Escuelas para ricos y escuelas para pobres en el Chile entre dos centenarios
por Rafael Luis Gumucio Rivas (Chile)
16 años atrás 5 min lectura
¿En qué consiste la libertad de educación?
¿En un sistema liberal de mercado?
La palabra libertad tiene una acepción muy clara en las garantías constitucionales, contenidas en la Carta Fundamental de 1980: no es pluralismo ideológico, tampoco la elección, por parte de los padres y apoderados, del tipo de educación que quieren dar a sus hijos; no es la libertad de educación, defendida por don Abdón Cifuentes y el partido conservador, que no tiene que ver en nada con los valores religiosos. Para los constituyentes de 1980, la libertad, la igualdad y la justicia están supeditadas al mercado: el Estado garantiza a los “sostenedores” la libertad de emprender, es decir, el derecho ilimitado y sin control para fundar escuelas y universidades, sin mayores regulaciones estatales. El mercado, como es lógico, debe basar su éxito en la rentabilidad, y los métodos de enseñanza-aprendizaje están a su servicio. Claramente, el establecimiento educacional que tenga más recursos, que esté mejor administrado dentro de la lógica económica subsistirá y, aquellos menos dotados en la lucha en el capitalismo salvaje tendrán que desaparecer. Esta situación nos lleva al más puro y brutal darwinismo educacional. La derecha concibe la educación como una labor subsidiaria del Estado, de ahí que el papel del Ministerio de Educación sólo sea auxiliar a las empresas privadas fracasadas: lo mismo que ocurre en el mundo económico, se da en el ámbito de la educación. Por estas razones, no nos puede extrañar que la enseñanza-aprendizaje sea un mero espejo de la brecha social, cada día más inaceptable.
¿La municipalización ha contribuido a una educación diferenciada regionalmente Hay municipios pobres y municipios ricos; hay corporaciones educacionales bien administradas y con mucho dinero y las hay, también, muy pobres y carentes de funcionarios para una mejor gestión: el fondo común municipal no logra una mayor equidad entre las distintas Comunas del país; es la misma Asociación de Municipalidades, en reciente declaración, que reconoce que el fardo de la función educativa dificulta a los alcaldes realizar sus tareas propias de su cargo. Está claro que la municipalización pinochetista hizo agua y sería una pérdida de tiempo y recursos ir en su auxilio, por consiguiente, no queda otra salida que el Estado retome, como es nuestra tradición republicana, el deber de garantizar, para todos los chilenos, una educación equitativa y de calidad.
¿Puede Chile tener un proyecto educativo nacional, si la educación es subsidiaria?
La subsidiariedad, según la doctrina tomista, supone que la educación no es deber del Estado, sino tarea del emprendimiento privado; sólo cuando los privados no son capaces de cumplir la tarea que se les ha encomendado, el Ministerio de Educación viene en su auxilio. Los programas de focalización, como el de 900 Escuelas, para la enseñanza básica, y el Proyecto Montegrande, para la enseñanza media, por su limitado alcance y cobertura no han tenido mayor incidencia en resolver el tema de inequidad y mala calidad de nuestra educación; lo mismo ocurre con los MECES básico, rural, de educación media y superior. La reforma educacional, planificada e implementada por tecnócratas, ha demostrado una clara insuficiencia para dar respuesta a una educación acorde con la dignidad de los estudiantes y con el desarrollo del país. Un ministerio de educación con tan pocas facultades de regulación, gestión y control muy poco puede hacer frente a la voracidad de los sostenedores y privados, que han transformado los procesos de enseñanza-aprendizaje en un lucrativo negocio.
Los programas de reforzamiento de aprendizajes no han demostrado aún resultados contundentes para lograr conocimientos y saberes significativos y relevantes. Por lo demás, los sistemas de evaluación, respecto a las escuelas beneficiadas con la subvención diferenciada son bastante discutibles, pues aplican indicadores similares a los del SIMCE que, por su uniformidad no diferencian las situaciones de los alumnos con carencias económicas y, en muchos casos, cognitivas..
¿Qué diferencia existe entre la sociedad docente y un Estado docente?
La derecha, que comprende la verdadera catástrofe de la municipalización pinochetista, pretende plantear una sociedad docente, una especie de entelequia utópica que, concordando con los grandes maestros del neoliberalismo, supone que en la sociedad reina una perfecta igualdad de oportunidades y que los aprendizajes de escuelas ricas y pobres son iguales, o las regula el mercado, ente perfecto para alcanzar la igualdad jurídica, que no tiene nada que ver con la equidad social y educativa. En Chile sólo el Estado docente, que tiene una larga tradición histórica puede enfrentar, junto a la sociedad, un proyecto educativo nacional que evite las injusticias del darwinismo social. Es evidente que no queremos repetir, exactamente, las experiencias de los grandes educacionistas del siglo XIX y XX, como Valentín Letelier, Abelardo Núñez, Alejandro Venegas, Diego Barros Arana, y otros; ahora hay que pensar un Estado que abra canales de participación creciente, de los distintos agentes del sistema educativo y de la sociedad en general.
¿Qué debemos hacer para lograr una mejor calidad y equidad en nuestra educación?
La creación de un gran proyecto educativo nacional representativo de las comunidades educacionales donde participen, principalmente, profesores, para docentes, padres y apoderados, alumnos, este entre otros, proyecto que se convierta en el centro del Chile del Bicentenario.
Integrar a este proyecto la televisión y la cibernética: debemos considerar que más de cinco horas de la vida diaria de los estudiantes transcurre frente al aparato de televisión y, otras tantas, ante el computador, cuando tienen acceso. El proyecto Enlaces no ha dado los resultados esperados, pues aún su masificación es de corto alcance y los profesores no están capacitados para utilizar materiales pedagógicos audiovisuales. Esta tarea supone enfrentar al monopolio de la televisión para exigir que se ponga al servicio de intenciones pedagógicas y no solamente comerciales. Es una estupidez sostener que los programas culturales tienen, necesariamente, que ser aburridos: pueden constituirse en grandes educadores de niños y adultos
El siglo XXI es la sociedad del conocimiento. Una educación precaria condena a las mayorías a la miseria y la pobreza privándolas del acceso a las oportunidades que nos entrega el mundo del conocimiento y niega las herramientas para hacer frente a una sociedad cada vez mas compleja y incierta
Por eso el movimiento estudiantil abrió un horizonte de esperanza pues remeció la conciencia nacional en torno a la situación de nuestro sistema educativo. Seremos fieles a ese que signifique espíritu la necesaria construcción de un proyecto nacional educativo ¡ la lucha es larga, comenzamos ya ¡
8/03/09
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