempre  estará rondando sobre aquellos que estamos metidos de lleno en este cuento.

Curiosamente, todos los reclamos provenían de compañeros que eran, o militantes, o simpatizantes de los  conglomerados políticos fuertemente criticados en la nota. A todos ellos por cierto, les pido las correspondientes excusas por si se sintieran agraviados. No era tal mi propósito, tan sólo dar  cuenta de un  estado de animo que se encuentra  latente en muchos espíritus de izquierda, ante la degradación a que se ha llegado en la política de nuestro país. Esa es una realidad insoslayable, una bronca que se ha ido acumulando con el tiempo, y que en su expresión real suele romper todos los cánones del lenguaje socialmente aceptado. Eso así lo he apreciado en innumerables conversaciones con amigos de izquierda que no han podido dejar de expresar su bronca mediante un lenguaje que, comúnmente, los medios de comunicación no la reproducen, y que dejarían pálido al lenguaje empleado en la nota que ha sido objeto de crítica.

Ahora bien, ¿cometí o no un error al publicar dicho artículo?…Puede que sí o puede que no. Concedo la razón para aquellos que así lo piensan. Pero, por cierto, no me arrepiento de así haberlo hecho convencido que el lenguaje tradicional, socialmente aceptado, muchas veces no alcanza a expresar o dimensionar estados de ánimo que se encuentran latentes, acumulados y escondidos, y que cualquier profesional de la psiquiatría recomendaría sacarlos para afuera en su estado tal cual. Reprimirse de ello sería más insano todavía. Y que conste que no estoy haciendo una defensa o apología del lenguaje grosero, a fin de cuentas no podemos andar todo el día puteándonos los unos con los otros.  Tan sólo una comprensión de que en determinadas circunstancias, tal lenguaje se sale de madre y punto.

Que arroje la primera piedra aquel que  no se haya salido de madre ante determinado hecho o situación de  injusticia, o como modo de expresar una legítima rebeldía. El filósofo Nietzsche, como perfecto psicólogo, ante las distintas reacciones, muchas de ellas catalogadas como imprevisibles o inesperadas, simplemente decía: “Humano, demasiado humano”.  Por eso,  más allá del contenido de la nota y el lenguaje específico empleado, resulta pertinente reflexionar sobre el lenguaje en general, pensar de algún modo para que ha servido y como ha evolucionado.

Podría empezar diciendo que el lenguaje es nuestra propia piel, es nuestra propia vida, nuestro propio Ser; es decir, lo es todo. A esta conclusión han llegado los más reputados filósofos de todos los tiempos.

No es el objeto de  esta nota hacer un tratado sobre el lenguaje, basta leer hoy a Chomsky, entre otros, para quedar sumamente ilustrados sobre el tema, sobre todo, para convencernos que el lenguaje no es lo que parece, o lo que aparece, lo que aflora en su superficie, sino que su significado tiene raíces más complejas y profundas.. Nietzsche decía al respecto que “el lenguaje es lo más cotidiano de todo; hace falta ser un filósofo para ocuparse de él”. En efecto, de este problema  no sólo se han preocupado los lingüistas y los cientistas sociales sino también, y más profundamente,  los filósofos de todos los tiempos, desde Gorgías en el pasado, hasta Nietzsche y Wittgenstein en épocas más contemporáneas.

Ahora bien, sabemos hoy que el lenguaje ha servido a los poderes dominantes como medio sibilino para mantenernos en un estricto sometimiento. Y cuando ese lenguaje no les ha servido para sus propósitos no trepidan en cambiarlo. Así, por ejemplo, hoy a los atroces crímenes y genocidios contra población civil, mujeres, ancianos y niños en Iraq, Afganistán y Gaza, a las muertes por miles de toneladas de bombas arrojadas no se les llama asesinato, sino “efectos colaterales”. Del mismo modo los torturadores ya no cometen torturas, sino “excesos”. Se evita nombrar la palabra pobres, se reemplaza por personas “en situación de calle”. A la disminución de salarios de los trabajadores, ya no se les llama mayor explotación, sino “flexibilización laboral”, y así sucesivamente, palabras nuevas que esconden atroces y horripilantes nuevas realidades.

Así, de cuando en vez se instituye un cambio en el lenguaje de modo de alivianar las verdaderas dimensiones de oprobio y crueldad en los actos humanos deleznables, cometidos por los poderes imperiales. Y lo más tremendo de todo, es que ya nadie pareciera asombrarse por ello,  nadie ni siquiera pareciera reclamar,  salvo excepciones de personalidades humanistas e ilustres que por fortuna todavía existen, Sin embargo, todo termina por ser socialmente aceptado. Sin duda, el lenguaje ha sido la mejor arma para mantenernos sometidos a los cánones impuestos por la burguesía mundial, ahora globalizada. Por eso reclamo contra aquellos que han criticado la nota publicada, aterrados por el lenguaje empleado, sin darse cuenta que tal lenguaje es apenas un pelo en la cola de aquel otro lenguaje atroz y criminal y que, sin embargo, termina por ser socialmente aceptado.

En un temprano ensayo (Sobre verdad y mentira en un sentido extra moral), Nietzsche formula una concepción de la palabra asimilándola a una metáfora. En la configuración del lenguaje, quien da forma a la lengua “designa tan sólo las relaciones de las cosas con los hombres, ayudándose para su expresión de las metáforas más temerarias”. Por ello, para Nietzsche el lenguaje socialmente establecido nació sólo como cristalización arbitraria de cierto sistema de metáforas  que, inventado libremente, se impuso luego como el único modo públicamente válido de describir el mundo.

Incluso más, este mismo filósofo, sin descuidar el aspecto fundamental de su crítica, esto es, dejar al descubierto las ficciones y mentiras que se esconden tras la metafísica, nos señala que más poderoso que la misma tradición metafísica y religiosa, más difícil de combatir que las  universidades y las iglesias, es el combate contra las mistificaciones contenidas en el lenguaje. Ello porque el lenguaje es el elemento en que el hombre es lo que es. En otras palabras, el mundo del lenguaje es el mundo inmediato del hombre, está tan cerca de él como su propia piel. Por eso él se ve en la necesidad de crear un nuevo lenguaje filosófico toda vez que sus ideas no podían ser sustentadas a partir del lenguaje común al uso; ello de ningún modo podía servirle para poder subvertir los fundamentos de la metafísica.

Tanta importancia le da Nietzsche al lenguaje, como elemento mistificador de la realidad, que su crítica a la metafísica asume frecuentemente el carácter de una crítica al lenguaje. Su crítica persigue los conceptos metafísicos que se encuentran cristalizados ya en invenciones lingüísticas. Más aún, lo que se propone Nietzsche con su crítica al lenguaje, más allá del  desentrañamiento de la propia metafísica, es desentrañar también las tendencias de la existencia humana que encuentran su expresión en las palabras, las que terminan por independizarse, pasando a ejercer un poder casi mágico.

He querido hacer esta especie de rodeo para explicar en su real dimensión la publicación del contenido de una nota que a los ojos simples aparece como inadecuada y molesta. Y no es que eso no sea así, sino que se soslayó el sentido y propósito que yo quise darle. A veces no es bueno leer tan rápidamente, hay ciertos artículos que merecen leerse con cierto detenimiento y reposo. Quien actúe así seguirá viviendo en un mundo misterioso enredado de palabras que le será difícil de desentrañar.

Y para cerrar, un último ejemplo. Hace algunos días salió una publicación bajo el título: “Mono culiao”, en referencia a ciertas actitudes de quien se cree paladín de la defensa de los intereses de los trabajadores. Por cierto, al leer el título, muchos habrán pensado que constituía una grosería, algo inadecuado. Pero un buen leer de los entretelones expuestos en la citada nota, tendría que concluir, inequívocamente, que tal calificativo calzaba perfectamente para graficar la repudiable personalidad de tan  fullero personaje.

Hoy día cuando existe casi consenso que la política está prostituída y los políticos se han vuelto nepotistas y corruptos, y defensores a ultranza de los intereses de las multinacionales y poderosos, …¿Qué de malo tiene que, de repente, alguien se salga de madre para putearlos públicamente?.. Es lo mínimo que se puede hacer ante tanta asquerosidad política que transversaliza todos los ámbitos. Una reacción que si bien no todos pueden aceptar,  a lo menos, si se tiene que entender en todo su intrincado y complejo contexto.

Todo esto,  en mi modesta opinión.

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